domingo, 27 de octubre de 2013

Manzanilla, el gurú


 

Por Alejandro C. Manjarrez

Ya es diputado local. Se hizo poblano por voluntad propia. Su carrera política no tiene mácula. Conoce los entresijos del poder. Los miembros del gabinete lo respetan a pesar del celo profesional que su imagen despierta. Es un tipo preparado y además confiable debido a su discreción (no presume ni en defensa propia). Y por si fuera poco, gracias a su prestigio familiar aderezado con las bondades del patrimonio personal, también forma parte del jet set nacional.

Así, a golpe de tecla, le puedo decir que Fernando Manzanilla Prieto tendría que ser el coordinador del trabajo legislativo del Congreso local que inicia sus labores con la presentación del tercer informe de gobierno de Rafael Moreno Valle. Pero como siempre hay un pero que se interpone —en su caso varios— también debo de adelantarle que hasta hoy su destino es incierto si nos basamos en las líneas ágata producto de las filtraciones mañosas de ya sabe usted quien o, si acaso lo ignora, seguramente lo adivinará porque nunca pasa desapercibida su egregia e impresionante figura (el poder crea ídolos).

Esa potestad ya pensó en tres escenarios, cuando menos. Uno el que formaría Jorge Fuad Aguilar Chedraui. El otro estaría conformado con el liderazgo cameral de Patricia leal Islas. Ambos diputados electos afines (mucho) al gobernador y desde luego dispuestos a seguir sirviéndole con la lealtad, obsecuencia y obediencia que han demostrado desde la época en que se integraron al proyecto morenovallista (gobierno de Melquiades Morales Flores). Y el tercero lo encabeza Fernando, cabeza y líder del equipo hasta que Rafa llegó al poder.

La desventaja de Manzanilla estriba en su independencia de criterio, actitud que ha sabido combinar con su respeto a la amistad y la asertividad que le permite conservarse digno; es decir, libre para disentir y opinar sin temor a las respuestas estridentes. Es obvio que esto último opera en su contra como un terrible obstáculo si, como se ha filtrado, Moreno Valle decide repetirnos la dosis de tener bajo su cruceta a un diputado coordinador tan dócil y subordinado como pudiera ser cualquiera de sus empleados de confianza.

Antes de concluir le comento dos anécdotas (de alguna forma hay que llamarlas) que cuando menos validan lo de asertividad amistosa:

La primera: hace un año le llegó al entonces secretario general del gobierno la instrucción de medio violentar el ordenamiento que establece que esa dependencia debe coordinar las labores del informe de gobierno. “Será el Secretario de Finanzas el responsable”, le dijeron. En ese momento Fernando agarró sus maletas y partió hacia África, supongo que indignado, vacación que concluyó dos o tres días antes del día del Informe. En el ínterin le requirieron varias veces, pero los leones y los elefantes y las hienas y los tigres y el folclor africano no le permitieron recibir ningún tipo de llamadas, incluidas las de su jefe.

La segunda: cuando se hizo cargo de la coordinación de campaña de Tony Gali Fayad, en las primeras de cambio tuvo un choque existencial: los hijos del candidato (debería decir socios) lo rebasaron y, supongo que molesto, Fernando agarró sus maletas y se fue a otra “vacación”. Ocurrió el desbarajuste que produjo la exhibición mediática de la fortuna de Gali. Y otra vez las llamadas de emergencia. Finalmente Fer, como le dicen, regresó y el aeropuerto de Huejotzingo se llenó con el equipazo de Gali que acudió en bola a manifestarle su alegría por el venturoso, reparador y oportuno retorno.

Estilo de gurú

He leído los mensajes públicos de Manzanilla tanto en Twiter como en Facebook y en su página web. Nos habla de paz y de amor al prójimo y de la iluminación y la espiritualidad y la cultura, así como algo de cienciología y mucho de la cordialidad fraterna o amistad cuasi religiosa. Su estilo y buena fe lo equipara a cualquiera de los gurús que usted conoce. Empero, esto no significa que cuando llegue al Congreso local lo hará envuelto en una túnica blanquiazul y con la cabeza ocupada con la corona de guirnaldas o el aura brillante. No. Sin duda adoptará su papel de legislador y, de ser coordinador de sus compañeros, podría hasta recuperar el prestigio de ese poder que hasta el último día de esta legislatura será uno de los brazos ejecutores de las órdenes, caprichos y deseos del mandatario poblano.

