domingo, 29 de abril de 2012

Gobierno vs periodistas


Por Alejandro C. Manjarrez
Los crímenes de periodistas ya forman parte de ese apartado que la ley define como delitos de odio. Su frecuencia, la forma de perpetrarlos y la impunidad que gozan los homicidas, son algunas de las pruebas –por cierto irrefutables– de que la animadversión contra el gremio es parte del estilo de los políticos omisos, corruptos, arbitrarios, abusivos, mesiánicos, narcisistas y ególatras. La lista es larga.
Las principales armas del poder político contra los periodistas –me refiero a las incruentas– son, en este orden, la ley del hielo, el fisco, la calumnia, la amenaza de la demanda por daño moral, y el uso de amanuenses cuya pluma suele utilizarse para denostar periodistas. Es la constante.
Y aquí cabe recordar la experiencia que nos regaló el escritor español Arcadi Espada, criterio que define lo que podría ser el ideal de los gobernantes refractarios a la crítica por superficial que ésta sea. Dijo Arcadi en una de sus conferencias: “El periodismo nació de la sociedad para controlar al poder. Y ahora el poder maneja al periodismo para controlar a la sociedad”.
Precisamente, por suponer que este oficio debe manejarse o controlarse desde las oficinas públicas, sin darse cuenta –creo– los políticos se manifiestan como un globo insuflado a base de los elogios de sus subordinados. Y por ello sufren y se indignan al grado de la locura cuando alguna crítica (periodística, obvio) hace las veces del alfiler que lo pincha y lo desinfla y lo exhibe como en realidad es. Entonces ocurre la persecución contra el periodista, cacería que puede ser sofisticada o tan burda que muestra las armas descritas en el segundo párrafo, tal y como hace años le ocurrió al decano de la prensa poblana, don Manuel Sánchez Pontón.
Lo anterior no es ningún secreto y menos aún privativo de Puebla, Oaxaca, Tlaxcala, Guerrero o Veracruz, por citar nuestro entorno y vecindario. El periodismo de cada entidad tiene sus propios problemas, algunos parecidos y otros, como en el caso del jarocho, con la presencia ofensiva del odio criminal hacia el gremio.
(A través de los medios nos enteramos que este fin de semana se perpetró el crimen de Regina Martínez, corresponsal de la revista Proceso en Xalapa, capital del vecino estado. ¿Quién fue el autor intelectual? Ojalá se sepa pronto para que no se fortaleca la impunidad, “beneficio” de los asesinos de periodistas.)
Bueno, pues el caso es que por acá en la tierra de Zaragoza, hemos visto algunas manifestaciones que preocupan, no porque nos afecten o nos quiten el sueño, sino porque de no frenarse podrían propiciar el efecto “resonancia” que el colega Jesús Manuel Hernández comentó en su columna dominguera, misma que no se publicó en el periódico Milenio, pero que, gracias a la Internet, la leímos y disfrutamos. Van unas líneas:
“La última parte de la magna obra inolvidable del morenovallismo fue la discusión en el cuarto más secreto de Casa Puebla, sobre la posibilidad de tener que enfrentar a la resonancia. ¿Y eso qué es, dónde está, cómo puede la resonancia impedir el evento inolvidable? Las dudas asaltaron a técnicos, doctos, harvarianos, proyectistas y constructores del viaducto elevado Zaragoza, pues alguien se atrevió a preguntar si ya se habían calculado los efectos de la ‘resonancia’ que podría provocar la marcha de los soldados y escolares sobre la estructura aún no probada.
“… empezó a trascender y realmente a preocupar si la resonancia podría ser un peligro. Y entonces se aportaron datos como el del puente que cayó ante el paso de las tropas francesas en 1850, que al marcar el paso… provocaron su caída. El asunto tiene explicaciones físicas comprobables, el efecto de la resonancia es totalmente cierto, pero se necesitan algunas condiciones, la más importante es que la frecuencia, el ritmo de la marcha, sea un submúltiplo de la frecuencia que tiene relación directa con la longitud entre los apoyos del área sobre la que se marcha; y otra más: que tenga la suficiente energía para hacerlo vibrar… es difícil pero no imposible. Por las dudas –dijeron los organizadores del desfile– mejor que no marchen, nomás que caminen y sin hacer ruido…”
Retomo lo de la resonancia para aplicarla a lo que ocurre con el periodismo poblano: la frecuencia, el ritmo de la crítica podría convertirse en el submúltiplo cuya energía haga vibrar al gobernante, como ocurrió con otros mandatarios que menospreciaron el trabajo periodístico, su abuelo uno de ellos.
Pero no se asuste, respetado lector: Rafael Moreno Valle es un hombre inteligente y, supongo, ya habrá sentido las vibraciones que produce la crítica constante (la de los colegas), misma que, esperemos, no provoque lo enunciado líneas arriba, señalamientos que adquieren vigor cuando los elogios desmedidos atentan contra la inteligencia de la sociedad y trastocan los códigos de ética periodística.
Twitter: @replicaalex


jueves, 26 de abril de 2012

Bartlett y Moreno Valle, ¿despotismo ilustrado?


