martes, 26 de junio de 2012

Fin de la República ofendida



Por Alejandro C. Manjarrez
Mal que bien, los candidatos presidenciales metieron a la sociedad en un mundo de propuestas, sueños guajiros, descalificaciones, ocurrencias, odios y amores. Sin habérselo propuesto impulsaron el viraje que desde la década de los 80 buscaron los poderes fácticos asesorados o animados por los gringos “democratizadores”. Se logró así lo que ninguno de sus arcángeles o diablos –depende de quién se trate– habían podido hacer.
La génesis del cambio
Antes de todo este barullo, en la década de los 80, la Heritage Fundation, organización estadunidense ultra conservadora, produjo un documento tan agresivo como invasivo: proponía buscar la forma de poner a México de rodillas para lo cual había que inducir a sus políticos con el fin de que eliminaran los históricos compromisos ideológicos. Hubo entonces dinero a raudales para, decían, promover la democracia en América Latina, empezando por nuestro país. Manuel de Jesús Clouthier del Rincón fue visto con agrado por los conservadores del vecino país. Carlos Salinas de Gortari, su adversario y al mismo tiempo alternativa para el proyecto gringo, representaba, más que al PRI, al neoliberalismo económico abrevado en Harvard. Cuauhtémoc Cárdenas les resultaba el candidato incómodo debido a sus antecedentes familiares y políticos, mismos que no encajaban en el planteamiento de la fundación mencionada.
A la artimaña electorera, por cierto nada democrática y muy infiltradora, se acompañaron acciones mediáticas diseñadas para obligar al cambio político: el consorcio Time-Life-Warner Bothers armó reportajes y produjo el documental sobre la muerte del agente de la DEA, Enrique (Kiki) Camarena, crimen que puso a México en los anales de la corrupción institucionalizada. A pesar de todo y del dinero que se envió a México, Clouthier perdió la elección y Salinas llegó al gobierno para romper los paradigmas de su partido y llevar a cabo la desideologización del Estado mexicano: modificó los artículos 3ro. 27, 123 y 130 de la Constitución, cambios que impulsaron la presencia y crecimiento en México de otras religiones, entre ellas la profesada por la mayoría del pueblo estadunidense. De ahí la paradoja que produjo el gusto de la Iglesia Católica que, sin darse cuenta de la trampa, echó las campanas a vuelo por “haber logrado” el reconocimiento constitucional.
Las sacudidas
Salinas fue “sorprendido” por la guerra que el Comandante Marcos declaró al gobierno mexicano. Manuel Camacho Solís intervino como mediador y convenció a su amigo y jefe para que pactara con los insurrectos dándose la oportunidad de ubicarse ante el mundo como un estadista de avanzada, pacifista y humanista. Pero ni uno ni el otro contaron con la inteligencia del subcomandante que, como lo sugirió Gutenberg, inventor de la imprenta, usó al ejército de 26 soldados de plomo para derrotar al “enemigo”, además de trascender internacionalmente en perjuicio de la fama pública del presidencialismo mexicano, entonces bajo la férula de Salinas.
Se produjeron los llamados crímenes de Estado y fueron asesinados el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el candidato Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu, éste último emparentado con el entonces Presidente de México. La política, el PRI, los políticos y el gobierno priista entraron en el tobogán que los llevaría al desprestigio. Seis años después ocurrió el famoso cambio que tanto presumió el Partido Acción Nacional y también Ernesto Zedillo.
La vergüenza republicana
Llegó Vicente Fox Quesada a la Presidencia, cargo al que le puso las botas y las zapatillas del vaquero dominado por su mujer. Y no sólo mutiló el águila del escudo nacional sino que además castró a la institución republicana para injertarle la nueva figura que él mismo definió como “pareja presidencial”.
A estas alturas, los integrantes ultras de la conservadora Heritage Fundation, deben haberse divertido mucho ante la estupidez que de plano rebasó las expectativas que propusieron en aquel documento, insisto, tan agresivo como invasivo. Y puede ser que hasta Felipe Calderón (al fin abogado) se haya lamentado por el apoyo y el manejo electoral que a favor de Fox promovió el PAN, a la sazón bajo su presidencia y control.
Conociendo a su jefe como tal (mandilón y dependiente de su esposa), Felipe empezó a armar su proceso interno para suplir al Presidente con botas. Supo por dónde caminar y en qué momento retirarse del poder de la “pareja presidencial”. Aprovechó la indignación de los panistas custodios, los de cepa y los tradicionales con el objetivo de ganar la candidatura al máximo cargo del país. Finalmente se puso la banda tricolor gracias a su visión electoral y desde luego al “pequeño detalle” que representó la señora Elba Esther Gordillo Morales, cuyos controles llegaban hasta el mismísimo seno del Instituto Federal Electoral.
Inicio del despertar
Calderón se hizo del poder gracias al apoyo y compromisos signados “de a bigote” con la lideresa del magisterio nacional. Y también por el voto útil que en su nombre y representación negoció Manuel Espino (por aquellos días presidente del PAN) con los gobernadores del PRI, el “Precioso” uno de ellos. Felipe repartió prebendas a espaldas del pueblo e hizo como que la virgen le hablaba para incumplir su promesa de denunciar y consignar a los corruptos, o sea a varios de los gobernadores que, ayudándolo, pactaron su impunidad.
El ruido de la metralla, las cabezas humanas regadas por doquier, los cadáveres colgados, quemados, disueltos en ácido y encostalados, enturbiaron la santa paz que sin duda el Presidente supuso que habría de lograr para pasar a la historia como el renuevo de la patria anhelada por los fundadores de Acción Nacional. A ese terrible fenómeno se adicionó la purga y el congelamiento de algunos panistas incómodos. Y dio inicio el deterioro de la estructura que le había servido durante su larga lucha por alcanzar el poder presidencial.
El estruendo social
"Hace más ruido un sólo hombre gritando que cien mil que están callados", dijo el general libertador José de San Martín. Como si lo hubiesen escuchado empezaron a gritar los jóvenes de México que por su edad estuvieron ausentes de los conflictos no así de las consecuencias. Puede ser incluso que hayan heredado el sentimiento de indignación que produjo ese trayecto negro lleno de crímenes, corrupción, componendas de todos colores, traiciones ideológicas, injusticias y pactos sellados con el moño de la corrupción institucionalizada. Es probable. Lo seguro es que inició el despertar de la sociedad apoyada por las redes sociales. Se hizo el milagro pues.
¿Por quién votar?
Pronto tendremos nuevo Presidente. No importa quién gane porque el que lo haga encontrará a cientos de miles de jóvenes dispuestos a levantar la voz. Sin embargo, aquí le dejo algunos trazos del perfil de cada candidato en el entendido de que la decisión de usted será lo más importante.
Josefina Vázquez Mota carga el fardo que representa el presidente Felipe Calderón, cuyo pasivo cuenta con 60 mil asesinatos sin resolver y 10 mil mexicanos desaparecidos. Esto además de la misoginia del poder político nacional y los errores provocados por la tozudez de su gurú o asesores, gente toda empeñada en dos acciones: la guerra de lodo y el encubrimiento de la corrupción de sus cofrades. De ganar (algo que parece poco menos que imposible) tendría que reinventarse para dejar de ser el objeto político del cual buscan aprovecharse los vengadores de la dignidad perdida en los dos últimos sexenios.
Enrique Peña Nieto soporta el peso del priismo que lleva la marca de la “Escuela Política Edomex”, donde se ha multiplicado el exquisito estilo de Carlos Hank González. Tiene el oficio y talento políticos que legaron a sus paisanos personajes de la talla de Narciso Bassols, Ignacio Manuel Altamirano, Adolfo López Mateos e Isidro Fabela. Empero Peña nos ha demostrado que no es suficiente admirar a los personajes célebres y menos aún conformarse con el entrenamiento digamos que utilitario, ejercicio que nunca podrá suplir a la cultura. Si como lo perfilan las encuestas el triunfa, tendría que abandonar la tradición priista para dar a su gobierno un perfil acorde con las exigencias del sector social informado que está en contra de dar legitimidad a su posible victoria electoral.
Andrés Manuel López Obrador no podrá borrar el origen priista que tanto le ha pesado y que decidió abandonar para repudiarlo hasta el hartazgo. Lleva sobre su espalda los justos o injustos reclamos producto de los actos de protesta inspirados en su estilo que lo ubica en las antípodas de la ortodoxia política. Sus impulsos personales contrastan con sus propuestas de gobierno. Ha sido rebasado por la estrategia que diseñó su tanque de cerebros. Tal vez a eso se deba que un día se muestre bondadoso y fraterno, al siguiente metido en los burgos donde domina el odio, y después retornando al espacio amoroso en el cual, a veces, se maneja con la cola entre las piernas. Va en caballo de hacienda, sin duda, porque aunque pierda seguirá vigente como líder de Morena, la organización que será partido político y quizá la conciencia nacional si los jóvenes lo adoptan y no mete sus manotas el equipo que armó aquel cochinero interno perredista.
Gabriel Quadri de la Torre carga con el pecado de pertenecer al partido de Elba Esther Gordillo, la lideresa en cuya nómina de afectos figuran distintas personalidades del mundo oficial, unos dispuestos al debate más defensivo que ofensivo, otros encantados de dejarse seducir por lo que representa el SNTE, y los menos arrepentidos del origen del cargo que ostentan, mismo que depende del poderío caciquil de la maestra. Pasará a la historia, pero no como político sino como el arma mortal inventada por quien su propia víctima: Elba Esther Gordillo.
Salvo su mejor opinión, yo creo que estamos viviendo los últimos días de la República ofendida. Ojalá.
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domingo, 24 de junio de 2012