Sería, supongo, un poder en ejercicio de su soberanía y representatividad popular. Pero…

Después le comento.


@replicaalex

domingo, 20 de octubre de 2013

¿Dónde está Agüera?


 
Por Alejandro C. Manjarrez

Las derrotas electorales, aunque formativas, provocan una especie de amargura entreverada con la frustración y el coraje, sentimientos que se exacerban con los errores personales y los aciertos del adversario. Es pues un estado de ánimo que podría convertirse en lo que antes llamaban “fiebre negra”, depresión que los políticos padecen cuando llegan a enterarse que perdieron debido, precisamente, a que el poder político metió su cuchara.

Le ocurrió a Enrique Agüera Ibáñez cuya depresión pudo haber cesado en cuanto supo que había enfrentado a dos candidatos, digamos que siameses: uno, el oficial; y el otro, el cerebral.

Al parecer Enrique no pudo o no quiso ver este llamémosle fenómeno. Tal vez porque se le atravesaron los cánticos de las sirenas cuya partitura fue elaborada por los “amigos” en funciones de priistas. O quizá porque se confió demasiado y no tomó en cuenta el poder de Rafael Moreno Valle, cuya estructura electoral todos lo saben estuvo formada por varios partidos políticos, unos inventados o coyunturales y otro más alquilado.

Es probable que por ese descuido Agüera haya pasado por alto que tanto su adversario como el inventor de éste, estaban decididos a derrotarle valiéndose de los recursos del poder, incluidas las ficciones jurídicas preparadas ex profeso para no violentar el derecho exponiéndose a caer en el ilícito. Basándome en ello le hago al Perogrullo y digo: José Antonio Gali Fayad triunfó gracias a la ventaja propagandística promovida por el gobierno al cual servía y seguirá sirviendo, circunstancia a la que hay que agregar la colaboración de los “científicos” especializados en la cultura electorera.

Dicho lo anterior que por conocido podría interpretarse como un exceso retórico, paso a preguntar:

¿Por qué Enrique desapareció de la escena pública? ¿Dónde se metió? ¿Cuál será su próximo paso?

Antes de “adivinar” permítame hacer un breve resumen del perfil oficial de Enrique Agüera Ibáñez, ex rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Como muchos de sus compañeros de aula y cátedra, antes de llegar a la rectoría de la Buap, Agüera vivió los cambios de la universidad pública. Fue parte de las luchas ideológicas que dividieron a los grupos universitarios: comunista de origen (Célula Dolores Ibárruri) y, pasado el tiempo, exitoso gambusino del pragmatismo, característica que él mismo definió en la entrevista que le hizo Blanca Lilia Ibarra. (Expresiones, entre lo público y lo privado. Edit. Buap, 2008):

Hace mucho tiempo dejé los dogmas atrás. Creo que los dogmas lastiman, los dogmas son como candados que se ponen a las puertas y que, a veces, corres el riesgo de perder la llave y no poder después abrir la puerta a un horizonte más amplio que te permite encontrar mejores respuestas a tu responsabilidad social… el mundo requiere hoy de un pensamiento libre, comprometido con la búsqueda de soluciones y respuestas en lugar de reclamos de la sociedad. Hoy se requiere un oído muy sensible para escuchar a aquellos que nos debemos y poder interpretar cómo responder a sus expectativas; creo en eso y creo que las ideologías nos sirven para tener elementos conceptuales que nos permitan interpretar la realidad, cada quien a su manera…

Agüera “abrió” las cerraduras de las puertas que le mostraron, o sea el espacio donde moran “las inteligencias asfixiadas por estereotipos que las privan de lucidez” (Mario Vargas Llosa, dixit). Y se introdujo al otro lado del patio cuyos portones también tienen candados, la mayoría de las veces sin una llave que los abra. Llegó así a esa parte del mercado capitalista con la ventaja de conocer lo que sus moradores no sólo ignoraban, sino que además repugnaban inspirados en el radicalismo común que priva en aquellos que explotan al hombre acogiéndose a la tradición economicista neoliberal, talante que confirman cuando ubican a los caballos detrás de la carreta.