Por Alejandro C. Manjarrez
El gobernador Rafael Moreno Valle repite lo que al inicio de su gobierno hizo Manuel Bartlett. De ahí las protestas que se han manifestado en contra de su espectacular festejo del 5 de Mayo, fiesta que incluye varias obras faraónicas.
Antes de entrar al tema le comparto la siguiente anécdota para que usted decida si hay o no parecido entre los políticos mencionados.
Acababa de publicar un opúsculo de Carmen Serdán y se me ocurrió dejar unos ejemplares en la entonces “modesta” Casa Puebla. “Espéreme”, dijo con tono marcial el vigilante de ese día domingo. Acepté la instrucción porque, supuse, me iban a dar un recibo o a registrar mi entrega. Minutos después salió el policía y soltó: “Pásele, el gobernador lo recibirá”.
Me sorprendí porque esa no era mi intención. Así, sorprendido, entré para encontrar a Bartlett en plena revisión de las revistas y periódicos que tenía sobre su escritorio. A su lado estaba echado el Negro, un perro de raza labrador.
Conversamos brevemente sobre el contenido del librito que le entregaron. Dijo que se lo daría a su esposa para que conociera la vida de Carmen Serdán. Y en seguida preguntó lo que seguramente le inquietaba al grado del disgusto que en los poderosos propicia actitudes fallidas: “¿Por qué algunos poblanos rechazan mi proyecto Angelópolis y están en contra de recuperar el Río de San Francisco?”
Alertado por el interés de Bartlett en conocer la opinión del periodista, recordé la frase de Ignacio Ramos Praslow que ya he citado en otras ocasiones (“Al calor de la improvisación nacen con extraña fecundidad una sarta de pendejadas”). De ahí que decidiera no improvisar y responder con franqueza, lo cual también puede ser una pendejada, depende de qué lado se encuentre el de la sinceridad.
–Lo que pasa, gobernador, es que Usted ha dejado al margen la voluntad de los gobernados; es decir, no los ha tomado en cuenta y menos aun les ha pedido su opinión.
Se inquietó y puede ser que hasta se haya molestado. Hizo de lado los periódicos y en un tono duro espetó:
– Lo que estoy haciendo responde a las peticiones que capté durante mi campaña. Es lo que el pueblo me pidió.
Supongo que mi cara de duda le obligó a explayarse para comentar que difundiría las ventajas de la obra del gobierno, además de reunirse con la gente que había estado en contra del Paseo del Río de San Francisco.
–A ver si los convenzo –soltó un poco más relajado–. Tendré qué decirles que fue necesario acelerar el inicio de las obras porque el día que Salinas conoció el proyecto decidió hacer una gira por Puebla para inaugurar el inicio de las obras, lo cual ocurrió a la semana siguiente. Entenderán que no tuve tiempo de informar a nadie –se justificó–. Hubo que trabajar a marchas forzadas con la idea de convencer al Presidente para que incluyera en sus proyectos el Programa Regional Angelópolis.
Y vuelve la burra al trigo
Esta remembranza que he repetido de memoria, lleva la intención de enmarcar la protesta contra la “privatización de los fuertes de Loreto y Guadalupe”, manifestación a cargo de los tres sindicatos del INAH que, obvio, nunca fueron consultados por ser parte de la “plebe” burocrática. Me refiero a lo dicho por los profesores investigadores, arquitectos restauradores y los técnicos y manuales de esa dependencia, todos sindicalizados: acusaron al gobierno de Rafael Moreno Valle de ordenar “equívocas intervenciones en la Zona de Monumentos Históricos de los Fuertes, carentes de un proyecto ejecutivo histórico, arquitectónico y ambiental integral”, obras que se llevan a cabo con “motivo del 150 Aniversario de la Batalla del 5 de Mayo de 1862” (pueblaonline.com). Señalaron además que ello adultera, tergiversa y privatiza el emblemático espacio histórico natural de la Batalla de Puebla, injertándole un mal planeado distribuidor vial, dolosas y costosas intervenciones arquitectónicas, más la destrucción del paisaje de esta importante área agredida con “la construcción de estacionamientos concesionados, locales comerciales y zonas de recreación sujetas a pago que no dignifican, ni respetan la importancia simbólica del territorio de la célebre Batalla de Puebla contra el invasor ejército francés”.
¿Qué ocurrió? ¿Por qué el tajante repudio a las obras que son orgullo del actual gobierno, desprecio que también se manifiesta hacia la actitud del responsable administrativo del INAH?
Como verá el lector es lo mismo que le pasó a Bartlett. Esto porque a nadie de este gobierno se le ocurrió consultar con la sociedad y menos aun preguntar a los ciudadanos que por vecindad resultaban afectados: el proyecto nunca fue consensuado ni en campaña ni durante los primeros días de la actual administración. Simplemente se hizo para, como afirman los especialistas referidos, instrumentar “una celebración estilo Hollywood en un territorio ya deformando, pagando a compañías extranjeras la realización del tradicional Desfile del 5 de Mayo y ejecutando obras de costo elevado para el erario público que poco se relacionan con los sucesos de hace 150 años”.
La acusación citada podría propiciar más críticas e incluso hasta denuncias por esta nueva “intervención” contra la cual nada pueden hacer los zacapoaxtlas y xochiapulcos, tampoco Ignacio Zaragoza ni Benito Juárez quienes, además de combatir al ejército francés, tuvieron que enfrentarse a los conservadores poblanos.
¿Acaso le importará al mandatario la denuncia de marras?
Es probable que no pese a que las formas lo identifiquen con el Bartlett que vimos en su primer año de gobierno, el mismo a quien en ese momento comparé con los déspotas ilustrados del siglo XVIII.
Twitter: @replicaalex