Candidatos de utilería



Por Alejandro C. Manjarrez
Siempre aparecen los candidatos cuyo sino es la derrota. Lo curiosos es que ellos lo saben y puede ser que hasta disfruten ese llamémosle masoquismo electoral. Nacieron para perder. O como le ocurrió a Luisito –un maestro de música chiapaneco simpático, bonachón, regordete, amigable y desde luego pendejo–, fueron víctimas del tradicional cultivo yucateco. “Tú eres lo mejor, hermano, porque representas el cambio, la gente te quiere, ganarás porque eres un elegido de Dios”, “tu carisma y experiencia validarán la importancia de la equidad de género”, podrían ser algunas de las grandes mentiras que endulzan la vida del “cultivado” o “cultivada” y dan el tono al seductor canto de las sirenas.
Bueno también hay los tontos útiles que cual perritos hambrientos caen bajo el influjo del hueso que les promete el manipulador en turno, o sea el malvado que nunca falta en cualquier gobierno o partido político: “Éntrale a la candidatura y aunque pierdas ganarás; te daremos un buen hueso o dinero suficiente para que resarzas tu economía”. La muestra más ignominiosa es Juanito, el tonto rentable al que Andrés Manuel López Obrador lanzó al escenario de lo que puede considerarse como otra de las expresiones del teatro del absurdo.
Antes de entrar de lleno al tema aclaro al lector que hay de candidatos a candidatos y de derrotas a derrotas (perdón por el galimatías). En el PAN, por ejemplo, el haber perdido una elección puede convertirse en el plus que formará parte de la experiencia y, por ende, mejorará el currículo del perdedor. Sobran los ejemplos. Empero para los candidatos del PRI y del resto de los partidos, el sello de la derrota casi siempre equivale a un lastre difícil de desechar.
Pipitilla o utilería
Lo que usted acaba de leer sucede en cada proceso electoral. No es nuevo y menos aún exclusivo de Puebla o de cualquier otra entidad. Lo interesante de la elección que está por venir (sin alusión a la frase de campaña de Rafael Moreno Valle, que por cierto le fue fusilada a un candidato estadunidense, igual que la de “abre los ojos”) es que muchos candidatos aceptaron serlo a sabiendas de que perderán hasta el modito de andar. Claro que podría haber excepciones que se salven de ser parte de esa lamentable utilería, los mismos que a cambio de perder y de la vergüenza de actuar como comparsas, tendrán una gratificación en efectivo complementada, tal vez, con un cargo en el gobierno. Pronto lo sabremos pero no lo festejaremos.
Supongo que a estas alturas el lector estará pensando en algunos nombres. Si son los candidatos del Panal no se equivoca porque hasta ahí llegaron varias de las ovejas escapadas del corral del PRI para, en una dolorosa y kafkiana metamorfosis, convertirse en las abejas que por única ocasión picarán, acto en el cual se quedará su “aguijón” y –tal como le sucede al insecto– la vida política digna, provechosa, fértil. Desde luego que también hay excepciones, una que dos.
Poco falta, pues, para que veamos quiénes ganan y cuántos de los perdedores formaron parte de la pipitilla política, personajes cuyo plañir (sincero o falso) habrá de perderse entre la algarabía de los seguidores del candidato que el 1 de diciembre próximo ocupará a la silla presidencial. Haga su lista y diviértase seleccionando a los nacidos para perder.
Pero ¿y quién diablos ganará la elección presidencial?, se preguntará el lector indeciso. Yo creo que será el candidato que sabe que no es lo mismo la demografía que la demoscopia.
Ahí se los dejo de tarea y en la próxima columna les comento por qué da igual que resulte ganador Chana que Juan. A lo peor influyo en su decisión.
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jueves, 21 de junio de 2012