La llamémosle facultad natural de Enrique, le permitió como rector conquistar a quien lo miraba con los ojos del resabio social (la alcurnia también los tiene). Logró asimismo seducir a los dueños del dinero que en principio lo vieron como un improvisado en las lides financieras, los mismos que pasado el tiempo descubrieron que Agüera Ibáñez tenía facultades y la visión que para ellos forma parte de los liderazgos de su sector. Con esa cualidad empresarial transformó a la Universidad tanto en el aspecto arquitectónico como por su presencia académica en el ámbito nacional e internacional. Y lo más importante: logró que el grupo encabezado por el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, se despojara de su acritud para cambiar la crítica hacia él (a veces mordaz y ofensiva e incluso con las perversiones elitistas) por una simpatía y empatía a todas luces motivada por el interés político. Sobrevino una conveniente alianza entre el poder político y la razón universitaria, el primero interesado en llevar la fiesta en paz, y lo segundo como consecuencia de la modernidad que obliga a caminar de la mano con los dueños del presupuesto nacional, recursos que incluyen los subsidios detonador de la excelencia universitaria, ni más ni menos. Devino así la amalgama que formó el gobierno morenovallista con la Buap; es decir, Enrique Agüera Ibáñez y Rafael Moreno Valle Rosas, ambos en las antípodas cuando inició la campaña que llevaría al segundo a la titularidad del poder Ejecutivo. La fiesta duró hasta que Enrique decidió buscar la candidatura a la presidencia municipal, igual que lo hizo Enrique Doger Guerrero, otro ex rector. La diferencia está en que Doger tuvo el apoyo del gobernador en funciones (Melquiades Morales Flores), mientras que Agüera fue declarado por Rafael Moreno Valle como priista non grato.

Echando a perder se aprende

Es obvio que Enrique Agüera perdió de vista los usos y costumbres del gobernante en turno. Hizo de lado su pragmatismo y pasó por alto el manejo “científico” electoral diseñado para ganar elecciones aún en contra de la buena fe del pueblo siempre ajeno a la consigna de quien ejerce el poder político: “Hay que ganar elecciones aunque para ello se manipulen las leyes”.

Lo bueno para él es que pronto si no es que ya ocurrió pasará el efecto de ese olvido, exceso de confianza o estridente canto de sirenas: Agüera volverá a la escena pública justo a tiempo para recuperar el liderazgo que ejercía dentro del ámbito universitario, y no para hacer sombra a su sucesor Alfonso Esparza Ortiz, que conste, sino para encabezar las causas de las nuevas generaciones que él ayudó a formar. Ése es el plus que, supongo, habrá de utilizar en lo que podría ser un retorno triunfal a la política partidista.

Como escribió Carlos Fuentes (por cierto doctor Honoris Causa de la Buap) en el penúltimo de sus mensajes en Twitter: “Serán los jóvenes quienes tengan que enmendar los errores de nuestras generaciones… cuentan con una gran tecnología para hacerlo”. De ello está más que consciente Enrique Agüera Ibáñez (cuatro décadas de vida universitaria lo avalan). Y además conserva su influencia y liderazgo y, como podría haber opinado Steve Jobs o Henry Ford, tiene con qué moverse… y todo mundo lo sabe.


@replicaalex

miércoles, 16 de octubre de 2013

La corrupción, costumbre del poder


 

Por Alejandro C. Manjarrez

Cada día son más frecuentes las coincidencias en la forma de pensar del mexicano más o menos informado. Esto gracias a que la corrupción concitó la crítica y el repudio casi generalizados, algo que ocurrió después de cinco siglos.

Esta es una de las conclusiones que saco del libro del doctor Eduardo García Flores (Cuadrivio. Corruptofilia, un gen cutural de nuestra sociedad), padre de Marcelo García Almaguer quien, como el lector sabe, es amigo y colaborador de confianza del gobernador poblano Rafael Moreno Valle Rosas.

