martes, 30 de mayo de 2017

Puebla, historia de la vergüenza


Por Alejandro C. Manjarrez

Durante décadas la sociedad criticó a los priistas por su forma de hacer política para conservar el poder. Señaló los actos de corrupción electoral entonces basados en robar urnas, alterar votaciones, hacer votar a los muertos, modificar resultados, preparar y operar carruseles, tamaladas y otras artimañas diseñadas para propiciar la derrota de los adversarios. Hubo un tiempo en que Acción Nacional era el partido más enfático en presentar denuncias contra los fraudes cometidos por el PRI.

Aquellas andanadas jurídico-mediáticas propiciaron la división interna del otrora partidazo. Nació así la Corriente Crítica que no sólo sacudiría la estructura gubernamental sino que de paso unió a las izquierdas diseminadas en las fracciones producto de los protagonismos “iluminados”. Fue cuando el sistema político mexicano parió al PRD, organización que agrupó a los, a la sazón, llamados tránsfugas del tricolor; Cuauhtémoc Cárdenas, el más connotado.

La elección del 2000 cambió el rostro de aquel México declarado sede mundial de la dictadura perfecta mitigada por la corrupción. Diez años antes había nacido el IFE acompañado con la esperanza de hacer del país una nación más democrática. Este organismo validó el proceso que convirtió en presidente a Felipe Calderón Hinojosa para avalar la intervención ilegal de la estructura electorera que en esos días manejaba la maestra Elba Esther Gordillo Morales. Un remedo exacerbado del grupo “Amigos de Fox” ya que en vez de dinero aportaron cientos de miles de votos a cambio de impunidad y algunos favores políticos, como fue el caso de la senaduría primero y después gubernatura de Rafael Moreno Valle, priista que a instancias de la Maestra se hizo panista, precisamente para ganar los cargos enunciados. Así nació un llamémosle liderazgo basado en el viejo dicho que reza: echa la ley, echa la trampa.

Durante el mandato de Rafael Moreno Valle se legislaron leyes tramposas articuladas con la intención de permitir el manejo autoritario de la administración pública: el Congreso local dio el control absoluto al mandatario. Lo mismo ocurrió con los procesos electorales que en la mayoría de los ayuntamientos ubicaron a personas afines al proyecto personal del gobernador, uno de ellos (José Antonio Gali Fayad) postulado después para dar continuidad al gobierno morenovallista. Se cambió la ley y se amplió el mandato de alcaldes y diputados (de tres años a cuatro años ocho meses) dizque con la intención de emparejar el proceso electoral poblano con las elecciones nacionales. La verdad es que con la estructura política basada en la participación de munícipes y legisladores afines, Moreno Valle pudo garantizar el blindaje que, de manera menos inteligente, también buscaron los gobernadores de Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo.

Puebla se convertía así en el ejemplo nacional de cómo deben alterarse los valores básicos de la democracia y qué tienen que hacer los gobernantes para corromper la política librándose de los efectos de la ley. Los dirigentes de los partidos de oposición se manejaron bajo la directriz del mandatario. El partido en el poder (PAN) puso en acción lo que años antes había denunciado y señalado con dedo flamígero. La enorme deuda pública se disfrazó con el ropaje burocrático confeccionado por los empleados del gobernador Moreno Valle, personal comisionado y constituido en mayoría del poder Legislativo. Esta misma “fuerza popular” designó (a instancias del gobernante, claro) al Fiscal General del Estado, función que recayó en el procurador de justicia del gobierno de Rafael Moreno Valle. El proceso electoral de Puebla (2016) dejó en calidad de liliputienses a los políticos del PRI que en sus mejores tiempos los organizaron; me refiero a quienes inspiraron a Mario Vargas Llosa, promotor del concepto “dictadura perfecta“.

Todo ello —ejemplos trazados a vuela pluma— me permite asegurar que en Puebla nació una nueva forma de corrupción. Esto gracias a que se combinaron la obsesión del mandatario con la tecnología, el esquema financiero y las técnicas de empoderamiento que no reparan en la ética publica y menos aún en los propósitos expresados cuando el servidor público protesta cumplir con la Constitución y las leyes que de ella emanan. Insisto: “hecha la ley, hecha la trampa”, dijo el clásico.
Fue así como la entidad se convirtió en pionera pues a base de golpes el poder forjó la historia, en este caso la historia de la vergüenza.