La boñiga del PRI



Por Alejandro C. Manjarrez
Erase una vez una niña inquieta, bonita, inteligente y sensible. El inicio de su vida fue color de rosa hasta que un día los padres de la nena descubrieron su apego al producto de sus defecaciones. “¡No mami, no le jales!”, gritó desesperada la nenita. “¿Por qué lo dices hija, qué te pasa?”, preguntó la sorprendida y acongojada madre sonriéndole a su retoño. “Es que eso es parte de mí, de mi cuerpo, y no quiero perderlo”, respondió preocupada la hermosa mujercita de apenas cinco años de edad.
Aquella digamos que estima excrementicia cesó gracias a la paciencia de los progenitores y al apoyo de las maestras del jardín de niños. Todo volvió a la normalidad y la mierda infantil pasó a ser parte de los drenajes de la gran ciudad.
Viene a cuento este relato escatológico –que por cierto es real y que a pesar de serlo ofrezco mis disculpas por el lenguaje– para tratar de establecer lo que ocurre con algunos candidatos del PRI. Me refiero a los que se niegan a deshacerse de la caca que aún existe en el organismo político al que pertenecen. No la envían a su destino porque la sienten como si fuese parte de ellos, de su esencia, de sus órganos vitales, del partido que los apoyó impulsándolos hasta hacerlos importantes. Uno de los afectados es sin duda Enrique Peña Nieto, candidato a la Presidencia de México. Y la otra podría ser la poblana Blanca Alcalá Ruiz, futura senadora de la República.
El hombre
El heredero del carisma político que hizo famoso a Carlos Hank González, ha sido atacado una y otra vez por sus adversarios. Lo acusan de arropar o apoyarse en figuras que se ganaron a pulso su desprestigio. Sus deslindes equivalen, valga el ejemplo, al papel higiénico que medio cubre el excremento para que nadie lo vea aunque el tufo delate su presencia. Por ello da la impresión que Peña sufre del mismo apego de la niña cuyo entorno color de rosa, como ya lo comenté, se volvía negro en el momento de excretar.
Sería muy malo si la lealtad a esos apestosos personajes conduce la vida del candidato puntero. Y peor porque en su posición Peña Nieto no puede ni debe ser leal a quienes defraudaron la confianza de la sociedad que gobernaron, o la de sus jefes y amigos que confiaron en ellos al delegarles facultades discrecionales para manejar recursos que al final del día se robaron. Tendría que “jalar la cadena” con la intención de que el pueblo (joven, maduro o viejo) no dude de su capacidad y honradez, y los electores que sufragarán el 1 de julio desestimen la guerra sucia en su contra. Lástima que sólo le queden unos cuantos días para hacer lo que debió haber hecho desde que fue postulado como candidato a ocupar el máximo cargo del país.
La mujer
Blanca Alcalá anda en las mismas. Pero no porque ella quiera sino debido a que su partido en Puebla está lleno de mojones, personajes varios que, valga la comparación, forman algo parecido al mitológico establo de Augías –interprétese: del Precioso–, cuadras que ahí estarán hasta que llegue un Hércules dispuesto a limpiarlas, o sea un priista, gobernante o líder, que decida usar el caudal de las aguas limpias para que ellas arrastren y se lleven toda la inmundicia.
Si el PRI logra recuperar la Presidencia de México, lo hará con el lastre que forman los negativos producto del apego que hacia las heces políticas tienen los priistas que hoy dirigen a ese partido. Quizá porque para ellos son tiempos de sumar. O tal vez porque cualquier resta o limpia anticipada pudo haberlos dividido y, en consecuencia, quitarles la oportunidad de regresar al poder.
En fin, la película se está filmando. Esperemos que en ella no aparezcan versiones modernas y adultas de aquella niña inquieta, bonita, inteligente y sensible. Si ello llegare a ocurrir, escucharíamos gritar a los candidatos ya elegidos por el pueblo: “¡No jalen la cadena! ¡No quiero perder lo que es parte de mí, de mi vida!
Entonces sí que estaríamos más que jodidos.
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martes, 19 de junio de 2012

JVM y Lozano Alarcón, ¿en las antípodas?



