martes, 28 de agosto de 2012

De la pesadilla a la gloria



Por Alejandro C. Manjarrez
Carmen Serdán estuvo muerta durante varias horas.
Tenía dieciséis años cuando conoció el inframundo y regresó a la vida. Ese día su madre la encontró tendida en la cama con el brazo izquierdo caído sobre el piso de duela. La vio plácida. Estaba excepcionalmente hermosa. Daba la impresión de haber entrado al sueño que por ser eterno se llama muerte. Tenía una insólita y acentuada hermosura en el rostro que proyectaba esperanza. De repente, sin saber la causa, la señora Alatriste supo lo que había ocurrido; aspiró profundo para poder gritar las palabras que se agolparon en su mente:
— ¡Mi hija está viva!
La breve soflama de María del Carmen Alatriste devolvió la esperanza a los integrantes y amigos de la familia Serdán; reverberó en el interior de la casa como si fuesen ecos de los truenos que presagian tormenta. Todos corrieron hacia donde estaba la joven declarada muerta por un médico mediocre, diagnóstico que en instantes se transformó en el chisme que recorrió las calles de Puebla: “Se murió la señorita Carmen Serdán”, fue la noticia que llegó hasta los oídos de Luis Cabrera Lobato: al escuchar estas terribles palabras Cabrera sintió que se abrían las lozas de piedra de la calle, el piso que soportaba su cuerpo.
Luis salió corriendo de su casa rumbo al domicilio de la familia Serdán. Se encontraba desesperado y sorprendido. En el trayecto imaginó la sonrisa de Carmen e incluso escuchó el tono de su voz cuando ella le respondió a uno de sus constantes requiebros: “Es usted muy exagerado Luis. Aprecio en lo que vale su amistad”. Para no pensar en la tragedia, Cabrera se acogió a la popular esperanza: “Sólo es un chisme —dijo para sí—. Ella tiene que estar viva. Su madre no la dejaría morir”.
El viaje al inframundo
Carmen pudo percibir el movimiento y la preocupación de su agitado hogar. Quiso ponerse de pie pero la catalepsia le impidió moverse. No podía abrir los ojos. Se sentía paralizada y con la sensación de estar volando en la negrura del inframundo. En ese estado de semiinconsciencia ingresó a un túnel negro donde pudo percibir pequeños brillos y chocar con uno que otro ectoplasma, luces y formas que se cruzaban en su camino. Algo o alguien parecían llevársela de la mano hacia esa extraordinaria experiencia. Carmen pudo ver a lo lejos una intensa luz que mostraba la salida de aquella enorme y a la vez estrecha oquedad. Hizo el intento de avanzar hacia el resplandor pero una extraña y poderosa fuerza se lo impidió. Ya no pudo volar ni caminar ni moverse. Tuvo la sensación de que su cuerpo había sido sujetado por la fuerza de muchas manos, algunas jalándola hacia la oscuridad de la vida, y otras empujándola hacia el brillo de la muerte.
Carmen dejó de luchar. Decidió esperar a que esa fuerza sobrenatural tomara la decisión final, sentencia que ella ignoraba. Fue en aquel momento cuando cesó la tensión de esas manos que sintió asidas a su cuerpo como si trataran de transmitirle algunas visiones sobre su propio futuro. Entonces se vio a sí misma vestida de blanco y trepada en una nube arengando al pueblo: “¡Ya no vivan de rodillas!”, les gritaba frenética mientras blandía el rifle que llevaba en la diestra. Cesó su entusiasmo cuando en su vestido apareció un rosetón rojo. Asustada, tocándose el orificio del hombro por donde brotaba la sangre que produjo aquella creciente mancha, miró a su alrededor y entre los cadáveres pudo distinguir a sus hermanos Máximo y Aquiles, este último soportando el cuerpo inerte de un hombre llamado Francisco I. Madero.
La resurrección
Luis Cabrera entró a la casa buscando a la señora Alatriste cuya estatura y cabellera negra resaltaban de entre las decenas de amigos y familiares que la acompañaban.
—Doña María, ¿dónde está su hija? —preguntó con la angustia reflejada en la palidez de su rostro.
—En la recámara contigua. Ella duerme y estoy esperando que despierte.
—Pero es que…
—No es cierto, Luis. Cálmese. El médico se equivocó. Es un chambón. Ella sigue con vida. Venga vamos a verla. Antes de que usted llegara me pareció ver que movía su dedo meñique —le confió bajando la voz a manera de confidencia.
