viernes, 29 de junio de 2018

CCU: un acto de magia


 

Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca

pública puede medirse la cultura de un pueblo.

John Steinbeck

 

El paternalismo y los gobiernos centralistas hicieron de la cultura un acto de oportunismo burocrático. Incluir el tema cultura en su retórica, permitía al gobernante adornarse y al mismo tiempo ocultar aquello que podria ubicarlo justo en la línea que divide a la corrupción de la honestidad. Había que taparle el ojo al macho y mantener distraídos a los intelectuales independientes. El mañoso esquema fue alimentado hasta que las redes sociales aparecieron en el espacio mediático. Las interacciones entre los internautas funcionaron como si fuese un gran martillo capaz de romper el grueso blindaje que durante décadas protegió a los mandatarios dedicados a promoverse como alternativa viable para encabezar al poder Ejecutivo de México. La sociedad lo percibió y decidió pedir cuentas e incluso hurgar en el gasto público de los políticos que priorizaron la promoción de su imagen personal, en algunos casos con obras suntuarias e inoperantes para dizque promover la cultura pero, hay que decirlo, enmarcadas en el rubro comercial que incluye los negocios de quienes gobiernan para enriquecerse poniendo en acción el apotegma político que ha resistido todas las cruzadas moralizadoras, incluida la de Miguel de la Madrid: el que no salpica, se seca.

Valga acotar que antes de que se diera esa llamémosle coincidencia en la Gran Nube, dentro de la buap aconteció un hecho importante: la cultura se quitó la rienda burocrática que durante algunos sexenios la mantuvo sometida al contentillo del gobernante o, en el mejor de los casos, asida al comodino costumbrismo intelectual. El cambio fue posible gracias a la energía social, o sea el motor que impulsa, mueve y transforma, fuerza cuya inercia indujo en sus directivos la necesidad de librarse de la potestad y controles del gobierno y desde luego a fomentar la participación silenciosa de su base social.

Una de las primeras manifestaciones de esa sinergia es sin lugar a dudas el Complejo Cultural Universitario. Ahí se produjo el fenómeno previsto por el entonces rector, según lo manifestó Alfonso Esparza Ortiz. “La Universidad —repito lo dicho por Esparza— se ajustó a la visión cultural del rector Agüera Ibáñez, acciones diseñadas con la intención de mejorar la oferta cultural y hacer que la sociedad acudiera a ese Complejo Cultural”. Y se logró.
La voz del pueblo
Los jesuitas descubrieron que para tener éxito en su misión evangelizadora era necesario involucrar al pueblo a partir de la influencia de los líderes naturales. En Japón y en China, por ejemplo, aprendieron que para garantizar el éxito en la difusión de su fe había que adaptarse a los usos y costumbres del pueblo. Así lo hicieron, sin embargo, al final del día, fueron derrotados por la milenaria raigambre cultural china. Esto porque se toparon con la exigencia de varios emperadores que impusieron su autoridad sobre la potestad de la Iglesia de Roma. La disputa entre las cabezas del poder cívico-espiritual y el poder religioso, más las persecuciones contra los cristianos y la actitud autoritaria del Papa, acabaron con los intentos diseñados con el interés de convertir al pueblo sin reparar en la posibilidad de enfrentar el sincretismo que, por ejemplo, se dio en América, especialmente en México. Los generales del Ejército de Dios entendieron que el poder civil los separaba de su objetivo pastoral. También comprendieron que su alianza con la sociedad les ayudaría a negociar con la autoridad de la Iglesia. Su problema fue que en aquel tiempo era materialmente imposible articular y unir a su favor la fuerza y la fe populares. Por ello y otras minucias financieras los expulsaron de los territorios que operaban de acuerdo con la directriz espiritual del vicario de Cristo. Su autonomía e influencia popular los había hecho el grupo más incomodo y peligroso para la Corona. Las actitudes y razonamientos de los miembros del Ejército de Dios sembraron en el pueblo la semilla de la libertad y, por ende, el deseo de liberarse del yugo de la autoridad virreinal.
¡Música maestro!
Aunque sin tintes religiosos, Carl Orff hizo su obra siguiendo los pasos de los jesuitas, precisamente. El compositor alemán encontró en el pueblo la inspiración para su música. Como es bien sabido escribió Cármina Burana basándose en la colección de veinticinco canciones populares sobre el amor y la alegría de vivir. Dicen los musicólogos que a ello se debe que cada presentación de esta obra esté garantizada por el éxito, esto porque el contenido musical forma parte de la inspiración del pueblo, protagonista incontrovertible de la obra de Orff basada en los cantos goliardos (siglos xii y xiii) descubiertos en el siglo xix. (Carl Orff murió a la edad de 86 años, el 29 de marzo de 1982. Los guarismos suman nueve).
En el mismo tono o inspiración se ubica José Pablo Moncayo cuyo Huapango incluye la recopilación de varios sones jarochos, corazón o embrión de la música veracruzana; por ejemplo: El Gavilancito, El Siquisirí y El Balajú. Lo compuso cuando tenía 29 años. Moncayo murió el 16 de junio de 1958 (el nueve reaparece en la suma).
La Commedia de Dante Alighieri contiene los símbolos del conocimiento y pensamiento medievales; es decir, la cultura del pueblo basada en la religión, astronomía, filosofía y sabiduría, conocimientos compilados y difundidos por los investigadores de la época interesados en el legado moral, científico y religioso de los siglos. La Divina Comedia, que por cierto determinó el idioma italiano, también inspiró a Franz Liszt —el pianista del pueblo— de cuyas manos e inteligencia surgieron muchas piezas extraordinarias, entre ellas la Sinfonía Dante, precisamente (Liszt murió el día 31 del séptimo mes de 1886, a la edad de 74 años: el nueve se repite en la suma de los dígitos). Sandro Botticelli, autor del Mappa dell inferno y el retrato de Dante —por citar dos obras relacionadas con el tema—, fue otro de los artistas impactados por Alighieri. Sus lienzos muestran la colorida inspiración del escritor renacentista cuya cultura fue, sin duda, enriquecida con las creencias populares sustentadas en el pensamiento mágico. Valga agregar que Botticelli nació el 1 de marzo de 1445, fecha cuyos números sumados dan nueve.
Los jesuitas y Orff y Dante y Liszt y Botticelli y Moncayo —por sólo citar a seis llamémosle detonadores culturales de distintas épocas— muestran y confirman que aquello que surge del pueblo está destinado a prevalecer. Por ello, redundo, la religión, el arte, los liderazgos, la música y la política se desarrollan y fortalecen cuando el pueblo forma parte de estas expresiones. A ello atribuyo la trascendencia del Complejo Cultural Universitario, iniciativa que convirtió a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en la caja de resonancia de la cultura, tanto del estado de Puebla como de las entidades vecinas.
Todo ello podría desvirtuarse si sobre el ccu cayera la directriz de alguien desvinculado con la esencia social de la máxima casa de estudios de Puebla. Sólo así acabaría la llamémosle magia de esta extraordinaria obra cultural cuyo décimo aniversario está próximo. Esperemos que no se rompa la magia del 9…



@replicaalex