martes, 24 de abril de 2012

Fuga de información en Puebla


Por Alejandro C. Manjarrez
El anhelo o búsqueda del reconocimiento ha propiciado que el rumor institucionalizado sea el dolor de cabeza de los gobernantes poblanos. Es una digamos que cultura política difícil de asimilar por quienes no cuentan con la poblanidad y, en consecuencia, ignoran las costumbres que presentan a Puebla como una de las entidades cuyos ciudadanos son los más difíciles de entender y convencer.
Es común escuchar el “aquí entrenos” en aquellos que necesitan demostrar su cercanía con quienes manejan el poder político e inclusive el pastoral. Su ego o urgencia de admiración los obliga a cometer las indiscreciones que los muestran cercanos al gobernante o a su equipo de primer nivel, actos en los que los periodistas nos solazamos, hechos que antes de publicarse suelen ser replicados y confirmados por los amigos del infidente. No existe ningún contrato de confidencialidad que pueda evitar ese tipo de fuga de información. Menos aun cuando el subordinado es víctima de reducción de salario u objeto de regaños y gritos que atentan contra su dignidad o estabilidad emocional.
Gracias pues a esa “cultura” conocemos lo que pretende ocultar el gobierno, ya sea porque sus actos alteran la ortodoxia jurídica, o bien porque detrás de algunas acciones hay un hecho personal que bordea o se sale del marco de la ley. Incluso nos hemos enterado hasta de los conflictos entre los servidores públicos cercanos a nuestro atildado gobernador: pleitos, mentadas de madre, cachetadas, celos profesionales, reclamos airados, empujones y arañazos, reacciones todas que trastocan la seriedad obligada para los integrantes de la administración delegada por el poder público, algunas de ellas muy ad hoc con el estilo de la carpa arrabalera. Y lo peor: ha trascendido la existencia de negocios que tanto aquí como en China son producto de la corrupción. Claro que no puede faltar el ánimo lisonjero que insufla al otro yo de quien conduce el destino del pueblo, además de coordinar las acciones del gran sarao que ya empezó a festejar el 150 aniversario de la batalla del 5 de Mayo, incluida la participación de don Gregorio.
Aumentándole a la costumbre enunciada el estilo del mandatario (en las antípodas de sus antecesores, de todos, los buenos y malos), entenderemos la razón del por qué a estas alturas (quince meses de mandato) la burocracia estatal tiene más aristas que las anteriores en el último año de su gobierno. Y por si esto fuera poco, observamos cómo las redes sociales han convertido en seres de carne y hueso a quienes antes de entronizarse eran algo parecido a un icono político, hoy, a propósito de la Semana Santa, en calidad de judas carnavalescos.
Esta en chino
“Las palabras elegantes no son sinceras; las palabras sinceras no son elegantes”, dijo Lao-Tse. Esta frase traza el modo de ser de algunos poblanos que usan las expresiones barrocas para ocultar sus verdaderas intenciones, los mismos que mientras doran la píldora al titular del poder Ejecutivo, hacen bajo de cuerda su labor “informativa”. Pero también pergeña el efecto de la crítica que se basa en la obligada sinceridad que tanto incomoda al grupo morenovallista, acción que marca el derrotero de los periodistas (me incluyo).
Esa sinceridad vertida por algunos colegas, ha puesto amohinados a varios secretarios morenovallistas, sobre todo a los que se sienten miembros distinguidos del Olimpo camotero. Ángel Trauwitz uno de ellos. Otro Cabalán Macari. Uno más Luis Maldonado. Pablo Rodríguez el cuarto. Y no podían faltar los elegantes Jorge Aguilar Chedraui y Antonio Gali Fayad, éste último con las huellas en el rostro que dejan las presiones y el exceso de trabajo. En fin, son servidores públicos cuyo actuar es escudriñado por la sociedad a la que se deben, costumbre con la que podrían no estar de acuerdo y por ello hasta enojarse al grado de la pataleta, dependiendo el ánimo, sensibilidad e inteligencia de cada cual.
Preguntarán los lectores e incluso los funcionarios mencionados: ¿y cómo evitar esa fuga de datos que propician desde chismes hasta revelaciones sobre hechos que pueden caer en la ilegalidad?
Según este columnista hay dos formas ambas en chino: una, la que conlleva el peligro de exacerbar las reacciones, y la otra que, dadas las características de los afectados, resulta poco menos que imposible; a saber:
a)     Correr a los poblanos que quedan dentro de la administración pública para que se conserve el secreto de lo que no debería de existir, y
b)     Bajarse de la nube para actuar como lo que son: servidores públicos cuyo salario lo paga el pueblo.
Mientras ocurre el milagro seguiremos informándonos para constatar las infidencias de los poblanos que buscan el reconocimiento de sus congéneres, ejercicio en el que sueltan datos, cifras y hechos cuya consecuencia podría encajar en la definición “justicia divina”. Ha pasado desde hace cien años, costumbre o tradición que no tiene por qué cambiar.
Twitter: @replicaalex

lunes, 23 de abril de 2012

LA CORRUPCIÓN, HERENCIA MALVADA*


Por Alejandro C. Manjarrez
Gonzalo N. Santos dijo que la moral era un árbol que daba moras o servía para una chingada. El criterio o ejemplo de este hombre ha guiado a muchos de los gobernantes “modernos” que se hicieron millonarios valiéndose precisamente de la mentira. Me refiero a los inmorales que fingen, engañan y defraudan la confianza de los ciudadanos o, en el mejor de los casos, tergiversan la verdad para librarse del juicio del pueblo. Son ellos los que ponen en práctica lo que de manera altisonante definió el tal Santos, un hombre que nunca leyó la Constitución porque, para él, pudo haber sido un árbol distinto al de las moras.
El efecto que ocasiona la corrupción tiene un proceso largo y penoso poco visto o analizado en virtud al otro trayecto, el luminoso que ha hecho del nuestro un país de oportunidades. Por esos destellos se han soslayado sus orígenes a pesar de las protestas contra los corruptos. Es, pues, un fenómeno que se pierde en el día a día, circunstancia que obliga a revisar, aunque sea a vuelo de pájaro, algunos de sus antecedentes, o sea las causas de lo que hoy padecemos como si fuese un cáncer social.
Como el tema es harto complejo seré arbitrario para resumir los orígenes de la llamémosle cultura de la corrupción que inicia con la Conquista, evento éste que produjo un choque de culturas y el encuentro de razas, detonador del mestizaje que nos ha hecho únicos y singulares. Va la historia:
Hernán Cortés llegó a la tierra de Anáhuac al lado de cuatro centenas de feroces soldados, tropa que recibió el apoyo de los frailes instruidos o condicionados —no lo sabemos con precisión— para que confesaran y perdonaran los pecados de la soldadesca, gente ésta por cierto de la peor calaña: violaciones tumultuarias; asesinatos de recién nacidos producto del “pecado” o cohabitación con las indígenas; castigos y torturas a los niños y a las mujeres; y la esclavitud disfrazada de encomienda cuyas víctimas, incluidos los niños, sufrieron cual ganado la marca del fierro candente. Los salvajes del viejo mundo sacudieron la esencia de la América indígena.
Además de la confesión, la otra chamba para los frailes consistió en convertir al pueblo conquistado, trabajo que les resultó relativamente fácil debido a la espiritualidad combinada con los temores irracionales, la creatividad y la sumisión, actitudes todas que, gracias a las bondades del suelo, de la ternura del pueblo y del clima, hicieron de la de mexicana una raza fácilmente manipulable.

