domingo, 17 de marzo de 2013

El Papa vs la corrupción


 

La religión mal entendida es una
fiebre que puede terminar en delirio.
Voltaire
Por Alejandro C. Manjarrez
La gaviota que se paró en la chimenea de la Capilla Sixtina, no era una ave cualquiera. No. Llevaba el mensaje de miles de navegantes y viajeros muertos en el mar, entre ellos varios de los jesuitas cuya misión en la tierra debería conducirlos hacia la santidad. “José Mario Bergoglio será quien salve a la Iglesia”, pudo haber sido el recadito captado por el subconsciente de los cardenales del Cónclave, mismos que ignoraban el hecho a pesar de que las imágenes del pájaro estaban siendo vistas por millones de seres humanos.
¿Casualidad, suerte, señal divina, coincidencia, buenos deseos, magia?
Sólo Dios lo sabe. El caso es que la estampa del palmípedo sobre el chacuaco dio cuerda a la imaginación creadora de religiones y fábulas. Una de éstas es la de la gaviota que porta el espíritu de los marineros desaparecidos en el mar.
La otra mano de Dios
Nos cuenta Carlos Fuentes (Cinco soles de México) que cierto periodista preguntó: ¿cuándo empezó México? La pregunta fue para el grupo de mexicanos donde él participaba. Preocupado por su respuesta, Carlos pidió el consejo del escritor argentino Martín Caparrós. Éste le contestó primero con una humorada: “Los mexicanos descienden de los aztecas. Los argentinos descendimos de los barcos”. Después agregó ya con la seriedad que exigía el momento: “La verdadera diferencia es que la Argentina tiene un comienzo, pero México tiene un origen”.
No obstante esa diferencia, las dos naciones comparten historias que las relacionan. La migración europea una de ellas. Otra: la influencia española. Y la tercera, quizá la más importante: la religión católica, creencia cuyo objetivo primario fue la evangelización del indígena (según los primeros frailes, había que dotar de alma a esos “seres infelices e idólatras”). El contraste es que allá en la Argentina predomina la influencia europea, mientras que acá en nuestro terruño impera la mezcla racial cuyos credos se amalgamaron para fomentar el sincretismo, o “alma nacional” como lo definió Alfonso Reyes.
El catolicismo es “incomprensible sin sus máscaras indias”, escribió Fuentes en el libro de marras. Una de esas “máscaras” es la que surgió de los cruces imaginarios entre la Gran Tonantzin y María, la madre de Dios, encuentro que, ni más ni menos, produjo el guadalupanismo o “alma nacional”.
Regreso a la gaviota:
Una vez que el pájaro voló y salió el humo blanco por el tubo que apuntaba al cielo, vimos y escuchamos cantos, gritos, rezos, ruegos, alegría e incluso hasta el ingenio de quienes todo convierten en chiste, como el que aludió a la condición de argentino del nuevo Papa: “Debió llamarse Jesús II, che”.
Así, en poco menos de media hora, la presencia de la gaviota coincidió con el voto de las eminencias, hombres supuestamente dirigidos por la mano derecha de Dios (la izquierda ya la había quemado Maradona). El consenso favoreció al cardenal argentino-italiano.
Fue sin duda un acto de justicia y equilibrio religioso si consideramos el origen jesuita de quien se hizo llamar Francisco, nombre que adoptó sugestionado por la vida de Francisco de Asís, el santo que hizo votos de pobreza. Por boca del propio Papa nos enteramos que la sugerencia fue del cardenal brasileño Hummes: éste le pidió tener presente a los pobres.
Daños colaterales
No debemos olvidar que hubo muchos jesuitas perseguidos y asesinados en China, India y África e incluso en América. Tampoco podemos soslayar que la desgracia y la incomprensión persiguieron a los miembros del Ejército de Dios: cientos de ellos murieron en altamar cuando naufragaron los barcos que los transportaban. A este mal fario hay que agregar la tragedia cultural que también produjo enormes daños económicos: sin darse cuenta e influido por sus ministros “ilustrados” que le recomendaron expulsar a la Compañía de Jesús de la Nueva España, arguyendo causas “gravísimas relativas a la obligación de mantener en subordinación, tranquilidad y justicia a sus vasallos”, Carlos III propició lo que primero fue el sentimiento de independencia y después la pérdida de la mitad del territorio mexicano. La expulsión de los jesuitas había dejado sin control político la parte norte de México y, en consecuencia, inoculado en los mexicanos la pasión anti yanqui que el tiempo aderezó con el deseo de recuperar lo perdido, misión que llevan a cabo nuestros prolíficos migrantes.
Todo ello me lleva a suponer que el espíritu de miles de sacerdotes muertos y la energía de millones de mexicanos vivos, se unió al mensaje de la gaviota para —como ocurrió— lograr que por primera vez en la historia de la Iglesia romana, un jesuita ocupe el trono de la sede de San Pedro.
La mano de Ratzinger
