jueves, 28 de febrero de 2013

Agüera y Moreno Valle, ¿choque de trenes?



Por Alejandro C. Manjarrez
Enrique Agüera Ibáñez ha resistido todo tipo de ataques a su persona. Pareciera que su estructura anímica y profesional fue diseñada para que opere como blindaje contra las diatribas, el fuego amigo, la artillería de sus adversarios y hasta los chismes que en Puebla suelen acabar con prestigios, dignidades y virginidades.
Y no sólo eso.
El tipo también cuenta con la capacidad mimética que le ayuda a confundir a sus detractores, unos poderosos y otros tozudos. Al final del día los hace amigos o, en el peor de los casos, enemigos civilizados, corteses, benevolentes, sinceros y piadosos.
Estos llamémosle atributos le permitieron seducir a los dueños del dinero que en principio lo veían con las características del improvisado en lides financieras, los mismos que pasado el tiempo descubrieron que Agüera Ibáñez tenía facultades y la visión que para ellos forma parte de los liderazgos de su sector. Con esa cualidad empresarial transformó a la Universidad, tanto en el aspecto arquitectónico (igual que en su tiempo lo hicieron los jesuitas) como por su presencia académica en el ámbito nacional. Y lo más importante: logró que el grupo encabezado por el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, se despojara de su acritud para cambiar la crítica hacia él (a veces mordaz, ofensiva e incluso con las perversiones elitistas) por una simpatía y empatía a todas luces apoyada en el interés político. Sobrevino así una conveniente alianza entre el poder gubernamental y la razón universitaria, el primero preocupado por llevar la fiesta en paz, y lo segundo como consecuencia de la modernidad que obliga a entender y convencer a los dueños del presupuesto nacional, recursos que incluyen los subsidios que permiten detonar e impulsar la excelencia universitaria, ni más ni menos.
El resultado de esas coincidencias produjo la amalgama que formó el gobierno morenovallista con la buap; es decir, Enrique Agüera Ibáñez y Rafael Moreno Valle Rosas, ambos en las antípodas cuando inició la campaña que llevaría al segundo a la titularidad del poder Ejecutivo.
Aclaro lo de las antípodas:
En el ámbito universitario, la preparación de Moreno Valle fue considerada como una amenaza contra la esencia de la universidad pública. Pero cuando en el 2010 inició la campaña que propició la alternancia de gobierno, Enrique Agüera y Rafael Moreno Valle llegaron a un conveniente acuerdo en beneficio de las instituciones, pacto que cabe en la definición de pragmatismo (de la misma manera lo hubo con el candidato del PRI). A ninguno de los dos les costó trabajo ponerse de acuerdo. Moreno Valle porque consideró que con la BUAP de su parte podría fomentar la gobernabilidad del estado e incluso promover el desarrollo científico y económico. Y Agüera Ibáñez porque entendió que para no frenar el impulso académico y cultural, era necesario convencer al jefe del poder Ejecutivo. De ahí que el “agua y el aceite” se amalgamaran a partir del practicidad del gobernador y la constancia del rector universitario, un hombre que dejó los dogmas atrás.
Esto último él mismo lo dijo en la entrevista que le concedió a Blanca Lilia Ibarra, conceptos que me permito transcribir:
Creo que los dogmas lastiman, los dogmas son como candados que se ponen a las puertas y que, a veces, corres el riesgo de perder la llave y no poder después abrir la puerta a un horizonte más amplio que te permite encontrar mejores respuestas a tu responsabilidad social. Creo que el mundo requiere hoy de un pensamiento libre, comprometido con la búsqueda de soluciones y respuestas en lugar de reclamos de la sociedad. Hoy se requiere un oído muy sensible para poder escuchar a aquellos que nos debemos y poder interpretar cómo responder a sus expectativas; creo en eso y creo que las ideologías nos sirven para poder tener elementos conceptuales que nos permitan interpretar la realidad, cada quien a su manera, pero, insisto, con una gran apertura, pluralidad y respeto a todas las ideologías.
A esta forma de pensar, Agüera agregó a su administración lo que Moreno Valle considera una obligación para lograr la eficiencia y eficacia en la función pública. O sea las evaluaciones a cargo de organismos dedicados a revisar para calificar, desde la calidad de los procesos hasta la honestidad y claridad en el manejo de las finanzas públicas.
No obstante estar en esas antípodas, los dos pudieron ponerse de acuerdo, actitud que inquietó a los grupos políticos de la entidad, empezando por los panistas y los priistas.
Si las señales políticas no nos engañan, los poblanos tendremos la oportunidad de constatar si aún persiste ese pragmatismo, conveniencia, inteligencia o civilidad, como al lector le guste definir al talante. Esto debido a que Enrique Agüera contendería por la presidencia municipal de la capital bajo las siglas del PRI; y dado que Tony Gali Fallad lo haría por la alianza multicolor, incluido el ahora satanizado Panal. Un ex rector con las características que enuncié, contra un empresario impulsado por el gobernador.
¿Choque de trenes?
Responderé la pregunta en la próxima columna sobre Puebla.
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miércoles, 27 de febrero de 2013