Carmen Alatriste tomó de la mano al joven abogado para conducirlo a la habitación donde reposaba la hermosa jovencita. Antes de llegar a la cama, Cabrera soltó la mano de la señora desviándose hacia el mueble donde había visto un pequeño espejo que parecía estar esperándolo. Enseguida, sin dar explicaciones, lo colocó cerca de la nariz de Carmen, como lo había hecho el médico que la declaró muerta. Esperó hasta percatarse de la leve sombra reflejada en el vidrio azogado.
—Tiene usted razón señora, su hija está viva —dijo Luis a la madre de su amiga—: Debe ser un ataque de catalepsia[1] —concluyó sin poder ocultar su expresión de felicidad.
Como si lo hubiera escuchado, Carmen abrió los ojos; miró el rostro de su amigo y le dijo: —Tuve una horrible pesadilla.
—Nosotros también —condescendió Cabrera impresionado por la mirada profunda de la joven—. El suyo fue un mal sueño que para nuestra felicidad ya terminó…
—Gracias Luis, pero lo que yo soñé apenas empieza y no acabará hasta que…
—Ya no diga nada —la interrumpió Cabrera para no escuchar lo que parecía un presagio fatal. Supuso que ambos, tal vez, un día de tantos podrían encontrarse en alguno de los espacios que el destino reserva al amor—. Descanse porque le espera un futuro glorioso —le dijo.
—Ojalá que esa gloria a que se refiere no sea tan sangrienta como la de mi pesadilla —insistió ella dándole a su cara la expresión de la pesadumbre que acompaña al mal agüero.
Luis Cabrera ya no quiso hablar. Intuyó que Carmen Serdán tenía un destino distinto al suyo. Lo lamentó. En ese instante su cerebro registró las escenas fugaces que la inteligencia de la heroína acababa de transformar en energía. “Quizá esté impresionado con las lecturas de Poe”, se dijo a sí mismo con la intención de desechar esa experiencia déjà vu.
El presentimiento
Años más tarde, ya muertos Aquiles y Máximo Serdán en la refriega de noviembre de 1910, Luis Cabrera recordó el sueño-pesadilla de Carmen Serdán. No había podido quitarse de la mente el impacto que lo marcó con el sello de los hermanos Serdán. Con esas imágenes rebotándole en la cabeza, Cabrera Lobato escribió a Francisco I. Madero:
Todos hemos sentido las consecuencias de la Revolución; pero nos hemos resignado a sufrirlas en la esperanza de que trajera consigo algunos bienes en medio de tantos males. Usted, señor Madero, tiene contraída una inmensa responsabilidad ante la Historia, no tanto por haber desencadenado las fuerzas sociales, cuanto porque al hacerlo, ha asumido usted implícitamente la obligación de restablecer la paz, y el compromiso de que se realicen las aspiraciones que motivaron la guerra, para que el sacrificio de la Patria no resulte estéril…
En otros términos, y para hablar sin metáforas: usted que ha provocado la Revolución, tiene el deber de apagarla; pero guay de usted si asustado por la sangre derramada, o ablandado por los ruegos de parientes y amigos, o envuelto por la astuta dulzura del Príncipe de la Paz, o amenazado por el yanqui, deja infructuosos los sacrificios hechos. El país seguiría sufriendo de los mismos males, quedaría expuesto a crisis cada vez más agudas, y una vez en el camino de las revoluciones que usted le ha enseñado, querría levantarse en armas para la conquista de cada una de las libertades que dejara pendientes de alcanzar…
No lo dijo Cabrera, pero en las entrelíneas de su carta sugirió que el destino de Madero podría ser el mismo que el de Aquiles y Máximo.
Como si fuese un manantial, la sangre que había soñado Carmen Serdán siguió manando de otros cuerpos hasta fecundar el territorio nacional: produjo muchos rosetones; hubo cientos de miles de ellos cuyos brillos bañaron de rojo el cielo mexicano.
Carmen y Luis —ambos enamorados de las ideas sociales— habían sido escogidos por el destino para no formar parte de la estadística necrológica de la Revolución. Gracias a ese designio los dos siguieron manifestando sus conceptos “subversivos”, en muchos casos valiéndose de sus propios seudónimos: Marcos Serrato ella; y Blas Urrea, él.
La familia Serdán empezaba así el trayecto hacia el destino que les trazó su padre Manuel Serdán: promover la democracia aun cuando se enfrentaran al poder que Porfirio Díaz usó para permanecer durante tres décadas, primero como una esperanza de progreso y después, como lo dijo el poeta Ramón López Velarde, como el “edén subvertido”...
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[1]Alatriste, Sealtiel, artículo en el periódico Reforma. Año 2000.
 

