viernes, 28 de septiembre de 2018

Con dinero baila el perro




Al perro que tiene dineros se le llama señor perro

Por Alejandro C. Manjarrez

Los conocí cuando pobres.

Eran tipos amables, sencillos e incluso hasta modestos.

Los vi crecer en la política y en la administración pública.

Gracias a esas sus características, los jefes de entonces se fijaron en ellos dándoles la oportunidad de ascender.

Ya cerca del poder cambiaron un poco.

A su amabilidad, sencillez y modestia le agregaron otra digamos que cualidad: la discreción. Se acostumbraron a ver, a escuchar y a olvidar. Incluso aprendieron a departir en la intimidad con quien gobernaba su proceder laboral, “sacrificio” que les permitió conocer la vida secreta de los políticos encumbrados, unos borrachos, la mayoría corruptos, otros bisexuales y muchos mujeriegos.

Poco a poco se construyeron su imagen burocrática, la que con el tiempo les hizo confiables e incluso indispensables para la jerarquía de su ámbito. Dieron el estirón. Cambiaron de estatus y ya son millonarios.

Los nuevos ricos
Los conozco sí, pero también los desconozco. Son los mismos pero se volvieron petulantes, presumidos y hasta “modelos” de las corbatas Hermès. Parecen los dueños de la administración pública. Olvidaron que la sociedad les paga y que además los vigila. De empleados huele pedos pasaron a ser jefes forrados de soberbia y dinero.

Si alguno es prudente y no presume el capital que ha obtenido de manera ilícita, sus mujeres e hijos se encargan de hacerlo con eficacia insultante.

La ropa de marca es la única que entra en su closet. Los autos de lujo suplieron al vochito y a la combi. Las prostitutas argentinas, brasileñas y peruanas desplazaron a las obsequiosas secretarias trepadoras, a las cuales, hay que decirlo, preñaron con su descendencia o con sus malos recuerdos.

El modesto departamento fue suplido con una lujosa residencia.

Cambiaron los hoteles de oferta vacacional por las casas de verano (o de invierno) en la Riviera Maya, España, Grecia, Francia, Irlanda, Miami o, en el peor de los casos, Pichilingue Diamante y Las Brisas.

La primera clase aérea los recibe bien por sus millas acumuladas.

Los hijos abandonaron la escuela pública para estudiar en las de paga.

La familia dejó de ir a comprar a las tiendas de conveniencia cautivados por el estilo, si aún no están en las ligas mayores, del Palacio de Hierro. En fin, les vale madre que haya baratas nocturnas porque saben que para gastar “su” dinero, es mejor hacerlo en Nueva York, en París o de perdis en El Corte Inglés madrileño.

Futuro incierto
Esos políticos ricos gracias a su visión corruptora, ven a los clasemedieros como pendejos, simplemente porque no son millonarios como ellos. Y a los millonarios que llegaron a serlo por trabajo o por herencia, los miran con recelo y envidia porque éstos pueden mostrar sin temor a la ley lo que los otros no: su riqueza.

Aquellos que antaño conocí bien pero que hoy desconozco, perciben a los pobres como seres indefensos a los que hay que animar recetándoles mensajes semánticos elaborados para mantener viva su esperanza.

La crisis, ¡ah las benditas crisis...!

Claro que no les afecta. Por el contrario, les han resultado una excelente cortina de humo para ocultar su falta de previsión o su ineficacia en la administración de la cosa pública, o incluso sus corruptelas.

En fin, esos que, insisto, bien conozco, suponen que los pobres nunca dejarán de serlo porque carecen de inteligencia. ¿De dónde su conjetura? Pues del olor del dinero que atrofió la parte del cerebro donde se desarrolla la sensibilidad social.

Muchos de ellos, y esto es dramático, se sienten invulnerables a la crítica pública, al escrutinio del pueblo. Creen estar blindados contra el repudio que la sociedad manifiesta a los políticos, actitud ésta cada día mayor entre los ciudadanos que acuden a las urnas a votar o se abstienen de hacerlo, según les haya ido en la feria.