"Acertijo" poblano



Por Alejandro C. Manjarrez
Hace tres lustros llegó a Puebla un joven político en cuyo “morral” traía varios proyectos; a saber: conocer el oficio metiéndose en las mismísimas entrañas del ogro filantrópico, en su versión pueblerina; formar un equipo que compartiera con él sus prioridades; darse a conocer en toda la entidad con la intención de convocar voluntades que a la larga habrían de ayudarlo a cumplir sus objetivos; estudiar el comportamiento de sus adversarios, correligionarios o no, para después convencerlos e invitarlos a formar parte de su causa; conocer in situ las demandas sociales y los problemas endémicos; ampliar su currículo adicionándole cargos de elección popular; y finalmente llegar a ocupar la gubernatura, anhelo que funcionaría como la etapa intermedia del proyecto que incluye el máximo cargo de la República.
Al mismo tiempo, o sea hace quince años, aparecieron por ahí los políticos que tendrían que recibir la estafeta de sus maestros, los viejos líderes partidistas. Algunos, tal vez, con el deseo de imitar a sus paradigmas tanto en el ejercicio público como en la forma de resolver su problema económico personal y familiar. Digamos que actuaron por inercia esperanzados en recibir el espaldarazo del líder político en funciones de gobernante, o incluso con la esperanza de lograr un cargo de trascendencia apoyándose en la recomendación-imposición del dirigente nacional del partido.
El del “morral” construyó su propio futuro.
Los demás se acogieron a la benevolencia, simpatía o complicidad de sus padrinos, unos asociados con el poder, otros usufructuarios del mismo, y los menos con la mira puesta en la preparación como fórmula para triunfar en lo que fuere.
Así llegamos a estos días donde las huestes del PRI se enfrentarán a las huestes del gobernador que, ya lo dije, construyó su liderazgo valiéndose del manual que pudo haber tenido el visto bueno de Maquiavelo, Hobbes, Adam Smith, John Locke y Juan Jacobo Rousseau. O en su versión moderna de Duverger, Noam Chomsky y Sartori. No levante la ceja, respetado lector. El columnista se basa en la formación harvariana que incluye el estudio, la prueba-error en el trabajo de campo y desde luego la asesoría de especialistas en áreas cuyo sustento o esencia se ha formado con las teorías de los pensadores que mencioné de refilón.
Uno, el del “morral”, depende de sí mismo (ahora más que nunca).
Y los otros obedecen a distintos factores como son la disciplina, instrucción jerárquica, apoyo (el que sea), aprobación, organización, simpatía y palomeo del grupúsculo que a su vez recibe línea del Presidente de México (más cabrón que bonito).
El del “morral” cuenta con su propia estructura, la que derrotó al “Precioso”, el individuo que se preciaba de manejar la política poblana a su antojo y en beneficio de su familia y cuates.
Los priistas se fragmentaron porque cada cual trabajó para su santo (no había línea o instrucción superior), divisiones o ambiciones que fisuraron su estructura.
El del “morral” contrató a la inteligencia que en algunos casos y en ciertas especialidades lo supera. Quizá se inspiró en John F. Kennedy cuyo consejo ahí quedó para la posteridad: Un hombre inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar gente más inteligente que él”. (El de Atlacomulco hizo lo mismo)
Los otros se rodearon de tipos que han convertido la lisonja (el arma de los pendejos) en su modus vivendi y también en su tarjeta de presentación.
Concluyo este llamémosle contexto con el siguiente “pronóstico reservado”:
Tendremos en Puebla la elección más peleada en su historia moderna. Una clase política dispersa y confundida contra el grupo que limpió los goznes para abrir las puertas y abordar el futuro con la “ciencia política” (de alguna forma hay que llamar a la estrategia del poder), estrategia que podría servirles en su propósito de derrotar a quienes tienen el oficio que en estos tiempos choca contra la técnica.
El “morral” se ha abierto para mostrarnos sus cartas.
Y en la abultada “talega” del PRI sólo aparece uno que cuenta con las características enunciadas en el primer párrafo. De ello y de él hablaré en la próxima entrega, con el efecto Elba Esther incluido, obvio (SNTE, Panal y demás yerbas).
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domingo, 24 de febrero de 2013

El poder de la sotana



Para el escritor hay una cuestión de honor intelectual en no
escribir nada susceptible de prueba, sin poseer antes ésta.

