jueves, 21 de marzo de 2013

Aciertos (y asegunes) de Moreno Valle


 

Por Alejandro C. Manjarrez
El aplauso a los políticos es una manifestación prácticamente prohibida en los periodistas críticos. Se trata de una regla que no existe en los manuales o códigos de ética periodística. Sin embargo, algunos la “rompen” cuando la acción del gobernante, líder o legislador va más allá del simple cumplimiento del deber. Quite el lector de esta digamos que excepción (que debe ser sensata y coherente) a quienes se ganan la vida e incluso que se han hecho millonarios valiéndose precisamente del elogio burdo, desmedido y constante, cebollazos que sólo se los creé el destinatario y con frecuencia promotor financiero de su propia alabanza.
Sobran los ejemplos.
Dándole vueltas a la memoria encuentro algunos gobernadores que por su trabajo y actitud personal se ganaron uno o dos aplausos. Por ejemplo: Alfredo Toxqui Fernández de Lara y Manuel Bartlett Díaz. El primero sin regateo ni revire compensatorio (crítica), ya que el tipo se conservó con los pies en la tierra y nunca escondió la cara. Y el segundo con ciertos reproches, más que justificados.
Otro gobernante merecedor de la adulación fue Melquiades Morales Flores, tanto por su estilo populachero que nunca lo separó de la gente (imitó a Toxqui), como por su entusiasmo y deseo de trascender a la historia como uno de los mejores mandatarios de Puebla. Esto último le falló (y feo) debido a que varios de sus amigotes usaron su influencia para hacerse millonarios. Diría alguno de sus compadres y paisanos de Chalchicomula (tiene cientos): Melquiades borró con la cola lo que había dicho con la boca.
En este arbitrario balance no entran ni Mariano Piña Olaya ni Mario Marín Torres, por las razones que el lector bien conoce, pruebas a las cuales el columnista agrega: Mariano dejó los negocios del gobierno y también la gobernanza (que pesado vocablo) a su amigo y asesor Alberto Jiménez Morales, quien –como ya lo he escrito– se despachó con el cucharón. Y Mario manejó el poder y la administración pública acompañado de sus cuates, cómplices o socios. Antes de este par de mandatarios, estuvo al frente del Ejecutivo, Guillermo Jiménez Morales, un político cuya ortodoxia lo mantuvo arraigado a los tiempos del PRI hegemónico, autoritario y anecdótico.
Rafael Moreno Valle
Según mi apreciación, el actual gobernador ha roto la tradición política que durante décadas navegó en las aguas del populismo y la futilidad. En primer lugar porque se mostró selectivo y excluyente, circunstancias que lo alejaron de las masas y de la oratoria tradicional que acaricia el ego de aquellos que representan a los poderes fácticos. En segundo término debido a que se auto impuso la condición de convertir a Puebla, en la entidad más dinámica y de mayor crecimiento económico, de acuerdo con su particular punto de vista.
Dos hechos que por novedosos tienen sus asegunes. Uno de ellos: su mala relación con la prensa (fallaron los asesores y, obvio, su percepción sobre los periodistas y el periodismo local). Otro: la ejecutividad que no incluye la cortesía (consulta y consenso) con los grupos poblanos cuya opinión había sido importante hasta antes de su llegada al poder. Uno más: la espectacularidad de sus acciones, estilo que sacudió a los ciudadanos atrapados por su indolencia o comodidad. Y el último de esta entrega: su oído sensible a las lisonjas de aquellos que las emplean como –dice la Biblia– Josué utilizó a los siete sacerdotes para, con el sonido de sus trompetas, derrumbar las murallas de Jericó, en el caso de Rafael, las barreras que protegen al sentido común del elogio mañoso y perverso.
Respecto al choque con la prensa local, Moreno Valle nos sorprendió al cambiar la estrategia para, supongo, corregir errores y actitudes derivadas de los malos consejos. Como este talante forma parte del manual de buenas costumbres políticas (no se ha escrito pero existe), el acto deberá tomarse como una rectificación digamos que inteligente y ante lo que viene más que necesaria.
Ahora bien, con relación a transformar Puebla para hacerla trascender y –diría Manuel Bartlett– recuperar su grandeza, además del beneficio de la duda creo que el mandatario se ha ganado un cuidadoso y moderado aplauso. Señalo dos de las causas:
1.     La atracción del complejo industrial Audi cuyo impacto social y económico es incontrovertible.

2.     La gestión y organización del Tianguis Turístico que ubicó a Puebla en el escenario internacional, circunstancia que deberá acercar inversiones y capitales que habrán de servir como detonadores del desarrollo en todas sus variantes.
Para alcanzar este par de logros, Moreno Valle Rosas tuvo que impulsar otras acciones que, a pesar de su impacto y trascendencia, forman parte de las obligaciones del gobernante. No son motivo de reconocimiento pues. Y menos aún de encomio ya que simplemente cumplió con el deber que le asignó el pueblo. Para eso fue electo.
Dirá el lector suspicaz que detrás de todo lo que ha hecho el gobernador del estado de Puebla, hay intereses electorales. Y sí pero de ello hablaremos en otro espacio.
@replicaalex