domingo, 6 de octubre de 2013

De amigo a enemigo


Por Alejandro C. Manjarrez

Desentrañar la personalidad del político tiene un alto grado de dificultad, incluso para los especialistas en el análisis de la mente. Sobre todo si se mira al investigado desde la óptica periodística basada en hechos, acciones y antecedentes del servidor público.

Lo relativamente fácil es escribir de los corruptos y denunciarlos, siempre y cuando se compruebe que sus intereses personales contrastan con las obligaciones de su cargo y desde luego con la ética.

En ambos casos hay grandes complicaciones. Por eso a veces resulta más sencillo ocuparse de aquellos burócratas cuya función y actividades extra curriculares los ha ubicado en la frontera de la sospecha. Es digamos que un reto profesional ya que al adoptarlo nos obliga a hurgar en las entrañas del “ogro filantrópico”, hasta encontrar lo que podríamos definir como manifestaciones de la heterodoxia burocrática, lo cual, dicho en “castellano”, forma parte de las variaciones de la corrupción. En fin.

El título de la columna define lo que para muchos políticos significa el nombre de Eukid Castañón Herrera, mi personaje de la semana. Aclaro que éste no cae en ninguno de los enunciados arriba descritos; sin embargo, tampoco se libra de la sospecha debido a su estratégico mutismo, actitud que al parecer lo ha mantenido lejos de los reflectores. Por ello su intención: evitar los peligros que implica caer de la gracia de su jefe, algo que para él y sus pares equivale a ingresar al infierno burocrático que incluye el proemio de la estridencia, desentono que, de vivir, habría enriquecido la poética del poblano Germán List Arzubide.

El amigo

Es bien sabido que Eukid ganó el afecto y la confianza de quienes lo contrataron cuando no tenía ningún cargo público. Fue asesor y consultor en asuntos derivados de la función pública administrativa. La experiencia de su cargo de contralor estatal antes de que Rafael volviera a designarlo como tal, le permitió llevar a cabo, entre otras acciones comerciales, auditorías externas encausadas a solventar las cuentas que habrían de ser examinadas por las Contralorías estatales y federal, precisamente, así como caer en las áreas de fiscalización que operan los organismos revisores de cuentas públicas vinculados con los congresos.

Las cosas marcharon bien desde el punto de vista negocio y costo beneficio. Los clientes obtuvieron el beneficio del profesionalismo bien pagado. Y el consultor las utilidades de su trabajo que, entre otras cosas, evitó desde observaciones hasta consignaciones por fraude al erario (léase peculado).
El “amigo” siguió siéndolo hasta que Rafael Moreno Valle llegó al gobierno de Puebla. Este cambio le transformó en el peor enemigo de quienes antes fueron sus cuates.  El giro ocurrió debido a las instrucciones del mandatario que confió en sus conocimientos y habilidades para navegar en las turbulentas aguas de las entrañas del monstruo dizque benefactor. De ahí que la condición de Castañón cambiara a la de:
Enemigo
Sin demérito al trabajo de la hoy diputada electa, antes titular de la Secretaría de la Contraloría de Puebla (Patricia Leal), Eukid combinó su labor de operador político con la función de investigador y ejecutor de los expedientes que al final del día llegaron a la Procuraduría de Justicia poblana. En algunos casos con la intención de cobrar afrentas, principalmente (Javier García Ramírez y Antonio Hernández y Genis, por ejemplo), y en otros para taparle el ojo al macho quitándole al ex gobernador Mario Marín y adláteres financieros la carga del delito de corrupción y peculado. Así, los chivos expiatorios salvaron del sacrificio a su pastor. Y, valga la alegoría kafkiana, el Proceso y La metamorfosis cambiaron la condición de la amistad forjada en las épocas del priismo a ultranza.
Por ello, para sus ex congéneres, Eukid Castañón se mutó en un repulsivo, temido y burocrático bicho.
¿Estará preocupado el amigo-enemigo de los priistas, panalistas, panistas, perredistas?
Es obvio que no porque, como lo mencioné en otra columna, basta con que cierre los ojos para librarse de las miradas externas. Lo único que le importa es quedar bien con Rafael Moreno Valle, cuya confianza personal incluye algo del ejercicio de la operación política-electoral del gobierno de Puebla, acciones a veces tamizadas o adornadas con el “garrote” que forma la Ley de Responsabilidades. Ah, y también el futurismo político.
@replicaalex