José Ortega y Gasset

Por Alejandro C. Manjarrez
El poder de la sotana, así se llama la novela que me ha exigido el tiempo que dedicaba a escribir lo cotidiano en forma de columna. Me refiero a revisarla y corregir lo ya corregido, lo cual resulta común en este tipo de trabajo cuya trascendencia (personal o literaria) es como el verdugo mental que —por citar un ejemplo intemporal obligaba a sor Juana Inés de la Cruz a cortarse el cabello si no cumplía con sus propias expectativas. Por ello me he visto parco y a veces sosegado o ausente en el reto de escribir y compartir con usted, amable lector, mis opiniones sobre la política y los políticos.
Ahora me complace informarle que ya concluí con la última lectura del libro que no volveré a leer hasta después de algunos años, recomendación que le escuché a Gabriel García Márquez. No vaya a ser que una vez impresa y publicada mi novela quiera yo cambiar aquello que se me escapó u olvidé o se me ocurra, algo que podría pasar y no porque sea perfeccionista sino debido a que vuelvo a citar a García Márquez, la creación intelectual es el más misterioso y solitario de los oficios humanos.
La novela histórica en comento estará en circulación la última semana del próximo mes de marzo. Por si le interesa le informo que pronto diré cómo y dónde adquirirla. Pero si le va en gusto como decía mi abuelo, le tomo su pedido. No vaya a ser que se agote la primera edición. (Es obvio que esto de que se acaben todos los ejemplares es la chacota que alimenta mi optimismo).
Se preguntará usted: ¿y de qué diablos trata la novela de Alejandro?
Cito la presentación del editor para ponerlo al tanto de la temática:
El libro fue inspirado en los actos, acciones y costumbres consideradas como secreto de Estado debido a su trascendencia política y religiosa.
En el primer cuarto del siglo xx, el Clero adoptó al diablo que —sugiere el poeta Ramón López Velarde— es dueño de los veneros de petróleo. De ahí que el arzobispo José Mora y del Río decidiera luchar con las armas para derrotar a Plutarco Elías Calles, representante del poder civil, entonces en proceso de legitimarse como tal.
El sexo, combinado con el espionaje y contraespionaje de las partes en conflicto, es el hilo conductor de la narración basada en hechos reales.
México, Estados Unidos, la Iglesia, el crimen, la música, el genio, la locura y el amor, se entreveran para dejar la huella que trascendió al tiempo.
En esta historia novelada aparecen varios de los héroes anónimos que usaron su inteligencia para aguar la fiesta al gobierno del vecino país del norte, a la sazón condescendiente con el poder económico de sus connacionales y el entreguismo de la jerarquía católica mexicana.
La vida de los personajes creados por el novelista, coincide con la existencia de algunos de esos héroes ignorados que convivieron con los protagonistas del México que surge después de la Revolución. Unos y otros se relacionan. Y en este encuentro aparece la verdad que no está en la historia oficial.
Los vaticinios aquí plasmados —dice Manjarrez— se sustentan en hechos reales, sucesos que sin duda volverán a repetirse debido a que el desconocimiento de la historia propicia su reincidencia.
La conspiración que detalla la novela lo llevará de la mano hasta ubicarlo ante la cruda actualidad mexicana, días dominados por la nota sangrienta que, por desventura, podría llegar a enlutar la vida de la República.
Trescientas noventa páginas muestran los laberintos de las ambiciones expansionistas que chocaron con la inteligencia nacionalista de los mexicanos defensores de la soberanía del país valiéndose, como ya se dijo, de la inteligencia y el espionaje de Estado.
Dicho lo anterior amenazo con regresar a la cotidianidad de la columna política cuyo sustento se explica en el epígrafe de esta entrega.
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domingo, 17 de febrero de 2013

