martes, 28 de mayo de 2013

Puebla y sus candidatos millonarios (Parte 1)


 
Por Alejandro C. Manjarrez
Algunos ricos de Puebla lo son por las herencias de sus padres o abuelos. Y un buen número de éstos lo fueron gracias a que Maximino Ávila Camacho los hizo socios en distintos giros, en especial el textil.
Abundan las historias de aquella conveniente relación que en dos que tres casos rebasó lo comercial para convertirse en personal. “Qué bella esposa tienes”, decía el gobernante, requiebro que provocaba la desazón del marido afortunado dado que lo ponía ante una disyuntiva nada agradable: hacerse de la vista gorda con todo y lo que esto implicaba, u ocultar a la cónyuge con el riesgo de dejarla viuda.
Eran tiempos difíciles (México estaba en guerra). Pero para Puebla y socios de Maximino, fueron económicamente productivos, tanto que en esa época se amasaron grandes fortunas. La de Miguel E. Abed, por ejemplo.
Él, don Miguel, me comentó con pelos y señas parte de lo que acaba usted de leer. Incluso fue uno de los que arriesgaron su vida al esconder a la hermosa mujer que conoció en Líbano e invitó a México. “Engañé al gobernador diciéndole que alguien se la había robado. Pobrecita, la tuve que meter a su jaula de oro para que nadie la viera”, dijo con la congoja que produce el haber quitado la libertad a la mujer que se convirtió en madre de sus hijos, los de la segunda tanda.
Viene a cuento esta historia porque igual que muchos poblanos yo también me sorprendí al enterarme de la riqueza personal declarada por Tony Gali Fayad. Recordé y consulté mis fichas para tratar de encontrar alguna referencia hemerográfica que permitiera suponer que es heredero de aquellas fortunas. Nada. Sólo me topé con dos Gali, Miguel Enrique y Rafael, ambos invitados al bautizo del hijo de Elías David Hanan cuyo padrino fue Maximino Ávila Camacho, precisamente. Entonces colegí que el hoy candidato de Puebla Unida se hizo millonario gracias a su esfuerzo personal, suposición que sustento en que este Gali nunca mencionó haber heredado algo de alguno de sus antepasados. Es más nos dijo que esa riqueza se la debe a su capacidad de ahorro y trabajo en diferentes áreas y niveles del gobierno, circunstancia que me induce a compartir con usted la siguiente reflexión, misma que por cierto fue publicada en este espacio con el subtítulo: Los números no mienten. Cito:
Hagamos un cálculo de los primeros diez años de vida productiva del político que a usted se le ocurra, el que supuestamente promedió 500 mil pesos de ingresos anuales.
Si a esa cantidad le restamos gastos familiares, vacaciones, impuestos, colegiaturas, renta y demás egresos, le quedaría el 20 por ciento, o sea 100 mil pesos. Esto siempre y cuando el tipo no se hubiese comprado ropa ni auto ni tuviera vicios, colegiaturas que pagar u otro hogar que mantener. Así, en diez años lograría ahorrar un millón de pesos. Para los siguientes cinco años duplíquele ingresos, gastos, ahorro y la suma sería de tres millones de pesos de capital. Si hacemos lo mismo con el siguiente lustro, nuestro hombre ejemplar acumularía alrededor de siete millones de pesos, dinero que invertido en perjuicio de la buena vida, le hubiese permitido ser un político sui géneris (por lo honesto), dueño de un capital aproximado de diez millones de pesos. Y conste que no compró casa y menos aún el o los autos lujosos, anhelo de quienes ostentan un cargo público importante. Démosle el beneficio de la duda y pensemos en que durante años este burócrata ejemplar vivió en la medianía juarista.
Después de las líneas que acaba de leer agregué la siguiente invitación:
Si el lector conoce alguno de estos garbanzos de a libra, compárelo con los políticos en funciones y verá qué injusta es la vida. A Marín por referir al mediáticamente más popular se le calcula una fortuna de entre mil y cinco mil millones de pesos, cantidad que posiblemente podrían igualar dos o tres del resto de sus pares, siempre y cuando, claro, juntaran su riqueza inmobiliaria, accionaria y las inversiones bursátiles (en México y en el extranjero), de ellos, de sus hijos y de sus testaferros.
Como verá usted resulta difícil de cuadrar los capitales que “adornan” la existencia de los políticos cuyo patrimonio líquido (cuentas de cheques) rebasa con mucho los diez o quince millones de pesos que durante toda su vida pudieron haber ahorrado siendo servidores públicos honestos. De ahí que, según mi modesta apreciación, a Tony le hizo falta ser más específico, como seguramente lo ha sido con el SAT, dependencia donde trabajó para regodeo de la mayoría de sus paisanos, en especial los que aprendieron a negociar a tras mano con el fisco. Bueno, también debió decirle a la comunidad que pretende gobernar, que hizo negocios con el ayuntamiento de Puebla, tal como lo escribí en mi columna del 20 de mayo de 1993 (El tufo de la Comuna), tema del que me ocuparé en otra entrega.
Twitter: @replicaalex