domingo, 25 de enero de 2015

La genética morenovallista



Las actitudes son más importantes que las aptitudes
Winston Churchill
Por Alejandro C. Manjarrez
Le di muchas vueltas a la vida y obra de los últimos gobernantes poblanos (siglos XX y XXI) y no encontré uno que merezca pasar a la historia como el precursor del desarrollo social y político de la entidad. No hubo (ni hay) genios a pesar de que algún mandatario haya estado a punto de serlo sólo porque se acercó a lo que Aristóteles estableció como interrogante en su Problema XXX; a saber:
“¿Por qué razón todos aquellos que han sido hombres excepcionales, en lo que respecta a la filosofía, la ciencia del Estado, la poesía o las artes, son manifiestamente melancólicos, algunos incluso hasta el extremo de padecer males cuyo origen es la bilis negra…?” (El genio y la locura, Phillippe Brenot, Ed. SineQuaNon, 1998).
En mi búsqueda del político que por su integridad mereciera destacarse como el paradigma que reclama la sociedad, tropecé con una constante: la mentira recurrente basada en la propuesta de cada cual para dizque mejorar o impulsar la democracia y la pluralidad. En ese mismo nivel de ofrecimiento que raya en lo falso y demagogo, casi todos los mandatarios manejaron (y manejan) el desarrollo social y el combate a la pobreza.
Al final de la pesquisa enunciada y la búsqueda en los archivos públicos y fichas personales, concluí que tales conceptos, ideas o pretextos “sólo sirven para proveer coartadas a los cínicos”, como lo dijo Mario Vargas Llosa en su columna “Piedra de toque” refiriéndose a la moral pública (yo les digo corruptos). Lo peor del caso es que varios de esos personajes de la política resultaron émulos del Gonzalo N. Santos, el general revolucionario que —lo cito entusiasmado por la eufonía de la frase— dio a su concepto de moral la siguiente definición: “La moral es un árbol que da moras o sirve para una chingada”. Créame el lector que abundaron las moras y que la moral como conducta ha brillado por su ausencia. Me refiero a la moral pública, obvio, la que tendrían que demostrar quienes fueron electos por el sufragio ciudadano, actitud que debería ser el eje en en la vida pública de quienes han sido o serán parte de los poderes de la República.
La genética Morenovallista
Rafael, el actual gobernador de Puebla, ha dicho hasta el hartazgo que su abuelo (el general y doctor) le dio muy buenos consejos políticos. Puede que sea cierto si partimos de que el error produce experiencia y que ésta lleva al político a realizar uno o varios actos de contrición republicana. Como sabemos y está bien documentado, el general se equivocó y su proceder gubernativo produjo los muertos que el Estado mexicano le cobró con la purga, salida que convirtió en gobernador a Gonzalo Bautista O’Farril, quien por cierto siguió por el mismo derrotero hasta que le ocurrió precisamente lo mismo: Bautista tuvo que huir del palacio de Gobierno para que Guillermo Morales Blumenkron ocupara el lugar*.
Supongo que Moreno Valle Rosas sólo recuerda lo bonito de la vida del abuelo, tal y como se lo dijo en la radio a su amigo Joaquín López Dóriga. Es obvio que rehuye la etapa trágica de aquel régimen. Ahora bien, si se animara a afrontar la realidad política-familiar, me atrevo a decir que otra sería su actitud para con los grupos sociales que protestan contra los intereses del poder que, valiéndose de la manipulación de la ley, ha llegado a afectar libertades y derechos constitucionales.
Pero como Rafael es inteligente, creo que ese tipo de fallas le preocupan. Puede ser. Claro, esto siempre y cuando su estilo de vida no encaje en la interrogante aristotélica que refiere Brenot en su libro El genio y la locura. Y, además, que allá en el fondo de su conciencia esté atento y dispuesto a corregir el rumbo para alejarse de la acertada definición de Vargas Llosa, palabras transcritas líneas arriba.
En fin.
Para no fallar dándole conotaciones inexactas a lo que cae en el ámbito de la represión o el mal gobierno, habría que tomar en cuenta el dicho de los habitantes de Chalchihuapan, así como valorar las quejas de las autoridades de San Miguel Canoa y ponderar las denuncias de la membresía de la 28 de Octubre. También tendríamos que analizar el temeroso silencio de los militantes de los partidos políticos apergollados con la soga gubernamental y justipreciar las peticiones de los grupos que luchan para no haya presos políticos. Esto aparte de escuchar los reclamos de los afectados por las expropiaciones fast track y profundizar en la indignación de los defensores de tradiciones milenarias, como la cholulteca, por ejemplo.
Es la voz del pueblo; la que vale.
@replicaalex

