domingo, 27 de enero de 2019

Pacheco Pulido, ¿eje de la democracia poblana?


No te arrugues cuero viejo
que te quiero pa‘tambor

Por Alejandro C. Manjarrez
Rodolfo Sánchez Cruz llamó al entonces secretario de Gobernación Manuel Bartlett Díaz. Quiso informarle que el candidato Piña Olaya había decidido que Marco Antonio Rojas Flores fuera alcalde de Puebla. Así lo hizo y le pidió intervenir para que tal postulación recayera en Guillermo Pacheco Pulido. “Guillermo es el más indicado, Manuel, el más popular, el que garantiza el triunfo”, dijo Sánchez Cruz valiéndose de la amistad y confianza que nació cuando Manuel colaboró con Rodolfo Sánchez Taboada, presidente del CEN de PRI y padre de Sánchez Cruz.
El asistente de Bartlett llamó a Mariano y lo citó de urgencia. “El señor secretario lo espera en sus oficinas de Bucareli”. Sorprendido y a la vez preocupado, el candidato al gobierno de Puebla decidió suspender la campaña de ese día y pedirle a Patricia Kurczyn, su esposa, que ella encabezara los mítines que faltaban. Sólo fueron dos o tres, de lo contrario ella habría superado a su marido.
Ya frente al poderoso secretario, Piña Olaya escuchó la orden tajante: “Mira Mariano: el candidato a presidente municipal de la capital será Pacheco Pulido. Arregla el problema”. A regañadientes Piña tuvo que apechugar. No pudo contradecir a Bartlett debido a que éste seguía órdenes del presidente Miguel de la Madrid, instrucción consistente en vigilar y ayudar a su amigo Mariano: “Encárguese usted, secretario, de que el licenciado Piña no cometa pendejadas”, pudo haber dicho el presidente de México a su colaborador Bartlett.
Así fue como Guillermo Pacheco Pulido llegó a la alcaldía de la capital poblana. Y lo hizo, que conste, a contrapelo ya que Mariano quería influir en la presidencia municipal para lo cual, una vez ganada la elección, impuso al tesorero: suponía que también podría manejar el presupuesto del ayuntamiento poblano. Pero le falló porque, al fin abogado y conocedor profundo de los intríngulis de la política estatal, Guillermo pudo atemperar las presiones burocráticas para llevar la fiesta en paz. Antes lo había hecho con Alfredo Toxqui, el gobernador que mostró su desacuerdo con la decisión del CEN del PRI consistente en que Guillermo fuera el dirigente del priismo estatal, hecho que ocurrió después de la diputación local que el abogado ostentó con solvencia política.
Había empezado a mencionarse a Pacheco Pulido como probable candidato natural a la gubernatura. Sucedió antes de concluir su cargo de presidente municipal. La idea aquella se fortaleció cuando Guillermo ocupó por segunda vez un escaño en la Cámara de Diputados federal, convicción popular que fue creciendo hasta llegar a su culmen en el momento en que en dos gobiernos seguidos ocupó la presidencia del Tribunal Superior de Justicia del estado de Puebla. Pero de ahí no pasó. Y por ello la comunidad política empezó a decir que Guillermo era el “ya merito”. Sin embargo, él no se inmutaba ante el chascarrillo; es más, hasta sonreía como si supiera que algún día le iba a llegar el momento de ser titular del poder Ejecutivo del estado de Puebla por consenso de las fuerzas políticas de la entidad, circunstancia ésta que, como lo vimos, avala su carrera pública, valida su estilo amigable y confirma cómo su buen trato lo acercó a todos y cada uno de líderes partidistas y dirigentes sociales del estado.
El de Pacheco Pulido es pues un caso que sin duda formará parte de la historia de Puebla, más que por su trayectoria o designación, porque su presencia como titular del poder Ejecutivo ha llegado acompañada de su fama pública, trayectoria que además de atemperar las profundas diferencias políticas que habían puesto en peligro la estabilidad social de la entidad, él podría ser el parte aguas de la historia política de Puebla.
Rodolfo Sánchez Cruz nunca imaginó que su intervención —entonces apoyada por la poderosa mano del secretario de Gobernación Manuel Bartlett Díaz— sería, después de treinta y tres años, el preámbulo del renacimiento de la democracia poblana que durante décadas estuvo manipulada por los gobernantes de México cuyo dedo suplía la voluntad o sufragio populares.
¿Llegará el fin de la época de los gobernadores impopulares y corruptos producto del dedazo, el fraude electoral y la negociación entre las cúpulas del poder en México?
Pronto, en poco menos de cinco meses, veremos si Puebla se convierte en el bastión de esta nueva época que, de concretarse, le daría a a Guillermo Pacheco Pulido la oportunidad de ser el eje político de semejante hito.
Ojalá.

