martes, 19 de junio de 2012

JVM y Lozano Alarcón, ¿en las antípodas?



Por Alejandro C. Manjarrez
Vicente Fox ya había ganado las elecciones cuando en un encuentro casual y afortunado me preguntó Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, cómo veía al nuevo presidente de México. Mi respuesta fue sincera y, ahora lo presumo, hasta profética: “Es un hombre de pocas luces que será rodeado de tipos más inteligentes que él, algunos con buenas intenciones y otros dispuestos a padrotearlo”.
La última palabra de mi respuesta propició que Pérez levantara la ceja y que el resto de comensales se apenara. Los vi acongojados y tuve que disculparme diciéndoles que era la visión del periodista franco y directo. Esta mi sinceridad bastó para que todos participaran en el tema que fue ése, precisamente, las pocas luces de don Vicente.
El caso es que poco después de aquella reunión se dio a conocer el gabinete y entre otros surgió el nombre de Josefina Vázquez Mota, una mujer políticamente desconocida. Parecía alguna de las piezas cobradas por los cazadores de talentos (headhunters) que contrató Fox para formar a su equipo, mismos que fueron descalificados por el resultado.
Pasado el tiempo, el estilo del gobierno foxista permitió a Josefina destacar tanto por su responsabilidad, como por la forma de expresarse: era y sigue siendo asertiva, emotiva, tozuda, trabajadora, responsable y ducha para hablar de corridito; retórica que sacaba (y saca) de quicio a los políticos de oposición, según me lo confesó una de ellos, por cierto talentosa, culta y capaz: me refiero a Rosario Green Macías.
Con la idea de definir lo que considero su peculiar estilo, diré que la candidata del PAN se ha desenvuelto como pudo haberlo hecho un digno representante del pragmatismo, la corriente que, como todos lo sabemos, es ajena a cualquier ideología. Por ello los pragmáticos suponen que la historia, el pensamiento doctrinario e incluso la filosofía son algo así como la parte del pastel; es decir, el “betún” que estorba para alcanzar desde satisfacciones económicas hasta realizaciones profesionales, personales o comerciales. Para ellos la política suele ser el medio, nada más.
Por lo que he escuchado en voz de la candidata me atrevo a decir que se metió a esta contienda con el deseo de realizarse y poner al servicio de la sociedad (pobres, ricos, hombres y mujeres) el pragmatismo que la ha llevado hasta donde hoy se encuentra. Es la razón, creo, de que sus mensajes (cuchi cuchi, la gallina pone los huevos, su lucha contra la corrupción, el sazón de la sopa, mujer diferente, etcétera) la muestren alejada de la intelectualidad que hace confiables a los políticos obligados a conocer nuestra historia para interpretarla y analizarla con un criterio universal, nunca dogmático.
Como le ocurrió a Fox, Josefina también se ha rodeado de todo tipo de asesores y colaboradores, unos bien intencionados, otros chambones y, los menos, capaces aunque, debo decirlo, igual de pragmáticos, tozudos, emotivos, trabajadores y duchos para hablar de corridito, en muchos casos valiéndose de la ofensa y del infundio siempre irresponsable. Me da la impresión que el país, México, para ellos podría representar la realización personal no así la oportunidad de servir a todos los mexicanos, y hacerlo sin tendencias políticas, partidistas y religiosas.
¿Qué va a pasar el 1 de julio?
Falta poco para saberlo. Tal vez pierda Josefina.
En el caso de Javier Lozano Alarcón, candidato a senador por el PAN (primera fórmula), todo parece indicar que aunque la tiene difícil es probable que llegue a la Cámara Alta y que lo haga con algunos de sus positivos y un monton de sus negativos. En el primer caso por su cultura y capacidad profesional. Y en el segundo aspecto debido a que antepuso su espíritu agresivo a la inteligencia que indiscutiblemente le adorna, circunstancia que parece ser la constante si analizamos la última etapa de su trayecto en la administración pública, en especial sus enfrentamientos con los legisladores para él de oposición. Diría Vázquez Mota: le echó demasiada sal a la sopa que tendrá que tragarse.
Lo curioso es que entre Josefina y Javier no hay ningún vínculo o identificación profesional, cultural o afectiva; están en las antípodas pues. Incluso uno flageló a la otra cuando ésta luchaba por la candidatura que hoy ostenta. Y si nos remontamos al pasado reciente, encontraremos que mientras la panista se rasgaba las vestiduras por la pareja presidencial, Lozano militaba en el PRI con la intención de ser diputado, aspiración que no concretó debido a que el voto le resultó adverso. ¿Mala suerte, mal fario, mala leche? Pronto sabremos si aquello fue casual o si también es la constante.
Twitter: @replicaalex