*El ex gobernador Melquiades Morales Flores fue diputado y líder de la Legislatura que recibió la renuncia del general y doctor Rafael Moreno Valle, dio posesión al médico Gonzalo Bautista (a quien también le aceptó su reuncia) y le tomó la protesta de ley a Guillermo Morales Blumenkron. Asimismo, es el político en activo cuya proyección se la debe al patriarca Moreno Valle, impulso que evidencia las razones del compromiso generacional manifiesto tanto en su admiración como en la complascencia y obsecuencia hacia el actual gobernador, nieto de su hacedor, ni más ni menos.

sábado, 24 de enero de 2015

Política de la changada*


La historia se repite.
Ese es uno de los errores de la historia.
Charles Robert Darwin

Por Alejandro C. Manjarrez
Ahí, detrás de las rejas de la jaula, estaban calmos y echados cuatro gorilas, tres hembras y un macho. Ocho ojos nos miraron con la misma curiosidad con que nosotros vimos a ese grupo de simios. De repente el macho empezó a moverse colgándose de los tubos de acero que lo separaban del mundo de los humanos. Atraídos por la agilidad de aquel primate, nos acercamos para disfrutar el espectáculo: la atractiva y enorme bestia parecía halagado por la presencia de, según la teoría de Darwin, sus parientes racionales.
Tres minutos después de observar las machicuepas del orangután, cuando éste nos tuvo a su alcance, abrió sus enormes manos al tiempo que las metía al agua del bebedero para aventar el líquido con la intención de empaparnos. Nuestras risas y carrera se confundieron con los gritos y brincos de los cuatro gorilas que a su manera festejaban el haberse burlado de los seres que se les parecen, aunque para ellos seamos un poco más feos.
En aquel inesperado evento quedamos emparejados monos y humanos, ya que por un momento las dos especies estuvimos unidos por la sensación de alegría, efecto producido gracias a la broma (o venganza) del animal cuya poligamia, curiosamente, fue imitada e incluso adoptada por José Smith, fundador de la religión mormona, perseguida primero y después aceptada e incluso imitada: el gringo Mitt Romney es la prueba política de que el mormonismo superó los malos tiempos.
Los políticos y sus espejos
Lo que me ocurrió ese día en el Zoológico de Chapultepec de la Ciudad de México, sucede con frecuencia entre nuestra especie que también tiene sus clases y por ende sus ejemplares distintos. Diría Giacomo Rizzolatti científico de la Universidad de Parma, Italia que semejante reacción se debe a que las neuronas espejo nos inducen a reconocer los actos ajenos como propios. O para trasladar la definición científica a lo cotidiano, diremos que se produce lo que se denomina empatía, o sea el “sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra”.
Jorge Volpi define el fenómeno de la siguiente manera: [1].
La imitación, mecanismo esencial para nuestra supervivencia, se halla en la base de ese extraño comportamiento, tantas veces vilipendiado o menospreciado, que conocemos como empatía. Me meto en tu pellejo para averiguar si eres mi amigo o enemigo, si me tenderás la mano o me clavarás un cuchillo en la espalda y, al hacerlo, te conozco mejor y de paso me conozco mejor a mí mismo. El inmenso poder de la ficción deriva de la actividad misma de las neuronas espejo y de ellas se desprende una idea todavía más amplia y generosa, la humanidad.
No sé si los políticos son los changos de la alegoría que mencioné y me baso en la experiencia con que inicio este comentario, o si nosotros los miramos a través de los barrotes que ellos nos han colocado. De ahí que sea necesario preguntarnos:
¿Los políticos nos imitan?
¿Nosotros los sufridos ciudadanos comunes los imitamos?
¿Acaso es algo natural el sentimiento de participación que apunta Rizzonatti?
Sea lo que fuere es obvio que quienes gobiernan han establecido su hegemonía, digamos que sicológica-represiva. Tienen el poder y lo ejercen a su libre albedrío valiéndose del control que, por ejemplo, les permite dominar a los diputados (la mayoría) cuyas células espejo suelen ser mucho más fieles que las de nosotros, los sufridos ciudadanos. Pero también resulta irrefutable que los gobernados tenemos un mecanismo de defensa para proteger nuestra vida y dignidad de cualquier atentado, incluido el que va en contra de la inteligencia. Sabemos cuándo las acciones engendradas por la clase política responden a la necesidad de diferenciarse de la manada. Lo paradójico es que tal hato permitió o los condujo para que llegaran al lugar que ocupan.
La ventaja está en el número ya que somos más los gobernados. Por ello solemos darnos el lujo de observar cómo abren sus enormes y poderosas manos para meterlas al bebedero y lanzar su contenido sobre quienes los observamos. Nuestra primera reacción puede ser de risa y gritos que cruzan los barrotes, en este caso los imaginarios. Pero como todo abuso, a la larga la reincidencia llega a causar rechazo.
Hasta ese momento todo sería paz, concordia y repito el término empatía. Lo malo aparece cuando esos gorilas (dicho sea como parte de la metáfora, sin ánimo peyorativo) se exceden e insisten en sorprendernos (o incluso asustarnos) al actuar como si fuesen parte de una especie distinta a nosotros, sus víctimas vistas como descendientes jerárquicos u objetos electorales. Es cuando la puerca tuerce el rabo y la interrelación cordial adquiere otro acento: si tú eres cabrón nosotros también lo seremos. A poco no...
@replicaalex
*Tomado de mi libro La Puebla variopinta