El Yunque y los anti Moreno Valle


Por Alejandro C. Manjarrez
“Mal y de malas”, debería ser la respuesta oficial de la autoridad municipal panista. Incluso la leyenda que encabece o sirva de epígrafe a los comunicados oficiales. La razón: no han dado resultado los planes de poder y trascendencia política sustentados en los valores morales que enarbola el munícipe poblano.
Contra lo que dicen los críticos del alcalde Eduardo Rivera Pérez (“llegó a su nivel de incompetencia”), yo creo que los fracasos o tropezones no son culpa de él ni del “Principio de Peter”, sino de las circunstancias aderezadas con los errores que pudo haber cometido al delegar algunas de sus facultades y obligaciones políticas. Bueno, tal vez menospreció a los poblanos porque adoptó la actitud definida en la simpleza del siguiente comentario: se sintió la mamá de los pollitos, lo cual le ha ganado algunos dolores de cabeza y en consecuencia los famosos negativos que define la ciencia demoscópica. Vaya un ejemplo:
La seguridad se le salió de control porque, quizá, falló el funcionario a quien delegó la obligación de lograr que el cuerpo policiaco sea eficiente, honesto y efectivo. Debido a ello, los policías municipales (algunos) roban a los ciudadanos en vez de protegerlos. Ahí está el caso de la patrulla asignada a la Libertad, cuyos efectivos se trasladaron (con todo y vehículo) a otra delegación para, de acuerdo con su malsana costumbre, buscar “clientes” qué robar. Lo paradójico es que a estos tipos les salió el tiro por la culata porque asaltaron a dos jóvenes que, para desventura de los policías, resultaron familiares de alguno de los importantes funcionarios del gobierno morenovallista. “Había que mocharse con la cuota de arriba”, justificó el uniformado de más alta jerarquía arrestado por la policía estatal. Como el caso se publicó en la prensa local, nos enteramos que la detención ocurrió media hora después de cometido el atraco, o sea en un tiempo récord que debería figurar en los anales de la justicia poblana.
Además de esa variable de la corrupción en el municipio (los giros negros es otro tema), hay otras realidades que abonan el mal fario apuntado arriba. Me refiero a las que han rebasado a su alcalde no obstante su festinada capacidad administrativa y habilidad en políticas públicas. Vea usted:
Lalo tiene bien puesto el sello del Yunque, la “organización reservada” (que no secreta) como la definió Manuel Díaz Cid. Es la etiqueta que algún día lo ayudó y que hoy medio lo perjudica debido a que el grupo nacido en Puebla, concluyó su lucha contra el comunismo y los supuestos enemigos de la religión. A cambio de esa digamos que misión o cruzada, ahora los yunquistas batallan contra el desprestigio causado por los curas pederastas y la corrupción religiosa. De ahí que el trabajo de todos ellos podría haber cambiado para centrarse en tratar de borrar la mala impresión que propiciaron las desviaciones sexuales de miles de clérigos, unos denunciados, otros solapados, varios perdonados y muchos más encubiertos en un supuesto arrepentimiento y perdón religioso.
Para acabarla de amolar, después de seis siglos ocurre un hecho extraño y por ende sorpresivo: el Vicario de Cristo renuncia a seguir luchando contra los males de su Iglesia, o sea contra los nuevos jinetes de la apocalipsis representados por la mayor parte de la jerarquía eclesiástica, incluidos algunos cardenales. Esto vulnera o lastima la poca o mucha buena fama de los conspicuos miembros del Yunque, el munícipe entre ellos. ¿Cómo recuperar la credibilidad en los representantes de Dios que eran sus ejemplos morales? ¿Qué hacer después de que ocurra el cisma que planeó Ratzinger para amputar del Vaticano la corrupción?¿De qué forma solventar el bien común que dio sustento a la actividad de los políticos que tanto ponderaron al padre Maciel y a los patrocinadores del clero mexicano?
Además de estos fenómenos más humanos que divinos, Eduardo Rivera está ante otro escenario que, supongo, nunca imaginó: el poder político del gobernador Rafael Moreno Valle, un neopanista cuyo pragmatismo le ha permitido mantenerse en la cresta de la ola. A muchos panistas tradicionales (tal vez él incluido) se les echó a perder la ilusión sustentada en el posible desgaste que suele producir el poder ejercido a contrapelo (no fue poca cosa derrotar en las urnas a la estructura del gobierno que estaba en funciones). Moreno Valle resistió esos embates (o los negoció, vaya usted a saber) para convertirse en el salvador del PAN y de sus militantes poblanos, entre ellos Rivera Pérez.
A lo anterior debo agregar que pronto saldrán a la luz pública los priistas cuya misión será la misma que anticipó el diputado Enrique Doger Guerrero, ex alcalde y uno de los políticos satanizados por los yunquistas. Por ello, insisto, el prestigio de Rivera ha quedado en las manos del gobernador quien, según parece, será el paradigma tanto de Lalo como de sus adláteres, hasta ayer anti Moreno Valle...
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miércoles, 13 de febrero de 2013

