jueves, 31 de marzo de 2016

Octavio Paz y Mario Vargas Llosa


Encuentros y desencuentros de los Premio Nobel de Literatura
Lo dijo Vargas Llosa
…Pero es cierto que su imagen se vio algo enturbiada (…) por su relación con los gobiernos del pri, ante los que moderó su actitud crítica. Esto no fue gratuito, ni, como se ha dicho, una claudicación debida a los halagos y pleitesías que multiplicaba hacia él el poder con el ánimo de sobornarlo. Obedecía a una convicción que, aunque yo creo errada (…) Octavio Paz defendió con argumentos coherentes. Desde 1970, en su espléndido análisis de la realidad política de México, Posdata, sostuvo que la forma ideal de la imprescindible democratización de su país era la evolución, no la revolución, una forma gradual emprendida al interior del propio sistema mexicano, algo que, según él, empezó a tener lugar con el gobierno de Miguel de la Madrid y se aceleró luego, de manera irreversible, con el de su sucesor, Salinas de Gortari. Ni siquiera los grandes escándalos de corrupción y crímenes de esta Administración lo llevaron a revisar su tesis de que sería el propio pri quien pondría fin al monopolio político del partido gobernante y traería la democracia a México.

Muchas veces me pregunté en estos años por qué el intelectual latinoamericano que con mayor lucidez había autopsiado el fenómeno de la dictadura (en El ogro filantrópico, 1979) y la variante mexicana del autoritarismo, podía hacer gala en este caso de tanta ingenuidad. Una respuesta posible es la siguiente: Paz sostenía semejante tesis, menos por fe en la aptitud del pri para metamorfosearse en un partido genuinamente democrático, que por su desconfianza pugnaz hacia las fuerzas políticas alternativas, el pan (Partido Acción Nacional) o el prd (Partido de la Revolución Democrática). Nunca creyó que estas formaciones estuvieran en condiciones de llevar a cabo la transformación política de México. El pan le parecía un partido provinciano, de estirpe católica, demasiado conservador. Y el prd un amasijo de ex priistas y ex comunistas, sin credenciales democráticas, que, probablemente, de llegar al poder, restablecerían la tradición autoritaria y clientelista que pretendían combatir. Toquemos madera para que la realidad no confirme este sombrío augurio.
Lo que años antes había dicho y escrito Octavio Paz (Primero en la revista Plural y más tarde en El ogro   filantrópico); a saber:
La institución presidencialista mexicana se parece, más que al presidencialismo norteamericano que la inspiró, a la dictadura de la antigua Roma (...) Nuestros presidentes son dictadores constitucionales, no caudillos”. (Rodríguez Ledesma, 1996: 338-339).

lunes, 14 de marzo de 2016

Odios perros


La justicia es la venganza del hombre social,
como la venganza es la justicia del hombre salvaje.
Epicuro