Pronto, cuando menos lo esperen, la protesta y la denuncia populares caerán sobre los corruptos porque, como lo dicta la sabiduría del pueblo, el dinero como el amor y lo tonto se notan a leguas. Más ahora que la gente aprendió a reclamar y denunciar a quienes menosprecian a la sociedad. Primero en las elecciones y después a través de la protesta de los ciudadanos que también los vieron cuando pobres; e igual apreciaron su amabilidad, valoraron su modestia y saben que muchos de los ahora políticos ricos empezaron desde abajo.


Lo paradójico es que los eufemísticamente llamados servidores públicos les vale madre la cosecha de los votos en contra de su partido no obstante ser ésta una de las manifestaciones de castigo a la corrupción que representan amparados en el azul, verde, tricolor, amarillo... Simplemente hubo donde los pusieron y ellos se encargaron del resto sin pensar en que las redes sociales despertarían a los mexicanos.

alemandelaro@gmail,com
@replicaalex

martes, 25 de septiembre de 2018

Del paraíso al infierno de Moreno Valle



No hay necesidad de fuego,
el infierno son los otros
Jean Paul Sartre

Por Alejandro C. Manjarrez
Más allá del resultado que arroje la apertura de las urnas donde los poblanos depositaron su voto, hay un efecto devastador para el ex mandatario Rafael Moreno Valle. Su fama pública cambia como se modifica el día soleado que de repente se llena de los nubarrones negros que presagian tormenta. De estar en los cuernos de la luna pavoneándose con sus éxitos, los hechos actuales lo han ubicado en el umbral del abismo donde mora el desprestigio político.
Hasta hace poco Moreno Valle presumía de nunca haber perdido una elección. Con ese ánimo y confianza planeó, preparó y dirigió la campaña de su esposa. Negar que así sucedió equivale a cometer un atentado contra la inteligencia de los ciudadanos y, en especial, de aquellos analistas políticos y/o politólogos que han sugerido que los hechos confirman que hubo fraude en la elección de Puebla.
Sin lugar a dudas se trata de la posibilidad que ha preocupado a los morenovallistas de cepa. Saben que su paradigma ya no podrá cumplir con las expectativas que tanto les animaba. Seis años de lopezobradorismo es un lapso difícil de remontar, sobre todo por la mala impresión que anida en el cerebro del presidente electo quien —según él lo ha dicho— ve a Rafael como el cacique que perpetró un gran fraude electoral.
Vemos pues que a Rafael se le está cayendo el castillo ése que habría de dar abrigo a Martha Erika Alonso y calor político-financiero a su grupo de colaboradores que, en el mejor de los casos, durante ocho años han vivido asidos a la ubre del gobierno de Puebla.
Luis Carlos Ugalde, ex consejero presidente del INE y ex asesor del gobierno poblano, está seguro que procederá la impugnación que presentó Morena y, en consecuencia, que habrá de anularse la elección a gobernador de Puebla. Su seguridad se deriva de los análisis y estudios realizados por él y su grupo, así como por las quejas presentadas y las confidencias de varios panistas poblanos, los mismos que seguramente están hartos de lo que ocurre en la entidad. Se trata de un escenario trágico para quienes estaban seguros de mantener los privilegios del poder fabricado por su líder Moreno Valle. Existe la posibilidad de que se cierren las arcas y, casi al mismo tiempo, se abran investigaciones que desemboquen en sendos procesos penales. Los que se enriquecieron podrían verse ya en la agenda roja de Santiago Nieto cuya función será la de indagar las cuentas y movimientos bancarios de miles de sospechosos de corrupción; o que la Auditoría Superior de la Federación profundice en los contratos y concesiones otorgadas por el gobierno a particulares. Vigilarán nerviosos (y quizá hasta escondidos) cómo se lleven a cabo las investigaciones correspondientes. No vaya a ser que por ahí aparezcan sus nombres...
Pero también hay un sueño, digamos que guajiro. Éste gira en torno a que la revisión de marras no arroje algo que comprometa el futuro político del gran jefe poblano. Empero, de una u otra forma, tendrán que acostumbrarse a ejercer el triste papel de algo parecido a los deudos de un régimen sofisticadamente corrupto.
¿Qué futuro tienen los hombres de Rafael?
Habrá que esperar para saber cómo se reinventan, desde Marcelo García Almaguer hasta Jorge Aguilar Chedraui, Luis Banck Serrato, Cabalán Macari Álvaro y el resto de esa pléyade de beneficiarios de la convenenciera bonhomía burocrática de su paradigma. Esto siempre y cuando, que conste, se anule la elección y desaparezca del mapa político Martha Erika Alonso, la dama cónyuge sobre la cual están cifradas las esperanzas del grupo que anhela permanecer en el paraíso político y financiero morenovallista. Todos ellos con un pie en el infierno que diseñó el ex gobernador con la malévola intención de mandar a ese espacio a quienes no se ajustaran a sus requerimientos personales y políticos. Por cierto, a esta lista habría que agregar a dos que tres de los comunicadores que aumentaron su riqueza económica personal.
Ahora bien, en el mejor de los casos —como ya lo he dicho y escrito—, si por alguna extraña razón validaran el triunfo de Martha Erika Alonso, de cualquier forma los morenovallistas tendrían que prepararse para vivir en otro infierno más cabrón: el recientemente construido con la presencia mayoritaria de Morena en la Presidencia de México y en los poderes de la Unión. Valga la alegoría semántica, ahora sí Rafael Moreno Valle y adláteres sabrán lo que es amar a Dios en tierra de indios…

