sábado, 28 de julio de 2018

La simulación*



Todas las cosas fingidas caen como flores marchitas,
porque ninguna simulación puede durar largo tiempo.
Cicerón

En los últimos años del siglo pasado, Eulalio Ferrer publicó el libro Información y comunicación[1], una de sus obras sobre el tema que dominó y compartió con su generación y las que le sucedieron. En la introducción de esas páginas Ferrer nos anticipó lo que ocurriría al inicio de la primera década del tercer milenio, un “futuro sembrado de asombros tecnológicos y vecindades humanas”. Líneas después asentó que, debido a la rapidez propiciada por la comunicación electrónica, la frase ritual de estar al día cedería su sitio a la de estar al minuto.
Transcribiré unas líneas del libro mencionado para que sirvan de marco referencial a lo que sabe cualquier mexicano medianamente informado, sucesos que ninguno de los políticos se atrevería a revelar y menos aun a difundir o comunicar porque, si lo hiciere, con ese su acto de contrición republicana, alguno de sus pares —el que tenga poder— de inmediato le decretaría la muerte civil.
Después de la cita de don Eulalio mencionaré hechos reales y conocidos e incluso repetidos hasta el hartazgo pero difíciles de comprobar. ¿Por qué? Pues porque sus autores son expertos en la cultura del silencio; en manejar el ajedrez político y, sobre todo, en la estrategia de la simulación o la conveniente costumbre de la omisión. Por consiguiente, las mujeres u hombres exitosos en la praxis política, algunos de ellos mencionados en las páginas anteriores, podrían ser un buen ejemplo de esa conquista basada, justamente, en ocultar, tergiversar u olvidar aquello que de conocerse lesionaría su imagen.
Es significativa la coincidencia de que los tres principales creadores de los conceptos claves de la información y de la comunicación tuvieron como campo de sus primeros ensayos el Departamento de la Defensa Nacional de los Estados Unidos. Norbert Winer, con su Cibernética, Claude Shannon, con su Teoría matemática de la comunicación, y Larry Roberts, con Internet. Una visión en conjunto, como la que presentamos, nos dirá que los hechos llevan la delantera a las palabras, pero sin las palabras, en su rica fuente de acentos y estilos, no podrá expresarse ni entenderse la comunicación. Seguramente una de las primeras cosas que hemos aprendido en el lenguaje de las palabras y sus constricciones es que aquello que no es explicable o comprensible no es comunicación. Como tampoco es comunicación la que confunde al emisor con el receptor o no precisa bien la identidad de cada uno en el todo. Vale agregar que la incomunicación es una de las formas rotundas de ruptura o de exilio…
Es fácil colegir lo que ocurriría si uno o dos de los políticos importantes usaran los medios de comunicación para dialogar hablándonos sin tapujos con el propósito de abandonar su auto exilio, para lo cual tendrían que confesar las verdaderas razones de su crecimiento y éxito en el sector público. Al minuto se enteraría la sociedad y dichos asertos serían escuchados, vistos y leídos en las redes sociales que, como lo anticipó Ferrer, hoy están sembradas de asombros tecnológicos y gratificantes vecindades humanas.