[1] Volpi, Jorge. Leer la mente, el cerebro y el arte de la ficción. Ed. Alfaguara, 2011

miércoles, 21 de enero de 2015

Los contrastes del poder poblano


Por Alejandro C. Manjarrez
Carlos Salinas de Gortari se acicalaba el bigote cuando, con los ojos entornados, le dijo a Manuel Bartlett:
—Manuel: voy a fusionar las secretarías de Hacienda y Presupuesto. Este movimiento deja a Zedillo fuera del gabinete. Como para mi es muy importante su participación, he decidido que le entregues la Secretaría de Educación Pública.
Bartlett, que había llegado a Los Pinos con su proyecto de reforma educativa elaborado por los maestros más destacados del país y especialistas avalados por su trabajo internacional, se sorprendió con la noticia; sin embargo, no hizo mutis ni perdió la compostura. Parsimonioso respondió a su jefe:
—Presidente: el día que tú indiques entrego a Ernesto la Secretaría. Y también este proyecto —agregó dándole una palmada al expediente—, mismo que él conoce muy bien debido a que lo involucré para que, de acuerdo con tus instrucciones, tomara en cuenta las aplicaciones presupuestales.
—¡Perfecto! —respondió Salinas. Entonces tú me vas a ayudar con el trabajo que ubicará a México en el escenario internacional. Ocurrirán en el mundo cosas muy importantes. Y desde la embajada de Francia podrás moverte en pos de nuestro objetivo.
Manuel observó cauto cómo el mandatario se echó para atrás entrecerrando un poco más sus ojos mientras pasaba sus manicurados dedos sobre su bien recortado bigotito. Observó la perversidad en el rostro de Carlos. Le bastaron cinco segundos para ponderar lo escuchado y soltar:
—Te agradezco Presidente, pero no puedo aceptar tu propuesta. Tengo otros planes en los cuales está incluida mi familia y mis hijos. Ellos me necesitan.
El Primer Mandatario peló los ojos sorprendido y preocupado por la inesperada respuesta de su colaborador.
—Por qué no lo piensas —consintió Salinas—. Es una gran oportunidad para servir al país en el nuevo impulso internacional.
—Está decidido —reviró Manuel a botepronto—. Dime cuándo ocurrirá el relevo.
—Te avisará Córdova —sentenció Salinas molesto—. Pero piénsalo… —recomendó en tono amenazante.
Al siguiente día, el “Francés” (así le decían a Córdova) llamó a Bartlett con la idea de convencerlo. Estaban preocupados. Manuel tenía información importante, digamos que confidencial. Le insistió en que debía aceptar la embajada en París. Lo mismo hizo Emilio Gamboa Patrón. Tres y cuatro intentos y ninguno de los dos tuvo éxito no obstante la amenaza disfrazada: “Tú sabes que al Presidente nunca se le dice no”.
—No nos hagamos pendejos —dijo Bartlett a cada uno de los enviados presidenciales—. Ése sería un pinche destierro. Recuerden que yo trabajé en la Secretaría de Relaciones y de Gobernación y que sé cómo funciona el poder. También conozco las penurias financieras de los embajadores, a veces obligados a gorrear comidas y cenas a quienes los visitan.
Ante la reiterada negativa y las razones que escuchó, días después Córdova se animó a preguntar al ya ex secretario de Educación Pública sobre sus planes y el cargo que le gustaría ocupar. Bartlett respondió sincero, sonriente, seguro:
—Quiero ser gobernador de Puebla.
—¡Pero si tú eres de Tabasco! —ripostó el “Francés”.
—No Chema. Soy poblano, el único cuya acta de nacimiento apareció publicada al día siguiente de haber nacido en Puebla —dijo Manuel mostrándole el periódico que daba la noticia (entonces su padre era juez de distrito: él y su madre vivían en la Angelópolis).
Así fue como Manuel Bartlett Díaz* llegó a ser gobernador. Su primera acción de gobierno consistió en cancelar las operaciones inmobiliarias que había realizado Mariano Piña Olaya con las más de mil hectáreas expropiadas a los ejidatarios. El hoy senador de la República dijo a este columnista, que descubrió el gran robo del siglo, acción apoyada por José María Córdoba Montoya, precisamente; que le resultó difícil recuperar esas tierras; y que tuvo que valerse de la ley para convencer a los compradores inconformes con la devolución del dinero que habían pagado al gobierno. “O es eso o se enfrenan a una denuncia por fraude”, les dijo Bartlett apoyándose en los asesores legales que le acompañaron, uno de ellos civilista y el otro penalista. Ante tales presiones y la frustración mercantil, algunos compradores expresaron su queja por no poder recuperar lo que habían pagado bajo de cuerda al representante o “sacador” del gobierno piñaolayista. “Pues denúncielos”, les aconsejó el gobernador, cosa que no ocurrió a pesar de los cientos de millones de pesos que “soltaron”.
Contrastes poblanos
Gana bien y no gasta en nada. Los vehículos que usa (incluido el helicóptero) forman parte de las prestaciones que él mismo se asigna. Vive como príncipe rodeado de comodidades y ayudas de cámara.
Además maneja a su arbitrio los miles de millones de pesos del presupuesto estatal, previamente etiquetado por sus operadores legislativos. También concede beneficios financieros a los amigos constructores beneficiados con la obra pública del gobierno. Ha colocado en la nómina confidencial a sus amigos, asesores intelectuales (imagino que los tiene), cómplices políticos y asociados financieros.
No piense usted que es corrupto. No. Pero de cualquier manera tiene a su “abogado del diablo” para que, por aquello de la dudas, hurgue en la contabilidad oficial y busque los errores y desvíos que pudieran interpretarse como malos manejos.
Nunca ha compartido el poder, ni lo compartirá.
Me refiero, obvio, al gobernador Rafael Moreno Valle Rosas a quien Bartlett mantiene en su mira política. “Lo lamentable —consignó el legislador respondiendo a mi pregunta— es que el pueblo, la sociedad, le ha permitido hacer lo que está haciendo”.
@replicaalex

*Parte de la entrevista realizada al senador el pasado 20 de enero.

miércoles, 7 de enero de 2015

El periodista*



Por Alejandro C. Manjarrez
Los niños son como el cemento fresco
Conseja popular

Lo vi derrotado y somaticé su dolor. Pobre cabrón, me dije, su derrota política fue estrepitosa. Merecida si partimos de que la soberbia le vendó los ojos. Pero injusta porque el tipo tenía todo para trascender a la historia.

