domingo, 15 de diciembre de 2013

¡Aguas góber!



Por Alejandro C. Manjarrez
Aunque las luces navideñas se apaguen,

prevalecerá la luz del intelecto.

Fue necesario que pasaran 290 años para que Puebla estuviera bien iluminada. Hartos foquitos y mucha luz tecnológica. El azul y el blanco rivalizando con los tonos rosas. Ahora ya podemos decir que la nuestra es una urbe que cual arbolito de Navidad nos ofrece los gratificantes destellos que hacen de la pobreza una anécdota decembrina.

¡Cuánta diferencia hay entre la capital de 1723, cuando se estrenó el alumbrado público consistente en farolas de aguarrás y la de hoy invadida por cascadas de luces multicolores! ¡Y qué decir de la construcción de obras civiles como, por ejemplo, los puentes de Xanenetla y San Francisco y México, obras que se quedaron pequeñas ante la magnitud de las construcciones morenovallistas!

Haciendo la comparación entre una y otra época concluimos que hoy estamos en auge y lejos de aquellos contrastes de luces y sombras. Empero, todavía no cantemos victoria porque existen y persisten otras desigualdades, incluidas varias que el tiempo agravó. Vea usted:

Antes, a mediados del siglo XVIII, la ciudad capital tenía 90 mil habitantes y había en sus calles 12 mil pordioseros, o sea 13.3 por ciento de la población. En la actualidad Puebla está  habitada por poco más de un millón 500 personas y su número de pobres asciende al 39.9 por ciento (Inegi); es decir, hay 600 mil poblanos en ese estatus, 90 mil de ellos, pordioseros o no, en pobreza extrema, cifra, esta última, curiosamente, similar a la población total que había en 1750.

Otro dato: en esa época abundaba el agua y el caudal de los ríos y manantiales era de envidiable pureza. Los inteligentes jesuitas construyeron la primera obra hidráulica de importancia social (1726) para conducir el agua desde su hacienda, en Amalucan, hasta el Colegio Carolino. Para ello usaron un sistema que sigue siendo ejemplo de ingeniería hidráulica. Hoy el gobierno carece de capacidad e ingenio para enfrentar y resolver este problema que incluye la corrupción. De ahí que su propuesta de privatizar la explotación, regeneración, comercialización, distribución y uso del agua, propósito que podría consolidarse gracias al talento legal, financiero, burocrático y legislativo de nuestro gobernante que, en este caso, cuenta con el aval de los consorcios de comunicación.

Y ya que toqué el tema legislativo agrego:

Los diputados de antaño eran producto del dedazo de quien chueco o derecho ejercía el poder político. Con honrosas excepciones (individuos a los cuales les costó desde la defenestración hasta la cárcel o el destierro), la labor legislativa de antaño consistía en aprobar aquello que les instruía el gobernante en funciones, un hombre supuestamente iluminado. Hoy, según consenso popular e incluso el mediático, seguimos en las mismas (cuando menos en Puebla) y los eufemísticamente llamados representantes del pueblo, hacen como que proponen, discrepan, discuten, analizan para, al final del día, dar validez legal a las iniciativas que les envía el mandatario que, sin temor a exagerar, también es un ser iluminado, y no precisamente por las luces y los destellos y los rayos laser y las refulgencias que rodean y alumbran Casa Puebla. No obstante, a pesar de tanta luz, creo necesario alertarlo con el ¡aguas! poblano, exclamación que llegó para quedarse; he aquí su origen semántico-costumbrista:

Hace muchas décadas en la Angelópolis se escuchaba el tempranero ¡aguas!, grito que acompañaba al contenido de las bacinicas aventado hacia la cuneta construida ex profeso en medio de la calle, zanja por donde corrían los orines nocturnos. Lo terrible para los transeúntes madrugadores era escuchar a destiempo esa voz de alerta, descuido o distracción que no admitía disculpa dada la costumbre que hace historia y a veces hasta leyes.

Por ello considero válido además de oportuno usar este espacio para, valiéndome de una actitud navideña respaldada con campanitas, maitines y desde luego la alegría histriónica de Papá Noel, apoyarme en la historia prólogo del porvenir, dicen y alertar tanto al góber poblano como a su equipo regalándoles los siguientes avisos acompañados con el estridente ¡AGUAS!

¡Aguas con las privatizaciones! ¡Aguas con el uso del dedo para dar atole a la sociedad! ¡Aguas con el menosprecio a la “prole”! ¡Aguas con la mansedumbre exigida a los “legisladores”! ¡Aguas con el uso del dinero del pueblo! ¡Aguas con los excesos de poder! ¡Aguas con los resabios políticos! ¡Aguas con la paranoia!

¡AGUAS! El pueblo despertó.


@replicaalex

jueves, 5 de diciembre de 2013

Requiem para la Revolución Mexicana



Por Alejandro C. Manjarrez

Reforma de “hondo calado” es la frase preferida de, valga el eufemismo, los legisladores reformistas que cual barcos de vela van hacia donde el viento de Los Pinos los impulsa y los remos panistas los inclina.

Y sí, es de hondo calado porque existe una enorme quilla invisible para los ciudadanos comunes y corrientes, o sea aquellos que validaron la elección de diputados y senadores. De ahí que “debajo del agua” haya toda una estructura fabricada por el poder político de México, autoridad que, vaya usted a saber, puede ser víctima, socio o cómplice de las transnacionales que ven a nuestro país como el pesebre que alimenta al monstruo engendrado por el capitalismo salvaje.

Dijo el escritor estadunidense Ambrose Bierce, que el elector goza del sagrado privilegio de votar por un candidato que eligieron otros. Caben en esta definición los diputados y senadores (la mayoría) que se deben a quien los postuló o ubicó en la representación popular donde hoy están. Y vaya que fue una decisión o imposición también de hondo calado ya que el trabajo de estos “patricios” y “conscriptos de la patria” se ciñe a validar las reformas (algunas negociadas en el Pacto por México) que marcarán al actual como el gobierno que transformó al país para satisfacción del grupúsculo que maneja al PAN y, de paso, a las holdings petroleras. O quizá, por qué no, para regodeo de los padrotes entrenados y preparados en el gran lupanar donde cito a George Soros el desencanto con la política ha nutrido al fundamentalismo del mercado, y el ascenso del fundamentalismo del mercado ha contribuido, a su vez, al fracaso de la política.