La mujer u hombre veraz y sincero confirmaría a los “visitadores” de la gran nube lo que ya se sabe pero que es difícil de probar, como acertadamente lo definió Luis Cabrera (“lo acuso de ratero no de pendejo”); que hay muchos políticos que se disfrazaron de honestos; que otro tanto se colocó la máscara de impulsores de la empresa privada; que varios más se pusieron el antifaz de patriotas y nacionalistas; que muchos adoptaron el papel de interlocutores eficaces o defensores de los derechos humanos; y que un buen número de ellos actuaron como demócratas cubriéndose el cuerpo con el vestuario del teatro republicano. Se caerían las caretas para dejarnos ver los verdaderos rostros: los de comerciantes del poder, celestinos de sus jefes, corruptores a sueldo y comisión, cabilderos con licencia y con presupuesto para comprar desde conciencias hasta intermediarios financieros de cuello blanco, así como prestanombres inmobiliarios, encubridores de delincuentes, cómplices de gobernantes corruptos y… la lista es larga, “el vértigo del etcétera”.
Ya que he copiado de Umberto Eco la última frase entrecomillada, transcribo uno de los párrafos de su libro Confesiones de un joven novelista[2] donde, entre otras experiencias, el escritor italiano nos muestra cómo el ingenio de los creadores e inventores como Homero, plantea el camino para mostrar con pocas y significativas palabras lo que por abundante alteraría la paciencia del más prudente de los lectores:
… Homero no nos ofrece simplemente un ejemplo espléndido de lista, sino que presenta también lo que se ha dado en llamar el “topos de lo inefable”. Este “topos” se produce varias veces en Homero (por ejemplo, en la Odisea, canto iv, verso 240 y ss.: “No os relataré cuántas proezas están en el haber del sufrido Odiseo…”); y a veces el poeta —enfrentado a la necesidad de mencionar una infinidad de cosas o acontecimientos— decide guardar silencio. Dante se siente incapaz de nombrar todos los ángeles del cielo, porque conoce su vasto número (en el canto xxix del Paraíso, dice que eso excede la capacidad de la mente humana). Así que, ante lo inefable, el poeta, en lugar de tratar de compilar una serie incompleta de nombres, prefiere expresar el éxtasis de lo inefable. A lo sumo, para transmitir una idea del incalculable número de ángeles, alude a la leyenda en la que el inventor del ajedrez pidió al rey de Persia como recompensa por su invento que le diera un grano de trigo por el primer cuadro, dos por el segundo, cuatro por el tercero y así sucesivamente, hasta el sexagésimo cuarto, alcanzando así un número astronómico de granos: “…que eran tantos, que más millares cifraban / que los escaques cuando se duplican”.
En otros casos, ante algo que es vasto o desconocido, de lo que aún no sabemos lo suficiente o de lo que nunca sabremos lo suficiente, el autor propone una lista como muestra, ejemplo o indicación, dejando que el lector imagine el resto…
Concluyo esta, digamos que metáfora, con una aclaración: yo ya hice mi muestra al incluir en este libro varios políticos en cuyo bagaje personal y público, el conocido, existen actos que suelen ser inexplicables, entre ellos la forma de crecer sus fortunas personales. Y qué decir de lo privado que no conocemos pero que se echa de ver porque ha trascendido como versión no confirmada, diría Luis Cabrera: sólo que en estos tiempos, de acuerdo con lo apuntado por Ferrer, ya no hay forma de ocultar la riqueza y menos aun la deshonestidad. A este fenómeno de la modernidad se enfrentan los simuladores, personajes que tarde o temprano dejarán descubierta su cola.
Según parece, le quedan pocos días a la impunidad que ha sido el sello de la corrupción política (ojalá que ese tiempo no sea el equivalente al del “intervalo espacial”). La única forma de que esto no ocurra, es que se “caiga el sistema”, la gran nube de internet, o que todas las computadoras se “mueran”. ¡Dios nos libre!
*Capítulo de La Puebla variopinta, conspiración del poder, libro de mi autoría publicado en 2015
@replicaalex





