domingo, 21 de febrero de 2016

La mascarada de Puebla


Por Alejandro C. Manjarrez
Escribí el 6 de julio de 2011:
Luis Banck Serrato es sin duda un hombre talentoso. Aprendió la política cuando fue llamado a colaborar con el equipo de Colosio. Entre otras cosas se encargaba de cuidar que la agenda del candidato no se contaminara con la presencia de personas non gratas (los capos entre ellos) o virtualmente sospechosas. Allí estuvo hasta que ocurrió el asesinato. Llegó Zedillo a la candidatura dispuesto a vengarse de los colosistas que lo habían marginado e incluso minimizado. Fernando Manzanilla fue parte del grupo de jóvenes que ayudaban al entonces satanizado coordinador de la campaña. Así que horas después de que ocurrió el crimen y el consecuente relevo, Fernando y Luis validaron el pacto que habían hecho para ayudarse en la posición en que se encontrasen. Y siguieron siendo cuates, amistad que hasta la fecha (supongo) perdura.
De ahí que Manzanilla lo haya invitado a incorporarse a la Secretaría de Finanzas y Desarrollo Social, entonces a cargo de Rafael Moreno Valle. Y por ello la cercanía amistosa y profesional de los tres. (Ahora sólo son dos ya que Fernando fue defenestrado por su cuñadazo).
Aquella gestión resultó harto laboriosa y por ende comprometida con la intensa dinámica del incansable jefe Secretario. Comían y respiraban por necesidad y siempre dispuestos a interrumpir su vida privada para cumplir las órdenes de Rafa, señor de su tiempo y pensamiento. Ocurrió lo que ya sabemos y los cuates quedaron casi dueños de sus espacios personales. Cada cual se fue por su lado pero sin abandonar el proyecto Moreno Valle. Luis ingresó al Ayuntamiento para meses más tarde huir y contratarse como jefe de asesores de Javier Lozano Alarcón, secretario del Trabajo (hoy senador), razón por la cual siguió metido en la dinámica del poder hasta que…
Un día de Dios escuchó la oferta de MetLife. “Serás el responsable de las cuentas de gobierno”, deben haberle dicho antes de informarle la cantidad que ganaría. Cuando escuchó la cifra vio lo que parecía el paraíso laboral que le iba a permitir una mejor convivencia con su hija y esposa, sus seres queridos que habían sufrido las exigencias del trabajo burocrático. Lo veían sí, pero entre sueños y desmañadas. Por eso decidió alejarse de la brida que impone la vida pública.
Y se alejó de ese ambiente de intrigas y corrupción hasta que...
Rafael, el góber, lo sedujo con alguna de sus propuestas políticas y, obvio, económicas.
Luis escuchó el canto de las sirenas animándose a regresar al tablero del ajedrez de Rafael Moreno Valle; es decir, entrar al juego político del, hasta hoy, dueño del poder que incluye regidores, diputados y dirigentes partidistas (con una de ellas hasta "se entiende", como dicen en el pueblo. Me refiero, obvio, a su esposa Martha Erika). Y sin querer queriendo, el buen Banck apostó todo su capital al hombre que no conoce, ignora o de plano olvidó los limites donde la ética pública se separa del arbitrario interés personal.
Gracias pues a esa característica (el olvido u omisión), base del pragmatismo en su más absurda manifestación, Moreno Valle se hizo dueño o rentó la conciencia y dignidad de diputados, regidores y alcaldes, todos sirviéndole sin rechistar con la esperanza de, si no son desechados, seguir haciendo lo mismo en Los Pinos, espacio que se ha convertido en la obsesión de Rafa, como le dicen sus allegados. Y es en ese inventario donde Luis Banck Serrato decidió afiliarse prestándose a la mascarada de Puebla, fiesta en la cual aparece un sólo rostro, el policromado con los colores de casi todos los partidos de México.
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Gustavo Díaz Ordaz se puso la máscara del estadista hasta que un día se la quitó para transformarse en lo que llegó a ser: el recuerdo de la represión sangrienta del 68. Quizás estuvo influido por Maximino Ávila Camacho, el gobernante poblano cuya herencia parece haber brincado dos generaciones para hacer de la Puebla actual eso, una mascarada donde los participantes bailan al son que toca el mandatario Rafael Moreno Valle Rosas. De ahí que para prevalecer en la nómina y en el corazón de don Rafael, todos hagan como que practican la democracia, fortalecen la división de poderes y respetan los tres niveles de gobierno; que se coloquen la máscara, unos la elaborada por manos artesanales y otros, los más esquisitos, la literaria que trazó Octavio Paz en su libro El laberinto de la soledad.
Suerte Luis. Ahora te toca cuidar el "changarro" que dejó Tony Gali, candidato de Rafa. Y hacerlo sin transgredir la condición sine qua non del régimen poblano: cuidar la imagen del góber que en un año se va, o sea la misión diseñada por él para protegerse y procurar que no se le cierren las puertas del poder cuando la nación entera se de cuenta que él fue la viva representación del gran elector, figura que la sociedad moderna repudia y la inteligencia literaria ha aprovechado para novelar la vida del México, digamos que antiguo.
¡Suerte poblanos!
Diría el compadre Chong: con estas mulas tendremos que arar.


@replicaalex