La Constitución herida de muerte

Hace dos décadas Carlos Salinas (por cierto mentalizado en Estados Unidos) llegó al gobierno decidido a romper los paradigmas de su partido para llevar a cabo la desideologización del Estado mexicano. Ya lo sabe el lector pero vale la pena recordar que el hombre de Agualeguas envió la iniciativa al Congreso de la Unión para que se modificaran los artículos 3ro. 27, 123 y 130 de la Constitución, cambios que impulsaron la presencia y crecimiento en México de otras religiones, entre ellas la profesada por la mayoría del pueblo estadunidense. Esto produjo el gusto de la Iglesia Católica que, sin darse cuenta de la trampa, echó las campanas a vuelo por “haber logrado” el reconocimiento constitucional cuyos principales beneficiarios fueron, ¡oh paradoja!, los grupos cristianos ahora en franco proselitismo y desarrollo debido al goce de la personalidad jurídica, antes desconocida por el Constituyente de Querétaro (1917).

El astillero

Ernesto Zedillo no quiso o no se atrevió a continuar con ese impulso modernizador. Tampoco lo hizo Vicente Fox. Y menos aun Felipe Calderón. Ninguno de ellos pudo convencer al PRI que entonces hacía las veces de valladar legislativo basándose en sus principios ideológicos; es decir, empeñado en no traicionar la esencia que tanto presume su dirigencia.

Sin embargo, el puente modernizador ya había sido construido con los pilotes salinistas, también de hondo calado. Pemex dio abrigo a la corrupción casi institucionalizada. Y así como perdió liquidez, se le redujo su capacidad de refinación e investigación. Los gobiernos referidos lo permitieron, obvio, por no decir que auspiciaron pensando, puede ser, en congraciarse con los amos mundiales de la energía. Y se preparó el, llamémosle contrapunto, que ligó al salinato con el peñismo; las notas musicales, valga la alegoría, del réquiem para la Constitución producto de la Revolución Mexicana.

Lo curioso es que en esta “profunda” reforma subyace la corrupción que con tanta enjundia representa el liderazgo sindical de Pemex, el mismo que dejó Carlos Salinas de Gortari.

Jesús Reyes Heroles sugirió que había que aprender a salir limpios de los asuntos sucios y, si es preciso, lavarse con agua sucia. ¿Podrán hacerlo los políticos y servidores públicos que bucean en esas aguas?

http://youtu.be/-1DsJ5YQr5s 


@replicaalex

jueves, 28 de noviembre de 2013

Segundo tercio de Moreno Valle*



Por Alejandro C. Manjarrez

Escuché de uno de mis maestros de periodismo (son muchos, incluidos los lectores), que las columnas deben seguir el esquema de la fiesta brava: divídela en tres partes —me dijo el Matador, la primera con una frase o párrafo que equivalga a esperar el toro de rodillas y a Porta Gayola; la segunda con alguna idea y el ritmo que siga la técnica del torero que toma las banderillas y las rompe a la mitad de la plaza con la intención de practicar la suerte en los terrenos del toro; y la tercera con una figura que equivalga a matar al miura recibiéndolo después de haberle hecho la faena que arrancó el aplauso y los olé del respetable. Así mantendrás la atención del lector proclive a cambiar de tema o dar vuelta a la página en cuanto pierde el interés por lo que está leyendo.

¡Vaya compromiso!

Otra de las recomendaciones que escuché consistió en comparar a los periodistas chambones con las orquestas o bandas de pueblo cuyos integrantes no son músicos profesionales, razón por la cual a veces se les complica terminar la pieza. No encuentran cómo diablos concluir los acordes y siguen y siguen esperanzados en que alguien les cuente hasta tres para que dejen de tocar. De ahí que sus interpretaciones suelan ser maratónicas.

La tercera recomendación fue en el sentido de que respetara la dignidad de quienes formen parte de mis comentarios, permitiéndoles además salvar su prestigio pero, al mismo tiempo, por aquello de las reclamaciones o derecho de réplica, sin soltar la carta principal que deberá conservarse bajo la manga.

El cuarto consejo, que por cierto resultó una sentencia, fue la observación sobre el difícil oficio de columnista: cada político que se convierta en tu amigo es una letra menos en el teclado de tu máquina de escribir.

No sé si he logrado poner en práctica ésas y otras recomendaciones, mismas que me reservo para que este libro no parezca el manual de periodismo que algún día, cuando se me ocurra sentirme calificado para semejante compromiso, me gustaría elaborar. De lo que estoy seguro es que la política poblana parece una escuela abierta para aquellos periodistas empeñados en seguir aprendiendo mientras el cuerpo aguante. Esto porque siempre habrá servidores públicos empeñados en ser clones de sus maestros con la intención supuestamente casual de formar alumnos que hereden la técnica de lo que podríamos llamar un proceso ad infinitum. Como diría el clásico, para muestra basta un botón y concluyo con la última acción morenovallista diseñada, digo yo, con el deliberado propósito de recomponer su camino hacia el 2018. Debo aclarar que no se trata del cierre de la “faena” morenovallista sino de lo que podría ser el inicio del segundo volumen de Puebla variopinta, conspiración del poder.

Plan C

Todo empezó con el balazo que mató a Luis Donaldo Colosio Murrieta. De no haber existido ese complot que muchos le atribuyen al Estado mexicano, entonces bajo el control del salinismo, otros pajaritos hubiesen cantado en tierras poblanas. Por ejemplo: Melquiades Morales Flores nunca habría llegado al gobierno y, por ende, Rafael Moreno Valle Rosas seguiría en Nueva York peleándose con los dueños del dinero, incluidos los capitalistas de origen judío.

Lo de Melquiades se explica en las páginas anteriores; empero, valga repetir algunas líneas:

“No les pidas nada ni les aceptes nada (a Mariano Piña Olaya y a Alberto Jiménez Morales). El partido se hará cargo de tus gastos y el pago de la nómina”, le dijo Luis Donaldo convencido de que Melquiades cumpliría sus instrucciones.

… la petición advertencia fue desdeñada y el nuevo dirigente del pri acudió a don Alberto Jiménez para manifestar su obsecuencia al gobierno, acción que —según lo dicho por Lydia Zarrazaga Molina (1961-1995), política cercana a Luis Donaldo— provocó que éste lo borrara de la lista…

El caso de Rafael iii también estuvo vinculado al desafortunado suceso que cambió la vida de varios colosistas y zedillistas cuyo futuro parecía escrito en sánscrito. Uno de ellos: Luis Banck Serrato. Otro: Fernando Manzanilla Prieto. El tercero: Luis Maldonado Venegas. Éste último, que por cierto era (y lo sigue siendo) el gurú de los entonces jóvenes talentosos con posgrados en universidades estadounidenses, se encargó de arroparlos valiéndose de su cercanía (era coordinador adjunto de la campaña) con Ernesto Zedillo, otro de los beneficiados por el asesinato de Colosio. Gracias a esos vínculos político-profesionales, años después, Manzanilla tuvo oportunidad de integrarlos al gran “proyecto Moreno Valle” cuya incorporación en la política poblana ya quedó explicada renglones atrás.