@replicaalex

sábado, 19 de enero de 2019

¡Música maestro!

Banda Tlayacapan, Morelos
Por Alejandro C. Manjarrez
Cuentan que el presidente Benito Juárez García se preocupó al escuchar de uno de sus colaboradores cómo el ejército invasor era motivado con la música que le acompañaba en las batallas. De inmediato ordenó que las bandas de viento formaran parte de la tropa. El entonces presidente itinerante supuso que con los acordes vernáculos podría incentivarse el espíritu guerrero de los soldados del pueblo. Y así ocurrió.
A mediados del siglo xix aparecieron este tipo de grupos musicales. Su nacimiento ocurrió en el seno de las comunidades de México. Una de las razones fue, precisamente, la respuesta táctica a la estrategia marcial de los militares de origen francés y austriaco.

Benito Juárez y Porfirio Díaz se convirtieron así en los autores de aquella iniciativa que dio vida a las bandas de viento. El venturoso suceso aconteció en Oaxaca, la tierra que atestiguó cómo la unidad y el sentimiento patrio de sus músicos dio a México una de las expresiones en cuyos acordes se percibe la cultura que expresa amor, tristeza, leyendas, tradiciones, sufrimiento, historia, entusiasmo y unidad popular. La voz del pueblo pues.
https://youtu.be/Pv4ExpnHc5w
alemandelaro@gmail.com
@replicaalex