El especialista en el cerebro humano sitúa el origen de la corrupción en el inicio del siglo XVI, cuando hizo su aparición en México el conquistador Hernán Cortés. En esa época nació la enfermedad social que ha sido el lastre que mantiene al país varado en los terrenos pantanosos del embute, coima, extorsión, mordida, diezmo, chayote, dádiva, padrinazgo, tráfico de influencia y demás estilos, hechos y costumbres que avalan aquello de que la corrupción somos todos. García Flores relata en su libro cuatro de los casos que la suerte puso en su terreno profesional, experiencias que muestran el mal cuyo remedio –apunta el neurólogo– está en manos de los internautas bien intencionados (por fortuna la mayoría).

El libro de marras me indujo a dirigir la mirada hacia el lomerío de los Fuertes, pensando en la oportunidad profesional que para el científico representa la cercanía de su vástago con el mandatario estatal más visto y promocionado del país. En el mejor de los casos, me dije, este que sin duda es un fenómeno político, podría ser la excepción que confirma la regla o, en el peor, la regla que establecería que en la política mexicana no hay excepciones.

Eduardo García se apoya en sus conocimientos científicos, culturales y sociales adquiridos en su recorrido académico por el mundo, así como en su práctica profesional y los cursos y enseñanzas de reputados doctores, background que, si aún no lo es, seguramente lo convertirá en una referencia necesaria sobre los estudios de corrupción y, desde luego, en un especialista del nivel de Yves Mény o Michel Johnston o Arnold J. Heidenheimer o Donatella della Porta, con un plus: sus profundos conocimientos del cerebro humano..

Para no darle muchas vueltas al tema, primero trascribo algo de lo que dicen los expertos citados y después algunas acotaciones del doctor García:

Yves asegura que la sofisticación de las actividades corruptas, tiende a convertirla en una acción invisible y por tanto difícil de castigar. Johnston dice que la corrupción puede y debe ser tratada como una propiedad de la sociedad en su conjunto. Heidenheimer escribió que la presencia de la corrupción en los países europeos ha provocado presiones de todo tipo, algunas de ellas destinadas a tratar de controlar los sobornos a funcionarios públicos. Y Donatella comenta que la corrupción es una de las causas de los cambios en los gobiernos del mundo y, en particular, de la transformación de las características de sus clases políticas.

Tenemos así que la corrupción es “síntoma de profundo deterioro de la vida pública que además amenaza los valores básicos de la democracia” (Steven R. Reed, dixit). O como lo apunta el propio García: que es la rampante costumbre del antiguo régimen copiada por los nuevos gobernantes, circunstancia que nos “deja atrapados entre el peso muerto de nuestro propio pasado, y la debilidad y la inconsciencia de aquellos que nos gobiernan para efectuar los cambios necesarios y entrar de lleno en la vida democrática”.

Eduardo hurga y mete su bisturí intelectual entre lo intrincado de la malhadada costumbre. La intención: encontrar que debido a las realidades del mundo que nos circunda, “pudiera ser que estemos procreando un gen cultural para adaptarnos a vivir en el estercolero de la corrupción”.  Y apuntala esta mala noticia con las tradiciones culturales que, dice, “terminan convirtiéndose en perversos instintos sociales para aquellos que detentan el poder”.

Échele una mirada a los gobernantes del país y comprobará que, en efecto, ninguno ostenta el poder sino que lo detenta. Esto porque todos llegaron a ese estadio político valiéndose de la manipulación de la democracia, incluso de la habilidad para corromper, tanto a los adversarios como a correligionarios.

Como buen científico, García Flores concluye su ensayo sobre la corrupción con seis propuestas que, supone, la moderarían para hacer más eficiente la administración pública. Una: generar la confianza que revitalice a la sociedad. Otra: crear un programas de salud neonatal para propiciar el desarrollo cerebral del infante (aprendería más rápido a defenderse). Tercera: tipificar el delito de desvío de recursos públicos en materia de salud y nutrición dándole la definición de genocidio indirecto. Cuarta: incrementar la inversión en la investigación científica. Quinta: hacer públicas las declaraciones patrimoniales del servidor público, cada seis meses. Y última: definir con rigor el término de rendición de cuentas consustancial al concepto de transparencia.

Para hacer posible las propuestas del doctor García, habrá que evitar que los gobernantes manipulen la verdad. ¿Cómo? Legislar para que la mentira se considere como delito grave; es decir, con pena de cárcel y sin derecho a fianza, además de la destitución inmediata y permanente del cargo público.