Fernando llegó a Puebla como subsecretario de Egresos en la Secretaría de Finanzas y Desarrollo Social; Banck lo acompañó haciéndose cargo de la coordinación general de Desarrollo Social; y Maldonado se integró como asesor externo encargándose de proyectos pensados y elaborados con la deliberada intención de impulsar la imagen pública de Moreno Valle, a la sazón un joven profesionista con talento y simpatía personal.

Fracasó el primer intento gubernativo cuando Mario Marín les ganó la partida. Sin embargo, prevaleció la idea debido a la tozudez de Rafael y al genio e ingenio de éstos sus “cómplices”. Así llegó al gobierno después de pasar por las diputaciones local y federal y desde luego el senado de la República, todo ello en tan sólo cuatro años y meses. En este tráfago político Rafael se alió con Elba Esther Gordillo hasta que ocurrió lo que fue un conflicto político-legal de grandes proporciones, circunstancia que afectó al morenovallismo entronizado gracias a la entonces innegable influencia de la lideresa magisterial, el hada madrina de Felipe Calderón y de varios más, incluido el poblano.

Ante ese evento sorpresivo y desafortunado para el grupo más el retorno del pri a Los Pinos, hubo que modificar la estrategia general así como prepararse y poner en acción el “Plan C”. Maldonado cambió de adscripción a fin de ocupar la Secretaría General de Gobierno de Puebla (era secretario de Educación Pública). Manzanilla dejó su lugar a Maldonado en el gabinete para emprender su campaña a la diputación local, cargo que ejercerá durante cuatro años ocho meses. Y finalmente Banck abandonó la iniciativa privada donde su trabajo (relaciones institucionales con el gobierno) estaba muy bien pagado; la razón: integrarse al gabinete morenovallista como el sexto secretario de Desarrollo Social.

Con estos movimientos estratégicos más el control político sobre el Congreso local a donde llegó la mayoría impulsada y palomeada por el gobernador del estado de Puebla, incluidos los principales ayuntamientos gobernados por su gente, se renueva y fortalece el gran Proyecto Moreno Valle. Por eso digo que en el 2014 inicia el nuevo tercio que incluye todo tipo de suertes apoyadas por los subalternos referidos y la cuadrilla que, seguramente, será reforzada con uno que otro matador sin coleta, pero con cola.

Y el pueblo (me incluyo) seguirá observándolos desde el tendido de sol.

@replicaalez

*Final del libro en impresión: Puebla, la conspiración del poder

lunes, 18 de noviembre de 2013

¡Ya no vivan de rodillas!


 

Por Alejandro C. Manjarrez

Carmen Serdán estuvo muerta durante varias horas.

Tenía dieciséis años cuando conoció el inframundo y regresó a la vida. Ese día su madre la encontró tendida en la cama con el brazo izquierdo caído sobre el piso de duela. La vio plácida. Estaba excepcionalmente hermosa. Daba la impresión de haber entrado al sueño que por ser eterno se llama muerte. Su insólita y acentuada hermosura en el rostro proyectaba una luz especial. De repente, sin saber la causa, la señora Alatriste supo lo que había ocurrido; aspiró profundo para poder gritar las palabras que se agolparon en su mente:

— ¡Mi hija está viva!

La breve soflama de María del Carmen Alatriste devolvió la esperanza a los integrantes y amigos de la familia Serdán; reverberó en el interior de la casa como si fuesen ecos de los truenos que presagian tormenta. Todos corrieron hacia donde estaba la joven declarada muerta por un médico mediocre, diagnóstico que en instantes se transformó en el chisme que recorrió las calles de Puebla: “Se murió la señorita Carmen Serdán”, fue la noticia que llegó hasta los oídos de Luis Cabrera Lobato.

Luis echó a correr rumbo al domicilio de la familia Serdán. Iba desesperado. Su corazón parecía explotar. Imaginó la sonrisa de Carmen e incluso la escuchó decir las palabras que había articulado para responder a uno de sus requiebros: “Es usted muy exagerado Luis. Aprecio en lo que vale su amistad”. “Sólo es un chisme —dijo para sí—. Ella tiene que estar viva. Su madre no la dejaría morir”, pensó acogiéndose a la esperanza que suele acompañar al pensamiento mágico.

El viaje al inframundo

Carmen pudo percibir el movimiento y la preocupación de su agitado hogar. Quiso ponerse de pie pero la catalepsia le impidió moverse. No logró abrir los ojos. Estaba paralizada. Le asustó sentir que volaba entre los nubarrones de un mundo desconocido. En ese estado de semiinconsciencia ingresó a un túnel negro. Percibió pequeños brillos y sintió que chocaba con algunos objetos animados o ectoplasmas o luces o formas que se cruzaron en su camino. Algo o alguien parecían empeñados en conducirla hacia esa extraordinaria experiencia. Seguía sin controlar sus movimientos cuando descubrió la intensa luz que le mostraba la salida de aquella enorme y a la vez estrecha oquedad. Hizo el intento de avanzar hacia el resplandor pero una extraña y poderosa fuerza se lo impidió. Ya no pudo volar ni caminar ni moverse. Tuvo la sensación de que su cuerpo había sido aprisionado por la fuerza de muchas manos, unas jalándola hacia la oscuridad de la vida, y otras empujándola hacia el brillo de la muerte.

Carmen dejó de luchar. Decidió esperar a que esa fuerza sobrenatural tomara la decisión final, sentencia que ignoraba. Fue en aquel momento cuando cesó la tensión de esas manos que la habían asido transmitiéndole algunas visiones sobre su propio futuro. Se vio a sí misma vestida de blanco y subida en la nube desde la cual arengaba al pueblo: “¡Ya no vivan de rodillas!”, les gritaba frenética mientras blandía el rifle que llevaba en la diestra. Cesó su entusiasmo al notar que en su vestido aparecía un rosetón rojo. Asustada, tocándose el orificio del hombro por donde brotaba la sangre que produjo aquella creciente mancha, miró a su alrededor y entre los cadáveres pudo distinguir a sus hermanos Máximo y Aquiles, este último soportando el cuerpo inerte de un hombre llamado Francisco I. Madero.

La resurrección

Luis Cabrera entró a la casa buscando a la señora Alatriste cuya estatura y cabellera negra resaltaban de entre las decenas de amigos y familiares que la acompañaban.

—Doña María, ¿dónde está su hija? —preguntó con la angustia reflejada en la palidez de su rostro.

—En la recámara contigua. Ella duerme y estoy esperando que despierte.