domingo, 26 de agosto de 2012

Priistas con futuro



Por Alejandro C. Manjarrez
Mario Marín dejó herida de muerte a la clase política de Puebla.
Llegó Rafael Moreno Valle al poder y, sin recato ni remordimiento alguno, decidió darles el “tiro de gracia” a los grandes y también a los pequeños dinosaurios, a unos cooptándolos para su causa, y a otros denunciándolos o poniéndolos en el umbral de la picota, acción operada también para beneficio del nuevo gobernador.
Todo indicaba que el priismo poblano estaba acabado, incluidos los militantes cuya capacidad de convocatoria podría haber hecho alguna mella al gobierno variopinto. Nadie se movió ni dijo algo en contra de la nueva administración. Parecían víctimas del pánico a sufrir la purga política que suele disfrazarse con la denuncia judicial. Pocos, los que conservaron la esperanza, medio levantaron su voz confiados en que, como ocurrió meses después, llegaría el milagro electoral” que hizo candidato ganador a Enrique Peña Nieto, circunstancia que produjo otro “milagro”: la reconstrucción o reinvento de los priistas que, cual ave fénix, de sus propias cenizas pues, resurgieron para emprender el nuevo vuelo.
Priistas con futuro
Lo que acaba de leer se deriva de lo que vi el viernes pasado en la comida que organizó e-consulta para festejar sus 10 años de existencia, priistas con rostros sonrientes y actitudes optimistas que avalan lo del fenómeno “ave fénix”, expresiones que me obligaron a reflexionar sobre aquellos que por serlo y en serio, tienen su futuro político asegurado. He aquí algunos ejemplos:
Alberto Jiménez Merino: su ortodoxia, prestigio, profesión, especialidad y priismo bien definido, lo han mantenido cerca del círculo del poder republicano. Seguramente lo veremos en la administración pública nacional hasta que se le presente otra oportunidad electoral. La Fundación Isidro Fabela lo ubicó cerca del nuevo Presidente de México.
Alejandro Armenta Mier: él definió su futuro sin las presiones personales que, por ejemplo, adoptó Javier López Zavala, su amigo y ex cómplice en la búsqueda de la gubernatura. Tiene a su favor su irrefutable priismo combinado con la experiencia que obtuvo en la administración pública. Fue marinista sí, pero más que por vocación por institucionalidad. Y en esos trotes percibió el sabor amargo de la derrota que propicia el desprestigio convertido en escándalo mediático y por ende en estrategia electoral. Bueno, a ello habría que agregar (si fuese cierta) la supuesta traición política-electoral negociada por el Precioso, precisamente para obtener impunidad.
Pablo Fernández del Campo: cerró sus oídos al canto de las sirenas y decidió ser priista de horario completo, sin la máscara que usaron algunos de sus correligionarios para, al mismo tiempo, quedar bien con el poder variopinto y simular su priismo a ultranza. Pablo perdió la última elección; sin embargo, más que un lastre, esa derrota será su plus político.
Enrique Doger Guerrero: llega al Congreso de la Unión con el mérito de ser el único priista que pudo ganar la elección en una ciudad panista de tradición y querencia. Por su cercanía con el gobernador de Puebla –amistad que data desde que ambos combatieron y criticaron las actitudes de Mario Marín, actos que al final del día desprestigiaron al ex gobernador–, podría ser el enlace político legislativo idóneo entre el gobierno de Enrique Peña Nieto y la administración de Rafael Moreno Valle. Esto si el próximo año no resulta postulado para la candidatura al municipio que ya gobernó.
Rocío García Olmedo: curiosamente fue la primera en recibir la credencial de la Cámara de Diputados (la número uno). Igual que Doger, Rocío ganó la elección en un distrito (Atlixco) que se hizo panista, en este caso para repudiar al cacicazgo de Eleazar Camarillo Ochoa, dominio que por décadas sufrieron sus habitantes. Ello además de luchar contra el “fuego amigo” que a toda costa quiso hacerla perder. Su capacidad jurídica la hará indispensable para las negociaciones políticas y de género. Lo del número uno es porque –así se lo comenté a manera de broma– llevaba años haciendo la cola para llegar al Congreso de la Unión.
En otro segmento están los priistas-chabelianos: la senadora Blanca Alcalá Ruiz y el diputado Carlos Sánchez Romero, éste último coordinador de la diputación poblana; ambos comprometidos con el proyecto de Jorge Estefan Chidiac. De ahí que lo que hagan o digan o dejen de hacer y decir llevará el sello del actual secretario de Finanzas de CEN del PRI cuyo futuro, el que él busque, está prácticamente asegurado.
Futuro con el sello del PRI
En unos meses Puebla tendrá un proceso electoral sui géneris en su historia política: se elegirán por cuatro años y ocho meses, 217 alcaldes y 42 diputados locales. En el 2017 este grupo participará en la sucesión del gobernador que por única vez será de un año ocho meses, así como en la siguiente que se empatará con las elecciones federales. De ahí la importancia que tendrán los priistas mencionados quienes, seguramente, se convertirán en el mayor escollo para el proyecto del gobernador Rafael Moreno Valle, esquema en el cual están incluidos sus principales operadores, Fernando Manzanilla Prieto el principal, intención que comentaré en otra entrega.
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martes, 21 de agosto de 2012