Los traidores del PRI

Foto pueblaonline.com.mx


Por Alejandro C. Manjarrez
En la búsqueda de traidores en el Partido Revolucionario Institucional, los gambusinos de la honestidad podrían toparse con ideas, conceptos y señalamientos elaborados para —parafraseo a Mario Vargas Losa (“Piedra de toque”,1992)— proveer coartadas dignas de los cínicos. Me refiero a quienes como Gonzalo N. Santos (uno de los abuelos malos del PRI), consideran que la moral debe ser el árbol que si no da moras sirve para pura chingada.
¡Aguas priistas de cepa!
Cuando escuchen el vocablo traidor tengan mucho cuidado porque podría provenir de personajes émulos y admiradores del Alazán Tostado o Señor del Gargaleote, una de las leyendas negras de la Revolución Mexicana. Y además tomen nota que tal señalamiento o denuncia forma parte de la estrategia de los cínicos que se salvaron de la denuncia en su contra, precisamente porque traicionaron a su partido. ¿Cómo lo traicionaron? Para no complicarnos la vida sólo diré que siendo electoralmente omisos; es decir, ocupándose de propiciar la derrota del tricolor poblano. Era eso o, en el mejor de los casos, vía judicial, responder a la denuncia de “enriquecimiento inexplicable”. Así, gracias a su deslealtad, protegieron a futuro su riqueza mal habida.
¿¡On’tan los perjuros!?
Leí que el delegado especial del CEN de PRI en Puebla, el ex gobernador de Colima Fernando Moreno Peña, anda muy laborioso investigando a sus correligionarios para poder elaborar la lista de aquellos que traicionaron a su partido. Supongo que estará preguntando por aquí y por allá con la idea de confeccionar “el vértigo del etcétera”, como definió Umberto Eco a los listados interminables (Confesiones de un joven novelista).
A lo mejor y para no meterse en las honduras del chisme (en Puebla somos expertos, que conste), habría que decirle a don Fernando, que se anime a poner en práctica un ejercicio entre matemático y social. O sea, que analice la riqueza de los militantes que hoy se llenan la boca con severos señalamientos de traición y, al mismo tiempo, que hurgue en el pasado reciente de éstos. Si encuentra que algunos de ellos (o un montón) hace ocho años eran pobres y que hoy son ricos, entonces tendrá que preguntarles cómo llegaron a ese estatus y después, si acaso no se sacaron el Melate (todo puede pasar en la viña del Señor —pregúntenle al ex de Veracruz), qué diablos hicieron para obtener impunidad.
¿Qué podría descubrir don Fernando Moreno Peña?
Pues que hay muchos priistas que se disfrazaron de honestos; que otro tanto se colocó la máscara de impulsores de la empresa privada; que varios más se pusieron el antifaz de demócratas irredentos; que muchos adoptaron el papel de interlocutores eficaces; y que un buen número actuó cubriéndose la cara con la careta que inspiró a Octavio Paz (El laberinto de la soledad).
¿Y cuáles serán los verdaderos rostros?
Imagino que los de comerciantes del poder; celestinos de sus jefes; corruptores a sueldo y comisión: cabilderos con licencia y presupuesto para comprar desde conciencias hasta intermediarios financieros de cuello blanco; prestanombres inmobiliarios y encubridores de delincuentes y cómplices de gobernantes corruptos y… ya lo dije: la lista es larga, “el vértigo del etcétera”.
¿Está difícil?
A lo mejor no tanto. Bastaría que acudiera a la orientación de dos ex gobernadores poblanos: Manuel Bartlett Díaz y Mario Marín Torres. El primero como fiscal y el segundo como defensor de oficio. Conoce a ambos y sabe que tanto el uno como el otro son producto de la misma célula política que a él le dio vida pública.
¿Pa’que tanto pinche brinco estando el suelo tan parejo?
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domingo, 10 de febrero de 2013

Eduardo Rivera, ¿víctima o beneficiario del poder?



Por Alejandro C. Manjarrez
Ya lo publiqué pero creo importante repetirlo: Eduardo Rivera Pérez, presidente municipal de la capital poblana, se encuentra en una atmósfera política distinta a la que existía cuando inició su mandato municipal. Por ejemplo: su amiga Josefina Vázquez Mota perdió la elección presidencial y de paso su influencia y capacidad de gestión dentro de la estructura de poder. Y el PAN cayó al tercer lugar nacional en tanto que Gustavo Madero, su presidente, hizo todo lo que pudo (tal vez sin querer) para afectar el prestigio político del panismo nacional.
A lo anterior agregue usted el fuchi que en apariencia le hace Rafael Moreno Valle, un gobernador que inició su tercer año con la natural ventaja sexenal, mientras que Eduardo empieza el final de su mandato con el dramatismo que, dicen, conlleva el no ser parte del proyecto político de Rafael.
Valgan pues las palabras de Rivera para sustentar este llamémosle mal fario, conceptos que tomo de la entrevista que le hice, misma que fue publicada en la revista Réplica.
Lalo respondió así a mi pregunta sobre su relación con Moreno Valle:
…nuestros estilos son diferentes. Tenemos nuestras discrepancias. Decir que no las hay sería un absurdo. Si en las mejores familias existen, si en la relación con alguna persona se dan, sonaría falso decir que no las hemos tenido. Las hay. Somos personas distintas. Tenemos responsabilidades diferentes; sin embargo, lo que puedo decir es que entre el gobernador y el presidente municipal siempre ha existido la capacidad de los acuerdos y el diálogo, la aptitud para desarrollar el trabajo en conjunto…
Lo que leyó fue dicho el año pasado cuando aún no ocurría la debacle del blanquiazul. Lo extraño, curioso o políticamente correcto es que Moreno Valle nunca haya mencionado nada que avale el criterio de Rivera, aunque diría cualquier observador de la cosa pública el titular del poder Ejecutivo no necesita declarar lo que salta a la vista.
Incluyamos a esas discrepancias otro hecho insoslayable:
Cada cual tiene su candidato a la presidencia municipal de Puebla. Uno, el de Eduardo, afín a la ideología que ha dado forma al panismo tradicional o yunquista. Y el otro, el de Rafael, apegado al pragmatismo político que distingue al gobernador, un hombre que lo hemos visto y dicho no da paso sin huarache.
Ahora una paradoja
Aunque le parezca extraño, para Rivera Pérez podría ser mejor o más benévolo que el PRI ganara la elección municipal. Esto porque ello restaría fuerza política al mandatario poblano. De lo contrario, si todo le sale bien al góber, Lalo enfrentaría una no negociable persecución contable-administrativa, acción con la cual el gobierno estatal buscaría demostrar que la legalidad no tiene partidos ni parámetros y, de paso, delegar legitimidad y fuerza política a lo que, supongo, será el primer y único Congreso local longevo con mayoría morenovallista. En este caso el gobernador establecería acuerdos y diálogo con el nuevo presidente municipal para dejar en manos de Eduardo Rivera la oportunidad de rascarse con sus propias uñas.
Una vez planteado mi travieso escenario en el que falta la participación del PRI (lo dejo para después cuando se confirme la candidatura de Enrique Agüera, participación que daría un vuelco a los pronósticos), vaya la siguiente interpretación de lo que podría suceder en esta nuestra pequeña aldea global:
No habrá carro completo ni en la elección de diputados ni en la de alcaldes. Será un proceso muy disputado en virtud a las capacidades electorales de los bandos en contienda. La ventaja de uno es la dispersión de membretes que, una vez unidos, establecerían la fuerza política que daría sustento al morenovallismo. Y el momio del otro es, ni más ni menos, el poder del Estado en proceso de legitimarse como tal.
Y ya que hablo de la lucha de poderes, para concluir incluyo las palabras de Juan de Palafox y Mendoza, frases publicadas en el libro de Genaro García (Documentos inéditos o muy raros, 1906). El lector dirá si podría asumirlas como suyas el alcalde de Puebla (por cierto fan de Palafox) o cualesquier otro de los políticos de aquí o de la nación:
No es poder al que no le contiene la razón; no es poder el que rompiendo los términos del derecho, asalta las leyes, impugna los cánones sagrados, combate los apostólicos decretos. ¡Ay del poder que no se contiene en lo razonable y justo! ¡Ay del poder que a fuerza de poder y no de jurisdicción, quiere también ejercitarlo dentro de los sacramentos! ¡Ay del poder que no le basta el poder del Rey ni del Pontífice para humillar ese poder! Éste que parece ser poder es ruina de sí mismo, porque cuando parece que todo lo pisa y atropella, es pisado y atropellado de su misma miseria y poder. Es potencia imponentísima, cuya mayor fuerza es su propia perdición…
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domingo, 3 de febrero de 2013