martes, 1 de enero de 2019

Final del morenovallismo

Inicia una nueva obra

La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo
Sófocles

Por Alejandro C. Manjarrez
Me ha sido difícil entender las razones de la terrible coincidencia trágica que acabó con la vida del senador Rafael Moreno Valle, la gobernadora Martha Erika Alonso y tres personas más. Con cierta congoja imagino los segundos previos al accidente: qué dijeron; cómo fueron los gritos; qué pasó por la cabeza de los pasajeros; qué frases se articularon entre el capitán y su copiloto; qué mensaje tenían las miradas finales del matrimonio Moreno Valle y cómo recorrieron la película de su vida; y si existió, cuál fue la última orden mental que el líder pudo haber enviado a sus cercanísimos colaboradores. Sófocles rondó en mis disquisiciones hasta que volví a la realidad y me pregunté:
Cuáles fueron los valores que acopió Rafael…
Por qué el éxito político marcó su discutida vida pública…
Según mis observaciones sobre el quehacer político del controvertido ex gobernador, la respuesta se conforma con varias facetas. Las resumo:
Rafael nació con una enfermedad que ponía en riesgo su vida. Tuvieron que operarlo a corazón abierto y su larga recuperación incluyó los cuidados intensivos y amorosos de sus padres. Éstos hacían lo que el entonces niño quería. Fue sin lugar a dudas la etapa que modeló su voluntad. El éxito en aquellos caprichos infantiles pudieron haberle mostrado la forma de lograr sus objetivos.
La experiencia infantil y familiar lo hizo un hombre de carácter fuerte. Aprendió a mandar y hacerse escuchar. Desarrolló la habilidad de reconocer las debilidades de sus interlocutores y adversarios para, sin miramientos ni concesiones, aprovecharse de ellas. Así, tatuado del alma, ingresó a la etapa de preparación política y financiera.
Boston fue la sede de ese entrenamiento profesional. Sus maestros y el medio ambiente académico le mostraron cómo la heterodoxia política y financiera ayuda a lograr objetivos importantes. De ahí su facilidad para cooptar antagonistas, muchos de ellos delincuentes políticos en potencia. Por eso, por sus éxitos electorales, varios de los adversarios de Rafael se adicionaron a su proyecto sin importarles traicionar al partido que los había proyectado. Y no fueron pocos los que cayeron bajo el influjo del poder político y económico de Moreno Valle.
En aquella formación académica apegada al llamémosle libre mercado, aprendió a prescindir de los sentimientos. Para él todo tenía un valor económico. Sólo había que encontrar la forma de la calcularlo y hacer la oferta adecuada acompañándola de su encanto político. La ética solía quedar supeditada a los valores del mercado.
La ambición marcó su vida pública. Esta actitud ajena a los prejuicios personales le permitió eliminar obstáculos, incluso —valiéndose de su investidura y poder— modificando o tergiversando la ley con la participación de los servidores públicos que le debían el cargo, entre ellos diputados locales y magistrados. La intención: preparar su camino hacia la candidatura presidencial.
En la lucha por alcanzar sus objetivos personales hizo de lado los sentimientos. Dejó constancia de que su desapego hacia los valores humanos era uno de los ejes del sistema político estatal rediseñado por él. Su benevolencia se centró en quienes le obedecieron sin rechistar u opinar. El resto fue prescindible, igual que los valores humanos que hacen del gobernante un ser con sentimientos nobles tanto por su vocación de justicia como por su preocupación social.
Hizo gala de una sui generis visión política. Investigó y hurgó en las debilidades de gobernantes y funcionarios. A partir de ello ofreció desde prebendas hasta negocios muy atractivos para quienes estaban relacionados con el poder presidencial y, desde luego, con el dinero público o las decisiones políticas estratégicas. Al parecer hubo muchos que cayeron bajo el influjo de esa su capacidad de seducción.
Sin reparar en la ética pública, Moreno Valle construyó su liderazgo nacional. En algunos casos trastocó el ideario y en otros alteró el programa ideológico del Partido Acción Nacional. Convenció a varios de los dirigentes que lo escucharon arrobados como si su voz reprodujera el canto de las sirenas. Indujo con éxito los procesos internos de ese partido hasta convertirse en el poder tras el trono nacional.
Para lograr esos y otros objetivos Rafael hizo gala del pragmatismo que suele ser condición sine qua  non de los hombres y mujeres que buscan la ruta fácil hacia la obtención del poder. Fue algo parecido a un maestro en esa praxis. Su experiencia pudo haberla obtenido de otros expertos en la materia, entre ellos la profesora Elba Esther Gordillo Morales, por ejemplo. Con esa cualidad mimética incursionó en diversas ideologías políticas y atrajo para sí la simpatía de dirigentes cuyo precio llevaba la etiqueta de la preservación del poder.
Para ejercer esa capacidad de seducción basada, como ya se dijo, en la repartición de prebendas, contó con lo que algunos llaman suerte, otros intuición y los menos prudentes oportunismo.
Así fue como Rafael Moreno Valle Rosas creó sus propios escenarios, modeló a sus colaboradores, supo cómo administrar su proyecto personal, descubrió los vericuetos de las políticas públicas, visualizó el quehacer público nacional, convenció a los llamados adversarios y escaló con incontrovertible éxito los peldaños de la política mexicana. En ese trayecto harto complejo que él logró dominar, nunca imaginó (y nadie lo hizo) que el destino le tenía preparada una muerte espectacular, precisamente antes de ingresar al infierno que parecía preparado por los miles de agraviados, muchos de ellos ahora con el sello de Morena. En ese escenario estaba su esposa Martha Erika Alonso, para el que esto escribe una más de las victimas de la heterodoxia política de su marido.
¿Y los huérfanos políticos?, se preguntará el lector.
Ese es otro de los temas a analizar dejado por el terrible accidente aeronáutico. Por ahora, cual plañideros, varios de ellos parecen más que dispuestos a sacar algún provecho de la trágica e inesperada muerte del matrimonio Moreno Valle-Alonso, que guardar el luto obligado por ser producto del morenovallismo.
Veinte años después de que Rafael arribó a la vida pública de la entidad, el absurdo accidente del helicóptero disipó los nubarrones negros que se cernían sobre el estado. Y hoy que inicia el 2019, Puebla ingresa a una nueva etapa cargada de buenos augurios. Por esa razón me atrevo a pronosticar que usted, amable lector, podrá enterarse de cosas distintas, y nosotros, los periodistas, contarle historias que por novedosas seguramente serán más interesantes.
¡Feliz año valedores!

@replicaalex