El padre de la corrupción
La razón del éxito español se debió, recalco, a la inocencia de los habitantes de América y desde luego a la perversidad de quienes llegaron ávidos de lo que en su país jamás hubiesen tenido: poder y riqueza. Estos incentivos aderezados con la buena suerte del conquistador y el misticismo de los conquistados, permitieron a Hernán Cortés ser un hombre poderoso que no tuvo límites para lograr sus ambiciosos objetivos.
Don Hernán, padre de la corrupción mexicana, pasó a la historia como un personaje cubierto por las sombras de sus acciones, negrura que se iluminó con las luces del Encuentro cultural que él no planeó y, quizás, nunca entendió, y menos aun imaginó que llegaría a convertirse en el precursor histórico del mestizaje o pie de cría de la raza cósmica definida por José Vasconcelos.
Cortés se topó con un pueblo noble profundamente espiritual y por ende supersticioso. Como gobernante tuvo la ayuda de los naturales que sin darse cuenta se traicionaron a sí mismos cuando vieron en él al mítico Quetzalcóatl, la deidad áurea que los abandonó prometiéndoles regresar. Como político ejerció el control valiéndose de su paradójico poderío militar, fuerza consistente en el uso de la pólvora y la táctica castrense-criminal de sus cuatro centenas de soldados sedientos de sangre, sexo y riqueza. Como hombre ambicioso supo manipular al pueblo, igual que pudo haberlo hecho el mítico dios blanco que seis siglos antes se había esfumado de la faz de la tierra. Como creyente se valió del pensamiento mágico del indígena, condición que le permitió utilizar la estrategia basada en causar temor entre los caciques que, de acuerdo con sus costumbres, ejercían el control sobre los macehualtin. Como ser humano fue una basura: genocida, frío, cruel, temerario, ambicioso, traidor, falso, mañoso, calculador. Como católico se sintió apoyado y perdonado por Dios a través de los “emisarios del Ser Supremo”, entre ellos sin demérito de su confesor en turno Bernardino de Sahagún, Vasco de Quiroga, Pedro de Gante y Bartolomé de las Casas, los frailes cuya misión inicio del trayecto luminoso que refiero arriba, además de catequizar, fue la de rescatar la cultura indígena, implantar ideas sociales, establecer el sistema educativo amerindio, preservar la vida de los naturales de América y perdonar los pecados de la españolada, faltas que los alcanzaron para, supongo, herir su espíritu religioso lleno de buenas intenciones. Todo ello, insisto, bajo el enorme manto del catolicismo español, protección que hizo las veces de lastre al desarrollo intelectual, científico y cultural de México.

Todo cambia para que nada cambie
Con el Encuentro o Choque de civilizaciones empezó en América la conformación de la nueva sociedad cuyo sincretismo se formó con la otra mezcla, la de los fetichismos de dos pueblos: el conquistador y el conquistado. Esa lucha espiritual —por cierto todavía vigente— fortaleció las creencias sustentadas en la magia y reforzó las formas y estilos para engatusar, corromper, mentir, disfrazarse, sobornar y extorsionar, costumbres que impactaron a los religiosos de los siglos posteriores y, entre otros afectados, lastimaron a creadores como Sor Juana Inés de la Cruz.
Ni el incienso ni los rezos ni las promesas del cielo o la amenaza del inframundo, lograron espantar a los “malos espíritus” hoy posesionados del alma de los gobernantes que llegaron al poder ricos o pobres, casi todos descendientes ideológicos de Hernán Cortés: unos y otros disfrazados de pueblo; los ricos de prosapia para permanecer “donde hay”, y los audaces o pobres de origen para ser aceptados en el club donde el que no huele a dinero apesta.
La modernidad obligó al rico a inventar nuevos métodos para seguir explotando al pobre. El pobre que ambicionaba al poder se vio obligado a adoptar estilo y costumbres de quienes se hicieron millonarios aprovechándose de los programas del gobierno y las inclinaciones corruptas de los gobernantes. Cada cual, a su manera, siempre dispuesto a manipular la confianza de la masa (todavía sumisa y supersticiosa) para incrementar sus fortunas personales, basándose en la siguiente fórmula: los que otrora se hallaban en el sector de los jodidos, empeñándose para crear su riqueza económica y por ende el bienestar de sus herederos; y los que siempre han sido ricos, sacándole provecho a las necesidades de la gente.
Así de simple ha funcionado el sistema político mexicano. No importa quién sea el mandatario en turno o cuál el partido en el poder. La mayoría de los gobernantes son succionados por la gran estela que dejó aquel capitán peninsular y por ello forman parte de la rémora que produjo Cortés, el conquistador, insisto, de un pueblo sencillo, crédulo, inocente e impresionado por la imagen del hombre blanco y barbado; reproducción casual de quien seiscientos años antes arribó a las costas de América, llegada que —cuenta la leyenda— fue consecuencia de alguna de las contingencias marinas que empujaron a uno o varios grupos de navegantes de occidente. ¿Vikingos, chinos, siberianos? ¿Y por qué no extraterrestres?
Han pasado más de quinientos años del arribo de Cortés al entonces territorio dominado por los aztecas. En ese lapso los mandatarios cambiaron sí, pero para actualizar las costumbres de sus antecesores. La clase gobernante se “modernizó” con el ánimo de dominar a los testigos fortuitos de cualquier estilo de corrupción. Diría Alfonso Reyes (Visión de Anáhuac): se trata de una rémora que ha hecho de la nuestra una tierra tierra salitrosa y hostil.

El reflejo negro
El político mexicano actúa como si estuviera encantado por el “espejo negro de Tezcatlipoca”. Le atrae ese influjo. Se mete dentro del cristal azogado para, desde ahí, ver el reflejo invertido de su propia imagen. Digo “espejo negro de Tezcatlipoca” porque en él suelen mirarse aquellos que adoptan la vileza de ese dios de la noche, y en consecuencia actúan como si se acogieran al poder de quien —nos cuenta la mitología azteca— nunca cambia porque domina el tiempo y los sentimientos de las personas que resultan perjudicados por los contrastes y dualismos, fenómeno que, según el mito que parece realidad, ha dado forma a este mundo imperfecto, contradictorio, alrevesado, injusto.
Así pues, el que es rico y producto de esa égida se cree con méritos para especular con el dolor y la miseria del mexicano pobre; la razón: necesita incrementar su capital. Ahora bien, si se trata de un ciudadano de origen humilde pero que ingresó al mundo del poder político, lo común es que imite al rico no obstante que lo repudie porque representa el legado de sus ascendientes que explotaron, expoliaron y mancillaron la dignidad de la raza indígena.
El político pobre observa al rico como el dador de la oportunidad que le permitirá alcanzar el beneficio de la riqueza, mientras que el rico piensa en los pobres sólo porque le interesa mantener vigente el proyecto que incluye su renuevo sexenal, inserción que le ayudará a incrementar su capital. El poderoso dispuesto a negociar con aquellos que explota, siempre y cuando saque provecho a esas concertaciones. Y el hombre-pueblo resignado con el trato que recibe —cualquiera que éste sea—, incluso ofreciéndose para engañar a sus semejantes, igual que como en su época lo hicieron los operadores de Hernán Cortés.
El que fue pobre y, por ende, “producto de la cultura del esfuerzo”, ve a su pueblo con ternura pero convencido de nunca más volver a esos sus orígenes modestos. Se corrompe para huir de la pobreza. Y a pesar de que presuma su pasado, lo que dice lo exterioriza dientes para afuera, consciente de que entre más dinero tenga más lejos estará de regresar a esa triste etapa de su vida. Esto lo convierte en un moderno cacique siempre dispuesto a vender a los suyos aunque traicione a su raza, ahora la cósmica; todo por obtener mucho dinero y algo de poder político.

