martes, 26 de mayo de 2015

El “virus del gobernador”


Por Alejandro C. Manjarrez
“Es necesario que todo el mundo aprenda a reírse de esos monigotes ridículos y siniestros que dirigen a la nación como si por su boca se expresara la historia, no la viva, eso nunca, sino la que ellos han embalsamado. Cualquier novedad los amedrenta. Cuando la gente los conciba sólo como las ratas que son, los loros que son, y no como los soberbios leones y pavorreales que creen ser, cuando detecten, ¡claro que eso llevará tiempo!, que son objeto de risa y no de respeto ni temor, algo podrá comenzar a transformarse; para eso es necesario hacerles perder base; están preparados para responder al insulto, aun al más violento, pero no al humor.”
Lo escribió Sergio Pitol en su libro El arte de la fuga. En él hizo referencia a su conversación con Carlos Monsiváis, autor de esos conceptos. Corría, dice, el año 1962.
Han pasado cinco décadas y lo que parecía una interesante teoría resultó la estrategia a seguir por quienes escribimos sobre política. Hay que reírnos de los políticos, “ridiculizarlos, hacerlos sentir desamparados”. A ver si cambia algo. “Una labor de Sísifo, sí —recuerda Pitol—, pero vale la pena emprenderla”.
No sé si la colega Selene Ríos Andraca leyó a los escritores mencionados. Quizás sí porque ella es una mujer inteligente e interesada en la cultura. Lo deduzco basándome en que escribe con sentido lúdico sobre lo que escucha, observa y puede ser que hasta padezca. De ahí que haya lidiado con personajes como Rafael Moreno Valle, por ejemplo, paradigma por cierto de algunos “políticos”, los contagiados con el virus llamémosle del gobernador, mal que, entre otras reacciones o síntomas, produce soberbia, ambición, arranques de cólera, indiferencia, menosprecio y una terrible fobia al olor que despide la pobreza.
Bueno, pues ahora resulta que para regodeo de sus criticados y otros lectores, Selene podría incluir en su reserva de humor inteligente y voluntario al colega también culto pero sobre todo ávido lector, tanto como pudo haber sido el gringo William Randolph Hearst o el azteca Carlos Denegri, el primero hábil para hacer de la prensa un instrumento político, y el segundo ducho en eso de convertir la pactada omisión periodística en una fuente de riqueza mal habida. Sería algo parecido a un acto de contrición que mucho le agradeceríamos los periodistas que no hemos sido dotados del estilo e ingenio que, valga acotar, tuvo el humorista cervantino Pérez Salazar y Venegas cuya sátira —nos cuenta la historia— hería como un ramo de rosas.
Sí, claro, me refiero a que Selene incluya en su bagaje (y que nos lo comparta, obvio) el affaire político-económico entre el talentoso Arturo Rueda y el mañoso Jorge Estefan Chidiac. Sería sensacional que comentara lo dicho por el director de Cambio a Estefan y cómo éste lo engatusó respondiéndole con la intención de hacerlo hablar sobre su petición u oferta —depende de lo que digan los “agentes económicos”—, palabras que, como vimos y escuchamos en el video, han quedado grabadas para satisfacción de los políticos criticados por Arturo.
Trascribo pues unas líneas del video de marras:
Mi negocio es administrar la reputación de los políticos. Ése es mi negocio, pero como tú eres mi amigo estoy haciendo una excepción en esa administración de la reputación para hacer una negociación contigo. Invierte, paga.”
¡Uf!
Si vivieran, es probable que tanto el tal Hearst como el referido Denegri ya estarían buscando la forma de incluir en sus respectivos decálogos las ideas contenidas en el párrafo anterior, aunque para ello tuvieran que pagar por los derechos de autor.
En fin, hagamos votos para que el sentido del humor baje el tono de esto que podría formar parte de las páginas negras de la política y del periodismo poblanos, ámbitos donde Rueda se puso detrás de la piedra de Sísifo, igual que lo han hecho los contagiados por el “virus del gobernador”.

@replicaalex