Por Alejandro C. Manjarrez
Vicente Fox ya había ganado las elecciones cuando en un encuentro casual y afortunado me preguntó Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, cómo veía al nuevo presidente de México. Mi respuesta fue sincera y, ahora lo presumo, hasta profética: “Es un hombre de pocas luces que será rodeado de tipos más inteligentes que él, algunos con buenas intenciones y otros dispuestos a padrotearlo”.
La última palabra de mi respuesta propició que Pérez levantara la ceja y que el resto de comensales se apenara. Los vi acongojados y tuve que disculparme diciéndoles que era la visión del periodista franco y directo. Esta mi sinceridad bastó para que todos participaran en el tema que fue ése, precisamente, las pocas luces de don Vicente.
El caso es que poco después de aquella reunión se dio a conocer el gabinete y entre otros surgió el nombre de Josefina Vázquez Mota, una mujer políticamente desconocida. Parecía alguna de las piezas cobradas por los cazadores de talentos (headhunters) que contrató Fox para formar a su equipo, mismos que fueron descalificados por el resultado.
Pasado el tiempo, el estilo del gobierno foxista permitió a Josefina destacar tanto por su responsabilidad, como por la forma de expresarse: era y sigue siendo asertiva, emotiva, tozuda, trabajadora, responsable y ducha para hablar de corridito; retórica que sacaba (y saca) de quicio a los políticos de oposición, según me lo confesó una de ellos, por cierto talentosa, culta y capaz: me refiero a Rosario Green Macías.
Con la idea de definir lo que considero su peculiar estilo, diré que la candidata del PAN se ha desenvuelto como pudo haberlo hecho un digno representante del pragmatismo, la corriente que, como todos lo sabemos, es ajena a cualquier ideología. Por ello los pragmáticos suponen que la historia, el pensamiento doctrinario e incluso la filosofía son algo así como la parte del pastel; es decir, el “betún” que estorba para alcanzar desde satisfacciones económicas hasta realizaciones profesionales, personales o comerciales. Para ellos la política suele ser el medio, nada más.
Por lo que he escuchado en voz de la candidata me atrevo a decir que se metió a esta contienda con el deseo de realizarse y poner al servicio de la sociedad (pobres, ricos, hombres y mujeres) el pragmatismo que la ha llevado hasta donde hoy se encuentra. Es la razón, creo, de que sus mensajes (cuchi cuchi, la gallina pone los huevos, su lucha contra la corrupción, el sazón de la sopa, mujer diferente, etcétera) la muestren alejada de la intelectualidad que hace confiables a los políticos obligados a conocer nuestra historia para interpretarla y analizarla con un criterio universal, nunca dogmático.
Como le ocurrió a Fox, Josefina también se ha rodeado de todo tipo de asesores y colaboradores, unos bien intencionados, otros chambones y, los menos, capaces aunque, debo decirlo, igual de pragmáticos, tozudos, emotivos, trabajadores y duchos para hablar de corridito, en muchos casos valiéndose de la ofensa y del infundio siempre irresponsable. Me da la impresión que el país, México, para ellos podría representar la realización personal no así la oportunidad de servir a todos los mexicanos, y hacerlo sin tendencias políticas, partidistas y religiosas.
¿Qué va a pasar el 1 de julio?
Falta poco para saberlo. Tal vez pierda Josefina.
En el caso de Javier Lozano Alarcón, candidato a senador por el PAN (primera fórmula), todo parece indicar que aunque la tiene difícil es probable que llegue a la Cámara Alta y que lo haga con algunos de sus positivos y un monton de sus negativos. En el primer caso por su cultura y capacidad profesional. Y en el segundo aspecto debido a que antepuso su espíritu agresivo a la inteligencia que indiscutiblemente le adorna, circunstancia que parece ser la constante si analizamos la última etapa de su trayecto en la administración pública, en especial sus enfrentamientos con los legisladores para él de oposición. Diría Vázquez Mota: le echó demasiada sal a la sopa que tendrá que tragarse.
Lo curioso es que entre Josefina y Javier no hay ningún vínculo o identificación profesional, cultural o afectiva; están en las antípodas pues. Incluso uno flageló a la otra cuando ésta luchaba por la candidatura que hoy ostenta. Y si nos remontamos al pasado reciente, encontraremos que mientras la panista se rasgaba las vestiduras por la pareja presidencial, Lozano militaba en el PRI con la intención de ser diputado, aspiración que no concretó debido a que el voto le resultó adverso. ¿Mala suerte, mal fario, mala leche? Pronto sabremos si aquello fue casual o si también es la constante.
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domingo, 17 de junio de 2012

Bartlett y AMLO, ¿dinosaurios?



Por Alejandro C. Manjarrez
Si usted piensa que Manuel Bartlett Díaz es un dinosaurio, entonces incluya en esa especie política a Andrés Manuel López Obrador. No importa la diferencia de edades entre ambos (dos décadas). Lo que los identifica es su ideología apegada a los principios que son esencia de la Constitución Mexicana, para muchos políticos, un documento también procedente del Jurásico.
Por eso sus coincidencias.
Y de ahí que uno haya aceptado la invitación del otro para, unidos con el grupo PT-PRD-Morena, luchar por la recuperación de esos principios, precisamente.
Esa es una de las razones que preocupa a la derecha cuya inspiración puede ser la doctrina religiosa o las propuestas del capitalismo salvaje, da lo mismo. Uso el adjetivo porque un capitalismo sin la vinculación social es definitivamente salvaje. La muestra: el caos económico mundial.
Vuelvo a la Constitución:
Es sabido que cuando se promulga (primer cuarto del siglo pasado) surge como la primera Constitución que incluyó los derechos sociales, por cierto aún vigentes. Y no sólo eso: algo pasó con nuestra Carta Magna porque su, digamos que filosofía, representó y representa la única alternativa para mejorar la economía internacional (algunos la llaman “tercera vía”). Esto siempre y cuando, que conste, a los genios del capitalismo les caiga el veinte y decidan socializar la economía. Y aquí me valgo de lo que dijo George Soros en 1999, criterio que sigue siendo válido:
“La situación actual es poco sólida e insostenible. Los mercados financieros son intrínsecamente inestables y existen necesidades sociales que no pueden satisfacerse dando carta blanca a las fuerzas del mercado”.
Esas fuerzas están representadas en México por los partidos que priorizan el bienestar de los hombres del dinero, olvidándose de las necesidades de los pobres a quienes ven como un potencial mercado para hacerlo consumidor de chatarra, la que sea, comestible o televisiva. Pero ¿cómo diablos explicárselo a los electores saturados y por ende hartos de tanta boñiga propagandística, sin caer en lo que esos productores de estiércol llaman populismo?
Es difícil responder semejante duda, como también lo es convencer a los conservadores que defienden su política económica siguiendo el método de los déspotas ilustrados (siglo XVIII), cuyo argumento para ignorar al pueblo se basaba en, según ellos, tomar determinaciones que favorecieran a la masa social, razón por la cual aumentaron los pobres y se incrementó la desigualdad y la injusticia, igual como ha sucedido en esta época.
En fin. El tema de la columna es la condición y coincidencia de esos dos dinosaurios catalogados así por su tozudez en la defensa de la entraña, eje o columna vertebral de la nación mexicana. Bartlett busca ser un senador digno, mientras que AMLO quiere convencer a la sociedad para que con su voto lo hagan presidente de México. De concretarse esta segunda opción, por primera vez el pueblo, los pobres, estarían representados por alguien que se debe a ellos. Y no por esa deuda que se ha comprometido saldar –él así lo ha dicho– se alejará de los otros, o sea de los empresarios, industriales, comerciantes y banqueros.
Igual como coincidieron los constituyentes de 1917, inquietos todos por encontrar lo que al final de la jornada se plasmó como la Ley Suprema que integraba los anhelos sociales, los jóvenes de hoy –quizá sin saberlo a ciencia cierta– se descubrieron para después vincularse con la necesidad de mejorar al país, tanto en materia educativa como en la justicia social que es el concepto axial de nuestra Constitución. Lo interesante de este fenómeno es que la mayoría de ellos volteó a ver hacia la generación que pronto habrá de extinguirse. Tal vez captaron la energía de esos “viejos” dispuestos a servir de puente generacional, pensamiento que desde hace años flota en el ambiente esperando –supongo– que lo capten los cerebros que por nuevos reciben mejor las señales.
¿Qué han hecho los otros candidatos? ¿Lograron comunicarse con el pueblo? ¿Sus propuestas beneficiarán a la sociedad en su conjunto? ¿Son emisores capaces de generar ideas y compromisos que convenzan a los nuevos receptores?
En la próxima entrega hablaré de Josefina Vázquez Mota y, para seguir con el formato, del candidato a senador Javier Lozano Alarcón. Ya veremos en qué coinciden ambos personajes y si con sus propuestas convencen o asustan al pueblo.
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jueves, 14 de junio de 2012