Lo trágico para México es que —como lo escribió Yves Mény— la sofisticación de las actividades corruptas haya tendido a convertir la corrupción en una acción invisible y por tanto difícil de castigar.

acmanjarrez@hotmail.com
@replicaalex

jueves, 11 de mayo de 2017

La pulserita*



Por Alejandro C. Manjarrez

“Te habla el gobernador. Ponte lista porque ésta es tu oportunidad”, dijo el jefe de ayudantes a Alexandra, una de las bellas y bien torneadas edecanes de la Casa de Gobierno.
La dama entró al despacho con la idea de disimular su nerviosismo. Sabía que de sus reacciones dependería su futuro. Había sido alertada por sus compañeras que, antes que ella, pasaron por ese momento. Una le dijo a manera de consejo que ojalá saliera del privado del gobernador con una pulsera en la muñeca. “Es parte del premio, Sandi”, machacó la amiga mostrándole la que traía puesta.

¡Adelante Alexandra! espetó el poderoso político.
Sorprendida por el tono de voz, la mujer entró al despacho trastabillando y acordándose de las consignas de su padre. “¡Cuídate de ese garañón!”, le había dicho. Antes de acercarse al escritorio del mandatario analizó el entorno que olía a poder. El gobernador hurgaba en los papeles que tenía sobre el enorme escritorio de caoba. Alexandra notó que la había mirado ocultándose entre los documentos. Se sintió descubierta, y no tuvo de otra mas que romper el silencio: tomó aire y preguntó:
¿Me mandó llamar, señor Gobernador?
Sí, sí. Ven, acércate. ¿No fumas, verdad? Bueno entonces enciende mi cigarro por favor. Ahí están los cerillos… de madera como debe de ser.
El tipo disparó preguntas y respuestas sin tomar aire. Después se puso el pitillo en los labios para adoptar una posición rayana en el ridículo. La sonrisa complaciente de la edecán ocultó sus pensamientos: “Qué ridículo señor… Lo que hace el poder…”
Te voy a preguntar algo importante y me contestas con sinceridad, ¿está claro? Amenazó el mandatario expeliendo una densa bocanada de humo que cayó en la cubierta del escritorio. No quiero que me mientas. Sé sincera: primero dime si estás consciente de tu belleza física…
—Mis padres, mis amigos y mis hermanos dicen que soy bonita. Se dejan llevar por el corazón. De esto es de lo que estoy consciente…
—Pasaste la primera prueba. Ahora contéstame directo, sin vueltas semánticas: ¿te atraigo como hombre?
Alexandra dio un paso atrás. Miró la pulcra vestimenta del “Jefe”, como todos le llamaban. Aspiró profundo y en seguida habló marcando cada una de sus frases:
Desde que lo conocí, Señor, me pareció usted un caballero con mucha personalidad. Respetable por el cargo que ejerce… Claro que es atractivo. Quién no lo es cuando está en el poder. Al pueblo le gusta su forma de hablar. Genera Usted confianza y seguridad. Es un buen gobernador. Y yo, Señor, con todo respeto, sólo soy la parte del pueblo que se cohíbe ante el poder. Eso es lo que percibo: el poder que Usted representa.
El hombre se quedó extrañado porque no esperaba esa respuesta de su empleada. Así que fue más directo:
Pero eres la parte hermosa del pueblo, mujer. ¿Qué acaso tus compañeras no te explicaron lo de la pulsera de brillantes?
Algo me dijo Juanita. Me parece un premio justo siempre y cuando exista el acuerdo de la otra parte. En ese momento Alexandra sintió que había cometido un error y para frenar cualquier acción o frase comprometedora, sacó la carta que llevaba preparada para “las emergencias”, como lo había planeado horas antes de acceder al despacho del gobernante. Señor, como no quiero que se me olvide, debo decirle que mi padre me encargó que lo saludara y le preguntara sobre la gira del Presidente: si ya recibió usted el programa que propone el sindicato. Lo de la visita a las fábricas, señor.
¿Tu padre… quién es tu padre? —cuestionó el gobernante con una mueca de desagrado.
Juan Nepomuceno Guadalupe Rojas.
¡Ah caray! Entonces eres hija de nuestro líder —dijo el gobernador abriendo los ojos y arqueando las cejas tal y como acostumbraba cuando cometía un error—. Ya te puedes retirar, niña. Dile a tu señor papá que le llamaré en cuanto me confirmen lo de la gira presidencial. Ah, también coméntale que espero que cuando menos junte unos veinte mil trabajadores.
La joven dio la media vuelta y se retiró. La perfección de sus glúteos atrajo la mirada libidinosa del “Jefe”. Éste suspiró acariciando con la yema de sus dedos la pulsera que había preparado. “Otra que se me va…”, se dijo.
Como si adivinara lo que había pensado el gobernador. Alexandra sonrió satisfecha del final de su encuentro con el poder. Y empezó a disfrutar las expresiones de sorpresa de sus compañeras cuando la escucharan decirles que no había aceptado el premio a los favores sexuales.