La anáfora del narcotráfico


Por Alejandro C. Manjarrez
Leí que publicó el Globo (Brasil) sobre Marcos Camacho, alias Marcola (dicen que fue una entrevista ficticia), y coincidí en lo toral de ese “invento”: el problema del narcotráfico parece no tener solución ya que el gobierno –el que sea– se enfrenta a una empresa multinacional cuyo capital suma miles de millones de dólares, organización que se nutre de la pobreza cuyo crecimiento es exponencial.
Después de analizar la fantasía que le endilgan a Camacho, yo también eché a volar la imaginación para, a través de Herminio Benito Cruz y Tlacuilo, gobernador novelado, sugerir la forma de resolver el problema a pesar de que, como supuestamente lo dice el capo, la propia idea de solución sea un error, como el que forma parte de mi novela: Corrupción, divino tesoro.
Resumo, pues, el episodio de mi invención:
Víctima del insomnio, Herminio se refugia en su despacho. Lo único que escucha es el croar de los sapos que parecen festejar el chaparrón que durante esa noche cayó del cielo horadado por una impresionante tormenta eléctrica. Consulta su reloj: son las 2 de la mañana. Busca en el librero algún libro y lo que encuentra es el diario de su asesora, la más hermosa e inteligente de sus colaboradoras. En ese momento se acuerda de que María de la Hoz lo había olvidado y que él mañosamente lo escondió entre los libros con la intención de hacerle una broma y, si acaso no lo reclamaba, leerlo a hurtadillas para descubrir los secretos de su bella María. Nunca imaginó que lo leído esa noche le prolongaría la vigilia y la angustia hasta el último día de su gobierno, gracias al asedio del crimen organizado.
He aquí el texto de María de la Hoz leído por el gobernador, lista de ideas basada en la anáfora:
¿Cómo acabar con el narcotráfico?
Se requiere de muchos miles de millones de dólares para invertirlos con honestidad e inteligencia en programas elaborados por especialistas honestos, visionarios, preparados, éticos e inteligentes.
Se requiere de un gobernante fuera de serie cuya voluntad política rebase con mucho a las tradiciones políticas.
Se requiere de propiciar el crecimiento económico junto con la revolución educativa, la culturización de la sociedad, la urbanización inteligente y armónica de las zonas rurales, el impulso alimentario para que todos coman y puedan discernir, la equidad fiscal (que paguen impuestos por ingresos acumulados los grandes empresarios), y la justa distribución de la riqueza.
Se requiere también de un presidente intransigente en la aplicación de la ley y a la vez tan honorable que cuente con el apoyo de quienes serían sus primeros objetivos para moralizar a la sociedad; léase: sindicatos corruptos, gobernantes de los dos niveles de gobierno en todo el país, burocracia corrompida, miembros del poder Judicial (que es uno de los reductos de la corrupción institucionalizada) y legisladores marionetas.
Se requiere asimismo de una reforma radical a las leyes penales para que los castigos produzcan temor en todos los delincuentes y que éstos transmitan esa aprensión a las nuevas generaciones que por carecer de buenos ejemplos no le tienen miedo a nada, ni siquiera a la muerte prematura; inclusive la prefieren a la pobreza que es el destino que, como van las cosas, les depararía la honestidad.
Se requiere acabar con los políticos mentirosos y corruptos dándoles castigos generacionalmente ejemplares.
Se requiere de un moderno y eficaz sistema de comunicaciones e inteligencia así como de policías municipales, estatales y federales preparados, honestos y muy bien remunerados.
Se requiere frenar y acabar con el fenómeno que se multiplica todos los días debido a que esta nueva clase social se educa entre la ignorancia: se diploma en las cárceles, se recibe en los barrios, adquiere su doctorado en la escuela del crimen y hace posgrados en las células criminales que operan en otras naciones.
Se requiere cooptar para que colaboren con la ley, a los familiares de los delincuentes, incluidas sus amantes.
Se requiere entender el nuevo lenguaje, la otra lengua que se acompaña con las fanfarrias del infierno que Dante concibió.
Se requiere cambiar los métodos de combate al crimen organizado haciéndolos más ágiles y garantes de la integridad física de los policías, personal que suele trabajar asustado por la muerte que les espera a la vuelta de la esquina.
Se requiere armar y concientizar a la sociedad para que ella misma adopte su sistema preventivo, de respuesta inmediata y  de protección contra los delincuentes.
Se requiere de un estado de ánimo nacional que entienda que la crueldad de los delincuentes debe combatirse sin compasión ni limitantes humanitarias.
Se requiere que las fuerzas del orden sean respetadas por la sociedad para que los criminales también las respeten y les teman.
Se requiere de una nueva ley que castigue con rigor a los policías que traicionan el código de conducta y la confianza de la sociedad.
Se requiere investigar, perseguir y capturar a los servidores públicos que hayan sido engullidos por el negocio de la droga, que estén asociados con el crimen organizado, que ayuden a los capos o que laven dinero del narcotráfico.
Se requiere encontrar salidas en el mundo que ha sido construido por el crimen organizado, espacios que han succionado a las autoridades que sin darse cuenta ya están contaminadas con ese virus que se desarrolla en la mierda social.
Se requiere acabar con los centros penitenciarios donde la ley es la impuesta por los reos; construir otros penales gobernados, diseñados y equipados para que los delincuentes purguen sus condenas sin privilegios. Debe impedirse que dentro de ellos circule el dinero sucio u otro tipo de moneda con valor intrínseco.
Para todo ello se requiere de una enorme cantidad de recursos a fin de poder cumplir con todos estos requisitos cuyo destino, si no hay dinero suficiente, será quedar aplastados por las buenas intenciones que distingue a las buenas conciencias y divierte a los malos, hombres y mujeres que han hecho del crimen su espacio lúdico.
Se requiere, pues, que el Estado acabe con toda la mierda que a punto está de ahogar a la sociedad.
Hasta aquí la cita novelesca.
Ahora bien, si usted lector está de acuerdo con esto que es un problema generacional, coménteselo al Secretario General de Gobierno y también a su jefe, el Gobernador. Les va a dar el insomnio.
Twitter: @replicaalex