Todo ello, desde luego, con el apoyo de la sociedad que forma parte de las redes sociales, tal y como lo propone Eduardo, padre de Marcelo García Almaguer (experto en esta área). Si así fuere tendríamos una terrible crisis burocrática.


@replicaalex

miércoles, 9 de octubre de 2013

Puebla atípica



Por Alejandro C. Manjarrez

La poblana es la entidad del país ajena a los señalamientos de los partidos políticos que pugnan por la creación del Instituto Nacional Electoral o de Elecciones (INE). El argumento o considerandos de quienes promueven ese digamos que histórico cambio, gira en torno al control que sobre la autoridad electoral ejercen los mandatarios. Dicen que los procesos han sido inequitativos debido a que cada gobernador impone y maneja a su arbitrio a los miembros de los organismos electorales, así como a los magistrados que conocen de las quejas y/o denuncias locales.

Si le echamos un vistazo a la prensa poblana (la no controlada), veremos que lo mismo ocurre en Puebla, pero con algunos detalles que la hacen una entidad políticamente atípica y por ende ajena a los señalamientos que inspiraron lo que posiblemente supla al IFE. Confirmaremos asimismo que Puebla es tan extraña que ningún partido nacional la ha mencionado en su discurso argumentativo a favor de la creación INE, precisamente. Y tan especial que en el ejercicio del poder su gobernante incluye a consejeros, diputados, magistrados, dirigentes políticos y desde luego elecciones.

¿Está mal?

No, si partiésemos de que el poder se ejerce y no se comparte.
Sí, si tomásemos en cuenta que a los “políticos” locales les ha dado por lamer complacidos la brida que les puso el titular del poder Ejecutivo.

Y natural, si considerásemos que Puebla se maneja de acuerdo con la estrategia y programas generales ideados por talentosos abogados y politólogos, cuya asesoría y consejos obedecen a la teoría combinada con la experiencia y el pragmatismo que contiene algunas dosis de perversidad.

Por ello, por el ingenio e idoneidad de los asesores del mandatario (think tank), ha resultado exitoso el proyecto-estrategia que empezó a funcionar antes del inicio de la actual administración, mismo que incluía los cambios y adaptaciones legislativas que hicieron posible lo que hoy estamos viendo; a saber:

Dos nuevos partidos que comen de la mano del poder.

Dos viejas instituciones políticas que actúan de acuerdo a los intereses del poder.

Un joven partido que superó su crisis política (la de su dirigencia nacional) gracias a su vínculo con el poder.

Cambios constitucionales para hacer cómodo y seguro el relevo del poder, además de prevalente la influencia de su titular.

Un poder Legislativo al servicio y a las órdenes del poder Ejecutivo.

Un órgano de fiscalización atento y dispuesto a apretar las criadillas de los alcaldes cuya autonomía altere las disposiciones políticas y administrativas del Ejecutivo.

Una clase política acostumbrada a vivir a la sombra del poder (ejercido por quien sea), para obtener la venia y el calor político del gobernante que, en este caso, alguna vez fue su aliado, otra su adversario y finalmente su posible impulsor ya sea como correligionario o en calidad de comprensivo y cordial contrincante.

Dicho la anterior concluyo:

No hay duda que Puebla es un estado políticamente atípico. Y que seguirá siéndolo si los legisladores nacionales no logran cambiar el estatus electoral del país para que se cree el INE.

Ahora bien, si el INE supliera al IFE y, en consecuencia, a los Consejos o Institutos estatales, las próximas serían unas elecciones que por ajenas a los controles enunciados, modificarían el esquema sucesorio poblano y, desde luego, las intenciones del grupo cuyo diseño hizo de Puebla, insisto, una entidad políticamente atípica.

Vaya problema para quien ejerce el poder poblano, un hombre que creció, se educó y formó dispuesto a cambiar las tradiciones y costumbres del poder político estatal… y también el nacional.


@replicaalex

 

domingo, 6 de octubre de 2013

De amigo a enemigo


Por Alejandro C. Manjarrez

Desentrañar la personalidad del político tiene un alto grado de dificultad, incluso para los especialistas en el análisis de la mente. Sobre todo si se mira al investigado desde la óptica periodística basada en hechos, acciones y antecedentes del servidor público.

