domingo, 18 de diciembre de 2011

Vida y milagros de un gobernador


Por Alejandro C. Manjarrez
Como comienza el periodo vacacional ab ovo, confieso a los lectores que lo utilizaré para preparar los originales de los dos libros a publicar en enero próximo. Mientras llega esa para mí esperada fecha, quiero compartirles las primeras líneas del inicio de la novela que se intitula: Soy político y qué. Se trata de la autobiografía de algún gobernador; o de varios unidos en uno. Por si existiere alguna duda sobre esta mi travesura, va primero el epígrafe y enseguida trece párrafos del primer capítulo:
Cualquier semejanza con personas en ejercicio pleno de su poder, o en la banca, o en retiro, o congeladas, o muertas, no es casualidad. Sólo es falta de imaginación.
“No hubo una sola voz que pusiera en tela de duda mis logros y el éxito que me propuse cuando todavía era un joven hijo de la tierra árida y empobrecida por los intermediarios, hombres cuya ambición produjo más pobres que los que actualmente soporta el campo mexicano.
“Por esa abrumadora descarga de lisonjas a mi trabajo, inteligencia y discernimiento político, se manifestó en mí, lo confieso sin rubor, la actitud de soberbia que me atrajo muchos enemigos, mismos que, poco antes de que yo dejara el cargo, brotaron como la mala yerba. Sin embargo, gracias a mi origen pueblerino pude entender mis errores y cambiar de ruta orientado por el ángel de la guarda que me acompañó durante el tiempo que ejercí el poder…
“Ya había sido diputado, posición que en automático me llevó al Senado. Aprendí cómo diablos corromper a quienes ejercen el poder. Lo que me faltaba encontrar era la forma de hacer que el Presidente se fijara en mí y me permitiera ser su amigo. Tuve que esperar a que se presentara la oportunidad.
“En esas andaba cuando en una reunión binacional con los gringos conocí a una bella hembra; nos hicimos amigos, nos confiamos algunos de los secretos que se pueden compartir. Y entonces, sin mediar protocolo o antecedente digamos que amistoso, ella me pidió lo que hasta ese momento me parecía poco menos que imposible:
“—Acércame al presidente Emmanuel Cordero —dijo de sopetón entrecerrando sus bellos ojos—. Te prometo que si lo haces seré tu aliada y usaré todo lo que tengo para que los dos logremos nuestros objetivos.
“Al escuchar semejante oferta, la imaginación que solía asediarme cuando estaba a solas frente a una mujer hermosa, me hizo concebir ideas sexuales fantásticas. Era la regla y me ocurrió en ése que parecía un encuentro casual. De ahí que mi libido respondiera de inmediato aunque con el freno de la madurez que prodiga la edad. Pude atemperar mis pasiones al combinarlas con el razonamiento producto de la experiencia. Pensé y dudé de la oferta-petición que me había hecho aquella fabulosa hembra, meditación que acompañé con el recorrido visual por sus atributos. Tanta belleza me quitó el resuello a pesar de ser yo un gallo muy jugado en esas lides. Imaginé lo que en esas circunstancias habría hecho mi abuelo garañón; vino a mi mente una de las muchas frases que me dijo (“a las viejas háblales derecho para no perder el tiempo”) y sin mediar delicadezas hipócritas solté a la fémina:
“—¿Quieres ser su amante?
“—Sí —respondió sin siquiera pestañear la cabrona—. Pero necesito que me recomiendes con él —agregó mostrándome los dientes humedecidos por el néctar de su boca.
“—Déjame pensarlo —enuncié mustio e hipócrita porque omití que yo era el que necesitaba ser recomendado—. Dame tu teléfono y la dirección donde pueda localizarte. Necesitamos tiempo para conocernos mejor… Tú sabes.
“—Sí, sí… Está bien —cantó mientras buscaba en su bolso la tarjeta que extrajo como si ya la tuviera preparada—. Aquí tienes mis generales: el celular, el radio, el número del teléfono y la dirección de mi casa. Háblame a cualquier hora —dijo con voz etérea. Y otra vez mi imaginación empezó a volar…
“Hasta ahí todo parecía lógico a partir de dos hechos: la debilidad que el Presidente sentía por las mujeres, y mi fama de mujeriego. Eso fue lo que yo quise ver basándome en el primer impacto que me causó esta dama de nombre Irene Walter Rémix. Pero allá muy en el fondo dudé de su franqueza, actitud que me indujo a sospechar sobre las intenciones que, supuse, me ocultaba. Inclusive llegué a presumir que todo se trataba de un plan para manipularme. Empero, pese a las dudas que nunca faltan, me dejé llevar por mi entusiasmo y enterré los recelos naturales que propician ese tipo de encuentros fortuitos. Esto porque Irene era como un sueño, una oportunidad que —pensé entonces y seguí en las mismas por largo tiempo— concentraba los dones de la naturaleza y los atributos que Dios hombre también debe haber soñado…
“Quise pero no pude borrar de mi cabeza su cadencia corporal, su voz sensual y su aliento a brisa primaveral. No podía despojarme de aquel aroma, esencia que me recordaba mi primer y fortuito encuentro con la adolescente que conocí en una fiesta del pueblo y que, en silencio y comunicándonos con los ojos, a hurtadillas, los dos nos desaparecimos para estrenarnos en el amor custodiados por las flores que emergían de la tierra como cómplices que nos protegían de las miradas indiscretas...”
El segundo libro ya lo he comentado en este espacio. Se llama Confidencias del poder. En algunos casos revelo y en otros rememoro hechos que no deben quedar en el olvido. Así que vertida esta nota bene, digo al amable lector que por este medio lo mantendré al tanto. ¡Ah! Y se aceptan sugerencias eh... 
Twitter: @replicaalex