—Pero es que…

—No es cierto, Luis. Cálmese. El médico se equivocó. Es un chambón. Ella sigue con vida. Venga vamos a verla. Antes de que usted llegara me pareció ver que movía su dedo meñique —confió la mujer con voz de confidencia.

Carmen Alatriste tomó de la mano al joven abogado para conducirlo a la habitación donde reposaba la hermosa jovencita. Antes de llegar a la cama, Cabrera soltó la mano de la señora desviándose hacia el mueble donde había visto un pequeño espejo que parecía estar esperándolo. Enseguida, sin dar explicaciones, lo colocó cerca de la nariz de Carmen, como lo había hecho el médico que la declaró muerta. Esperó hasta percatarse de la leve sombra reflejada en el vidrio azogado.

—Tiene usted razón señora, su hija está viva —dijo Luis a la madre de su amiga—: Debe ser un ataque de catalepsia* —concluyó sin poder ocultar su expresión de felicidad.

Como si lo hubiera escuchado, Carmen abrió los ojos; miró el rostro de su amigo y le dijo: —Aquiles, tuve una horrible pesadilla.

—Nosotros también —condescendió Cabrera impresionado por la mirada profunda de la joven—. El suyo fue un mal sueño que para nuestra felicidad ya terminó…

—Gracias Luis, pero lo que yo soñé apenas empieza y no acabará hasta que…

—Ya no diga nada —la interrumpió Cabrera para no escuchar lo que parecía un presagio fatal. Supuso que ambos, tal vez, algún día se encontrarían en uno de los espacios que el destino reserva al amor—. Descanse porque le espera un futuro glorioso —le dijo.

—Ojalá que esa gloria a que se refiere no sea tan sangrienta como la de mi pesadilla —insistió ella dándole a su cara la expresión de la pesadumbre que acompaña al mal agüero.

Luis Cabrera ya no quiso hablar. Intuyó que Carmen Serdán tenía un destino diferente al suyo. Lo lamentó. En ese instante su cerebro registró las escenas fugaces que la inteligencia de la heroína acababa de transformar en energía. “Quizá esté impresionado con las lecturas de Poe”, reflexionó para sí con la intención de desechar esa experiencia déjà vu.

El presentimiento

Años más tarde, ya muertos Aquiles y Máximo Serdán en la refriega de noviembre de 1910, Luis Cabrera recordó el sueño-pesadilla de Carmen Serdán. No había podido quitarse de la mente el impacto que lo marcó con el sello de los hermanos Serdán. Con esas imágenes rebotándole en la cabeza, Cabrera Lobato escribió a Francisco I. Madero:

Todos hemos sentido las consecuencias de la Revolución; pero nos hemos resignado a sufrirlas en la esperanza de que trajera consigo algunos bienes en medio de tantos males. Usted, señor Madero, tiene contraída una inmensa responsabilidad ante la Historia, no tanto por haber desencadenado las fuerzas sociales, cuanto porque al hacerlo, ha asumido Usted implícitamente la obligación de restablecer la paz, y el compromiso de que se realicen las aspiraciones que motivaron la guerra, para que el sacrificio de la Patria no resulte estéril…

En otros términos, y para hablar sin metáforas: Usted que ha provocado la Revolución, tiene el deber de apagarla; pero guay de Usted si asustado por la sangre derramada, o ablandado por los ruegos de parientes y amigos, o envuelto por la astuta dulzura del Príncipe de la Paz, o amenazado por el yanqui, deja infructuosos los sacrificios hechos. El país seguiría sufriendo de los mismos males, quedaría expuesto a crisis cada vez más agudas, y una vez en el camino de las revoluciones que Usted le ha enseñado, querría levantarse en armas para la conquista de cada una de las libertades que dejara pendientes de alcanzar…

No lo dijo Cabrera, pero en las entrelíneas de su carta sugirió que el destino de Madero podría ser el mismo que el de Aquiles y Máximo.

Como si fuese un manantial, la sangre que había soñado Carmen Serdán siguió manando de otros cuerpos hasta fecundar el territorio nacional: produjo muchos rosetones; hubo cientos de miles de ellos cuyos brillos bañaron de rojo el cielo mexicano.

Carmen y Luis —ambos enamorados de las ideas sociales— habían sido escogidos por el destino para no formar parte de la estadística necrológica de la Revolución. Gracias a ese designio los dos siguieron manifestando sus conceptos “subversivos”, en muchos casos valiéndose de sus propios seudónimos: Marcos Serrato ella; y Blas Urrea, él.


@replicaalex

* Alatriste, Sealtiel, artículo en el periódico Reforma. Año 2000.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Lodo y poder



Por Alejandro C. Manjarrez

Personaje uno

Joaquín Hernández Galicia, alias La Quina, estaba en la cúspide del poder sindical mexicano. Era un ministro sin cartera y al mismo tiempo el mecenas que usaba dinero de Pemex para beneficiar e incluso hacer millonarios a sus amigos, protegidos, ahijados, compadres, socios y cómplices.
Decenas de miles de trabajadores le hacían el juego.
El gobierno lo toleraba para no alterar la producción petrolera ni exponerse a un atentado contra las líneas de conducción de gas, petróleo y gasolina.
Sus enemigos se morían misteriosamente.
Y él vivía rodeado del entresijo que encubre las actividades inmersas en la corrupción.

Personaje dos

Carlos Manuel Sala fungía como ministerio público federal encargado de coordinar a sus pares en el estado de Puebla.
El abogado se mostraba implacable para perseguir a los delincuentes, o concertador cuando se trataba de beneficiar al Estado.
Buen amigo fuera de su responsabilidad.
Ávido lector de la información política nacional.
Tenía el don de la oportunidad que lo hizo indispensable para sus jefes, en especial el entonces procurador general de la República.

“El hijo del secretario Fulano desapareció en Puebla —le dijo el Procurador a Carlos Manuel—. Indague usted a ver qué encuentra. Y manténgame informado. Nuestro amigo (el secretario Fulano) está muy preocupado.”

Ahí estaba yo frente a Carlos, justo cuando lo llamó el Procurador general de la República.

— ¿Se te ocurre algo? —me preguntó después de compartir conmigo parte de su conversación.
—Háblale a Gabriel Guarneros —le respondí.
— ¿Y quién es ese cuate? —cuestionó.
—El tipo mejor informado de Puebla —aclaré.

Al otro día supe que Carlos y Guarneros habían hablado, y que dos horas después de ese intercambio de ideas, el procurador fue enterado de que el hijo de su compañero de gabinete estaba en un hotel con su pareja hombre. Era un gay todavía encerrado en su closet.
No hubo ningún evento trágico.
Sólo la mala (o buena) noticia de la preferencia sexual del vástago que se escondió en Puebla para llevar a cabo una intensa y romántica encerrona; contra natura diría el vicario de Cristo.

