Por Alejandro C. Manjarrez
Al enterarme de su designación aprobada por el Senado de la República, recordé este pasaje que le comparto, mismo que (vuelvo a la auto promoción) forma parte de mi libro próximo a publicarse cuyo título es: La Puebla variopinta, conspiración del poder. Va:
Pata, como la llamaba en público Mariano, había sido directora de la cárcel de mujeres ubicada en Santa Martha Acatitla, delegación Iztapalapa del Distrito Federal. En una de esas reuniones poblanas tensas para Patricia dado que su estilo entonces laxo contrastaba con la forma de ser de las señoras del jet set (barroquismo social), la entonces primera dama del estado jugaba con la semántica para hacer referencia a su conocimiento de las mujeres encarceladas, víctimas unas y victimarias otras. Su tema preferido fue el caso de Linda, la viuda de Carlos Denegri, a quien decidió asesinar porque, según su dicho, estaba desesperada y harta por tanta ofensa y el mal trato al que durante años la sometió: “Cuando estuve en la cárcel…” era el proemio preferido de la hoy doctora Patricia Kurczyn Villalobos, mismo que dejaba inconcluso para poder disfrutar de las caras de sorpresa de sus anfitrionas. Después de una larga pausa aclaraba la razón de esa estadía y platicaba lo que vio y escuchó en aquel penal. El homicidio perpetrado por Linda, uno de esos casos, quizá su preferido en razón a la historia de aquel periodista.
Para beneficio de Linda, gran parte de la sociedad justificó el crimen. La fama pública del autor de la columna Miscelánea (Excélsior) fue la causa de semejante consenso. Denegri fue “el mejor y más vil de los reporteros”, según dijo Julio Scherer en uno de sus libros. Era la envidia de los periodistas de la época, escribió Mosiváis en alguno de sus extraordinarios ensayos. Fue un pésimo ser humano que hasta en su muerte se llevó las ocho columnas, coincidieron las notas de la prensa de los años 70.
Dato curioso: la vida de Denegri motivó a Salvador Novo a escribir una obra de teatro premonitoria: Ocho columnas (1950). En ella el protagonista principal es el periodista más corrupto e influyente de México, el mismo que años después se convertiría en tema de tertulias como las animadas con las anécdotas de Patricia. Novo, quizá, se inspiró en el método usado por Orson Welles para criticar el poder periodístico de William Randolph Hearst. La paradoja de esta historia es que Novo también usó su endemoniado ingenio para ofender a quienes quiso, individuos que en su mayoría lo cortejaron para evitar otra de sus sarcásticas y demoledoras menciones. Presumió e incluso ofendió con su homosexualidad, género que él mismo definió como mariconería.
Concluyo pues esta digresión con uno de sus sonetos anticipándome con mis disculpas a las buenas conciencias, del sexo que fueren:
Nos volvemos a ver. Año tras año
soñé con encontrarte en mi camino.
¡Sol de mis ojos, luz de mi destino!
¿No quisieras, mi bien, tomar un baño?
Nos encontramos uno al otro extraño:
Gordo tú, flaco yo -¡mundo mezquino!
Y me complace ver -¡oh, desatino!
que hay cosas que no cambian de tamaño.
Te quiero como antaño te quería:
con pasión, con dolor, con amargura,
cual si este siglo hubiese sido un día.
Quiero corresponder a tu ternura:
levanta tu barriga, vida mía,
que me voy a quitar la dentadura...
Con el paso de los años Patricia dejó de ser identificada como la cónyuge de Mariano Piña Olaya, para convertirse en una de las mujeres cuyo brillo personal y profesional la ubicaron en el escenario nacional. Desde ahí, en el IFAI, podrá enriquecer la fama pública del grupo de consejeros que la acompañan en ese nuevo e importante encargo. De aquí en adelante la transparencia será su sino. Y el pasado una parte de las anécdotas de su vida, algunas incómodas, como las de su marido, y otras enriquecedoras, las que, tal vez, ella protagonice.
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