domingo, 19 de agosto de 2012

Moreno Valle & Eduardo Rivera



Por Alejandro C. Manjarrez
Según dicho del propio gobernador Rafael Moreno Valle, la única fobia política que tiene, es hacia los traidores y quienes acostumbran jugar sucio o no cumplir los acuerdos signados o de a bigote. Así me lo dijo el día que lo entrevisté para la revista Réplica. Aún era senador de la República y su equipo andaba de parranda: Fernando Manzanilla Prieto, dándole consistencia a sus negocios; Marcelo García Almaguer, echándole los kilos a los business regios; José Cabalán Macari Álvaro, dejándose ver en el jet set político; Pablo Kaufmann, iluminándose con la luz del mundo financiero; y Roberto Moya Clemente, sacudiéndose con el cepillo de la academia aquellos viejos polvos burocráticos.
Con el coraje reflejado en su rostro, Moreno Valle no quiso dejar dudas respecto a su animosidad contra Mario Marín Torres. Por ello dijo con la contundencia que le conocemos:
Cuando yo he dado mi palabra, la he cumplido. Y cuando se me ha dado no ha sido cumplida. Esa es la causa de muchas acciones que he emprendido. Esa es mi fobia. Todo lo demás es parte del juego…”
En otra entrevista, la que le hizo Blanca Lilia Ibarra, misma que está publicada en su libro Expresiones, entre lo público y lo privado, el hoy mandatario respondió que él no era traidor al PRI. “Para mí la traición se hizo a los ciudadanos por parte de algunos priistas, que yo no estuve dispuesto a defender –dijo–. Estoy convencido de que le serví en su momento al PRI, la prueba es que siendo precandidato (al gobierno) yo no me fui del PRI; al contrario, me sumé, fui institucional, fui leal con el partido. Ahí estuvo la prueba de fuego, pero todo tiene límites. Una cosa es la lealtad y otra cosa es la traición a tus principios, a tus valores, que eso no es negociable. Tomé la decisión correcta porque la circunstancia lo ameritaba (affaire Cacho-Marín-Kamel). La prueba es que gané el Senado”.
Vienen a cuento estas citas porque las considero necesarias para ubicar lo que parece ser un prudente cambio de actitud en el gobernante poblano, a partir de que no tiene fobias y que repudia la traición. Incluya aquello de que cumple su palabra y que es institucional mientras la otra parte, sus correligionarios, no atenten contra sus principios y valores. Además de que defiende las causas justas y, valga la expresión, que no le busca mangas al chaleco.
¿Y qué pensará el presidente municipal Eduardo Rivera?
Si le hiciéramos la pregunta seguramente avalaría lo que acaba usted de leer. Esto porque –supongo– Moreno Valle y él ya fumaron la pipa de la paz para no haya traiciones y que la lealtad sea el eje de la relación entre ambos. La razón es simple: los tiempos por venir, que por cierto llegarán cargados de borrascas políticas, les han obligado a unir esfuerzos en vez de dividir sus fuerzas.
Gritos y sombrerazos
Por ese necesario entendimiento y obligado cambio de actitudes –ésta es mi impresión–, el mandatario y el alcalde se pusieron de acuerdo para festejar las Fiestas Patrias y el Grito de Independencia. Finalmente los dos son políticos que algunas veces han caminado a contrapelo y otras transitado por terrenos lisos, llanos y floridos. De ahí que pudieron haber pactado para no leerse la buenaventura, ni gastar su pólvora en infiernitos, ni usar los servicios de chamanes para que, debido a sus trabajitos, uno o el otro se tropiece, falle, fracase o se equivoque. Más vale un mal trato que un buen pleito, dicen los abogados.
¿Y qué piensa Eduardo Rivera Pérez de la obvia y publicitada incompatibilidad de caracteres?
Igual que en el caso de Moreno Valle, acudo a mi archivo y cito lo que manifestó en la entrevista que le hice, también para la revista Réplica:
Lo he dicho: nuestros estilos son diferentes. Tenemos nuestras discrepancias. Decir que no las hay sería un absurdo. Si en las mejores familias existen, si en la relación con alguna persona se dan, sonaría falso decir que no las hemos tenido. Las hay. Somos personas distintas. Tenemos responsabilidades diferentes; sin embargo, lo que puedo decir es que entre el gobernador y el presidente municipal siempre ha existido la capacidad de los acuerdos y el diálogo, la aptitud para desarrollar el trabajo en conjunto…”
Y así fue: esa capacidad para el diálogo y el acuerdo se tradujo en una conveniente aunque extraña decisión: habrá Grito en el zócalo y desde el Palacio Municipal. Pero también el gobierno del estado dará una gran fiesta allá en Los Fuertes: hartos cohetes y fuegos artificiales mezclándose con los fuegos fatuos surgidos del cementerio de los héroes.
Tendremos pues un interesante “enroque histórico”, ya que el apartheid que se manifestó en la Puebla del siglo XVI ahora dará un interesante giro: la fiesta de los barrios superará al festejo de la ciudad.
Twitter: @replicaalex