Y el PRI regresará al poder



Por Alejandro C. Manjarrez
Buena o mala, la del PRI es una “gran escuela”.
De ella han salido políticos de provecho o perjudiciales o simplemente esos que pasan del útero a la tumba sin más gloria que la de haber vivido del trabajo del pueblo. Por esta razón hoy existen candidatos pillos unos, mediocres otros y maletas muchos, personas cuyo objetivo es obtener un cargo de elección popular para, en algunos casos, gozar de la impunidad proveniente del fuero legislativo y, en otros, seguir pegados a la ubre del presupuesto nacional.
Como verá el lector, no descubro el hilo negro razón por la cual sobraría apuntar nombres harto conocidos. Usted ya sabe quiénes son.
A donde quiero llegar con esta breve introducción, es a lo que pasa en Puebla, la heroica entidad que por los hechos inéditos que vivimos, ya debería ser parte del récord Guinness, o de perdida figurar en los anales de Ripley (“aunque usted no lo crea”). La razón: los excelentes resultados que ha tenido la “universidad priista”.
Los que enseguida menciono sólo son algunos de los casos que apoyan la idea del Guinness o del Ripley, o de los dos reconocimientos al mismo tiempo faltaba más:
Javier Lozano Alarcón, Manuel Bartlett Díaz, Enoé González Cabrera y Víctor Hugo Islas, son los candidatos por distintos partidos que contienden por un escaño senatorial. Ellos, que como priistas mamaron la ideología de ese partido, se enfrentan a Blanca Alcalá Ruiz y a Lucero Saldaña éstas sí priistas en activo.
Como verá el lector tenemos en Puebla a seis candidatos para el Senado, de los cuales, los que resulten electos o favorecidos por el sufragio universal o la matemática electoral, serán ex priistas o miembros de ese partido.
¿Le parece poco?
Si su respuesta es afirmativa entonces agregue a la propuesta para el Guinness o Ripley, el nombre y función pública del mandatario Rafael Moreno Valle, quien a pesar de que no contiende, influye y mucho dado que es un ex priista y panista de nuevo cuño, además de padre intelectual de un nuevo partido de ex priistas.
Vemos pues que de una u otra forma en Puebla, lo que se llama pluralidad –esencia de la democracia que vio la primera luz en Grecia– estará representada en el Senado de la República por ex priistas o priistas en rebeldía, además de ser gobernada por un panista cuyo origen y proyección se la debe precisamente al PRI.
Lo anterior me lleva a preguntar: ¿y usted por quién votará? La respuesta es simple: por el PRI. O para no enojarlo diré: por un candidato que se formó en el PRI.
Lo curioso es que lo mismo ocurre con la lucha por la Presidencia de la República. Andrés Manuel López Obrador fue miembro distinguido del PRI, igual que varios personajes de su equipo. Y qué decir de Enrique Peña Nieto, heredero de la prosapia cuya cuna está en Atlacomulco, la tierra de ilustres personajes, y también lugar en el que hace 10 mil años habitaron mamuts y mastodontes, por no llamarlos dinosaurios.
La alternativa para los que aborrecen al PRI sería el Panal. ¿Y qué creé? También tiene su origen en el PRI, aquel otrora partidazo que hizo diputada y líder de su camada en el Congreso de la Unión a doña Elba Esther Gordillo Morales. Es obvio que no ignora que la mayoría de los candidatos de este partido igual son ex priistas.
Dirá alguno de mis sufridos lectores: entonces votaré por el PAN y su candidata, doña Josefina Vázquez Mota. Es su decisión, coherente por cierto. Sin embargo, lo malo –según dicen los exégetas políticos cuyo criterio se basa en la demoscopia– es que ese voto ayudará a los candidatos de Morena y del PRI que andan disputándose desde el voto útil hasta el sufragio de los indecisos.
Concluyo y asumo el riesgo del enojo que podría causar este remate:
Al final del día, alguna de las versiones del PRI, la rebelde o la sumisa, retomará el poder.
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martes, 12 de junio de 2012