Personaje tres

Hebraicaz Vázquez Gutiérrez, líder del Movimiento Disidente Petrolero, andaba a salto de mata: había sido sentenciado por La Quina.
Su pecado: oponerse al cacicazgo petrolero y denunciar las trapacerías del sindicato que encabezaba Joaquín Hernández Galicia.
Su pena: la muerte decretada por el cacique de sus pesadillas.
Iba a ser asesinado siguiendo el patrón de otros crímenes: algún accidente misterioso lo esperaba en cualquier curva de su ruta cotidiana.
Durante varios años Hebraicaz se ocultó en Puebla, en la casa de un familiar.

Personaje cuatro

Sergio Beltrán López, amigo y maestro, tenía en su haber un premio nacional de informática.
La sociedad científica reconocía al doctor en matemáticas como uno de los hombres más preparados de México.
Él fue quien instaló las computadoras de la UNAM y del Comité Olímpico Mexicano, las primeras en su tipo.
La IBM lo puso en su lista negra porque renunció a la relación contra-actual con la transnacional para poder montar el primer sistema de cómputo —francés por cierto— en la Cuba de Fidel Castro.
En los días en que ocurrió lo que enseguida relato, Beltrán vivía en Cuernavaca y en Puebla, indistintamente.

La historia

Los cuatro personajes se atravesaron en la vida profesional del que esto escribe. Carlos como amigo y de vez en cuando vocero oficial de la PGR en Puebla; Hebraicaz como informante de las trapacerías sindicales que combatía; Joaquín como el objetivo de mi investigación; y Sergio como asesor asociado en algunos trabajos periodísticos.
Hebraicaz necesitaba que alguien escribiera sus cuitas sindicales; es decir, sus pleitos con el cacique tamaulipeco.
Me buscó y yo lo encontré.
Nos citamos en uno de los cafés poblanos.
Cuando llegó lo hizo custodiado por siete colaboradores, cada cual con cara de sospecha y con la precaución que obligaba su proceder clandestino. Le sorprendió que estuviera con mi esposa y tres de mis pequeños hijos.

“¿Manjarrez?”, me preguntó para identificarme.
“Sí, soy yo —le respondí amable pero preocupado por el aspecto del grupo—. Ella es Manola, mi esposa, y los niños son mis hijos. Si quieres siéntate y siéntete en familia” —agregué sorprendido por mi retruécano casual.

Así lo hizo mientras que su personal se instalaba en la mesa contigua y yo, suspicaz, buscaba algo raro sin saber qué podría ser.
En esa primera reunión lo escuché atento.
Hebraicaz se llevó una hora en resumir la historia de su vida sindical.
Antes de despedirnos me entregó la copia del contrato entre el Sindicato y la Texas Oil Company.

“La Quina —confió el disidente— tiene la concesión de Pemex para vender el slop oil (desperdicio del petróleo), pero en cada entrega su gente mete barriles de crudo. Ese es uno de sus negocios. Por cierto —agregó antes de despedirse—: Manuel Buendía no quiso publicar esta información. Le alzó pelo.”

Tres días después, con el reto clavado en mi mente (“Manuel Buendía…), conversé con Sergio Beltrán López y le platiqué mi experiencia mostrándole copia del contrato referido.

“Préstamela, saco una copia y al rato te devuelvo el documento— me dijo con un interés poco común en él, un hombre erudito acostumbrado a las sorpresas y siempre dispuesto a confirmar cualquier tesis—. No cabe duda que México está gobernado por corruptos”, me volvió a decir con la pesadumbre marcándole su rostro.

Sergio profundizó en la investigación documental. Incluso se reunió o se comunicó con algún ejecutivo de la Texas Oil Company para confirmar lo que me había confiado Hebraicaz: los barriles del desperdicio de petróleo iban acompañados de otros barriles, los de crudo, negociación que producía al grupo sindical una comisión adicional basada en las utilidades de la empresa. Un jugoso profit commission.

“Suave Patria”

Varias semanas duró la preparación del reportaje que se publicó en la revista Impacto, hebdomadario entonces dirigido por Mario Sojo Acosta.
Aquellos “pelos y señas” mostraron a los lectores los distintos estilos de la corrupción que flagelaba a la empresa más importante de México: desde el malhadado contrato del sindicato con la petrolera estadounidense, hasta la comercialización de las plazas y la venta de las toneladas de cobre que previo permiso sindical alguien extraía de los almacenes, por ejemplo.
Después de la publicación del reportaje de marras, La Quina fue aprehendido en su residencia de Ciudad Madero, Tamaulipas.

“Le sembraron un cadáver”, dijeron algunas voces.
“Encontraron en su casa armas de diversos calibres y de uso exclusivo del Ejército”, publicó la prensa nacional.

El encargado de la operación fue Carlos Manuel Sala, ministerio público comisionado para la integración de la averiguación previa y captura de Joaquín Hernández Galicia.
A partir de aquel operativo, Hebraicaz empezó su nueva vida sin tener que esconderse de los sicarios al servicio del que fue su peor enemigo. 
La Quina ya estaba en la cárcel.

Carlos Salinas de Gortari inició su mandato sin el lastre del liderazgo obrero que para el gobierno representaba Hernández Galicia. Lo había borrado del mapa político nacional.
Es obvio que esta acción dejó muy satisfecho a Salinas ya que mató dos pájaros de una pedrada. Uno, su venganza personal contra quien supuestamente había financiado el libro: Un asesino en la Presidencia, de José Luis González; y otro, el encarcelamiento del “líder moral” de los petroleros, cuya fuerza le permitía manejar parte de la política nacional e influir en las decisiones presidenciales relativas al petróleo.

“Alejandro —me dijo Sergio Beltrán después de leer el reportaje que publicó la revista Impacto—, hace tiempo que no me sentía tan contento con mi participación en una investigación político-policiaca. Si no hubiese sido lo que soy, sería periodista, un oficio que te permite la satisfacción de aportar algo, aunque sea un grano de arena para ayudar a la “Suave Patria”, la que pintó el genio de Ramón López Velarde.