jueves, 16 de agosto de 2012

Y los priistas despertaron



Por Alejandro C. Manjarrez
El crimen del pasado miércoles prendió los focos rojos de los gobiernos estatal y municipal. La muerte de Antonio Haces D’Artigues, enésima víctima de la delincuencia que se ha desatado en Puebla, sacó de su marasmo a los priistas y a la sociedad poblana que, ahora sí, utilizarán todos los medios a su alcance para exigir a las autoridades que cumplan con lo que prometieron: un estado de paz y una ciudad segura.
La información publicada ayer nos da cuenta de lo que dijeron algunos destacados miembros del PRI, los mismos que se habían acogido a la “cultura de la prudencia”, talante que suele manifestarse cuando el poder usa la zanahoria y el garrote. Jorge Estefan Chidiac dijo que “los delincuentes no le tienen miedo a la autoridad”; y alzó un poco la voz para exigir al gobierno lo que éste debe cumplir por mandato de ley: energía en contra de la delincuencia (usó la figura del “manotazo”). Por su parte Julián Haddad Férez fue más severo: “Estamos muy tristes, pero muy enojados. Sentimos que la violencia en Puebla se está desatando”. El ex regidor del Ayuntamiento de Puebla manifestó a la prensa que recién se había enterado que en San José Vista Hermosa acaban de matar a balazos a otra persona, y agregó indignado: “La verdad no sabemos cómo actuar o de qué forma se va a blindar a Puebla”. Más que tristes –sentenció–, los poblanos estamos enojados con todo lo que está pasando.
Como Estefan y Haddad hay muchos ciudadanos que han manifestado su indignación por lo que sucede en Puebla. Antes, dicen, no había inseguridad y los criminales le daban la vuelta al estado porque “tenían miedo o existía algún pacto entre los grupos policiacos y el crimen organizado”. Este supuesto me fue manifestado hace año y meses por un empresario temeroso de que se trastocara lo que él y muchos de su gremio creyeron controlado porque, dijo, podían transitar por la calles de la ciudad sin temor a sufrir un asalto o enfrentar el “fuego cruzado” que ha matado a muchos mexicanos. Pero también reconoció que el gobernador Rafael Moreno Valle y su equipo tenían la información y el talento como para impedir que Puebla se convirtiera en otra de las sedes del crimen organizado.
Tenemos, pues, que tanto los políticos como la sociedad en general levantarán la voz y, conforme pasen los días, esas palabras, frases o gritos formarán un coro cuya estridencia podría alterar la relación ciudadanos-autoridad. De ahí que el gobierno deba responder y a la vez explicar el cómo y el por qué Puebla entró en el grupo de las ciudades inseguras. ¿Qué dirá? No lo sé. Sin embargo, lo más probable es que para empezar saque a relucir la corrupción que enmarcó las actividades del gobierno anterior. Urge que lo haga.
Impunidad o pacto de caballeros
Mientras alguien explica si existe o no lo que pareciera ser un secreto de Estado o un trato bajo la mesa, habrá que tener presente lo que dicen los expertos sobre el tema corrupción:
Para Yves Mény, la sofisticación de las actividades corruptas tiende a convertirla en una acción invisible y por tanto difícil de castigar. Michel Johnston, también especialista, arguye que la corrupción puede y debe ser tratada como una propiedad de la sociedad en su conjunto. Arnold J. Heidenheimer, topógrafo de esta lamentable costumbre, asegura que la presencia de la corrupción ha provocado presiones de todo tipo, algunas de ellas destinadas a tratar de controlar los sobornos a funcionarios públicos.
Donatella della Porta, otro de los versados en el mal burocrático, comenta que la corrupción es una de las causas de los cambios en los gobiernos del mundo y, en particular, de la transformación de las características de sus clases políticas. Por su parte Susan Rose-Ackerman señala que la corrupción en esos niveles, se traduce en grandes cantidades de dinero.
Estas y otras opiniones obligan a meditar sobre lo ocurrido en Puebla, estado donde la corrupción es el “síntoma de profundo deterioro de la vida pública que además amenaza los valores básicos de la democracia”. Y preguntarnos: ¿la corrupción también se manifestó en la democracia de Puebla? ¿Hubo un acuerdo para que ocurriera la alternancia del poder? ¿Existió algún pacto de impunidad entre el que se fue y el que llegó? ¿Se estableció la designación de “chivos expiatorios” que pudieran atemperar las presiones de la sociedad que exige al gobierno castigo para los corruptos cuya opulencia es la prueba fehaciente de sus delitos?
Todo es posible, incluso hasta que la estela de esa corrupción haya dado ánimo a los grupos criminales para ubicar sus “negocios” en Puebla. Por eso, creo, tenemos que darle la razón a Estefan en eso de que es necesario que la autoridad, el gobernador, dé un manotazo. Y confiar en que esta acción ocurra antes de que la sociedad vocifere en contra de los gobiernos municipal y estatal.
Por desventura tuvo que morir un buen hombre para que sus amigos los priistas abandonaran la “cultura de la prudencia” que, a veces, también es una condición para la lograr impunidad.
Twitter: @replicaalex