Dejo atrás la magia que contagia (cacofonía válida) y pongo los pies en la tierra para suponer que el ahora Papa Emérito metió su santa cuchara con la intención de favorecer a Bergoglio. Es probable. Incluso hasta pudo haber inducido el voto de los cardenales aún influenciados por su ex papado (quite al mexicano Norberto Rivera). Tal vez hasta pensó en que José Mario sería el único Obispo capaz de limpiar la casa de Dios.
El ex Papa sabe que el argentino mira a los niños, no como objetos para saciar los bajos instintos pederastas, sino como los seres impulsores en potencia de la tradición católica que así como enseña también moldea los cerebros tiernos hasta convertirlos en promotores de la fe y, ahora, quizás, en miembros activos o adherentes del Ejército de Dios. Igualmente conoce y le consta la austeridad con que vivía el hoy vicario de Cristo, modestia que podría hacer las veces del escudo que lo proteja de la corrupción imperante en el Vaticano.
Como buen teólogo y filósofo, Joseph Ratzinger debe haber concebido la estrategia para desarticular la red de poder que a él lo mantuvo atado de manos, pies y lengua obligándolo a pensar en alguna estrategia que acabara con la corrupción en la Santa Sede. De ahí su sorpresiva y bien meditada renuncia. Y por ello su inteligente inducción para inclinar la balanza hacia el cardenal argentino (desechar esta posibilidad implica menospreciar la inteligencia y preparación del hoy Papa Emérito, el mismo que con Juan Pablo II hizo las veces de eficaz y acertado consejero político y teológico).
Me lo dijo un pajarito
Preguntará el lector de dónde saco tantas figuraciones. La verdad es que no me resultó complicado ya que a pesar de los controles, juramentos y amenazas de excomunión para los cardenales lenguaraces, al final del día trascendieron los trascendidos (declaro válida la redundancia); es decir, pudo más el protagonismo personal que la misión pastoral o los dictados del Espíritu Santo. Además es obvio que la indiscreción fue producto de las decepciones que atraparon a los cabecillas de grupos ajenos al nuevo Vicario. De igual manera es incuestionable que la llegada del jesuita al poder, indujo a sus enemigos a “soltar la sopa” para —sin habérselo propuesto claro— demostrar al mundo que son tan humanos como cualquier pecador empedernido.
Ya lo sabe usted pero no está por demás repetirlo:
Lo anterior salió a la luz pública gracias a que fue revelado por el cardenal austríaco Christoph Schönborn, declaración que tamizó con la siguiente frase: “Una de las primeras tareas del papa Francisco, debería ser acabar con la divulgación de secretos del Vaticano a la prensa”. Como Christoph estaba en la lista de los papables, debemos suponer que, tal vez por despecho, el jerarca se arrogó la condición del pajarito que delata a la parvada. A esto atribuyo la otra confesión del susodicho cardenal: "Es un escándalo que se pueda leer lo que pasó en el cónclave palabra por palabra en los medios".
Argentina, México, Roma
Aparte del orgullo de la nacionalidad y demás coincidencias de carácter intelectual (como la de Fuentes y Caparrós), entre José Mario Bergoglio y Jorge Luis Borges existen varios vínculos que los relacionaron en el tiempo debido a sus primeros encuentros con la religión. Por ejemplo:
Borges escuchó a su abuela de origen inglés citar de memoria la Biblia, lo cual —como él mismo se lo dijo a María Esther Vázquez, su biógrafa— le indujo a entrar en la literatura por el camino del Espíritu Santo. Y Bergoglio ingresó a la literatura precisamente a través de las lecturas de la obra de Borges.
Otras concordancias:
Ambos tuvieron una infancia bilingüe, uno en español e italiano, y el otro en inglés y español. Los dos enfrentaron a la dictadura con su propio estilo: el hoy Papa valiéndose de las parábolas religiosas, y el literato criticándola sin piedad intelectual consciente de que —lo dijo ante un nutrido grupo de escritores— ese tipo de gobiernos fomentan la opresión, el servilismo, la crueldad y la idiotez.
Traje a colación a Borges debido a que éste admiró al mexicano Alfonso Reyes, tal y como lo dejó asentado en las líneas finales de su artículo en la revista Sur (año 1960); a saber:
“… la memoria de Alfonso Reyes era virtualmente infinita y le permitía el descubrimiento de secretas y remotas afinidades, como si todo lo escuchado o leído estuviera presente, en una suerte de mágica eternidad. Esto se advertía, asimismo, en el diálogo.”
De la gaviota a la lechuza
Las coincidencias entre México-Argentina me llevan a concluir con la pregunta que se hacen los mexicanos agraviados por la omisión o la complicidad en los delitos de pederastia:
¿Francisco, el Papa, castigará al cardenal mexicano Norberto Rivera Carrera?
Puede ser siempre y cuando el jesuita quiera empezar a rescatar el prestigio de la religión católica.
Ya veremos si la lechuza se posa en las almenas de la Catedral Metropolitana. Y podremos comprobar si el poder de la sotana permite al Papa limpiar la casa de Dios, empezando por la sucursal México.
 
@replicaalex