Carlos Manuel Sala siguió su ascenso en el ámbito judicial hasta llegar a ser Fiscal General del estado de Chihuahua. Lo hizo con la discreción que obliga su carrera y vocación, quizás oculto entre las comodidades que el sistema político mexicano provee a sus fieles servidores, o tal vez amparado en el peeling político que, en este caso, produjo el lodo, el de los veneros escriturados por el diablo, el personaje aquel que nunca falta en todas las historias negras.

domingo, 10 de noviembre de 2013

La Gran Orquesta de RMV


La Scala de Milán

Por Alejandro C. Manjarrez

El mutismo de los secretarios del gobierno de Puebla, me recuerda a los matrimonios desajustados donde el marido ordena a la esposa que calle, que no opine, que se mantenga al margen de las conversaciones fuera del hogar. Teme que al abrir la boca la señora cometa una indiscreción y revele desde los asuntos sin importancia hasta alguno de los secretos conyugales. "Cierra la boca mujer. El único que puede hablar soy yo. Tú dedícate a limpiar la casa y no abras la boca a menos de que yo te lo ordene o te lo permita".
La diferencia en esta analogía estriba en que los miembros del gabinete poblano tienen un interlocutor para que éste diga a la sociedad lo que ellos no deben decir. Se llama vocero del gobernador. Claro que hay una excepción, la que rompe la regla: el secretario general de Gobierno. La ley que regula al poder Ejecutivo establece que este funcionario es quien suple al mandatario siempre y cuando el gobernador se ausente del cargo y vía oficio le delegue sus facultades. Cosas de trámite para taparle el ojo al macho.
La verdad es que ni falta hace escuchar a quienes parecen haber perdido su libertad para manifestar lo que piensan. Sabemos que operan, valga el símil, igual que los muñecos de ventrílocuo. O para no usar esa figura que puede interpretarse como peyorativa, diré que actúan de acuerdo al papel que aceptaron interpretar.
Lo curioso es que en Puebla nunca antes había ocurrido este llamémosle fenómeno político. Igual de extraño resulta el hecho de que, gracias al mutismo de quienes cobran como colaboradores del titular del poder Ejecutivo, en la entidad no se escuchen otros tronidos de chicharrones distintos a los de Rafael Moreno Valle Rosas.
¿Está mal?
No, si tomamos en cuenta el alto perfil de quien es presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores. Y sí, si partimos de que el gobierno (el que sea) debe manejarse bajo un esquema parecido al de los grandes consorcios o holdings: por objetivos y áreas de responsabilidad. De otra forma, la carga de trabajo puede afectar a quien hace las veces (pido perdón por la reincidencia y abuso en las analogías) del titiritero que mueve los hilos y presta su voz y emociones a sus marionetas.
Lo malo o bueno, usted dirá, es que los gobernados ya nos acostumbramos a observar y escuchar a la estrella de este escenario casi republicano (el casi es por el sometimiento que ha demostrado y comprobado el poder Legislativo). No imagino lo que ocurriría si alguno de los secretarios se atreviera a demostrarnos que es capaz de aportar a su función pública las experiencias que, con base en el diálogo con la sociedad, pudiera aplicar en su dependencia para mejorar su funcionamiento y quitar preocupaciones a su jefe que, insisto, lleva sobre sus hombros el terrible peso de pensar, actuar y hablar por todos aquellos que conforman su estructura gubernamental.
¿Exagero?
Yo creo que no porque después de revisar la prensa escrita y electrónica no encuentro la constante que establezca que en la orquesta morenovallista, aparte de Luis Maldonado Venegas, hay primeros atriles que bien podrían participar como solistas en el gran concierto gubernamental. Lo único visible, reitero, es el súper director y dueño de la batuta y de la orquesta quien, además de intérprete de los instrumentos (todos), también es el autor de la partitura y sus particelle.
¿Levantó la ceja porque se le vino a la cabeza el nombre del contralor?
Bueno, él también participa en la sinfónica pero dándole mazazos a los timbales, precisamente cuando Rafa (como le dicen sus cuates) así se lo indica siguiendo las notas del pentagrama que él mismo compuso.
El problema, argumentaría cualquier exegeta de políticas públicas, es que la sociedad (mandantes, dice la ley) que los mira y escucha produce el dinero para que estos músicos y su director toquen el son del pueblo, no así la elegía musical compuesta para alegrar a su autor, o sea el mandatario del estado de Puebla. Digo.
acmanjarrez@hotmail.com
@replicaalex

lunes, 4 de noviembre de 2013

Tony Gali y su futuro inmediato


Por Alejandro C. Manjarrez

No sé si Tony Gali Fayad sea un hombre honorable. Tal vez tenga esa cualidad. También ignoro si sus colaboradores que le ayudarán a gobernar, cuentan con la formación y ética pública que debe mostrar cualquiera que se precie de honesto. Solo Dios lo sabe. De lo que estoy seguro es que hay quienes ya se frotan las manos porque, dicen, son amigos del próximo alcalde de Puebla capital. “Tenemos cuatro años ocho meses para hacer negocios”, escuché presumir a unos de los promotores y admiradores de Tony, el que ayer ocupaba una de las mesas vecinas a la mía.
La “confesión” de marras que pudiera ser intrascendente o una simple y estúpida chabacanería, me puso a pensar en lo que a partir del próximo 15 de febrero podría ocurrir en el Palacio Municipal que han ocupado varios ilustres corruptos y uno que otro operador del gobernador en turno. La reflexión (obviamente periodística) me llevó a hacerme las cinco preguntas que enseguida comparto con el amable lector:
¿Qué pasará con los giros negros y el producto financiero que éstos generan?
¿Cuáles de los constructores que acostumbran a “mocharse” con el diezmo (que ya subió al 15 o más por ciento) obtendrán los jugosos contratos del Ayuntamiento poblano?
 ¿Qué papel jugarán en el futuro de Puebla los hijos del alcalde electo… y sus parientes y sus socios y sus cuates?
¿Cómo manejará Gali su deseo de ocupar el cargo desde el cual Rafa operó para hacerlo primero candidato y después presidente municipal?
¿Aumentará el patrimonio personal y familiar de Tony?
Las respuestas a estas dudas vendrán dosificadas de acuerdo con el estilo que adopte el próximo munícipe. También se irán dando conforme el gobernador lo autorice u obligue. Así será durante los primeros tres años. Concluido este trienio otros pajaritos cantarán ya que Gali (si sigue en el cargo) tendría la libertad de actuar ajustándose a su propio estilo que, según hemos visto, lleva adosada la buena estrella que le ha permitido hacer dinero en menos que canta un gallo.
Especulo:
Durante los primeros treinta y seis meses de su gobierno, la sombra o influencia de Rafael podría obligarlo a oficializar el ingreso de los giros negros. Incluso, por qué no, hasta animarlo a hacer suyo (o de la Comuna) el sistema constructivo apegado a “bursatilizar” (de alguna manera hay que definir el estilo) la obra pública cuyos contratos tienen la particularidad de ser de largo alcance, tanto por sus cláusulas como por el tiempo de recuperación planeado por los inversionistas privados, sobre todo los extranjeros, circunstancia que merece algo así como un ensayo que incluya lo político, judicial, jurídico y financiero.
Una vez cumplido el lapso fatal del gobierno morenovallista, Tony Gali contará con 18 meses para cerrar su mandato siempre cuando no adquiera el virus del poder, o sea esa llamémosle obsesión por gobernar al estado de Puebla, sueño que por cierto ya forma parte de su equipo de trabajo y desde luego de su familia, empezando por sus diligentes, entusiastas, visionarios y hábiles vástagos. Si esto último figura entre los planes a futuro del hoy presidente municipal electo, entonces tendría que invitar a dos que tres ONGs para que le ayuden a impulsar y formar algo parecido a una contraloría social vigilante de la honestidad en el ámbito de su administración y, principalmente, de las asignaciones de la obra pública. No hay de otra ya que durante ese tiempo será observado y fiscalizado por el gobierno federal que, a lo peor, decide cobrarle las “facturas” políticas que le dejará el mandatario panista.
Concluyo con otra reflexión:
Los peores aliados del poder son aquellos que hacen negocios y además lo festinan como si el ser parte del círculo de amigos, socios, cómplices o promotores fuese una patente de impunidad para corromper y ser corrompidos. Por ello, creo, el gobernador Rafael Moreno Valle se rodeó de persona que por carecer de vínculos en Puebla, nadie les escuchaba sus deliberaciones personales. Sin embargo, lo que antes fue ventaja para los fuereños, hoy podría ser un problema serio dado que la sociedad poblana acabó por saber quiénes son, qué hacen, cómo viven y cuáles son sus intereses. Por ello me atrevo a decir que Eukid Castañón fue instruido por su jefe para que cambiara de actitud y pudiera convertirse en el “chicotito oficial”, en el ¡ay nanita! de la administración pública, incluidos los ayuntamientos.
@replicaalex

