Del mismo modo que no sería un esclavo, tampoco sería un amo.
Esto expresa mi idea de la democracia.
Abraham Lincoln
Por
Alejandro C. Manjarrez
Hemos
tenido muchos estilos de cacicazgos, unos cortos y otros longevos. Los ha habido
desde el carismático y populista hasta el estratega político, pasando por los
arrabaleros que controlan elecciones. La historia da cuenta de ello. Vea usted:
Durante
décadas Juan Francisco Lucas dominó la Sierra Norte. Allá prosperó. Después
preparó y organizó las guerrillas que habrían de combatir y poner en entredicho
la capacidad del ejército francés. Quizá a esto se deba que —además del hito
histórico que se conmemora el 5 de Mayo— aquellos invasores sólo hayan dejado una
que otra grata y armónica descendencia, así como algunas de sus costumbres
culinarias, mismas que combinaron perfecto con nuestra cultura gastronómica.
Bueno, debo reconocer que también impulsaron la creación de las bandas de
pueblo cuando, sin habérselo propuesto, indujeron en Juárez la necesidad de ordenar
la formación de grupos musicales que pudieran compensar los efectos de la
música que acompañaba y animaba a los soldados europeos, zuavos y franceses. Según
los registros disponibles, el dominio de este Juan es el más longo de la
historia poblana.
En
el siglo XX irrumpió en la vida pública el famoso Maximino Ávila Camacho,
general fraguado en varias de las acciones de la Revolución Mexicana. En ese
lapso los caudillos se acostumbraron a eliminar rivales llenándolos de plomo. Francisco
I. Madero, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón fueron tres de las víctimas del
México cuya violencia estuvo influenciada por los consejos de la clase económica
estadounidense, entonces apoyada por el clero político.
Tenemos
pues que el clima y la orografía propiciaron que Puebla fuera la cuna ideal
para prohijar hombres valientes, mujeres bragadas y uno que otro individuo mañoso
que en lugar de pistolas, rifles o charrascas se valió del rumor, la intriga
palaciega y/o callejera, acciones impulsadas con el dinero que suele servir
para controlar a personas y grupos de la sociedad civil. Es el caso del gringo
William O. Jenkins y desde luego de sus esbirros entrenados en el arte de
corromper y eliminar a los competidores sin importar que éstos fueran honestos o
idealistas. El estilo aquel entre sajón, apache y mexica produjo la humedad que
llegó hasta los muros de la presidencia de la República, primero a cargo de
Miguel Alemán y después en manos de Manuel Ávila Camacho. Fue en esa época cuando
apareció este llamémosle salitre financiero.
Hay
desde luego otros caciques que no obstante su medianía intelectual también
causaron daños a sus regiones. Es el caso de Tehuacán y Atlixco, invernaderos que hicieron posible que
nacieran y crecieran —hasta florecer espinosos— los dominios de Amador
Hernández y Eleazar Camarillo, respectivamente.
En
fin, toda esta digamos que cultura del poder forma el extraordinario marco
político que adorna el cacicazgo de Rafael Moreno Valle. Sustento mi dicho en
su obvia influencia y manejo financiero y controles políticos, vocación que
empezó a notarse durante el mandato de Melquiades Morales Flores, el gobernante
que cayó bajo su influjo. Podríamos decir que en aquel sexenio dio inicio lo
que el tiempo convirtió en la ostentosa presencia pública del nieto del gobernador
que impulsó a Morales Flores. De ahí que la actitud o complacencia de Melquiades
haya respondido al compromiso político generacional que contrajo con el doctor
y general mencionado.
Si
hubiere alguna duda invito al lector a meditar sobre lo escrito en las líneas
anteriores. Es la constancia o prueba histórica que me permite afirmar que la
vida política de Rafael tiene un estilo combinado con el talante de Maximino,
Jenkins, Hernández, Camarillo, Lucas y otros caciques menores que no vale la
pena referir. Empero, que conste, él ha mejorado
las versiones antiguas del cacicazgo que durante los últimos siglos azotó a la
entidad. Y no sólo eso: también agregó a la historia del dominio
político-económico heterodoxo, la presencia pública de su esposa Martha Erika
Alonso Hidalgo.
Puebla
sigue siendo la cuna del cacicazgo nacional gracias a que tuvo cacicazgos con diferentes
estilos y duración, desde el carismático populista, hasta el estratega político
y desde luego los arrabaleros que controlan elecciones. Lo curioso es que el de
Moreno Valle podría pasar a la historia como el más completo.
No
hay duda: Puebla está a punto de reafirmarse como la cuna del cacicazgo que
forma hombres de horca y cuchillo y mujeres bragadas echadas pa‘delante y uno
que otro individuo mañoso que en vez de pistolas, rifles o charrascas se vale
del dinero para controlar a sus adversarios y mantenerse en el poder… Al tiempo.
@replicaalex