De pobres a millonarios
Conforme a la costumbre o tradición, el que gobierna a la sociedad de cualquier estado o incluso del país, es porque antes de llegar tuvo que comprar voluntades o alquilar simpatías, “inversión” que el rico o los benefactores suelen recuperar a través de los programas de gobierno o, lo que es lo mismo, del dinero público. Son los “suertudos” que se creen elegidos de Dios y por consiguiente merecedores de los beneficios terrenales provenientes de la bondad de Jehová, Cristo, Mahoma, el Universo o el dios cuántico, depende sus creencias.
¿Por dónde empezar para extirpar el cáncer social cuyo origen es la corrupción?, preguntamos y cuesta trabajo responder. Así que mientras alguien descubre la fórmula ideal, hay que convocar a la sociedad para que haga del conocimiento público lo que muchos saben y les consta, ya sea por alguna experiencia personal, o bien porque el destino los hizo testigos de calidad o damnificados del poder. Cualquier acusación o señalamiento bien fundamentado dará mejores resultados que el guardar secretos por aquello del qué dirán.
La denuncia es pues una de las formas de librar el olvido que se produce cuando el poderoso ve a los demás como una estadística. Se trata de un acto que en el peor de los casos servirá para moderar la corrupción. Claro que existen riesgos; no obstante, éstos se minimizarán en la medida en que el pueblo haga suya la causa. Sólo hay que decir la verdad para que cesen las acciones de los modernos caciques que imitan a Hernán Cortés. Y para eso son útiles las redes sociales, los medios de comunicación y las ONGs

La verdad un valor moral
La verdad tendrá que llegar a ser un valor obligado en el actuar de los gobernantes. Pero para lograrlo se necesita modificar el concepto de falsedad en declaraciones judiciales dándole otro sentido y penalidad. Ello implica que se legisle con la intención de que la mentira sea un delito grave y, en consecuencia, sin el beneficio de la fianza. Si esto ocurre en Estados Unidos, por ejemplo, donde hasta los presidentes pierden su chamba cuando se les descubre que mintieron o incumplieron su juramento constitucional, ¿por qué no en México?
Por desventura eso no será posible mientras siga vigente el espíritu y las mañas de Cortés, el peor legado del mestizaje. Y menos aun si la política sigue siendo como la casada infiel que Federico García Lorca convirtió en poesía: en cuanto se tocan sus pechos, éstos se abren como ramos de jacintos…
¡Ay Cortés, que pinche herencia nos dejaste!
Twitter: @replicaalex

*Publicado en la revista Réplica

domingo, 22 de abril de 2012

Las manos negras de Elba Esther Gordillo


Por Alejandro C. Manjarrez
Elba Esther Gordillo Morales es sin duda alguna quien propició el cambio o decadencia o renuevo del PRI. Esto porque la debacle y renacimiento de ese partido dio inicio cuando la maestra lo abandonó para ayudar a que el panista Felipe Calderón ganara la presidencia de México, valiéndose de trucos electoreros que parecían superados. Una vez cobradas sus cuotas, doña Elba Esther fortaleció su propio organismo político e hizo gobernadores a varios ex priistas, entre ellos a Rafael Moreno Valle.
Después de sus peripecias y conflictos librados en el poder político nacional, como por ejemplo el vilipendio en su contra (revelaciones del ex director del ISSSTE), la señora Gordillo Morales amenaza con regresar a su redil original cautivada por la presencia y posibilidades de Enrique Peña Nieto, el candidato que empezó a serlo cuando, a través de una de sus filiales, Televisa lo adoptó con el interés de llevarlo a ocupar la gubernatura del Estado de México, cargo desde el cual empezaron a crearle la imagen que hoy tiene, precisamente para convertirlo en el sucesor de Calderón Hinojosa.
Por esa y otras razones derivadas del ejercicio del poder, el Panal inició su nuevo ciclo trabajando y operando para dar votos a Peña Nieto, acciones validadas e incluso apoyadas por los mandatarios con el sello de la lideresa, marca que por cierto está grabada ad perpetuam.
Sirva lo anterior como punto de partida de esta y otras columnas relacionadas con la “democracia” que vivimos. Ahora va una de las historias engranadas en el actual proceso cuyo eje, como ya lo dije, se llama Elba Esther Gordillo Morales.
Candidatos por negociación
Antes de aceptar la postulación, varios de los candidatos que disputan la diputación federal y el escaño senatorial, recibieron el llamado de un importante funcionario morenovallista. “Queremos que compitas por equis distrito”, fue el primer canto de sirena que escucharon. Y el “aunque vas a perder”, la siguiente cantaleta que sirvió de preámbulo al compromiso-promesa sobre el futuro político-burocrático que espera a cada uno. Y el “no gastarás ni un centavo y además el tiempo y esfuerzo que dediques te serán debidamente retribuidos”, la ulterior tonadilla que seguramente les hizo sonreír y sentirse un poco menos traidores al PRI. Hubo incluso ofertas derivadas del “vas a perder” y las consabidas retribuciones para quienes, en vez del Panal, escogieran al PRI, siempre y cuando aceptaran adicionarse al proyecto presidencial 2018.
El primer paso o razón de esta estrategia es, como ya lo dije, beneficiar y colaborar para que el Partido Nueva Alianza conserve su registro y al mismo tiempo su lideresa moral (eufemismo éste parecido al de Gonzalo N. Santos) cumpla el compromiso pactado con Enrique Peña Nieto.
Voto diferenciado
A partir de esa estrategia que nada tiene de democrática puesto que representa –depende su punto de vista– la burda o fina manipulación del electorado, los gobernadores afiliados (entre ellos el poblano) garantizarán (dependiendo el éxito de la votación selectiva que proyectan) su sobrevivencia política. Esto a pesar de ser considerados desertores del PRI y por ende enemigos en las urnas, en algunos casos –como el de Puebla– con el célebre e histórico resultado electoral que conocemos.
Aunque perdiese la elección presidencial, Josefina Vázquez Mota podría quedar satisfecha y contenta con la estrategia de marras, ya que sus correligionarios ganarían varios de los distritos en disputa, los que históricamente han dado votos al PAN, los mismos en donde contienden las “mejores cartas” del Panal cuya función será quitarle votos a sus ex correligionarios priistas (para que la cuña apriete…). Qué mejor definición que la del “divide y vencerás…”, acto de poder cuyos derechos deberían pagarse a los descendientes de Maquiavelo.
Por su parte, los candidatos al Senado (cándidos, les dicen) tienen el mismo origen, causa y futuro de sus compañeros que aspiran a ser diputados federales: formar parte del proyecto 2018 que involucra a los amigos de Moreno Valle, y para ello contar con las retribuciones del caso.
Se trata, pues, de la sesuda estrategia política que muestra cómo se puede jugar y apostar en esta travesura diseñada para el beneficio, no de la sociedad sino de grupos políticos cuya estructura está sustentada sobre las columnas que representa el poder de Elba Esther Gordillo. El caso paradigmático lo tenemos en Puebla, precisamente, entidad en la cual se puso a funcionar el engranaje que, igual que su logotipo, tiene varios colores y facetas o máscaras, incluidas las que se necesitan para quedar bien con el PRI, con el PAN y con el Panal, tema éste que habremos de analizar.
Twitter: @replicaalex