Políticos espectaculares

 
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Jacques de Lacretelle

Los políticos pueden tener una enorme simpatía que los hace atractivos para las multitudes, pero que con sus actos demuestran desprecio por los sentimientos de otras personas. Es el caso de "su capacidad para la estafa intelectual y sentimental, es decir, para manipular a la opinión pública" a través de quien se deje o se lo proponga o se lo acepte.
En fin, dejemos en paz a los susodichos aspirantes (buenos, malos, manipuladores o mentirosos, usted dirá) y cuestionémonos si somos nosotros los ciudadanos los que interpretamos mal sus promociones anticipadas. O como diría San Agustín: si las suyas son mentiras piadosas que merecen perdonarse. El problema para los hombres públicos es que en este asunto, la ley y la ética se anteponen a lo piadoso.
Puebla en la globalización
Según el artículo 12 de la declaración Universal de las Responsabilidades Humanas del Consejo de Interacción de ex jefes de Estado y de Gobierno, "nadie, por importante o poderoso que sea, debe mentir" (El País, 15 de mayo de 2008).
Eso significa que ni siquiera los políticos u hombres de Estado tienen derecho a una moral especial, o que los Estados deban regirse por los mismos criterios éticos de los individuos que los encabezan, o que los fines políticos justifiquen medios inmorales. Lo dice Hans Kung, catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga (Alemania) y presidente de la Global Ethic Foundation, autor del artículo publicado por el periódico arriba citado. Agrega Hans:
“Las mentiras personales, como las que contó el ex presidente estadounidense Bill Clinton durante el caso de Monica Lewinsky, son malas. Pero lo peor es la falsedad, que afecta al fondo de las personas y sus actitudes esenciales (como puede verse en la actitud del presidente George W. Bush durante los cinco años de la guerra de Irak). Y lo peor de todo es la mendacidad, que puede impregnar vidas enteras...”
El agua de los camotes
Antes de citar a Armando Luna Canales (Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, “Marco normativo de los actos anticipados de campaña”), tomo las siguientes líneas del artículo publicado en Homo zapping cuyo autor es Noé Ixbalanqué Bautista Martínez:
(Los) políticos están faltando al principio normativo de la ley electoral, tanto la estatal consignada en la fracción II del art. 7 del Reglamento de Quejas y Denuncias del IEE Puebla, que define a los actos anticipados de precampaña, así como el art. 211 del Código Comicial federal, que al efecto establece expresamente:
3. Los precandidatos a candidaturas a cargos de elección popular que participen en los procesos de selección interna convocados por cada partido no podrán realizar actividades de proselitismo o difusión de propaganda, por ningún medio, antes de la fecha de inicio de las precampañas.
Claro que el 211 se puede interpretar de acuerdo con la maña que se use para justificar los adelantos promocionales. Como ya lo apunté: “hecha la ley hecha la trampa”. Sin embargo, para combatir este exceso hay otro dicho basado en la lógica jurídica: en derecho lo que puede lo más, puede lo menos.
Ahora veamos lo que escribe Luna Canales:
… podemos decir que en legislación federal regula expresamente los actos anticipados de precampaña y campaña, así como las conductas que los configuran, los sujetos a quienes se les imputa la responsabilidad correspondiente, el procedimiento a través del cual se determina la existencia de la infracción y las sanciones aplicables. Asimismo determina que los actos anticipados de precampaña y campaña tienen en común los medios comisivos de la infracción, es decir, los escritos, publicaciones, imágenes, grabaciones, proyecciones, expresiones, así como las reuniones públicas, asambleas, marchas; y se diferencian por lo que hace a la calidad del sujeto aspirante, precandidato o candidato, así como al periodo de tiempo en que tienen lugar.
El problema o ventaja depende cómo se mire es que la legislación electoral de Puebla forma parte de la minoría nacional (9% de las entidades) cuya regulación es ambigua, por no decir mañosa. Esto porque establece una prohibición general y no regula como infracción ni considera el procedimiento a través del cual se sustancian las quejas correspondientes. Menos aún establece las sanciones aplicables al caso.