¿Qué le pasó a este hombre cuya vida estuvo rodeada de dinero, sonrisas y lisonjas?

¿Por qué equivocó la estrategia que debería llevarlo al máximo poder de México?

Hay varias respuestas; sin embargo, solo me ciño a una, la que identifica a la mayoría de los políticos fracasados: el tipo cometió el error que cual sombra oscureció el último trecho de su vida pública: menospreció la función del mejor oficio del mundo, como lo definió Gabriel García Márquez.

¡Ah, el periodismo! Cuántas pendejadas se cometen en tu nombre y en tu contra.

En ello reflexionaba cuando el canto de un pájaro rompió el silencio de la naturaleza, sosiego paradójicamente ambientado por el ruido sordo del ajetreo de la vida que el Ser superior diseñó para divertirse. ¿Y yo que hago aquí en medio de este desbarajuste político y social?, me cuestioné inquieto por ser testigo de incidentes que la buena ventura pone frente al periodista. Concluí que la casualidad forma parte del destino que Alguien o Algo nos asigna para ser alguien o nadie.

¿Destino?

Sí, destino, porque si el acaso, hado o determinación de la Providencia no hubiese intervenido, el que esto escribe habría seguido el mismo camino (cito y parafraseo a Ricardo Garibay y a Leon Bloy) de quienes viven sólo para seguir viviendo; los que del útero pasan al sepulcro sin haber disfrutado de los apetitos de misterio que enriquecen la vida; los que mueren sin dejar huellas que constaten su paso por este mundo.

Gracias pues a esa intervención que me libró de la insignificancia, tuve oportunidad de meditar sobre la tragedia del gobernante que concluyó su carrera en el lodazal del desprecio que él mismo construyó. Esto me permitió confirmar la ventaja de ser enemigo de la corrupción y, por ende, crítico de sus promotores, los mismos que trataron de aplastarme o, en el mejor de los casos, aislarme de la cosa pública donde el absurdo forma parte de la veda u opacidad que intenta ocultar los actos de corrupción, precisamente.

Digamos que la buena ventura me permitió superar lo que siendo niño me puso frente al umbral de la muerte. Lo demás resultó como un juego de poderes: el políticamente efímero enfrentado al del destino, energías que se renuevan y manifiestan en cada ser humano probándolo con dos tentaciones: aceptar la fuerza que obliga a mantenerse comprometido con otras potestades, o conservar la libertad del pensamiento crítico, activo, neutral y desde luego nocivo para los déspotas ilustrados de estos tiempos donde los gobiernos apestan a corrupción. Opté por la segunda, la de la libertad.

Alguien me sugirió que me habían querido matar y por aquello de las dudas hice una denuncia pública (carta abierta en El Financiero). De lo que estoy seguro es que intentaron restarle fuerza a mi pluma; que me espiaron con la idea de encontrar en mi vida algo que lastimara a mi familia; que me mal informaron, auditaron y fui objeto de persecución fiscal (ahí están los registros oficiales); que usaron amanuenses preparados en el arte de la diatriba (en la hemeroteca se encuentran las pruebas); que compraron individuos que me traicionaron, atacaron y atracaron. Tengo constancias que acreditan mis asertos.

Pero la estrategia del gobierno (varios) me sirvió para mejorar mi apreciación sobre la verdad y sus peligros. También me permitió convertirme en un periodista producto de la selección natural.


No es mi interés, que conste, hablar de mí mismo. Pese a ello considero importante mostrar al lector quién soy y cómo me inicié en el proceso de sobrevivencia que todos, periodistas o no, hemos enfrentado en alguna etapa de nuestra vida. De ahí los siguientes recuerdos que, como dice el epígrafe, se quedaron como las huellas en el cemento fresco.

*Preámbulo de El periodista, confidencias del poder, libro listo para publicarse. Me lo prologa René Avilés Favila.