jueves, 19 de abril de 2012

Gobernador con olor a santidad


Es viernes. A estas alturas la política resulta aburrida. Así que una vez más promociono mi novela, aún inédita, compartiéndole algunos párrafos. Espero tenga un buen fin de semana ya sin la amenaza de Don Goyo.

Por Alejandro C. Manjarrez
Llegué a la casa arzobispal cinco minutos antes de la hora de la cita. Había salido de la residencia oficial eludiendo a los escoltas para ponerme al volante de mi auto preferido, un Bentley GT, acción en la que uno de los choferes de Casa Puebla me sirvió de cómplice. Mi arribo sorprendió a los ayudantes de Froylán del Río, sobre todo cuando me vieron llegar solo, sin el grupo de seguridad que solía acompañarme. Este detalle sirvió para convencer al arzobispo que nuestra reunión sería más confidencial que de costumbre, circunstancia que, si las había, acabó con las dudas que pudo haber despertado mi empeño en lograr su ayuda para contar con la red conformada por los sacerdotes dependientes de su Arquidiócesis.
—Sea usted bienvenido, amigo Gobernador —dijo Froylán al verme entrar a la enorme sala cuya arquitectura parecía diseñada para atemperar las toscas facciones del religioso. Enseguida agregó con entusiasmo infantil—: Logré convencer, con mis rezos claro, a san Pascual Bailón, ayudado desde luego por la energía del fraile Luis de León. Así que, como se lo prometí ayer, degustaremos un pan esponjado, calientito recién salido del horno y acompañado del queso que me envió un santo varón residente en La Mancha. ¡Venga! ¡Acompáñeme! ¡Vamos a la biblioteca! —espetó sonriente y con el dejo de misterio que, supongo, usan los clérigos cuando hacen travesuras.
—Gracias Arzobispo —respondí igual de sonriente—. Cuando entré a su casa pude percibir ese agradable olor a pan —mentí—. No se imagina Usted la emoción que me produjo la oportunidad de ser favorecido con su caballerosidad.
—No exagere, Gobernador; sólo hemos consolidado una buena amistad —se defendió Froylán dándole pausas a las palabras gobernador, consolidado y amistad—. Se trata de la buena relación compartida en la cual reconozco tener un déficit: he recibido más de lo que le he podido ofrecer. Así que por favor tómelo en cuenta para que si algo puedo hacer por Usted, me lo indique sin protocolo ni jerarquías de por medio, como amigos — prometió con un casual dejo de adivino, como si conociera mi intención—. Insisto: somos dos pastores con intereses muy parecidos ya que ambos buscamos el bien común.
Iniciamos así la conversación que se llevó a cabo en términos amigables y hasta un poco laxos. Era nuestro segundo encuentro. Conocí su biblioteca, honor que pocos tenían debido a la discreción del prelado. Desde que entré llamaron mi atención los anaqueles llenos de libros que, me confió entonces, pertenecieron a Melchor Pérez de Soto, el bibliófilo civil más importante del siglo XVII. ¡Ah que aroma aquel! Ahí, entre esos textos custodiados por la madera trabajada por manos de expertos ebanistas, destacaba un grabado en ébano con incrustaciones en letras de marfil, frases que formaban el siguiente proverbio hindú escrito en español: “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”...
—Abuso de su benevolencia, Froylán —dije circunspecto—. Necesito que, como en su tiempo lo consiguió el barón Alejandro de Humboldt, hoy me apoye Usted con la estructura  que controla el arzobispado…
Dejé que echara a volar su imaginación mientras yo sorbía un poco de vino y retomé la conversación en el momento en que, supuse, iba a preguntar sobre lo que dio la Iglesia a Humboldt.
—Igual como lo hizo el barón, aunque sin pretender realizar un estudio tan amplio como su Ensayo político del virreinato de la Nueva España, obra que seguramente está en esos anaqueles —acoté con la mirada fija en los libros—, lo que mi gobierno necesita es que Usted instruya a sus sacerdotes para que se coordinen y me ayuden a obtener lo que en el argot de gobierno se llama información preventiva.
El arzobispo puso cara de duda, expresión que me obligó a precisar valiéndome de cierta dosis de verdad:
—Desde hace algunos años funciona mi programa de investigación preventiva —dije en voz baja, de confidencia—. Está enfocado a captar aquello que por su trascendencia pudiera poner en riesgo la estabilidad social. —Seguía su Eminencia con la cara de duda que me obligó a precisar—. Para explicarme mejor, señor Arzobispo, usaré como ejemplo el compartimiento en el cual los sacerdotes se ubican para escuchar las faltas que comenten sus feligreses, religiosos que respetan el sacramento de confesión: haga Usted de cuenta que se trata de nuestro confesionario en donde se concentran los pecados sociales, como pueden ser el exceso de dinero circulante; la incidencia de delitos que rompen los parámetros, digamos que normales; los conflictos entre grupos que se disputan el poder u otras posesiones; la extraña y a veces sorpresiva presencia de individuos, bandas de delincuentes o camarillas de extraños, en fin todo aquello que altere o afecte el estatus del pueblo, ciudad, ranchería o comunidad...
