jueves, 5 de julio de 2012

Manos negras en el PAN


Manuel Gómez Morin y Luis Cabrera Lobato. Convención 1946
Por Alejandro C. Manjarrez
Dándole vueltas al problema del PAN concluyo que son varias las causas. Una de ellas, la generacional; otra, el machismo que aún prevalece como fenómeno político; la tercera, las luchas internas por la ambición que surgió el día en que ganaron la Presidencia; la cuarta, la mano negra que se les coló; la quinta, el amiguismo del presidente Felipe Calderón; y la sexta, quizá la más importante, el pésimo manejo de la campaña electoral que produjo los errores en el diseño de la imagen de su candidata.
Días de gloria
En 1952, cuando Efraín González Luna se auto etiquetaba como candidato a la presidencia de México, el proselitismo panista adquirió el estilo que tuvo durante décadas, hasta que, como lo sugiere Ana Teresa Aranda, Rafael Moreno Valle apareció en las negociaciones entre Elba Esther Gordillo y Felipe Calderón. Antes de este evento su consolidación estuvo a cargo de José de la Luz León y Marcos Mastretta. Más tarde se incorporaron Luis Hinojosa González, Manuel Iñíguez, Manuel Castillo Miranda y Jesús Bravo Cid de León. Para la década de los setenta, los hombres más populares fueron Miguel López y González Pacheco y Miguel Fernández del Campo Machorro.
En 1971 apareció en la escena albiazul Roberto Cañedo Martínez, para disputar la alcaldía de Puebla. Según se dijo, don Roberto le ganó a Gonzalo Bautista O’Farril; sin embargo, al final de cuentas, el priista fue presidente municipal. Años después entrevisté al doctor y para justificarse me confió que Cañedo y él concertaron e hicieron un pacto de caballeros.
La enjundia de Cañedo contagió a su hijo Alejandro. Y oh sorpresa: éste ganó por primera vez para el PAN la diputación federal de mayoría, triunfo que le sirvió para ocupar la jefatura regional de su partido. Poco después, en Tehuacán, el PAN empezó a tener influencia electoral porque se convirtió en el canal donde se expresó el descontento de los ciudadanos molestos con los gobiernos, municipales y estatal. A ello se debe que en 1973 el mencionado Alejandro ganara la diputación, igual que Miguel Fernández del Campo (padre del priista Pablo Fernández), éste último con la votación más alta de la oposición en el país (superó los 50 mil votos). La representación de Acción Nacional aumentó gracias a la reforma política del presidente Luis Echeverría Álvarez: llegaron al Congreso de la Unión 25 diputados panistas.
Después empezaron los fraudes a cargo de los alquimistas del gobierno. El ambiente político transformó a Puebla en un campo de batalla donde la metralla fue verbal y mediática. De aquellas confrontaciones quedan muchos recuerdos que, al parecer, olvidaron los integrantes de la nueva generación panista. Ahí están Francisco Fraile García, Ana Teresa Aranda Orozco y Humberto Aguilar Coronado, por sólo citar a tres de los panistas sufridores y leales a la causa inspirada por Manuel Gómez Morín. Ejemplos:
Propuesta indecorosa
Fraile se volvió sordo ante el canto de las sirenas cuando el entonces gobernador Manuel Bartlett le dijo que fuera candidato a la alcaldía, garantizándole que ganaría la elección: con esa actitud impidió que su partido abandonara la democracia, que entonces era su baluarte (hoy es retórica). Ana Teresa puso en acción su proyecto de resistencia civil (escuela de la hermana de Calderón) hasta que logró recuperar Huejotzingo, después claro de aquella arrastrada frente al Palacio de Gobierno de Puebla. Y Aguilar se enfrentó y resistió las truculencias de Mario Marín, cuya intención fue desprestigiarlo valiéndose de acciones tan ruines como estúpidas (mano negra de Mario Marín): Humberto no ganó la elección por el fenómeno que produjo muchos votos a los candidatos del PRD, algunos astutamente financiados por el gobierno, precisamente para que le quitaran votos al PAN y pudiera ganar el PRI.
Ambición y olvido
Apareció la pléyade de jóvenes que, como siempre ocurre, vieron con desprecio a la “vieja guardia”. Incluso, algunos de ellos se dedicaron a criticar el “estilo vetusto” de quienes habían abierto la brecha. Las condiciones del país permitieron a esa chamacada acceder a cargos de elección popular para unos sentirse elegidos de Dios y otros con las orejas de Éste en sus manos. La coyuntura fue, sin duda, el desprestigio de la política y, especialmente, del PRI gobierno. En fin, son hechos harto conocidos. Tal vez inspirados en la actitud de Fox primero y después en la de Calderón.
El actual Mandatario creó al grupo cuya función aparente fue eliminar de la escena del poder a “viejos” panistas como Santiago Creel, Diego Fernández de Ceballos y otros más con pedigrí y talento. Quiso crear a la generación que lo sucedería. Pero al morir su principal carta (Juan Camilo Mouriño) perdió el equilibrio político y empezó a jalar de aquí y de allá en vez de apoyarse en esos “viejos” panistas que le habrían ayudado a sacar al buey de la barranca. Intentó eternizarse valiéndose de sus “alumnos” en política y elecciones. Y colocó al PAN en el peor de sus momentos históricos.
La pastora
Hábil y ambiciosa, Josefina percibió la oportunidad y la aprovechó valiéndose de su información y de la complicidad de una parte del equipo de Calderón. Ganó la interna y fue la candidata que todos vimos: capaz e inteligente pero muy mal asesorada por los jóvenes a quienes les faltó madurar. A las primeras de cambio, Roberto Gil, su inteligente coordinador, mostró su inexperiencia o, como dijo Bernard Shaw, que la juventud es un mal que sólo se cura con los años.
Con la clase política resentida y marginada por la nueva generación, empezó la debacle de Acción Nacional. El “ráscate con tus uñas” fue la respuesta, incluso la del propio presidente cuyo candidato (Ernesto Cordero) perdió la interna. Lo peor llegó cuando dos de los marginados abandonaron a Josefina para irse con Enrique Peña Nieto. Vicente Fox y Manuel Espino provocaron el daño que suele producir el escándalo. Pudo haber sido la puntilla mediática que hirió de muerte a quien utilizó a los medios para tratar de posicionarse valiéndose de su estridencia pastoral y sus chambonas ocurrencias que, supongo, fueron recomendadas por los genios que menospreciaron al elector y por ende a los adversarios. Curiosamente, Gabriel Quadri o Elba Esther, que es lo mismo, le salvó el prestigio a Josefina Vázquez Mota al “permitirle” quedar en la tercera posición, no así en la última. De cualquier manera la Señora perdió y, paradójicamente, hoy se muestra como la salvadora de su partido.
Ya escuchamos la voz de Ana Teresa Aranda. Faltan las opiniones de Fraile y Humberto quienes deberán decir a sus correligionarios, si coinciden o no con lo que dijo Ana Tere, o si tienen otra forma de pensar sobre la “mano negra” que representa el panismo de Rafael Moreno Valle, hoy gobernador pluripartidista.
Twitter: @replicaalex