Por Alejandro C, Manjarrez
Me comentó un pasajero casual del Agusta negro, el helicóptero del gobernador Rafael Moreno Valle, el mismo que cruza el cielo azul como si fuese un avatar del chamuco:
“Me sentí apenado y a la vez indignado ante la tremenda regañada que recibió Tony Gali. Los insultos que escuché me hicieron pensar en los efectos de esa indignación contenida por el entonces secretario de Infraestructura, cuya dignidad quedó muy disminuida. Ya en tierra le pregunté cuál sería su respuesta, y él me respondió que ninguna, que sólo le quedaba aguantar vara.”
Como ese comentario hay otros que reflejan tal cual lo que ocurre en el entorno del poder. ¡Guay de aquel funcionario que encuentre al gobernador encabronado! Corre el riesgo de recibir un jalón de orejas si no es que insultos altisonantes: si quieren seguir “mamando” en la ubre presupuestal, tienen que aguantar vara tal y como lo ha hecho Tony Gali.
Otro de esos, digamos que arranques bipolares, lo presenció un importante empresario nacional, también pasajero casual del Agusta negro que a diario parte en dos el cielo azul poblano. El tipo se quedó frío al escuchar la retahíla de palabras soeces que retumbaron en la cabina de la nave y, desde luego, en la cabeza dura del subordinado de Rafa. “Pobre cabrón —se dijo acongojado por la pena ajena—. Yo no lo toleraría aunque Moreno Valle estuviera en los primeros lugares de la lista de la revista Forbes”. Ahí quedaron, pues, las palabras que sirvieron de colofón al regaño aéreo para el comunicador en turno: “¡A mi los medios se me hincan, pendejo!”
En fin, como estas hay muchas anécdotas que revelan el mal carácter del titular del poder Ejecutivo poblano, un hombre obsesionado —según se desprende de sus declaraciones públicas— con el hito de convertirse en el mejor mandatario de los últimos cincuenta años.
Lo malo para él y su apasionada ambición, es que por su carácter atrabiliario ha llegado a sembrar desde resentimientos y animosidades hasta el veneno que enferma a las conciencias humilladas convocándolas a esperar, como Epicuro, el tiempo de la venganza. Sobre todo cuando en ese cruce de palabras y disculpas obligadas, hubo o hay testigos importantes, como podría ser un hijo o la esposa o el socio o el cómplice del ofendido. ¡Vaya vergüenza!
Y precisamente esa vergüenza agravada por el resentimiento, resabio o animosidad es lo que, creo, encontrará Moreno Valle una vez que deje el cargo de gobernador. Son muchos los que llevan marcado en su alma el efecto de las descargas biliares de su jefe. Entre ellos Tony, el trovador cuyo espíritu ha sido atravesado por los dardos verbales lanzados desde el diafragma del mandatario. Por ello, supongo, querrá sacarse las espinas ésas impulsadas por la fuerza de los resoplidos del gobernador.
Si mi hipótesis resulta acertada, todo indica que el ex presidente municipal y ex secretario de infraestructura se convertirá en ex amigo de Rafa. Esto siempre y cuando, que conste, busque la manera de mejorar la imagen que perdió desde la primera humillación orlada con los adjetivos que mancillaron su honor.
Pero para que tenga éxito la probable vendetta del ex mencionado, el gobernador tendría que haber omitido la regla política no escrita, misma que aconseja guardar expedientes que permitan negociar con el sucesor, principalmente. Para ejemplificar esta mi teoría traigo a cuento la anécdota entre Manuel Bartlett, a la sazón gobernador, y Jorge Estefan Chidiac, su secretario en la Contraloría:
Manuel ordenó investigar el comportamiento administrativo del presidente del Comité de la Feria de Puebla. Éste fue auditado por los contadores dependientes de Jorge. Una vez concluida la revisión, Bartlett escuchó de su secretario lo que parecían los elementos necesarios para consignar al investigado. En esto último basó su pregunta Jorge. Bartlett, al fin habilidoso como lo es, respondió que no, que era mejor guardar el asunto para cuando fuera conveniente (no lo escuché pero intuyo que el jefe le dijo a su empleado: “Es la forma de tenerlo agarrado de los huevos”). Y así ocurrió: aquella espada de Damocles, no sólo mantuvo quieto al presunto peculador, sino que hasta lo mató de un infarto.
Y, curiosamente, de infarto serían los primeros días del gobierno, si acaso ganase la elección el concuño de Estefan. Y si no también porque la próxima gobernadora se verá obligada a cobrar los agravios sembrados y acompañados con la estridencia anímica del mandatario.
¿Si ganara Gali...?
¡Uf! Este supuesto obliga a compartir con usted, amable lector, la posibilidad de que el viejo dicho: “Puebla es el último reducto español dominado por los árabes”, se modifique adicionándole las palabras: estado de.
De ello hablaré en la próxima entrega…