— ¿Sugiere que rompamos nuestro secreto de confesión? —preguntó Froylán retador y medio atragantándose con la tapa de queso y jamón serrano que acababa de meterse en la boca.
—No, Arzobispo, de ninguna manera me atrevería a pedir semejante transgresión a su código —aclaré enfático—. No. Lo que necesito en que compartamos información: sus pastores nos comentan las cosas excepcionales que ocurran en su área, a través de Usted obvio, y nosotros cooperamos con la Iglesia en mantenerla al tanto de los asuntos que pudieran alterar el trabajo pastoral de sus sacerdotes. Por ejemplo: la formación de sectas o el proselitismo que acostumbran llevar a cabo los extraños e insólitos credos para captar prosélitos; inclusive reteniéndoles el permiso del gobierno para que de acuerdo con la ley funcionen como asociaciones religiosas. Vaya, hasta podría ponerlo al tanto de la presencia de los nuevos capitales que puedan formar parte de su régimen de captación de recursos.
Al escuchar las últimas palabras, Froylán del Río endulzó su expresión con una leve sonrisa de agrado. Quizás y hasta recordó las peticiones del director del Banco del Vaticano. Percibí en su gesto que era eso lo que él había estado buscando para frenar la fuga del dinero de feligreses a otras religiones con la misma esencia que la católica. Sorbí de la copa de vino y después me llevé a la boca un pedazo de queso manchego cubierto con dos tapas de pan crujiente y calientito. Él hizo lo mismo y yo repetí la porción para darle tiempo a responder.
—Debo reconocerle una evidente habilidad para exponer sus argumentos dotándoles de interés compartido —lanzó mientras que acariciaba la cruz que traía colgaba del cuello—. Coincido con Durkheim, sobre todo en lo que dice sobre las creencias y ritos religiosos que como representaciones colectivas reafirman los valores de la sociedad y favorecen la cohesión social —el tipo hizo una pausa para regodearse con su culta acotación y continuó—. Podría decirle que lo voy a pensar; y haría lo procedente. Sin embargo, por lo que veo y percibo detrás de su propuesta, creo que si éste es un asunto urgente para Usted también lo es para nuestro credo. En principio estoy de acuerdo, pero le pondría una condición, si se puede y el Gobernador la acepta.
—Soy todo oídos —respondí curioso e inquieto—. Tratándose de una condición de su parte, sin conocerla, de una vez le digo que ya está aceptada.
—Gracias por la confianza Herminio. El requisito es que sólo Usted y yo compartamos la información que haya que compartir. Sin intermediarios. ¿Qué le parece?
—Así lo supuse Froylán. Estoy de acuerdo —mentí sorprendido mostrándole la mano que él me tomó con una presión que nunca había sentido de su parte. La mantuvo asida y miró hacia arriba como si hubiese visto la energía del interlocutor invisible y le estuviera preguntando su opinión. Al regresar la vista a la tierra dijo con el tono pastoral que le ganó muchas simpatías entre los miembros de su gremio, entre ellos los que abonaron su buena fama allá en El Vaticano:
—Creo que Nicodemo será nuestro testigo íntimo —dijo. Y ante mi cara de bobo aclaró—. Él es un santo que tuvo conversaciones profundas con Jesús de Nazaret. Un judío que reconoce a Jesús como el Mesías. Un hombre muy bien informado y en algunos momentos consejero político e intermediario, primero en los asuntos terrenales, y pasado el tiempo en los celestiales. Además, cuando mortal, fue un hombre pudiente, igual que los judíos que en la actualidad manejan el sistema financiero de Wall Sreett y que antes lo habían hecho con las rústicas e incipientes finanzas y dinero del otrora mundo civilizado, hoy referencia religiosa obligada.
—A ese santo me tendré que encomendar —advertí tratando de dar a mi voz la seriedad combinada con el sentido del humor que hace menos tirantes este tipo de encuentros.
—Que Dios nos ilumine y ayude —replicó el Arzobispo—. Todo sea por nuestros semejantes.
… En poco menos de dos horas había conseguido medio millar de informantes de primera mano, algunos de los cuales encontrarían la forma de decir, sugerir o compartir los problemas que ponían en peligro la tranquilidad social del estado. Era el mismo engranaje que dos centurias antes y sin proponérselo sirvió a Humboldt para informar a Estados Unidos sobre la riqueza de México, su capacidad bélica y las debilidades de la entonces clase política nacional, datos que por cierto despertaron la ambición de los ya de por sí ambiciosos expansionistas gringos. Sólo me faltaba establecer la forma, redactar la minuta-guía de trabajo basándome en mi conversación con el arzobispo Del Río, así como coordinar las acciones de esa gran estructura de información y prevención…
Twitter: @replicaalex

