domingo, 10 de febrero de 2013

Eduardo Rivera, ¿víctima o beneficiario del poder?



Por Alejandro C. Manjarrez
Ya lo publiqué pero creo importante repetirlo: Eduardo Rivera Pérez, presidente municipal de la capital poblana, se encuentra en una atmósfera política distinta a la que existía cuando inició su mandato municipal. Por ejemplo: su amiga Josefina Vázquez Mota perdió la elección presidencial y de paso su influencia y capacidad de gestión dentro de la estructura de poder. Y el PAN cayó al tercer lugar nacional en tanto que Gustavo Madero, su presidente, hizo todo lo que pudo (tal vez sin querer) para afectar el prestigio político del panismo nacional.
A lo anterior agregue usted el fuchi que en apariencia le hace Rafael Moreno Valle, un gobernador que inició su tercer año con la natural ventaja sexenal, mientras que Eduardo empieza el final de su mandato con el dramatismo que, dicen, conlleva el no ser parte del proyecto político de Rafael.
Valgan pues las palabras de Rivera para sustentar este llamémosle mal fario, conceptos que tomo de la entrevista que le hice, misma que fue publicada en la revista Réplica.
Lalo respondió así a mi pregunta sobre su relación con Moreno Valle:
…nuestros estilos son diferentes. Tenemos nuestras discrepancias. Decir que no las hay sería un absurdo. Si en las mejores familias existen, si en la relación con alguna persona se dan, sonaría falso decir que no las hemos tenido. Las hay. Somos personas distintas. Tenemos responsabilidades diferentes; sin embargo, lo que puedo decir es que entre el gobernador y el presidente municipal siempre ha existido la capacidad de los acuerdos y el diálogo, la aptitud para desarrollar el trabajo en conjunto…
Lo que leyó fue dicho el año pasado cuando aún no ocurría la debacle del blanquiazul. Lo extraño, curioso o políticamente correcto es que Moreno Valle nunca haya mencionado nada que avale el criterio de Rivera, aunque diría cualquier observador de la cosa pública el titular del poder Ejecutivo no necesita declarar lo que salta a la vista.
Incluyamos a esas discrepancias otro hecho insoslayable:
Cada cual tiene su candidato a la presidencia municipal de Puebla. Uno, el de Eduardo, afín a la ideología que ha dado forma al panismo tradicional o yunquista. Y el otro, el de Rafael, apegado al pragmatismo político que distingue al gobernador, un hombre que lo hemos visto y dicho no da paso sin huarache.
Ahora una paradoja
Aunque le parezca extraño, para Rivera Pérez podría ser mejor o más benévolo que el PRI ganara la elección municipal. Esto porque ello restaría fuerza política al mandatario poblano. De lo contrario, si todo le sale bien al góber, Lalo enfrentaría una no negociable persecución contable-administrativa, acción con la cual el gobierno estatal buscaría demostrar que la legalidad no tiene partidos ni parámetros y, de paso, delegar legitimidad y fuerza política a lo que, supongo, será el primer y único Congreso local longevo con mayoría morenovallista. En este caso el gobernador establecería acuerdos y diálogo con el nuevo presidente municipal para dejar en manos de Eduardo Rivera la oportunidad de rascarse con sus propias uñas.
Una vez planteado mi travieso escenario en el que falta la participación del PRI (lo dejo para después cuando se confirme la candidatura de Enrique Agüera, participación que daría un vuelco a los pronósticos), vaya la siguiente interpretación de lo que podría suceder en esta nuestra pequeña aldea global:
No habrá carro completo ni en la elección de diputados ni en la de alcaldes. Será un proceso muy disputado en virtud a las capacidades electorales de los bandos en contienda. La ventaja de uno es la dispersión de membretes que, una vez unidos, establecerían la fuerza política que daría sustento al morenovallismo. Y el momio del otro es, ni más ni menos, el poder del Estado en proceso de legitimarse como tal.
Y ya que hablo de la lucha de poderes, para concluir incluyo las palabras de Juan de Palafox y Mendoza, frases publicadas en el libro de Genaro García (Documentos inéditos o muy raros, 1906). El lector dirá si podría asumirlas como suyas el alcalde de Puebla (por cierto fan de Palafox) o cualesquier otro de los políticos de aquí o de la nación:
No es poder al que no le contiene la razón; no es poder el que rompiendo los términos del derecho, asalta las leyes, impugna los cánones sagrados, combate los apostólicos decretos. ¡Ay del poder que no se contiene en lo razonable y justo! ¡Ay del poder que a fuerza de poder y no de jurisdicción, quiere también ejercitarlo dentro de los sacramentos! ¡Ay del poder que no le basta el poder del Rey ni del Pontífice para humillar ese poder! Éste que parece ser poder es ruina de sí mismo, porque cuando parece que todo lo pisa y atropella, es pisado y atropellado de su misma miseria y poder. Es potencia imponentísima, cuya mayor fuerza es su propia perdición…
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