Beatriz Gutiérrez Müller



Por Alejandro C. Manjarrez
A estas alturas es complicado hacer un pronóstico acertado sobre quién va a gobernar al país. Faltan 19 días y aún no sabemos a ciencia cierta si el PAN decide dar su voto útil al PRI, o si su dirigencia confía en que ocurra el milagro por el que rezan y piden a toda hora. Igual está por verse hacia dónde se inclina el voto de los indecisos; si éstos fueron o no convencidos por las estridentes manifestaciones anti Peña Nieto, expresiones proferidas por los jóvenes universitarios, en su mayoría simpatizantes de López Obrador. Así que declino adoptar el papel de las pitonisas y mejor ubico la mirada en el segundo plano (que podría ser el primero), el espacio aquel en el que operan las damas que, diría Rudyard Kipling, su intuición suele ser más precisa que la certeza del hombre.
Inicio, pues, con Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel López Obrador. Esta decisión obedece a que la conozco bien porque coincidimos en la actividad periodística, ella como colaboradora de la revista Réplica, y el que esto escribe como su director. Pero antes de entrar al tema tengo que confesar a los lectores que esta idea nació después de ver el video que me hicieron llegar a través de las redes sociales (¿Conoces a Beatriz Gutiérrez Müller?), mismo que la muestra como una mujer centrada cuya preparación –debo decirlo–, daría lustre al “cargo” honorífico (además de difícil y demandante) de Primera Dama de la Nación.
Para descubrir su personalidad de esposa, madre y escritora, les recomiendo que vean el video mencionado (YouTube) donde ella misma nos muestra, de manera sencilla y agradable, su forma de ser, pensar, creer, amar, soñar y actuar. De la parte laboral que tiene su origen en Puebla, sí puedo comentar lo que muchos periodistas avalarían si alguien se los requiriese. Dicho de otra manera: no inventaré el hilo negro.
¡Aguas con Bety!
Beatriz trabajó en la redacción de El Universal, entonces a cargo de Rodolfo Ruiz. También participó en otros medios escritos (alguno de ellos desaparecido por venganza personalísima), así como en la radio a la sazón propiedad de los hermanos Mastretta y dirigida por Sergio (105.1 FM). Gutiérrez Müller formaba parte de la llamémosle ala liberal del periodismo poblano, razón por la cual su opinión y criterio estaban ceñidos a la crítica razonada que tanto inquieta a los gobiernos y sus titulares, sobre todo a los chambones. Mientras colaboró en Réplica (primera etapa), nunca hubo que meter mano a sus escritos ya que ella misma los redactaba, revisaba y corregía con el celo producto de su preparación literaria. Tampoco fue necesario observarle alguna de sus colaboraciones en virtud de su contundencia acompañada con el respaldo del periodismo ético. De ahí que cuando los funcionarios o diputados la veían venir con la pluma lista para la interviú, entre ellos se decían: ¡Aguas con Bety! Le sacaban la vuelta, pues, para evitar que ella obtuviera alguna declaración comprometedora.
Además de que ya sabemos que estudió en la Ibero, plantel Golfo Centro, y que ha escrito poemas y novela, el lado que descubrimos en el video de marras muestra lo que para Beatriz es el amor: una fuerza necesaria, dice, para vivir a plenitud. También nos enteramos que vive consciente de la necesidad de apoyar con inteligencia para a su vez incidir en las decisiones de los seres queridos, en especial a su esposo; que está convencida de que la mujer tiene que participar más en la vida pública así como creer en sí misma; y que de llegar a Los Pinos luchará contra la inequidad y la discriminación.
Es importante rememorar que tanto El Universal como la revista Réplica compartieron en sus redacciones la pluma y talento de Beatriz y de otros periodistas, varios de ellos con la misma escuela, ética y profesionalismo. Van los nombres de cuatro (los aún vigentes), no como presunción sino como constancia de lo que fue el renacer del periodismo poblano: Arturo Luna Silva, Mario Alberto Mejía, Alejandro Mondragón y Fernando Pérez Corona. Por ello Rodolfo Ruiz y el que esto escribe presumíamos en esos días de contar con la mejor redacción del periodismo poblano. Claro que había otros colegas con esas características pero estaban dispersos en otras redacciones.
No sé si Andrés Manuel llegue a ser Presidente de México. Lo que resulta obvio es que de ganar la elección cumplirá con un sueño personal parecido al que alguna vez tuvo Dante Alighier, aspiración que éste no pudo lograr: López Obrador sí estaría acompañado de su inspiradora Beatriz.
Twitter: @replicaalex

domingo, 10 de junio de 2012

El Gobernador de luces y sombras


Por Alejandro C. Manjarrez
Ya lo había dicho y el viernes anterior se confirmó: Rafael Moreno Valle es el gobernador que impulsará a la prensa aun, que conste, sin habérselo propuesto e incluso en contra de su voluntad.
No levante la ceja, respetado lector. Enseguida me explico y usted decidirá si estoy en lo cierto o me equivoco.
La publicación de la lista de “convenios” abrió la caja de Pandora o, para dar un giro a esta gastada metáfora, la “caja del Precioso” que –igual que el relato mitológico– también tiene dentro muchos de los males, entre ellos el peor. Me refiero a los prestanombres.
La “jalada de cobija” propiciada por la demanda de transparencia que produjo reacciones extrañas en el seno del gobierno –entre ellas la publicación de la lista de marras–, logrará que una parte de la prensa poblana (la que tiene el respaldo ético) rompa, si los hubiere, con cualquier compromiso con el poder, lazo que podría estar basado en la publicidad. Esto me lleva a suponer que el periodismo local ahora está más que obligado a mejorar su información y hacerlo bajo dos premisas, viejas por cierto: informar sin tamices y con veracidad, y no vender su criterio escudándose en el disfraz de la publicidad o con la máscara de la inserción pagada.
Lo curioso es que esa “jalada de cobija” coincidió con la indignación social que hizo caer la credibilidad de Televisa y TV Azteca, acciones que por haber sido difundidas en exceso causarán, sin duda, un daño irreversible a lo que antes fue la “conveniente” relación entre los gobernantes y las televisoras. Ahí sí que funcionaba aquello de que te pago para que no me pegues, detalle que ampliaré líneas abajo.
Bueno, ya sabemos cómo se las gasta el gobierno para intentar ejercer su control sobre los medios de comunicación. Ahora veamos de qué está hecho el periodismo o los periodistas. Para ello parto de frases que rescaté de alguna de mis columnas publicada hace dos lustros, precisamente para conmemorar el 7 de junio.
Sin dedicatoria
La prensa es refugio de personas cuya intención se centra en comunicar ideas. Por eso hay colaboraciones académicas y políticas de trascendencia y también las formativas.
La prensa es el espacio ideal para quienes buscan reinventarse y quieren escapar de la soledad que provoca el silencio. Esta simbiosis produce diversos tipos de aportaciones, desde las espirituales hasta las que se basan en lo cognitivo.
La prensa es el punto de partida para aquellos que quieren enriquecer su cultura, aprender a comunicarse y abordar la literatura. Dicho con otras palabras: puede ser la escuela que forma intelectos como, por ejemplo (cito al caso más palmario), Gabriel García Márquez.
La prensa es la fuente de satisfacción de personas ávidas de dinero e inmunidad. O sea de aquellos que teniéndolo todo (o casi todo) buscan un medio o vehículo para usufructuar el llamado cuarto poder acercándose o haciéndose cómplice del gobernante.
La prensa es el bunker de la impunidad que suele basarse en ejercer la libertad que consagra la Ley. Por ello se manifiestan (por ventura cada vez menos) las personas chicas, grandes o medianas que hacen “periodismo” basándose en el infundio y la burla, injuria, afrenta, descaro, cinismo, denuesto, mentira o las medias verdades.
La prensa es el aparador que muestra la inmundicia producto de rumores, maledicencia, amargura, resentimiento y resabios sociales. Por desgracia abundan las muestras que así lo establecen.
La prensa es el vínculo para que la humanidad se comunique. Hoy lo hemos confirmado en virtud a los efectos producto de las redes, mismas donde, debo decirlo, hay quienes con frecuencia caen en los negativos enunciados arriba.
La prensa es el crisol donde se templan famas o se calcinan prestigios, en ambos casos de uno y otro lado. Abundan los verbigracia.
El dinero del pueblo
Ahora retomo lo de la credibilidad de las televisoras:
Precisamente por las redes sociales, el pueblo también “jaló la cobija” a los políticos que apostaron a este tipo de promoción, el mandatario poblano entre ellos. Gracias pues a esta que fue una agradable sorpresa, es casi seguro que no vuelva a ocurrir el efecto Peña Nieto; es decir, que cesen las millonarias inversiones para la promoción televisiva de imágenes personales diseñadas con la intención de hacer presidenciables. Y este fenómeno me lleva a otro escenario que lo pergeño para después abordarlo con amplitud, cuando nos lo permita el post debate.
Destapada o no en sus “intimidades”, de la prensa local dependerá que Rafael Moreno Valle no interrumpa su proyecto 2018. Necesita de ella y, paradójicamente, ella no necesita de él. Por eso creo que cambiará su estilo para valiéndose de su inteligencia eliminar las fobias y las filias que lo hacen un gobernador de alto contraste, de luces y sombras.
Twitter: @replicaalex