@replicaalex

miércoles, 9 de marzo de 2016

Aurelio Nuño y el aroma de los libros


No se percatan que la televisión,
es tal vez aún peor que la escuela obligatoria.
Pier Paolo Pasolini
Por Alejandro C. Manjarrez
Andrés Henestrosa vivió con el recuerdo del aroma del primer libro que recibió en la escuela. Aquel impacto permaneció en su cerebro induciéndolo a escribir para contarnos historias y, con la magia de su prosa, compartirnos los mitos y tradiciones de México. Supo, y así lo dijo, que los libros estaban destinados a los que ya sabían leer, pero también para los que iban a aprender a leer acompañados con el olor a tinta. El paso del tiempo y su vocación por la cultura, lo convirtieron en un maestro intemporal cuya vida y recuerdo dan armonía a sus letras y palabras para, entre otras de sus acciones intelectuales, pregonar la importancia del aula escolar. "Los libros de la niñez no pasan nunca —sentenció—, no envejecen, no mueren. En sus líneas, que no en balde parecen surcos, los poetas arrojaron la simiente de las palabras que después han florecido en el hombre. El niño no se detuvo a ver si las palabras eran bellas, si los pensamientos excelsos, si la emoción legítima. Se conformó con recibirlas, arrobarse con su música, darles sentido cuando no alcanzó el suyo verdadero. Y hasta en esto, el texto no quedó perdido. Porque nada de lo que llega al niño se pierde: con lo que hoy no entendió se ayudará para entender mañana."
¡Ah..! El aroma de los libros.
Su recuerdo permanece incrustado en nuestro cerebro, igual que las imágenes del salón y del patio escolar e incluso la efigie del maestro y las voces de los pequeños compañeros en la extraordinaria aventura que fue el aprender a leer para, entre los “surcos” que forman las frases, descubrir la ruta hacia un futuro alentador.
Es uno de los gratos recuerdos de la niñez. Llega cuando percibimos el aroma a papel mojado con tinta de imprenta, olor que une cuatro de los sentidos, sensación que últimamente se ha repetido gracias, paradójicamente, a la televisión. Si, en efecto, el aparato que Federico Fellini catalogó como el espejo donde se refleja la derrota de nuestro sistema cultural, dicho avalado por Giovanni Sartori, quien también estuvo de acuerdo con lo de “caja idiota”: en su Homo Videns, Sartori sentenció que la imagen sustituye a la palabra y no permite la abstracción de la información porque la reduce al mínimo al producir imágenes que anulan los conceptos y atrofian nuestra capacidad de entender.
Lo curioso es que ambos criterios (y otros más por el estilo) recibieron el espaldarazo del “Tigre” Emilio Azcárraga, quien, en uno de sus “zarpazos retóricos”, definió a la televisión como el medio perfecto para alimentar la esperanza de los jodidos de México.
¿Cómo ve?
Bueno pues ahora resulta que —gracias al interés-necesidad de promocionar su obra, acciones y trabajo— a través de esa “caja idiota”, nos hemos enterado de la obligación que se echó a cuestas Aurelio Nuño Mayer, secretario de Educación Pública del gobierno federal, una de las cartas (quizá la principal) de Enrique Peña Nieto (el presidente aceptó que ya mira hacia el escenario electoral del 2018). Excelente, regular o malo, usted dirá, lo más importante del bombardeo promocional que incluye el “placeo mediático” del novel precandidato, está en la difusión personalizada del programa “La Escuela al Centro”. Esto porque por fin serán regenerados los miles de planteles que el abandono convirtió en pocilgas escolares sin agua y con pedazos de ventanas; en espacios decorados con jirones de pizarras; en ruinosas aulas con maestros desalentados; en el lamentable entorno escolar de cientos de miles de niños rodeados de baños apestosos y la insalubridad que genera la indolencia. Todo ello tolerado por padres de familia resignados e indignados.
Ignoro si en la información que guarda el cerebro del secretario Nuño se encuentra el aroma de los libros. Tal vez. De lo que estoy seguro es que gracias a su iniciativa los niños de hoy tendrán (o ya tienen) la posibilidad de percibir ese agradable perfume sin que medie el tufo de las letrinas. Y lo más importante: podrán disfrutar de la misma sensación que motivó a don Andrés Henestrosa, efecto acompañado con las imágenes agradables de la escuela cuya “música de piedra” (diría el sacerdote y poeta Manuel Ponce), concreto y tiza, dará equilibrio a las acciones que permitirán al alumno encontrar las palabras para entender el mañana. Se convertirá, por qué no, en la fuerza intelectual de un México menos contrastante, en el cual hombres y mujeres recordarán con amor el aroma de los libros.
Que así sea, por el bien de todos.