[1]Ferrer, Eulalio. Información y comunicación. Ed. FCE, México, 1997

[2]Eco, Umberto. Confesiones de un joven novelista. Ed. Lumen/Futura, 2001

martes, 17 de julio de 2018

El fraude electoral en Puebla


No hay ningún país que se haya
beneficiado por guerras prolongadas
Sun Tzu

Por Alejandro C. Manjarrez
Dándole vueltas al supuesto fraude en contra de Luis Miguel Barbosa Huerta, candidato de Morena a la gubernatura, recordé lo que sin duda fue uno de los ejemplos que impactaron a Rafael Moreno Valle. El entonces alumno —me dije— pudo haber abrevado en la noria de su maestro todos y cada uno de los principios del manejo electoral heterodoxo, acciones basadas en la participación de líderes y dirigentes dispuestos a traicionar a sus representados con el fin de obtener ingresos extras. Se comprobó pues que “con dinero baila el perro y con un poco más hasta su dueño”.
Después de tal meditación acudí a mi archivo con la intención de recuperar lo que bien podría servir de marco a la controvertida elección que vivimos. Vea usted:
Faltando quince días para la elección federal de 1985, fallece el maestro Edulio Cortés López, candidato a diputado por el séptimo distrito (Ciudad Serdán). El suplente en la fórmula, doctor Darío Maldonado Casiano, brincó de gusto, se sintió diputado pues. Pero nunca imaginó que su partido le jugaría chueco: Darío fue suplido por Melquiades Morales Flores, el priista más conocido en aquel distrito tanto por su estilo terso y amigable como por la cantidad de compadres que tenía.
“Melquiades es un hombre confiable y seguro”, dijo el delegado general del PRI al entonces gobernador. Aunque restaban dos semanas de campaña, el lapso fue suficiente para que Morales Flores ganara la elección e impusiera un récord en las urnas nacionales (y puede ser que internacionales): obtuvo el 100 por ciento de los votos de ciudadanos inscritos en el padrón electoral, más un 10 por ciento adicional. Así llegó a la diputación con el ¡110 por ciento! Para Ripley.
Que tiempos aquellos…
Antes de protestar el cargo, Melquiades vivió momentos de intenso nerviosismo. El Colegio Electoral era el enorme escollo que debería sortear. Ello debido a que nunca nadie en la historia había ganado con tan amplia votación en los años de los grandes fraudes electorales. Los diputados líderes de sus fracciones parlamentarias acordaron proponer al Colegio Electoral (o sea a ellos mismos) validar la elección en paquetes de diputados. La intención fue pasar sin discutir los casos de candidatos que interesaban a sus partidos. El suertudo de Melquiades quedó dentro de uno de los paquetes y por ello nadie protestó su “triunfo”. Sólo alguien por ahí con ínfulas de filósofo dijo serio, festivo, burlón, puntilloso: “¡Ah que mi compadrito…!: ahora sí sacó a votar hasta a los muertos y a sus comadres y a sus ahijados y a sus compadres…”
A esa llamémosle enseñanza electoral debo agregar las subsecuentes que propiciaron los triunfos de algunos gobernadores, varios diputados, muchos senadores y hartos presidentes municipales. Lo mismo que hoy pero sin el algoritmo cibernético.
En fin, ya sabemos que por aquellos años era común taparle el ojo al macho; que los liderazgos involucrados siempre tenían algo que ocultar o negociar; que el dinero paliaba —valga el eufemismo— los remordimientos de conciencia, circunstancia ésta que también hizo escuela y, obvio, sirvió de ejemplo a políticos como el referido Rafael y sus asociados miembros de la dizque oposición. Si a esto le agregamos la preparación financiera basada en la carencia de escrúpulos, confirmaremos la sabiduría del inventor de la frase: “Lo que en política cuesta sale barato”. El autor de este apotegma debió ser alumno destacado de quien produjo otra de las tradicionales consejas políticas: “Un político pobre es un pobre político”.
Lo que acaba usted de leer más otras historias que omito por falta de espacio, enmarcan lo ocurrido en Puebla, hechos que propiciaron la petición de Morena para que se anule el proceso electoral de gobernador: que el robo de urnas, que la violencia criminal, que la compra y coacción del voto a cargo de candidatos mercenarios, que la manipulación de los paquetes electorales cuya entrega fue retardada gracias a que la documentación ingresó al laberinto diseñado para defraudar la voluntad ciudadana. Esto último da pie para otra remembranza:
Cuentan que durante la votación que habría de elegir alcalde de Puebla (Jorge Murad Macluf vs Ricardo Villa Escalera), el responsable priista del proceso comprobó que su candidato perdería. Habían transcurrido cinco horas de haber iniciado la votación cuando el equipo constató que la copiosa participación favorecía al candidato del PAN. Tres a uno dijeron. En cuanto el responsable de la campaña priista fue enterado, éste ordenó a su coordinador electoral: “¡Róbense las urnas de las casillas. Ya sabes cuáles!” Ganó Murad y creció la fama de Melquiades Morales Flores.
El ejemplo arrastra
Moreno Valle estuvo activo en los procesos electorales que lo hicieron diputado local, diputado federal, senador de la República y gobernador de Puebla. Nunca perdió ninguna elección. Incluso le ganó al propio Melquiades Morales, el más experimentado y popular político de Puebla. Trascendió que el ex gobernador decidió olvidar la sapiencia electoral que lo hizo famoso. Sabía que sin importar el resultado él ocuparía el escaño senatorial. Así que no tuvo empacho en sacrificarse para que ganara su alumno y nieto del mandatario que lo había impulsado. De ahí que después de medirle el agua a los camotes Morales decidiera perder para quedar bien con Rafael, Elba Esther Gordillo y Felipe Calderón, los dos últimos involucrados en el fraude que le “robó” la elección a Andrés Manuel López Obrador. Recordemos que para entonces el esposo de Martha Erika Alonso ya había dejado al PRI con la intención de formar parte del proyecto de la maestra Gordillo; argumentó que no podía ser parte del partido que hizo gobernador a Mario Marín Torres.
Con esas experiencias más el pragmatismo de la escuela gringa, Moreno Valle adquirió presencia y fama pública. Muchos panistas se beneficiaron de su poder. Varios financieros aprovecharon la coyuntura para invertir en Puebla, algunos asociados con expertos promotores de la bursatilización del dinero público y otros en connivencia con servidores públicos deshonestos. La falsa izquierda se dejó seducir. El PRI bajó su perfil. Y varios dirigentes políticos formaron parte de la plataforma construida con el objetivo de impulsarlo hacia la candidatura presidencial del PAN.
El titiritero poblano
Gracias a la bien planeada estructura electoral de su esposo, Martha Érika arribó a la candidatura poblana rodeada de partidos patiños y candidatos juanitos. Al mismo tiempo se puso a funcionar la campaña mediática diseñada para desprestigiar a Luis Miguel Barbosa Huerta; la intención: justificar el supuesto voto diferenciado. Sin embargo, a los morenovallistas les falló su prospectiva política porque minimizaron el “efecto López Obrador”, fenómeno previsto en todas las encuestas, secuela que incluye la férrea defensa ciudadana del voto. Y lo peor: pasaron por alto el discurso de Andrés Manuel contra Moreno Valle, palabras que incluyeron su repulsa a tratar con Martha Érika si por alguna razón ésta llegase a gobernar Puebla. Para aderezar el criterio de AMLO sobre el cacicazgo rafaeliano, agregue el lector lo que dijo de Tony Gali, gobernador en funciones: “Es un títere de Moreno Valle”.
Ignoro si Rafael se siente orgulloso por haber superado a Melquiades Morales, su maestro en acciones políticas y electorales. Tampoco sé si Martha Érika está moralmente convencida del resultado de la elección diseñada por su marido. Menos aun me atrevo a asegurar el éxito de la justa impugnación de Morena. De lo que sí estoy seguro —y por eso lo escribo— es que el futuro de la “pareja siniestra” (así los define Barbosa) ha caído en el pantano ése que ensucia los plumajes de las aves que lo cruzan. Creo asimismo que mientras gobierne Morena y el pueblo siga a su lado, los morenovallistas estarán ocupados y preocupados ante la posibilidad de que Andrés Manuel no permita que el burdo adversario salga ileso de esta guerra electoral…

@replicaalex