Pasaron los años y algunas de las compañeras de Alexandra obtuvieron cargos de elección popular. Ella se convirtió en periodista, la más informada y, por ende, poderosa, quizá porque tenía muchas historias qué contar…
Nota:
He omitido los nombres del gobernador y su edecán. Mi intención es cuidar el “prestigio” de uno y la fama de la otra. Con este mismo fin cambié la verdadera ubicación laboral de ella. Sin embargo, lo importante es que en este caso la historia-cuento o el cuento-historia, como le guste al lector, forma parte de la realidad que, entre otras de las damas del pasado (siglos xvii, xviii y xix), también protagonizaron Ninón de Lenclós, La Güera Rodríguez y Lola Montes, por volver a citar a estas féminas, digamos que históricas. La diferencia está en que ninguna de las populares mujeres que refiero, pudo ser legisladora o ejercer abiertamente el poder político (lo manejaban sí, pero debajo de las sábanas).
¿Cuántas cultivaron el arte de la seducción para convencer a los poderosos?
Es difícil saberlo debido a la discreción con que se llevan a cabo ese tipo de relaciones. No obstante, podemos establecer —con un ligero margen de error claro—, que de cada diez mujeres que logran posiciones políticas importantes, siete u ocho lo hacen valiéndose de su talento, cultura, inteligencia y preparación. El resto, tal vez, se aprovecha de las “armas” del amor o, por qué no, haciendo suyo el retruécano: “He de llegar al poder acuésteme lo que me acueste”. Y vaya que muchas logran ese personalísimo objetivo porque, como diría el poeta Netzahualcóyotl, despiden el enervante perfume de las flores.
 *Capítulo de mi libro Confidencias del poder

sábado, 6 de mayo de 2017

Las lagunas del góber Gali


No pretendas apagar con fuego un incendio,
ni remediar con agua una inundación.
Confucio
Por Alejandro C. Manjarrez
José Antonio Gali Fayad ingresó a la fragua donde se templa el carácter de los políticos. Sin embargo, el corto tiempo de su gestión le impedirá adquirir la consistencia que permite a los gobernantes ubicarse en el espacio de la buena fama pública, lapso (un año diez meses) que apenas le alcanzará para medio proteger y ayudar a Rafael Moreno Valle, su amigo, padrino, promotor y antecesor.
La fragua en cuestión fue atizada con el fuego de la gasolina que desde hace años ordeñan los llamados huachicoleros, grupo que se fortaleció gracias a la complicidad de los jefes policiacos contratados por el gobierno de Rafael Moreno Valle (Marco Antonio Estrada López y Tomás Méndez Lozano, dos de los colaboradores de confianza de Facundo Rosas). Este antecedente impidió al mandatario Gali precisar el por qué se agravó el problema, hechos que bien conoce dado que existen desde que él formó parte del gabinete de su amigo, espacio donde el secretario de Seguridad Pública era Facundo Rosas, ni más ni menos.
Gracias, pues, al conflicto enunciado, Tony Gali fue parte de la noticia nacional. En sus primeras apariciones mediáticas se mostró medio descontrolado (Joaquín López Dóriga lo zarandeó). Pero más tarde intentó compensar su novatez mostrándose confianzudo y cariñoso al mencionar a los secretarios de Enrique Peña Nieto. Poco a poco fue articulando sus frases hasta encontrar el mensaje donde mañosamente olvidó lo que comento líneas arriba. Es obvio que tal retórica le fue recomendada por los custodios políticos que le dejó Rafa, precisamente para cuidarlo y orientarlo (Javier Lozano y Diódoro Carrasco). Por ello, supongo, las omisión de los datos referidos, antecedentes que sin duda afectan la imagen de quien se ha revelado como una nueva pluma literaria nacional.
Al discernir sobre lo comentado arriba, concluí que José Antonio Gali Fayad podría llegar a ser un político de altos vuelos siempre y cuando su mandato durara seis años y a él no le diera por cantar y bailar. Esto, claro, después de haberse quitado la brida de Rafael Moreno Valle, dogal que garantiza la libertad de acción en Puebla de quienes tienen a su cargo el manejo de la imagen morenovallista, así como la recopilación de todo aquello que sirva para limpiar el camino que conduce a Los Pinos.
Por culpa de los huachicoleros y/o miembros del crimen organizado, a los tres meses de su gobierno, el buen Tony ingresó con estruendo mediático a la fama nacional. Por ello y ante tanto ruido no le queda de otra mas que comportarse como estadista para poder escapar del segmento ése que agrupa los personajes tristemente célebres.

@replicaalex