domingo, 27 de octubre de 2013

Manzanilla, el gurú


 

Por Alejandro C. Manjarrez

Ya es diputado local. Se hizo poblano por voluntad propia. Su carrera política no tiene mácula. Conoce los entresijos del poder. Los miembros del gabinete lo respetan a pesar del celo profesional que su imagen despierta. Es un tipo preparado y además confiable debido a su discreción (no presume ni en defensa propia). Y por si fuera poco, gracias a su prestigio familiar aderezado con las bondades del patrimonio personal, también forma parte del jet set nacional.

Así, a golpe de tecla, le puedo decir que Fernando Manzanilla Prieto tendría que ser el coordinador del trabajo legislativo del Congreso local que inicia sus labores con la presentación del tercer informe de gobierno de Rafael Moreno Valle. Pero como siempre hay un pero que se interpone —en su caso varios— también debo de adelantarle que hasta hoy su destino es incierto si nos basamos en las líneas ágata producto de las filtraciones mañosas de ya sabe usted quien o, si acaso lo ignora, seguramente lo adivinará porque nunca pasa desapercibida su egregia e impresionante figura (el poder crea ídolos).

Esa potestad ya pensó en tres escenarios, cuando menos. Uno el que formaría Jorge Fuad Aguilar Chedraui. El otro estaría conformado con el liderazgo cameral de Patricia leal Islas. Ambos diputados electos afines (mucho) al gobernador y desde luego dispuestos a seguir sirviéndole con la lealtad, obsecuencia y obediencia que han demostrado desde la época en que se integraron al proyecto morenovallista (gobierno de Melquiades Morales Flores). Y el tercero lo encabeza Fernando, cabeza y líder del equipo hasta que Rafa llegó al poder.

La desventaja de Manzanilla estriba en su independencia de criterio, actitud que ha sabido combinar con su respeto a la amistad y la asertividad que le permite conservarse digno; es decir, libre para disentir y opinar sin temor a las respuestas estridentes. Es obvio que esto último opera en su contra como un terrible obstáculo si, como se ha filtrado, Moreno Valle decide repetirnos la dosis de tener bajo su cruceta a un diputado coordinador tan dócil y subordinado como pudiera ser cualquiera de sus empleados de confianza.

Antes de concluir le comento dos anécdotas (de alguna forma hay que llamarlas) que cuando menos validan lo de asertividad amistosa:

La primera: hace un año le llegó al entonces secretario general del gobierno la instrucción de medio violentar el ordenamiento que establece que esa dependencia debe coordinar las labores del informe de gobierno. “Será el Secretario de Finanzas el responsable”, le dijeron. En ese momento Fernando agarró sus maletas y partió hacia África, supongo que indignado, vacación que concluyó dos o tres días antes del día del Informe. En el ínterin le requirieron varias veces, pero los leones y los elefantes y las hienas y los tigres y el folclor africano no le permitieron recibir ningún tipo de llamadas, incluidas las de su jefe.

La segunda: cuando se hizo cargo de la coordinación de campaña de Tony Gali Fayad, en las primeras de cambio tuvo un choque existencial: los hijos del candidato (debería decir socios) lo rebasaron y, supongo que molesto, Fernando agarró sus maletas y se fue a otra “vacación”. Ocurrió el desbarajuste que produjo la exhibición mediática de la fortuna de Gali. Y otra vez las llamadas de emergencia. Finalmente Fer, como le dicen, regresó y el aeropuerto de Huejotzingo se llenó con el equipazo de Gali que acudió en bola a manifestarle su alegría por el venturoso, reparador y oportuno retorno.

Estilo de gurú

He leído los mensajes públicos de Manzanilla tanto en Twiter como en Facebook y en su página web. Nos habla de paz y de amor al prójimo y de la iluminación y la espiritualidad y la cultura, así como algo de cienciología y mucho de la cordialidad fraterna o amistad cuasi religiosa. Su estilo y buena fe lo equipara a cualquiera de los gurús que usted conoce. Empero, esto no significa que cuando llegue al Congreso local lo hará envuelto en una túnica blanquiazul y con la cabeza ocupada con la corona de guirnaldas o el aura brillante. No. Sin duda adoptará su papel de legislador y, de ser coordinador de sus compañeros, podría hasta recuperar el prestigio de ese poder que hasta el último día de esta legislatura será uno de los brazos ejecutores de las órdenes, caprichos y deseos del mandatario poblano.

Sería, supongo, un poder en ejercicio de su soberanía y representatividad popular. Pero…

Después le comento.


@replicaalex

domingo, 20 de octubre de 2013

¿Dónde está Agüera?


 
Por Alejandro C. Manjarrez

Las derrotas electorales, aunque formativas, provocan una especie de amargura entreverada con la frustración y el coraje, sentimientos que se exacerban con los errores personales y los aciertos del adversario. Es pues un estado de ánimo que podría convertirse en lo que antes llamaban “fiebre negra”, depresión que los políticos padecen cuando llegan a enterarse que perdieron debido, precisamente, a que el poder político metió su cuchara.