martes, 14 de agosto de 2012

La Puebla variopinta


Por Alejandro C. Manjarrez
Este inicio de semana puse en reposo la pluma del columnista para dar los últimos toques a mi nuevo libro que se intitula La Puebla variopinta. Así que hoy les comparto algunas líneas de este digamos que ensayo en el cual muestro el cómo y el por qué hemos llegado hasta donde estamos para beneficio o perjuicio, ya se verá, de Rafael Moreno Valle Rosas, heredero y usufructuario del legado de sus antecesores.
Puebla kafkiana
La capital de Puebla ganó la fama de ciudad culta y estado cuna de talentos de todo tipo. Las artes, técnica, educación, literatura, ciencia y política se manifestaron en los siglos xviii, xix y xx. Los movimientos de Independencia, Reforma y Revolución produjeron referencias que enorgullecen a poblanos que las conocen y recuerdan. Hablo del reducido grupo que por estudiosos y cultos fueron y son asediados por la desventura dado que, además de haber estado o estar marginados, padecieron y padecen el menosprecio de quienes adoptaron al pragmatismo como el eje de su comportamiento público. De ahí que la cultura ha sido vista por los ignorantes que han detentado el poder, como un estorbo financiero o el betún del gran pastel…
Con algunas honrosas excepciones, tuvimos gobernadores picados por el animal maldito que les inoculó el veneno contra la cultura. Y no fue el escarabajo de la metamorfosis kafkiana, obvio, sino la alimaña ésa (aún más fea) que abrevó en el pozo del mercado que no tiene corazón (paráfrasis de la frase de Paul Samuelson), y que además carece de sentido común si partimos de que la economía liberal sigue montada en la política para hacer que ésta pierda su versatilidad. Como dijo Armando Labra, economista brillante: en nuestro sistema de gobierno la carreta sigue adelante del caballo.
Para descargo de los economistas neoliberales que se sientan culpables de lo que ocurre en Puebla (es un eufemismo), debo decir que los políticos poblanos que tuvieron el poder no cantaron mal las rancheras. Siguiendo el ejemplo de la economía “sin corazón”, en la praxis política también ha estado ausente el raciocinio social y por ende la visión de futuro. En este caso los culpables son los gobernadores que antepusieron su interés personal a la obligación de crear condiciones para mejorar el porvenir de los gobernados: su voto de calidad (otro eufemismo) privilegió a los cuates en vez de apoyar a quienes tenían la inteligencia y preparación para impulsar al PRI, el partido que los llevó al poder.
A ese PRI (1963-2011) se le debe el deterioro paulatino de la política estatal, claro con algunos momentos luminosos que recuerdan lo efímero de la explosión de los fuegos artificiales. Uno de estos correspondió a Alfredo Toxqui, médico de profesión y culto por vocación. A él le escuché la frase que ilustra mi aserto: hay tiempos de lanzar cohetes y tiempos de recoger varas. Por desgracia las varas son un montón y los fuegos artificiales se esfumaron.
El arribo de un militar sin experiencia política a la dirigencia de PRI, por ejemplo, produjo un sentimiento de menosprecio al cargo más importante en la organización de ese instituto político. “Si Bolaños fue presidente —dijeron entonces los priistas— cualquiera puede llegar a serlo”.
Se hizo realidad aquel terrible pronóstico porque ese partido quedó en manos de burócratas preocupados por hacerle la barba al gobernador con el fin de ganarse un cargo de elección popular o su anhelada integración al gabinete, donde estaba esperándolos la diosa fortuna. Lo demás fue digamos que natural dado que Guillermo Jiménez Morales, mandatario en turno, había recibido la recomendación de Gustavo Carvajal Moreno (a la sazón presidente del CEN del PRI) para que apoyara al dirigente que él recomendó (Javier Bolaños). De ahí que sin darse cuenta —supongo—, Jiménez metió al tricolor en el tobogán cuyo final fue el estrato preparado por Mario Marín Torres, el hombre que tuvo a bien incorporar a sus cuates y hermanos en la estructura partidista durante el tiempo que, para él, resultó el de las vacas gordas.
Ya que menciono a Guillermo Jiménez Morales, debo decir que su disciplina y ortodoxia le permitió trascender a la política nacional, primero como líder de la Cámara de Diputados federal, después secretario de Pesca y más tarde con el cargo que le llegó del “cielo”: Salinas lo nombró embajador de México en El Vaticano, el primero de la reconciliación Iglesia-Estado. La ortodoxia, disciplina y respeto al poder que distingue a Jiménez quedó manifiesta el primer día de su gobierno. Esta es la anécdota:
Después de rendir su protesta como gobernador, Guillermo se instaló en la suite 901 del hotel Mesón del Ángel donde recibiría los parabienes de la clase política y de su familia. Sabía que su triunfo personal era motivo de satisfacción para amigos y familiares. Pero esto más que alentarlo le preocupó ya que sus allegados festinaban lo que, según ellos, sería su consolidación económica: hermanos, cuñados, sobrinos y primos querían abrazarlo y compartir con él la alegría y también sus inquietudes basadas en “antes fue por ti ahora será por nosotros”.
Guillermo miró las tarjetas de audiencia para encontrar que en ellas figuraban los nombres de toda la parentela que esperaban en la antesala del improvisado despacho. Mientras jugaba con ellas y instruyó a su ayudante personal: “Dile a mis hermanos y sobrinos que pasen. Pero antes adviérteles que se dirijan a mí como señor gobernador. Que no me vayan a tutear. Lo mismo le dices al resto de mis parientes”.
La indicación llevaba jiribilla. Con ella puso la primera barrera a lo que en esos años era el criticado nepotismo. No quiso que el presidente López Portillo pensara en que el gobernador de Puebla se aprovechaba del ejemplo y “privilegio” presidencial para incorporar al gobierno a los familiares, que en su caso eran muchos. Ese respeto a las jerarquías que seguramente le inculcó su padre, le hizo acatar como orden presidencial lo que fue una petición personal de Carvajal Moreno. Por ello la sorpresiva y extraña designación de Bolaños como presidente del PRI estatal.
La otra decisión que tomó Jiménez Morales estuvo basada en el sentido común que otros gobernantes no demostraron: constituyó su gabinete con poblanos de todos los sectores sociales y políticos. Cuando Efraín Trujeque, su secretario particular, le preguntó la razón de la presencia de tan disímbolas personalidades, Guillermo respondió: “Si un gobernador se rodea de amigos se expone a fracasar en su encargo”.
Una de las experiencias amargas del gobierno jimenista fue la matazón que durante meses ocurrió en Huitzilan de Serdán. Repito de memoria el diálogo que abrió las páginas de la historia política de Puebla a la organización que, años después, Manuel Bartlett definiera como el hijo incómodo del PRI. Estas son, palabras más, palabras menos, lo que me confió un testigo presencial de una de las reuniones de seguridad donde se trató el conflicto que había producido dos centenas de muertes:
—Hay que enviar a la policía —dijo Guillermo a uno de los jefes policiacos—. ¿O tú qué opinas? —le preguntó a Gustavo Abel Hernández, su coordinador de asesores.
—Con todo respeto, Señor —respondió Gustavo en ese momento—, cualquier enfrentamiento que ocurra las víctimas culparían al gobierno; la prensa lo señalaría a Usted como un gobernador represor. Ya llevan más de doscientos muertos, entre ellos muchos niños y mujeres, todos enterrados de manera clandestina.
— ¡A cabrón! ¿Y entonces qué sugieres? —cuestionó el mandatario.
Si usted me autoriza le pido al grupo Antorcha Campesina que nos eche la mano
—A ver a ver; explícame el motivo de tu propuesta —exigió Jiménez—. Según tú son nuestros amigos; ¿confías en ellos?
El asesor respondió que sí y aprovechó para explayarse: hizo una prospectiva imaginaria en la cual el pueblo podría pacificarse con la intervención de Antorcha Campesina, entonces en proceso de expansión y crecimiento.
Los antorchos —dijo— impulsarán la economía de la región y desde luego la paz social.
Convencido con los argumentos el gobernador dio su venia para, sin imaginarlo, convertirse en impulsor oficial de la organización de Aquíles Córdova. Según trascendió, la estrategia produjo otro tanto de víctimas mortales pero el gobierno del estado no sufrió la mella o el deterioro que provocan los actos de represión, aunque éstos se sustenten en la ley.
Hasta aquí el adelanto del libro de marras. Cualquier observación, sugerencia o idea será bienvenida.
Twitter: @replicaalex