Lo relativamente fácil es escribir de los corruptos y denunciarlos, siempre y cuando se compruebe que sus intereses personales contrastan con las obligaciones de su cargo y desde luego con la ética.

En ambos casos hay grandes complicaciones. Por eso a veces resulta más sencillo ocuparse de aquellos burócratas cuya función y actividades extra curriculares los ha ubicado en la frontera de la sospecha. Es digamos que un reto profesional ya que al adoptarlo nos obliga a hurgar en las entrañas del “ogro filantrópico”, hasta encontrar lo que podríamos definir como manifestaciones de la heterodoxia burocrática, lo cual, dicho en “castellano”, forma parte de las variaciones de la corrupción. En fin.

El título de la columna define lo que para muchos políticos significa el nombre de Eukid Castañón Herrera, mi personaje de la semana. Aclaro que éste no cae en ninguno de los enunciados arriba descritos; sin embargo, tampoco se libra de la sospecha debido a su estratégico mutismo, actitud que al parecer lo ha mantenido lejos de los reflectores. Por ello su intención: evitar los peligros que implica caer de la gracia de su jefe, algo que para él y sus pares equivale a ingresar al infierno burocrático que incluye el proemio de la estridencia, desentono que, de vivir, habría enriquecido la poética del poblano Germán List Arzubide.

El amigo

Es bien sabido que Eukid ganó el afecto y la confianza de quienes lo contrataron cuando no tenía ningún cargo público. Fue asesor y consultor en asuntos derivados de la función pública administrativa. La experiencia de su cargo de contralor estatal antes de que Rafael volviera a designarlo como tal, le permitió llevar a cabo, entre otras acciones comerciales, auditorías externas encausadas a solventar las cuentas que habrían de ser examinadas por las Contralorías estatales y federal, precisamente, así como caer en las áreas de fiscalización que operan los organismos revisores de cuentas públicas vinculados con los congresos.

Las cosas marcharon bien desde el punto de vista negocio y costo beneficio. Los clientes obtuvieron el beneficio del profesionalismo bien pagado. Y el consultor las utilidades de su trabajo que, entre otras cosas, evitó desde observaciones hasta consignaciones por fraude al erario (léase peculado).
El “amigo” siguió siéndolo hasta que Rafael Moreno Valle llegó al gobierno de Puebla. Este cambio le transformó en el peor enemigo de quienes antes fueron sus cuates.  El giro ocurrió debido a las instrucciones del mandatario que confió en sus conocimientos y habilidades para navegar en las turbulentas aguas de las entrañas del monstruo dizque benefactor. De ahí que la condición de Castañón cambiara a la de:
Enemigo
Sin demérito al trabajo de la hoy diputada electa, antes titular de la Secretaría de la Contraloría de Puebla (Patricia Leal), Eukid combinó su labor de operador político con la función de investigador y ejecutor de los expedientes que al final del día llegaron a la Procuraduría de Justicia poblana. En algunos casos con la intención de cobrar afrentas, principalmente (Javier García Ramírez y Antonio Hernández y Genis, por ejemplo), y en otros para taparle el ojo al macho quitándole al ex gobernador Mario Marín y adláteres financieros la carga del delito de corrupción y peculado. Así, los chivos expiatorios salvaron del sacrificio a su pastor. Y, valga la alegoría kafkiana, el Proceso y La metamorfosis cambiaron la condición de la amistad forjada en las épocas del priismo a ultranza.
Por ello, para sus ex congéneres, Eukid Castañón se mutó en un repulsivo, temido y burocrático bicho.
¿Estará preocupado el amigo-enemigo de los priistas, panalistas, panistas, perredistas?
Es obvio que no porque, como lo mencioné en otra columna, basta con que cierre los ojos para librarse de las miradas externas. Lo único que le importa es quedar bien con Rafael Moreno Valle, cuya confianza personal incluye algo del ejercicio de la operación política-electoral del gobierno de Puebla, acciones a veces tamizadas o adornadas con el “garrote” que forma la Ley de Responsabilidades. Ah, y también el futurismo político.
@replicaalex