Le ocurrió a Enrique Agüera Ibáñez cuya depresión pudo haber cesado en cuanto supo que había enfrentado a dos candidatos, digamos que siameses: uno, el oficial; y el otro, el cerebral.

Al parecer Enrique no pudo o no quiso ver este llamémosle fenómeno. Tal vez porque se le atravesaron los cánticos de las sirenas cuya partitura fue elaborada por los “amigos” en funciones de priistas. O quizá porque se confió demasiado y no tomó en cuenta el poder de Rafael Moreno Valle, cuya estructura electoral todos lo saben estuvo formada por varios partidos políticos, unos inventados o coyunturales y otro más alquilado.

Es probable que por ese descuido Agüera haya pasado por alto que tanto su adversario como el inventor de éste, estaban decididos a derrotarle valiéndose de los recursos del poder, incluidas las ficciones jurídicas preparadas ex profeso para no violentar el derecho exponiéndose a caer en el ilícito. Basándome en ello le hago al Perogrullo y digo: José Antonio Gali Fayad triunfó gracias a la ventaja propagandística promovida por el gobierno al cual servía y seguirá sirviendo, circunstancia a la que hay que agregar la colaboración de los “científicos” especializados en la cultura electorera.

Dicho lo anterior que por conocido podría interpretarse como un exceso retórico, paso a preguntar:

¿Por qué Enrique desapareció de la escena pública? ¿Dónde se metió? ¿Cuál será su próximo paso?

Antes de “adivinar” permítame hacer un breve resumen del perfil oficial de Enrique Agüera Ibáñez, ex rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Como muchos de sus compañeros de aula y cátedra, antes de llegar a la rectoría de la Buap, Agüera vivió los cambios de la universidad pública. Fue parte de las luchas ideológicas que dividieron a los grupos universitarios: comunista de origen (Célula Dolores Ibárruri) y, pasado el tiempo, exitoso gambusino del pragmatismo, característica que él mismo definió en la entrevista que le hizo Blanca Lilia Ibarra. (Expresiones, entre lo público y lo privado. Edit. Buap, 2008):

Hace mucho tiempo dejé los dogmas atrás. Creo que los dogmas lastiman, los dogmas son como candados que se ponen a las puertas y que, a veces, corres el riesgo de perder la llave y no poder después abrir la puerta a un horizonte más amplio que te permite encontrar mejores respuestas a tu responsabilidad social… el mundo requiere hoy de un pensamiento libre, comprometido con la búsqueda de soluciones y respuestas en lugar de reclamos de la sociedad. Hoy se requiere un oído muy sensible para escuchar a aquellos que nos debemos y poder interpretar cómo responder a sus expectativas; creo en eso y creo que las ideologías nos sirven para tener elementos conceptuales que nos permitan interpretar la realidad, cada quien a su manera…

Agüera “abrió” las cerraduras de las puertas que le mostraron, o sea el espacio donde moran “las inteligencias asfixiadas por estereotipos que las privan de lucidez” (Mario Vargas Llosa, dixit). Y se introdujo al otro lado del patio cuyos portones también tienen candados, la mayoría de las veces sin una llave que los abra. Llegó así a esa parte del mercado capitalista con la ventaja de conocer lo que sus moradores no sólo ignoraban, sino que además repugnaban inspirados en el radicalismo común que priva en aquellos que explotan al hombre acogiéndose a la tradición economicista neoliberal, talante que confirman cuando ubican a los caballos detrás de la carreta.

La llamémosle facultad natural de Enrique, le permitió como rector conquistar a quien lo miraba con los ojos del resabio social (la alcurnia también los tiene). Logró asimismo seducir a los dueños del dinero que en principio lo vieron como un improvisado en las lides financieras, los mismos que pasado el tiempo descubrieron que Agüera Ibáñez tenía facultades y la visión que para ellos forma parte de los liderazgos de su sector. Con esa cualidad empresarial transformó a la Universidad tanto en el aspecto arquitectónico como por su presencia académica en el ámbito nacional e internacional. Y lo más importante: logró que el grupo encabezado por el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, se despojara de su acritud para cambiar la crítica hacia él (a veces mordaz y ofensiva e incluso con las perversiones elitistas) por una simpatía y empatía a todas luces motivada por el interés político. Sobrevino una conveniente alianza entre el poder político y la razón universitaria, el primero interesado en llevar la fiesta en paz, y lo segundo como consecuencia de la modernidad que obliga a caminar de la mano con los dueños del presupuesto nacional, recursos que incluyen los subsidios detonador de la excelencia universitaria, ni más ni menos. Devino así la amalgama que formó el gobierno morenovallista con la Buap; es decir, Enrique Agüera Ibáñez y Rafael Moreno Valle Rosas, ambos en las antípodas cuando inició la campaña que llevaría al segundo a la titularidad del poder Ejecutivo. La fiesta duró hasta que Enrique decidió buscar la candidatura a la presidencia municipal, igual que lo hizo Enrique Doger Guerrero, otro ex rector. La diferencia está en que Doger tuvo el apoyo del gobernador en funciones (Melquiades Morales Flores), mientras que Agüera fue declarado por Rafael Moreno Valle como priista non grato.

Echando a perder se aprende

Es obvio que Enrique Agüera perdió de vista los usos y costumbres del gobernante en turno. Hizo de lado su pragmatismo y pasó por alto el manejo “científico” electoral diseñado para ganar elecciones aún en contra de la buena fe del pueblo siempre ajeno a la consigna de quien ejerce el poder político: “Hay que ganar elecciones aunque para ello se manipulen las leyes”.

Lo bueno para él es que pronto si no es que ya ocurrió pasará el efecto de ese olvido, exceso de confianza o estridente canto de sirenas: Agüera volverá a la escena pública justo a tiempo para recuperar el liderazgo que ejercía dentro del ámbito universitario, y no para hacer sombra a su sucesor Alfonso Esparza Ortiz, que conste, sino para encabezar las causas de las nuevas generaciones que él ayudó a formar. Ése es el plus que, supongo, habrá de utilizar en lo que podría ser un retorno triunfal a la política partidista.

Como escribió Carlos Fuentes (por cierto doctor Honoris Causa de la Buap) en el penúltimo de sus mensajes en Twitter: “Serán los jóvenes quienes tengan que enmendar los errores de nuestras generaciones… cuentan con una gran tecnología para hacerlo”. De ello está más que consciente Enrique Agüera Ibáñez (cuatro décadas de vida universitaria lo avalan). Y además conserva su influencia y liderazgo y, como podría haber opinado Steve Jobs o Henry Ford, tiene con qué moverse… y todo mundo lo sabe.


@replicaalex