martes, 17 de abril de 2012

Las lecciones del Popo


Por Alejandro C. Manjarrez
La naturaleza suele alertarnos sobre el peligro que acecha. Los vientos huracanados, por ejemplo, o los temblores, fumarolas, tremores y lava de los volcanes. Ante estas expresiones de la madre Tierra no hay más defensa que la previsión.
Lo curioso es que igual que esos fenómenos naturales en este caso los que ha propiciado el Popocatépetl, en el periodismo también se presentan esas que podríamos llamar fases de alerta. No hay ceniza ni magma ni fumarolas incandescentes, obvio. Pero a cambio de ello tenemos los parámetros que indican cuando el político o el gobernante, está a punto de reventar o cuando menos, de pasar un mal rato.

Las redes sociales

Dije ayer en uno de los tuits traviesos que envié: “Don Goyo es el único poblano que cuando protesta las autoridades lo escuchan y atienden sus reclamos”. La respuesta o retetuiteo me sorprendió porque fue un indicador de las reacciones de la sociedad que se ha sentido aislada o tal vez menospreciada por del gobierno. De ahí que interpretaran el mensaje como lo que fue, una crítica a la cerrazón oficial o, para que no se oiga tan feo, a las preferencias hacia aquello que garantiza algún beneficio para la imagen personal del mandatario.
Es posible que mi suspicacia me haya llevado a suponer lo que acaba usted de leer. Empero, si a lo anterior agregamos otro “aviso”, o sea la nota que el lunes 16 de abril apareció en las redes sociales a través de Animal Político, información repetida por Yahoo, misma que replicó la publicada semanas antes por e-consulta (el gasto por la remodelación de Casa Puebla), confirmaremos que el gobernador de Puebla ha ingresado a una de las fases de alerta política. Quizá la roja 1. Esto porque en dos o tres horas el “refrito” de marras produjo medio millar de comentarios, casi todos en contra de Rafael Moreno Valle.
¿No lo convenzo? Bueno, pues entonces aquí le va otro dato igual de alarmante para la causa morenovallista.
En el sitio todoteotihuacan.com, Teodoro Rentería Arróyave escribió en su columna el criterio que intituló “De horca y cuchillo”. En ella hizo referencia al estilo de gobernar del mandatario poblano. Aparte de la relación gobierno-prensa local, tema que trató con la solidaridad que distingue al gremio, Rentería mencionó en tono crítico el caso de Antonia López Cruz, la madre cuya protesta por el reclamo de su hija “secuestrada por el DIF” de Puebla, la llevó a crucificarse frente al Senado. Este escrito tuvo más de 22 mil visitas (16 de abril), aparte de las que ingresaron a otras páginas web, las cuales también publicaron esa misma información.
Si usted hurga en las redes y en los buscadores encontrará que algo está fallando en el entorno mediático del gobernante poblano, circunstancia que debería alertarlo para cambiar algunas de sus estrategias de comunicación, antes de que las circunstancias lo obliguen a hacerlo con el interés o necesidad de congraciarse con el nuevo gobierno, precisamente valiéndose de la prensa local. Por ello es válido preguntar y en cada cuestión agregar el beneficio de la duda:
¿Dónde está la pifia? Algún día lo sabremos. ¿Será su estilo? Tal vez. ¿Su equipo propicia las fallas? Puede ser. ¿Ha perdido sensibilidad? Lo dudo. ¿La información que recibe llevará el tamiz que acostumbran usar los empleados serviles? Es probable.
En fin, sea lo que fuere es obvio que existen grietas por donde se ha metido a Casa Puebla la llamémosle molesta humedad de la información. Una de las causas podría tener la firma del equipo responsable de la imagen, siempre y cuando sus integrantes ignoren lo que es una obligación insoslayable: la prevención que evita los acasos.
Lo de Don Goyo podría traer consecuencias que obligarían a rectificar el estilo de gobernar para acercarse a la gente y escuchar a ésta manifestar sus críticas o incluso las reconfortantes loas, sin que lo dicho por ellos cause el enojo que encabrona o propicie el autoengaño que hace sentir importante al poderoso.
“Los políticos no deben aceptar respuestas que inflen su ego –dijo Carl Sagan–. Tienen que proceder con el mismo cuidado a la hora de convertir la profecía en acción política”. El astrónomo se refería a las encuestas a modo (profecías), las que para corresponder al político que las contrata, dicen lo que el cliente quiere escuchar.
No hay duda: las redes sociales sirven para, dicta la filosofía popular, medirle el agua a los camotes.
Twitter: @replicaalex

domingo, 15 de abril de 2012

El PRI de Rafael Moreno Valle


Por Alejandro C. Manjarrez
Como muchos poblanos yo también pienso que el PRI de Fernando Morales está en las mismas de hace cuatro décadas. Por si el lector levanta la ceja, le comparto lo que encontré en la historia a partir de la tortuosa relación entre los protagonistas actuales, enemigos antes, hoy cómplices políticos.
Inicio con una imagen de familia:
Melquiades Morales Flores llamó al fotógrafo para retratarse con sus hijos y esposa. Iniciaba su gobierno. Invitó a Fernando, su vástago, a pesar de la oposición de Socorro, circunstancia que debe haber conocido quien por aquellos días era un joven profesionista en funciones de secretario de Finanzas, mismo que después se convirtió en detractor del primogénito de su jefe porque, trascendió, le incomodaban los negocios poco ortodoxos (Fernando Manzanilla tiene la historia).
En aquella lucha entre burocrática y familiar estuvo Ernesto Echeguren quien, obvio, apoyó al retoño Morales. Se formaron así dos bandos dentro del gobierno, el que se manifestó en contra del entonces secretario de Finanzas y el que puso marcaje personal a Fernando Morales. Fueron casi seis años de estiras y aflojes, dimes y diretes, burlas y agresiones verbales. Echeguren seguía sirviendo a Melquiades y, por ende, al primogénito de su jefe.
Ya como mandatario, Mario Marín Torres apoyó el proyecto político de Fernando y le dio la espalda a la aspiración de Rafael Moreno Valle. Ya sabe usted lo que pasó: el primero siguió con sus actividades político-financieras gracias a la venia del Precioso, mientras que el segundo se aliaba con los enemigos del PRI para llegar a ser senador primero y más tarde candidato al gobierno de Puebla, donde hoy opera y se despacha con la cuchara grande. Intuyo que en el Senado y mediando los consejos de su jefe Melquiades, Echeguren empezó a acoplarse con la aspiración del senador Rafael Moreno Valle, empeño que a Ernesto debe haberle costado mucho trabajo debido a los epítetos que antes había endilgado a Rafael, actitud que, obvio, produjo resabios y rencores en apariencia insalvables (Fernando Manzanilla sabe la historia).
Empezó a operar Melquiades y puso en acción su mano tersa y conciliadora. Estaba doblemente obligado, en primer lugar para garantizar el futuro de su hijo y después para validar lo que siempre ha sido: un hombre en cuyo origen público aparece la marca indeleble del general Rafael Moreno Valle. Al final del día logró lo que parecía imposible: que Echeguren fuera perdonado por Rafael Moreno Valle, y que su hijo inclinara sus banderas ante quien había sido su peor enemigo, en principio administrativo y más tarde político.
Ahora retrocedo a la época de Luis Donaldo Colosio:
El entonces presidente nacional del PRI llamó a Melquiades para decirle que había decidido hacerlo presidente del Comité Directivo Estatal poblano con una condición: que se alejara del gobernador Mariano Piña Olaya y del súper asesor Alberto Jiménez Morales. “No te preocupes por dinero. Yo te lo daré”, dijo Luis Donaldo a Morales Flores. Menudo compromiso para quien había obtenido favores y prebendas políticas, precisamente por su espíritu conciliador contrario al requerimiento colosista. Ya en la presidencia del PRI poblano, Melquiades decidió pactar con Mariano y con Alberto, lo cual molestó mucho a Colosio, según me lo dijo Lydia Zarrazaga Molina, personaje cercano a Luis Donaldo. Lo que hizo Melquiades fue actuar de acuerdo con sus convicciones y principios políticos: respeto y sumisión al poder, y desde luego lealtad al gobernador en funciones, sea del color que fuere.
Valiéndome de estas digamos que coordenadas concluyo:
Fernando Morales le debe a su señor padre la posición que tiene y el haber quitado las aristas a su relación con el mandatario del estado. Ernesto Echeguren también le debe a Melquiades el retiro de los abrojos de su camino, limpieza que le permitió aliarse con quien antes criticaba y hoy le sirve a través del Panal. Así, Melquiades Morales consolida esta etapa de su vida satisfecho de su lealtad a quien le dio la oportunidad de llegar a ser lo que fue, o sea el abuelo del actual gobernador.
Por ello digo que el PRI está en las mismas que cuando Melquiades empezó su carrera política: en las manos de Rafael Moreno Valle. (Le consta a Manzanilla).
¿Brujería, final del ciclo, avance o involución?
Pronto lo sabremos.
Twitter: @replicaalex