@replicaalex


lunes, 7 de marzo de 2016

Chismes en el seno del poder



Un chisme es como una avispa; si no puedes matarla
al primer golpe, mejor no te metas con ella.
George Bernard Shaw


Por Alejandro C. Manjarrez
En alguna de las cenas del jet set poblano salió a relucir mi nombre. “A ese señor —dijo una de las comensales— le pagan para hablar mal de Rafa. A mi marido ya le tocó estar en su columna. Nos pegó”.
¡Vaya imaginación!
La dueña de tal chisme es la esposa de Cabalán Macari. Y la referencia sobre lo que escribí de su marido, debe ser aquella donde cité al abuelo que, además de su nombre, dejó una enorme fortuna, dinero bien habido si omitimos la costumbre de negarse a pagar impuestos porque, oh paradoja, era dinero que iría a parar a los bolsillos de los corruptos del gobierno. (Lo de la explotación de la mano de obra indígena es otro cantar).
La manera de pensar de la señora Macari forma parte de las justificaciones que corren en los pasillos de Casa Puebla y las secretarías del gobierno. Sus emisores creen que al soltar chismes que supuestamente ayudan al dador de fortuna (y en una de esas hasta de impunidad) demeritan la labor de los periodistas críticos. “Les pagan para que hablen mal de Rafa”, deben decir entre postre y güisqui. Lo malo para los y las lenguaraces es que ese tipo de chismes sólo congratula a quienes también han sido beneficiarios del actuar financiero y político de Rafa, o sea los que moran dentro de la burbuja del gobierno. Y si acaso llega a trascender el cotilleo, es porque quien lo escuchó se lo confió al agraviado. En mi caso, el confidente del infundio fue un amigo de la familia, quien, por cierto, me conoce de hace años y por ello sabe que esta pluma no tiene precio. Como tampoco tienen precio otros críticos de las acciones erróneas de Rafa, colegas cuyos nombres igual se pronuncian en las cenas íntimas donde los arrumacos inflan el ego del mandatario poblano.
Ahora bien, si lo que dijo la ilustre dama fuese verdad, imagine el lector la cantidad de dinero que han distribuido los financieros de las columnas que exhiben las malas artes y los equívocos político-administrativos del gobernante. O al revés: haga cuentas del dinero que éste ha dispuesto para gratificar a los periodistas que ponderan su actuar, incluyendo, faltaba más, el aroma de los gases que lanza su estómago afrancesado.
Otro de los comentarios expelidos por los corifeos de Casa Puebla, versó sobre la animadversión de Rafa hacia mi persona. Lo escuchó nada menos que Laura, la hija de Gilberto Bosques Saldivar (prima hermana de este columnista). “El señor gobernador —dijo el emisario— no está de acuerdo con lo que escribe Alejandro y por ello no lo tolera”. (Se lo dijeron para que no me incluyera entre sus invitados al homenaje que le preparan). De haberlo escuchado don Gilberto seguramente me habría felicitado porque él fue crítico de los gobernantes atrapados en la megalomanía, incluso perseguido por Maximino Ávila Camacho, aquel gobernador de horca y cuchillo.
La reflexión y confidencias que acaba de leer, surgieron después de analizar las columnas de varios colegas también críticos. En ninguna de ellas encontré mentiras o exageraciones. Todas refieren hechos y datos que el gobierno ha querido tamizar y, en algunos casos, esconder o tergiversar valiéndose de la publicación de, valga la figura, tropos burocráticos. Concluí que la respuesta del gobierno basada en demeritar el trabajo de sus críticos, es uno de los síntomas de la corrupción.
En fin…
No sé cuál de los candidatos supla a Rafael Moreno Valle. Tomando en cuenta el control rafaeliano, Tony Gali podría ser el próximo gobernador y Blanca Alcalá la víctima de los panistas que antes fueron sus compañeros de partido. Sin embargo, ocurra lo que ocurriere, el que esto escribe seguirá poniendo la pluma en la llaga. Igual que sin duda lo harán colegas de la talla de Alejandro Mondragón, Jesús Manuel Hernández, Fernando Maldonado, Enrique Núñez y Rodolfo Ruiz, por citar a los más destacados.
Alguien dijo y dijo bien: No todos los ojos cerrados duermen, ni todos los ojos abiertos ven.

@replicaalex