Final feliz
Una de dos: o los aspirantes que llevan a cabo actos anticipados de precampaña electoral, pueden ser personas ajenas a la ética pública que exige la sociedad a la que pretenden gobernar, o son unos ingenuos víctimas de asesores jurídicos que han hecho de la maña su modus vivendi. Incluyo en este segmento a Pepe Chedraui Budib y a Víctor Giorgana Jiménez, el primero un buen hombre que quiere ser político, y el segundo un buen político que busca ser un hombre importante. Ninguno de los dos servidor público, por cierto.
Lo espectacular de esta pre contienda es que una vez más se demuestra que, como se dijo en el siglo pasado, Puebla sigue siendo el último bastión español dominado por los árabes.
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sábado, 2 de febrero de 2013

Los cónyuges: dos historias entrelazadas

 
 

 
Mi esposo me engaña
 
Después de muchas llegadas tarde pude darme cuenta que Jorge me engañaba.
Primero lo olí a un perfume desconocido y él aseguró que era el aroma del jabón líquido del gimnasio al cual va todos los días.
—¡Ya reclamé al gerente porque ese menjurje huele a mujer barata! —Dijo molesto.
Después vi que su camisa estaba manchada de carmín y deduje que alguna de sus compañeras de trabajo lo había abrazado (había sido su cumple).
Estaba raro. No me veía a los ojos y supuse que se debía a la carga de trabajo que suele distraerlo los fines de mes.  “Pobrecito —pensé— las que tiene que pasar para que sus hijos y yo tengamos una buena vida”.
Una de esas noches que deseaba sexo me le acerqué cariñosa. Él gruñó como si estuviera profundamente dormido. Empecé a tocarlo y cuando llegué a su zona erógena brincó levantándose para ir al baño:
—Me cayó mal la cena —dijo. Y yo que le creí.
Algo me indicó que podía engañarme y empecé a mirarlo con los ojos de la sospecha. Se me ocurrió preguntarle qué pensaba del adulterio. Lo noté nervioso pero me respondió con otra pregunta defensiva: ¿Alguna de tus amigas engaña a su marido? Ahí quedó mi interrogatorio; no obstante, al otro día, sin tener por qué (no había nada qué festejar) me llevó unas flores. “Son para que recuerdes cuánto te amo”, dijo el sinvergüenza.
Otra ocasión me regaló una churumbela con diferentes piedras. Su esplendor me sedujo provocándome el deseo de abrazarlo como cuando éramos novios. Olí el aroma a sexo. ¡Qué bárbara! —me dije— lo que es el poder de la mente que conserva los olores de aquellos momentos felices, juveniles. ¡Ah, la burra! No caí en cuenta que Jorge estaba impregnado del tufo aquel que dejan las jovencitas cuyo deporte preferido es el sexo, precisamente.
Fueron tantas las huellas y los indicios y las pistas y los vestigios y los rastros producto del engaño, que por fin me convencí de que Jorge, mi amado esposo, me era infiel; que me ponía los cuernos; que me había visto la cara de pendeja. Entonces pensé: ¿Lo dejo que siga en ese camino y adopto el consejo que me dio Juanita, la esposa del senador…? ¿Hago como que le creo sus mentirillas…? Finalmente opté por el camino cómodo que alguna vez dibujó con palabras mi sabia abuela: “Más vale creer que averiguarlo”.
Un año después del “descubrimiento” comprobé que a veces conviene perdonar a quien no pone los cuernos. ¿Saben por qué? ¿No? Bueno, se los digo:
... Y los papeles se voltearon
Yo fui quien empezó a oler a sexo, a perfumes ajenos, a llegar tarde, a comprar para Jorge algún detalle, a ponerme nerviosa, a sentirme mal de la panza, a decir mentiras piadosas, a bañarme a deshoras, a verlo de reojo, a ser presa de remordimientos, a enojarme conmigo misma. Sufrí mucho por las miradas y los reclamos de mi pequeño hijo. “¿Por qué llegas tan tarde, mamá?” Me preguntó un día. Y esas palabras me obligaron a cambiar.
Hoy aprovecho que Jorgito está en la escuela o en natación o en la clase de música o en la práctica de fútbol para ir a Superama, encargar la despensa a una de las empleadas y salir de ahí como alma que lleva el diablo para encontrarme con un atlético y hermoso sexoservidor. Regreso por las cosas que “compré” y llego a la casa como si nada hubiera pasado. No hay reclamos ni caras de duda.
Jorge, mi esposo, no hace ni dice nada. Sólo me mira con cierto misterio. Por su actitud he confirmado que sigue el sabio consejo de la abuela, el ya famoso “más vale creer que averiguarlo”

