viernes, 12 de abril de 2013

Tehuacán y sus historias


El huevo rojo, de Oskar Kokoschka (1886-1980)
 
No hace falta un gobierno perfecto;
se necesita uno que sea práctico.
Aristóteles

Por Alejandro C. Manjarrez
Los simulacros suelen prevenir y ayudarnos a enfrentar con responsabilidad los desastres naturales. Pero también sirven para hacer tanteos políticos y electorales con un agregado: se realizan en municipios que por su tamaño y conformación social representan el comportamiento electoral de alguna región e incluso hasta de una entidad.
Bajo ese esquema, en Tehuacán se realizó la elección “piloto” sui géneris autorizada por el maestro al alumno consentido: léase Melquiades Morales y Rafael Moreno Valle, respectivamente. Había que meterse a explorar la selva del marketing político. Y la Ciudad de las Granadas resultó el escenario ideal.
“¿A qué sabrá esa chingadera?”
Nos platican los cronistas que Tehuacán ingresó a las referencias nacionales cuando Gustavo Díaz Ordaz —a la sazón en campaña como candidato presidencial— se topó con un letrero espectacular que decía: “Tehuacán con Díaz Ordaz”. Simpático (aunque el amable lector no lo crea, el tipo lo fue) y de inteligencia aguda, don Gustavo preguntó al coordinador electoral: “Oiga, ¿y a qué sabrá esa chingadera?”
No sobra decir que los votantes de Tehuacán (como todos los poblanos de la época) manifestaron al candidato presidencial su irrestricto e incondicional apoyo por tres elementales razones: era poblano, no había oposición de peso y tampoco existían cacicazgos que se opusieran al hombre cuya fama de duro provenía de su cargo de secretario general de Gobierno en uno de los mandatos de la época avilacamachista, cuando empezaba a crecer la que después se convirtió en la más importante industria avícola de México. En este proceso huevero se insertó Amador Hernández, el cacique al servicio de Socorrito Romero, la dama que durante décadas controló la vida económica y política de la región.
Con dinero baila el perro
El caso es que en Tehuacán —segunda ciudad en importancia económica en el estado— se ensayó el esquema electoral que habría de orientar al equipo morenovallista. Para ello eligieron al peor de los candidatos tanto por su falta de carrera política como por su presencia física y sus pocas luces intelectuales; ah pero eso sí, con un plus: su solvencia financiera. Una vez registrado el candidato se puso en acción la estrategia electoral que rompió los diseños tradicionales, incluida la campaña gráfica que llamó la atención de los electores del municipio. El PRI logró remontar las encuestas que no le favorecían (CISO y Mitofsky), hasta recuperar 38 puntos. Esto es: de ir abajo 14 terminó con 24 arriba del PAN. Lo interesante es que en aquella contienda funcionó bien el muñeco que diseñaron los estrategas del PRI de entonces (un colorido y enorme pollo), peluche que resultó más popular que el propio candidato, además de mayor tamaño, espléndido colorido y mucho mejor aspecto.
En esos lejanos días entrevisté a Antonio Peniche García, encargado de la campaña y a la vez subsecretario de Administración de Moreno Valle. Sucedió cuando Rafael fungía como secretario de Finanzas y Desarrollo Social. Según dijo Antonio, el éxito se debió a cuatro factores. Estas fueron sus palabras:
1.     Sensibilidad: “estuvimos cerca del pueblo, lo cual nos permitió hacer que sintieran suya la campaña”.
2.     Trabajo: “desarrollamos una intensa labor aprovechando todo el tiempo disponible. Nos entrevistamos con todos y cada uno de los grupos y trabajamos en todos y cada uno de los rincones del municipio”.
3.     Sentido común: “respetamos y trabajamos de acuerdo con el sentir de la sociedad de Tehuacán”.
4.     Orgullo: “mostramos el emblema del PRI y enfáticamente mencionamos sus aportaciones sociales y políticas que son detonadores del desarrollo de México”.
Después del triunfo en las urnas, el gobierno se olvidó de su candidato y puede ser que éste haya provocado vergüenza al grupo que lo usó como conejillo de indias. Todo es posible en la viña del Señor.
Nadie sabe para quién trabaja
Dio resultado lo que parecía un comic (por lo del pollo), estrategia que probó la eficacia del marketing llevado al extremo.
Doce años después surge la paradoja: el PRI revivió al conejillo de indias aquel (o pollo tricolor) pero ahora con el llamémosle plus que pudo haberle dejado el trabajar de alcalde con la estructura caciquil en su contra. Eran tiempos sin las redes sociales que hoy oxigenan la vida comunitaria, ausencia que permitía a los partidos manipular a sus electores y designar candidatos de muy bajo perfil.
Esta historia me lleva a preguntar lo que quizás estén preguntándose los ciudadanos de Tehuacán: ¿Qué vio el PRI en Álvaro Alatriste? ¿Por qué lo recicla?
Esperemos que no haya sido su liquidez financiera que, supongo (si todavía la conserva), le daría oportunidad de adquirir lo que se le ocurra, incluso (si acaso se dejan) hasta el voto o recomendación del o los delegados que tienen la responsabilidad de escoger y/o recomendar a los candidatos.
En fin, sea lo que fuere Tehuacán se convertirá en el palenque donde el gallo postulado por el PRI de Enrique Peña Nieto se enfrentará al pollo o gallina que habrá de postular el PAN de Rafael Moreno Valle. Lo interesante está en que una vez concluida la jornada electoral sabremos cuál de las estrategias políticas resultó ganadora. Lo curioso es que, a pesar de los priistas, en la política poblana —partidista o no— se nota el sello personal de Rafael Moreno Valle.

@replicaalex