domingo, 12 de agosto de 2012

El ajedrez poblano


Por Alejandro C. Manjarrez
Cada seis años cambia de dueño el tablero del ajedrez político poblano. El amo es, obvio, el nuevo gobernador. Él dice qué piezas lo formarán y quiénes serán la reina, el rey, los alfiles, los caballos, las torres y los peones. Ninguna de las partes, por muy cercanas que sean, tiene autonomía. Todos saben que una mano les dará el ánima y que se moverán de acuerdo con el deseo del mandatario, que es el único que escoge el escaque correspondiente para quien haga las veces de caballo, reina, alfil, torre o peón.
Partamos, pues, de esta analogía para ubicar en el tablero político poblano a Fernando Manzanilla Prieto, Jorge Aguilar Chedraui, Antonio Gali Fayad, Amy Camacho, Eukid Castañón, Pablo Rodríguez Regordosa, Ángel Trauwitz, Patricia Leal Islas y Mario Riestra Piña, por sólo mencionar a los aspirantes más cercanos del gobernador Rafael Moreno Valle. Y observémoslos a partir de esta condición que es tan vieja como la leyenda del rey de Persia que autorizó, adaptó y adoptó el juego de marras (siglo XV).
La anécdota
Antes de ampliar mi comentario le platico la anécdota protagonizada entre Guillermo Jiménez Morales, entonces gobernador, y alguno de sus colaboradores, si mal no recuerdo Ramón López Rubí. Éste empezó a moverse solo con la intención de llegar al liderazgo de la CNOP o del comité municipal del PRI. El primer mandatario se enteró y le mandó llamar para aclararle quién era el dueño del tablero y cuáles sus piezas. Ramón tuvo que apechugar y esperar el llamado del Ejecutivo, voz que no llegó sino hasta el siguiente régimen.
Lo mejor está por venir
Si el lector ya observó a los funcionarios mencionados (a los que empezaron a moverse) tenga la seguridad de que recibieron la autorización de su jefe. Supongo que éste les dijo cómo hacerlo anticipándoles que la decisión, la suya, dependerá del posicionamiento de cada cual; es decir, de cómo les vaya en las encuestas. A partir de ello Moreno Valle decidirá quién debe ser el candidato a la presidencia municipal de la capital, cargo político ahora más interesante que nunca debido a que por esta ocasión durará cuatro años ocho meses (igual que los diputados), tiempo en el que habrá la elección del nuevo gobernador, el efímero.
Lo curioso del esquema está en que el arbitraje de la dirigencia estatal del PAN también forma parte del juego gubernamental, ya que la recuperación política del blanquiazul depende en gran medida de Moreno Valle, precisamente: si van solos se arriesgarían a perder la próxima elección. O si se fortalecen aliándose con los partidos Panal y Compromiso por Puebla. Depende si quieren o no enfrentar con éxito a los candidatos de un PRI cuya dirigencia ahora está más decidida que nunca a recuperar el control político de la entidad, sujetándose a lo que ordene el dueño del ajedrez, en este caso el presidencial, no así del que maneja su espanto, o sea el gobernador poblano.
Claro que el primer escenario (el de Moreno Valle) podría alterarse. Dependerá si los “malosos” de la película deciden sacudir el tablero morenovallista, o simplemente le avientan una o varias piedras a la reina, caballos, alfiles y torres. Uno de ellos: el ahora representante de las izquierdas, Manuel Bartlett Díaz (con voz, voto y difusión mediática en el Senado de la República). Otros: los panistas Ana Teresa Aranda (mujer agraviada y dispuesta al desquite), Humberto Aguilar Coronado (que en la próxima elección buscará su sobrevivencia política) y algunos más que están enojados por los controles que les ha impuesto el dueño del tablero político poblano.
Al escenario anterior habría que agregar al amigo-adversario de Moreno Valle y también de sus piezas mencionadas (Aguilar, Manzanilla, Eukid, Amy, Paty, Ángel, Mario y Pablo). Sí, a Enrique Doger Guerrero, en cuyo proyecto político figura el retorno a la presidencia municipal, siempre y cuando, que conste, cuente con el apoyo de los priistas de peso, piezas todas del Presidente de México.
Duda y posibilidad
¿Podrá Aguilar Chedraui convencer a los poblanos de que él curará todos sus males? ¿Manzanilla Prieto logrará jalar a su proyecto a tirios y troyanos, unos azules, otros tricolores y los demás amarillos o variopintos? ¿Amy y Paty se convencerán de que para ser políticas morenovallistas, deberán de prescindir de sus proyectos, criterio y libertad personales? ¿Pablo traicionará los principios del PAN? ¿Ángel se decidirá a dejarse manosear por los medios de comunicación? ¿Eukid abandonará la comodidad política que le da libertad de acción e importancia? ¿Riestra se la jugará a sabiendas del peligro de una derrota, que sería un hecho terrible para su carrera política?
Pronto conoceremos las respuestas a estas interrogantes. Y también si se mantiene firme el tablero del ajedrez morenovallista. Incluso podría, por qué no, prestárselo al nuevo Presidente de México.
Twitter: @replicaalex