Mi esposa también me engaña
Un día llegué al psicoanalista con un terrible dolor existencial. Le platiqué que había encontrado a una mujer extraordinaria. Me dio cuerda y con su “ajá, explícame por qué es extraordinaria”,  empecé a hablar como si cada palabra sirviera para sacar los remordimientos que me dolían como enormes espinas clavadas las nalgas. Entre las cosas que le dije recuerdo haber dibujado con frases los senos de Iralia, protuberancias que parecían torneadas por alguno de los dioses del Olimpo. Me entusiasmé con mi relato. Ese día pude comentar sin inhibiciones el placer del sexo. Nunca antes lo había hecho quizá por el temor que representa describir con palabras las sensaciones. Tampoco había sentido el poder de mi voz recordándome esas gratas experiencias, incluidas las que tuve con Lucero, mi esposa, que por cierto es una hembra que llama la atención en donde quiera que se pare. En una hora dije más palabras de las que había pronunciado en la semana anterior. El doctor me miraba complacido como si estuviera disfrutando mis recuerdos y hasta los orgasmos que no pude explicar pero que sin duda él imaginó.
— ¿Lo sabe su esposa? —preguntó el analista con morbo, digamos que profesional.
—Creo que no —le respondí.
Él sonrió como lo hacía mi padre cuando conversaba conmigo sobre algún amor estudiantil. Me pareció extraña su actitud; complaciente o tal vez cómplice. Su consejo profesional fue:
—Tómate unas vacaciones. Ve con tu mujer. Y si se presta la ocasión háblale de sexo, como lo has hecho conmigo. No tienes que decirle tu relación con Iralia. Coméntale que lo soñaste, que lo pensaste o que recordaste tu época de joven cuando ella todavía no estaba en tu vida. Son las mentiras piadosas o medias verdades que ayudan a sobrellevar e incluso a mejorar el matrimonio.
Ese día llegué a casa decidido a irme de vacaciones pero consciente de que mi esposa tenía varios compromisos. Con el mejor de mis encantos le pedí que me acompañara a descansar.
—Estaremos tres días en Playa del Carmen —sugerí temeroso de que aceptara.
Sorprendida por la invitación, con una mirada que nunca le había visto, ella respondió que no me preocupara; que fuera solo ya que se me notaba tenso; que me haría mucho bien meditar allá en las seductoras playas del Caribe. Le tomé la palabra y al otro día me encontré con Iralia en aquel paraíso de enamorados donde, en efecto, me puse a meditar sobre la vida y sus placeres.
Regresé a mi hogar con la cola entre las piernas. Volvió el remordimiento aquel, el de las espinas enterradas en las nalgas. Cuando estaba a o punto de acostarme entró Lucero. Percibí el tufo sexo, a perfumes ajenos.
—Te compré esta corbata, mi amor —dijo mostrándome su dentadura húmeda y seductora.
Me quedé mudo, hecho un pendejo sin poder reclamar lo que intuía. Ella lo notó y con un extraño rubor en las mejillas me dijo:
—Jorge: ¿por qué no hablamos de nuestras aventuras juveniles, cuando tú y yo todavía no nos conocíamos…?
Sonreí como lo había hecho el psicoanalista. Callé mis reclamos que podrían ser los de ella. Y me dormí con una frase perforando mi conciencia: “Desde cuándo Lucero me engaña”.
Desperté convencido de que al volver a sentir la vida interior de Iralia, su candente humedad y su agitada respiración, me ayudaría a encontrar la fuerza espiritual que necesitaba para poder perdonar a mi esposa. Preferí no saber el nombre del sancho. Y me vino a la memoria la sonrisita del terapeuta…

@replicaalex