jueves, 7 de junio de 2012

Y el presidente se hizo pendejo


Una de periodistas
Por Alejandro C. Manjarrez
Llegó a su nuevo trabajo sin el uniforme verde olivo. Lo hizo pensando en las palabras del presidente, frases que retumbaban en su cabeza:
“Agárrelo usted con las manos en la masa; y que el tipo responda por sus trapacerías.”
Órdenes contundentes e irrebatibles.
Deseos utópicos e ingenuos.
El general tres estrellas, que en esta historia se llamará Odilón Manríquez, nombre inventado para dejar a salvo el orgullo de los nietos del personaje (por cierto importantes en su ámbito), entró al despacho del titular de la Dirección General de Tránsito del Distrito Federal. Sin mediar ninguna explicación le soltó la mala nueva:
“Vengo a suplirlo y me acompañan los auditores que revisarán sus cuentas.”
No había acabado de pronunciar la última palabra cuando entró el equipo que formalizaría el cambio de director.
El trámite fue breve y en apariencia sencillo.
Veinticuatro horas después Odilón Manríquez convocó a una rueda de prensa con la intención de informar a la sociedad los pasos que habría de dar con el objeto de modernizar y moralizar a la dependencia que por aquellos días manejaba mucho dinero.
La conferencia
Manríquez ingresó a la sala de prensa portando el uniforme adornado con las condecoraciones que reconocen el trayecto militar.
Su entrada produjo un intenso murmullo.
De entre ese cuchicheo acompañado con las miradas curiosas del personal destacó la voz de Pedro, reportero de la fuente: “Es demasiado uniforme para tan poco cargo”, dijo poniéndole a su voz la sordina de la discreción.
—Señores periodistas —espetó el militar—: primero quiero que sepan que soy un general de división diplomado del Estado Mayor —dijo enérgico mientras sus dedos recorrían chapas, botones e insignias pendientes de su chaqueta. Endureció aún más su expresión y soltó—: He llegado a esta dependencia con el firme propósito de enaltecer mi carrera y nunca deshonrar el uniforme que porto aunque, como acaba de decir alguno de ustedes, lo alcancé a escuchar, sea mucho para el cargo. No habrá concesiones para los policías corruptos; no permitiré el coyotaje ni la extorsión; acabaré con el cáncer que corroe las entrañas de esta dependencia.
Los periodistas todavía no asimilaban las palabras del funcionario cuando éste se retiró sin permitir preguntas.
“Nunca ningún director había sido tan claridoso”, se quejó uno de ellos.
A otros les divirtió el entusiasmo moralizador mostrado por Manríquez.
Pedro sonreía.
Concluida la breve conferencia, los reporteros salieron a redactar sus notas con la intención de que la suya fuera la principal noticia del día siguiente:
“Se acabó la corrupción en Tránsito.”
“Fin al cochupo en Tránsito.”
“Se militariza la Dirección de Tránsito.”
Varios periódicos incluyeron la reacción de los jefes de los mandos medios entrevistados, los que en apariencia concentraban y distribuían el dinero de las mordidas: “Dicen que en Tránsito no hay corrupción”, ironizó uno de los diarios.
Sólo el rotativo de Pedro manejó los méritos militares del general.
El general Manríquez quedó más o menos complacido con lo publicado por la prensa. Estaba seguro que el presidente de México lo llamaría para felicitarlo.
“Ahora que llegue a la oficina —aspiró— seguramente tendré la llamada del jefe.”
Con esa ilusión en la cabeza decidió entrar al edificio por la puerta principal que entonces daba a la Plaza Tlaxcoaque. Pudo ver así a los coyotes trabajando y a los empleados mirándolo con cierta desazón. El general percibió la inquietud y buscó entre los mirones a su secretario particular. No estaba. Pero en su búsqueda distinguió a varios de los periodistas que habían participado en la conferencia de prensa del día anterior.
Pedro se le acercó y atento le dijo:
—Aquí estamos, mi general, para lo que se le ofrezca.
El nuevo funcionario entró a su despacho y lo primero que vio fue un paquete sobre la cubierta ahulada del escritorio H. Steel color gris rata.
“¿Qué será?”, se preguntó mientras rompía la envoltura custodiado por la fotografía oficial del presidente de México, efigie que colgaba de la pared más amplia.
Al descubrir lo que el paquete llevaba dentro, la voz fuerte, estentórea y destemplada del general retumbó en muros y canceles de la oficina pública:
— ¡Secretario!
El ayudante entró asustado pensando que había ocurrido un accidente.
—A sus órdenes jefe —dijo cuadrándose en una mala y cantinflesca imitación militar.
— ¡Tráigame a los periodistas! ¡Pero ya!
Cinco minutos después los reporteros ya estaban plantados frente al general que parecía haber crecido de repente. Manríquez los vio, aspiró profundo y dijo señalando el paquete:
—Miren ustedes lo que encontré sobre mi escritorio. Es dinero que dejó algún pendejo con la clara intención de comprometerme, de corromperme. Voy a investigar y cuando agarre al autor de este atentado, les prometo que lo llevaré a juicio. Y si puedo yo mismo fusilaré al cabrón. —Volteó a ver la foto del presidente en turno y se justificó con tono más enérgico—. El patrón no tendrá inconveniente.
— ¿Y cuánto dinero es? —preguntó alguien cuya voz se impuso al barullo de los periodistas. Era el mismo Pedro que minutos antes se había puesto a las órdenes del general.
