domingo, 29 de julio de 2012

Impunidad y persecución



Por Alejandro C. Manjarrez
Lo peor que le puede pasar a un ciudadano es estar en la lista negra del gobernante en turno, cualquiera que sea. Esto porque basta que el jefe de jefes ordene la caza de su enemigo para que tanto los ministeriales como algunos jueces obedezcan la orden sin rechistar, incluso manipulando la ley para justificar el supuesto delito que deberán imputarle al presunto culpable. Lo más lamentable ocurre cuando los poderes Legislativo y Judicial se prestan a seguir ése que es un juego político parecido al de los sacerdotes que acudían ante el Tribunal del Santo Oficio para acusar a mujeres u hombres que les caían mal: afirmaban que eran brujas, anticristos, sodomitas o, en el menos peor de los casos, haber puesto en tela de duda la integridad del religioso o los fundamentos de su credo.
El tema sigue vigente. Da la impresión de que la historia prevalece –con algunas variantes, claro– y que se manifiesta en la actitud de los poderosos que se sienten infalibles, invulnerables, intocables y además dueños de la verdad. He aquí un ejemplo:
La persecución
Hace cuatro décadas conocí a Antonio Hernández y Genis. Me lo presentó don Antonio J. Hernández, su padre, dirigente de la CROM regional (Atlixco), y uno de los pocos líderes cuyo poder se sustentó en su sabiduría popular, a veces más efectiva que la teoría académica o la ciencia “inventada” por Maquiavelo. “Le presento a mi muchacho –me dijo en aquella ocasión–; quiere dedicarse a la política y lo voy a ayudar con una condición: que se prepare y convierta en un hombre leído”. Don Antonio vigiló a su vástago hasta que éste obtuvo el título universitario (UDLAP) y otros méritos académicos. En el ínterin lo “placeó” por los espacios políticos nacionales para que conociera a presidentes de la República y a una que otra de las vacas sagradas de la época cuyo legado prevalece.
Hernández y Genis creció política y culturalmente bajo el cobijo afectivo de su padre y los amigos de éste, la mayor parte políticos de primer nivel. Alguna vez escribí en este espacio que Toño era de los pocos priistas cuyas lecturas le daban autoridad intelectual como para rescatar a su partido del lugar en que lo metieron los mediocres y corruptos. Lo entrevisté varias veces y conversé con él otras tantas sobre distintos tópicos, relación y conocimiento que me permite decir que cuenta con una excelente preparación y que posee una singular inteligencia, además del conocimiento de los seres humanos que su padre le transmitió, y que su propia sensibilidad le permitió desarrollar.
La última vez que platicamos le pregunté si no temía que al ocurrir el relevo, Rafael Moreno Valle (entonces gobernador electo) lo persiguiera por haber escrito de él como lo hizo. Su respuesta (la repito de memoria) fue en los siguientes términos: “Es probable porque tiene la piel delgada y no resiste señalamientos como los que yo hice; sin embargo, confío en que use su inteligencia y entienda que los tiempos electorales no son aptos para personas delicadas o rencorosas. Y si él lo es, pues ya veremos”. Después me confió que estaba preparado para sortear las más perversas revisiones. “No soy corrupto y menos pendejo –dijo–. Pero como conozco bien a Rafa y lo traté siendo él secretario de Finanzas, sé que podría ordenar una persecución en mi contra, acoso que se resolverá con la ley y, estoy seguro, finalmente la misma ley me librará de lo que me inventen o tergiversen. De darse este supuesto resistiré la persecución sexenal. Y después ya veremos”.
El “ya veremos” me vino a la memoria cuando el Congreso local emitió un comunicado sobre la apertura del proceso a cargo de la Comisión Inspectora dispuesta a revisar las cuentas de Hernández y Genis, ex director del Colegio de Educación Profesional Técnica del Estado. Asimismo recordé a mi maestro y jefe, el constituyente Ignacio Ramos Praslow, a quien el presidente Adolfo López Mateos –abogado por cierto– encarceló por el delito de disolución social, igual que lo había hecho con David Alfaro Siqueiros y el periodista Filomeno Mata. Los tres (y otros más) fueron indultados cuando se comprobó que el gobierno había pervertido las leyes, precisamente para vengarse de los incómodos personajes convertidos en críticos. Y que conste que no existía la cultura de derechos humanos que hoy enarbolan los más destacados personajes del mundo intelectual, cultural y político.
¿Perversión de las leyes?
Mientras que haya impunidad las leyes estarán siendo pervertidas.
En tanto éstas se utilicen para perseguir a los enemigos ideológicos o culturales, la perversión jurídica lesionará a quien o quienes la promuevan.
Mario Marín Torres y Antonio Hernández y Genis podrían ser un ejemplo de esa perversión, el primero por ser beneficiario del trato bajo la mesa que le dio la impunidad que goza; y el segundo como víctima de la venganza que germina fertilizada por el rencor y los resabios.
Ya veremos.
Twitter: @replicaalex