Manríquez no pudo contestar porque no había contado el dinero.
—A ver cuéntelo usted delante de todos —ordenó a quien había hecho la pregunta. Y en seguida bromeó—: Pero que no se pierda ni un peso, eh…
El reportero se puso a contar el dinero con la habilidad de un cajero de banco. La suma de los billetes ascendió a doscientos mil pesos.
—Empaqueta bien ese dinero y que los periodistas firmen la envoltura —dijo el general y agregó para su improvisado público—: Señores: aquí mismo se guardará el dinero hasta que yo encuentre al hijo de puta que me puso esta trampa.
Ya no hubo preguntas.
Los reporteros se retiraron sin rechistar
Al siguiente día, Odilón Manríquez llegó a su despacho para encontrar en el mismo lugar del escritorio otro paquete de dinero. Y volvió a convocar a la prensa repitiendo el ritual del día anterior. La cantidad se repitió: doscientos mil, ni un peso más ni uno menos. El general se animó a sospechar  —así lo dijo— que el plan parecía elaborado por alguno de los funcionarios interesado en corromperlo.
—Quien haya sido, yo mismo lo llevaré de los huevos al paredón —insistió viendo de reojo la foto del Presidente.
Los periódicos restaron importancia al hecho. Si acaso dos lo refirieron como si se tratase de una anécdota sin importancia o de una de tantas corruptelas, las mismas de siempre. “En Tránsito sigue la mata dando”, garabateó uno de los columnistas del género policiaco.
Durante el fin de semana el fantasma del paquete tomó su asueto. Pero al martes siguiente ahí, en el lugar de costumbre, el general volvió a encontrar la misma cantidad de dinero envuelto impecablemente en papel manila. Otra rueda de prensa y el mismo protocolo informativo, incluida la amenaza del general.
Ya asolas le dijo a Pedro: —El pinche corruptor, quien sea, cada día está más cerca del paredón. Y miró de nuevo la foto oficial de Presidente.
—Mi general, ¿y qué pasará si se esfuma el dinero que tiene guardado? Nadie le va a creer que se lo robaron —previno el reportero, quien ya había entrado en el ánimo del general.
El comentario hizo que el Manríquez cambiara de expresión.
—¡Ah chingá! Tienes razón —dijo moderando su atemorizante gesto facial—. Mañana mismo aplicamos ese dinero a la compra de equipo. ¡Ándale, llévate la primicia!
Lo del agua al agua
Casi dos millones de pesos costaron las motocicletas que adquirió la dependencia. Parte de la compra se pagó con el dinero recaudado, el mismo que apareció sobre el escritorio gracias a la constancia del estratega de la corrupción.
El lunes siguiente el general madrugó para llegar a la oficina antes que sus colaboradores. Entró contento y con el sabor del triunfo que había obtenido tres días antes.
“¿Lo sabrá el presidente?”, se preguntó emocionado durante el sábado y el domingo. Su gusto y satisfacción quedaron a medias cuando volvió a encontrar otro paquete sobre su escritorio. Ya no gritó al secretario (quizá porque aún no llegaba) pero mandó llamar a Pedro, el reportero que se había hecho su amigo y asesor involuntario.
— ¿Qué hago, Pedrito? Seguramente seguirán llegando los pinches paquetes de dinero —dijo medio apesadumbrado y curioso en saber la respuesta de su improvisado asesor.
—Guárdelo mi general. Deje que pase el tiempo. No diga nada. Después verá usted qué aplicación le da a ese dinero. A lo mejor hasta llega a conocer al remitente desconocido y, como lo prometió, lo arrastra de los huevos hasta el paredón…
El general miró con recelo la cara del sonriente interlocutor que también había puesto el ojo en la foto oficial. Levantó la ceja y cuando se disponía a decir algo, Pedro continuó:
—Con todo respeto, Jefe: le recomiendo no hablar del asunto. Los compañeros van a creer que se trata de un plan para ocultar algo muy grande. Mejor dese su tiempo.
—No cabe duda que Dios te puso en mi camino, hermanito —dijo Manríquez—. Haré lo que aconsejas y ya veremos de qué cuero salen más correas.
Fue la última noticia sobre los regulares y misteriosos envíos. Nunca más se supo del “fantasma del dinero”.
Después de muchos años escuché la historia que acaba usted de leer. Le pregunté a Pedro, relator de la misma, entonces reportero de la fuente y después dueño de su propio diario:
— ¿Y qué fue lo que pasó don Pedro?
— ¿No lo adivinas, verdad?
—No señor —mentí.
—Pues yo era el que recaudaba el dinero para posteriormente ponerlo en el escritorio… Mis colegas y los jefes me escogieron para corromper al general antes de que acabara con la mina de oro que era la Dirección de Tránsito…
—Es obvio que lo convencieron  —dije tratando de ocultar mi enfado.
—No sólo eso —aclaró—: el tipo se convirtió en el más corrupto director que haya tenido la dependencia. Él fue el mecenas de mi periódico —confesó orondo poco antes de que el coñac lo noqueara.
Hasta aquí esta triste e inconclusa historia sobre la supuesta lucha contra la corrupción, cuyos paladines casi siempre salen derrotados… o millonarios.
Es obvio que el presidente de México se hizo pendejo y que el general le vivió eternamente agradecido. Igual que el periodista que se convirtió en importante empresario de la comunicación.
Twitter: @replicaalex