@replicaalex

domingo, 16 de septiembre de 2018

La luz del progreso


Por Alejandro C. Manjarrez
Desde que Alberto Santa Fe y Manuel Serdán Guanes publicaron la Ley de Pueblo[1], ambos sabían que el incipiente gobierno porfirista haría algo para reprimirlos. “Se van a encabronar…”, le dijo Manuel a su amigo Alberto. Éste estuvo de acuerdo y advirtió a Manuel que para protegerse era necesario crear lo que más tarde llamarían su panoplia política:
—Mira Manolo —puntualizó Santa Fe—,  lanzaremos la proclama después de convencer a varios amigos y simpatizantes para que, justo al otro día de publicada, protesten contra la explotación del campesino y apoyen el reparto de tierras que vamos a proponer. Con ello conseguiremos tener muchos aliados que nos protejan. Obligaremos al gobierno corrupto a que lo piense dos veces antes de hacernos daño. No hay que olvidar que los mártires estorban al poderoso.
—Nuestro problema es que no sabemos a quién le tocará gobernar mañana. Si a Pacheco, o a Bonilla, o a León. El peligro está detrás del gobernante, el que sea. Será parte del sistema viciado y ultrajante que ofende la dignidad humana. En ese medio abundan los expertos en la lisonja y la manipulación, tipos que por quedar bien son capaces de cualquier cosa. Tú lo sabes, Alberto: nosotros seremos su objetivo, tal vez el principal…
—Por eso necesitamos el apoyo del pueblo —insistió Santa Fe arrebatándole las palabras a Serdán—. Es la fuerza popular la que nos hará invulnerables ante las persecuciones del gobierno. Nuestra ley es el primer paso. Y la campaña que llevemos a cabo, el tranco definitivo.
Los amigos se quedaron callados, cada uno con la mente puesta en el futuro inmediato. La seriedad de Serdán agudizó sus facciones angulosas. Y la seguridad de Santa Fe acentuó en su rostro la tranquilidad que le había hecho un hombre convincente. Los dos meditaban sobre el impacto que tendría su propuesta social.
La semilla de la justicia social
En 1878 se publicó la Ley del Pueblo en el periódico La Revolución Social, órgano del Partido Socialista Mexicano fundado por Manuel y Alberto y, de acuerdo con lo que sus creadores habían planeado, hubo grupos que adoptaron como suyo el contenido del manifiesto: todos coincidieron en que representaba la esperanza para mejorar las condiciones del trabajo y, de alguna forma, participar en un acto patriótico: la defensa del país contra las ambiciones políticas de Estados Unidos.
Además de su exhortación que tardó tres décadas en consolidarse, los autores de aquella proclama vislumbraron lo que pasado el tiempo se presentaría como un mal irremediable: el dominio del capital sobre los gobiernos. En algunas de sus líneas, el programa estableció los siguientes criterios generacionales:
En menos de setenta años de vida independiente, hemos perdido la mitad del territorio patrio, que en 1848 pasó definitivamente a poder de los norteamericanos: tenemos comprometida gravemente la otra mitad: hemos ensayado como sistemas de gobierno, el imperio y la república unitaria y la república federal, el sistema dictatorial y el sistema democrático, sin conseguir establecer la paz.
En ninguna nación civilizada el pueblo, las masas, los artesanos, las gentes que trabajan viven en la miseria tan espantosa como viven entre nosotros…
¡Estamos enfermos!; estamos muy enfermos pero, al menos que nosotros sepamos, nadie ha dicho: esta es la causa de la enfermedad, ni este es el remedio. Pues bien esa es la tarea que nosotros nos hemos impuesto (…) porque nadie puede ocultar que, si seguimos entregados a la guerra civil, cosa que sucederá infaliblemente si no se destruye el origen de la guerra, que es la miseria del pueblo, dentro de pocos años, México será una colonia norteamericana…
Una vez que se conoció el contenido de la Ley del Pueblo, los esbirros del gobierno echaron ojo a sus promotores. El más vulnerable era Manuel debido a su bondad y buen talante, en tanto que Santa Fe tenía vínculos con la sociedad identificada con Porfirio Díaz, quien por aquellos entonces acababa de llegar a la presidencia mostrándose conciliador y a la vez dispuesto a imponer su política de “pan y palo”. Así que la autoridad dictaminó desaparecer a Serdán sin dejar rastros, precisamente para no crear mártires. Sin él —dijo alguien— será más fácil desarticular aquel proyecto social, acción que hará dudar a los simpatizantes de la propuesta de Serdán y Santa Fe, además de desanimarlos e incluso “meterles miedo”.
El poder actuó y Manuel Serdán desapareció de la faz de la tierra. Nadie supo qué le ocurrió, ni siquiera su esposa. “Ten mucho cuidado Manuel. Soñé cosas feas. Mejor no vayas. Deja para otro día lo que tengas que hacer” —le había dicho María del Carmen Alatriste, madre de sus entonces pequeños hijos Máximo, Aquiles y Carmen… Y tuvo razón porque nunca más nadie lo volvió a ver.
@replicaalex



[1] García Cantú, Gastón, El pensamiento de la reacción en México. Ed. Empresas Editoriales, sa, México, 1965.

martes, 11 de septiembre de 2018

La maravilla llamada vida




Si viviéramos realmente el Universo,
tal vez lo entenderíamos.
Jorge Luis Borges

Por Alejandro C. Manjarrez
Dijo Beethoven: Qué somos cuando nos comparamos con el Universo…
El extraordinario músico tenía cierta razón en su duda si partimos de que en aquellos entonces su generación vivía en un mundo ajeno a la ciencia de nuestro tiempo. Hoy es distinto porque podemos asegurar que los seres humanos somos un universo o, para ser modestos, el gran microcosmos constituido por células que en esencia tienen el mismo origen o mensaje estelar del Universo.
Carl Sagan supuso que habría algo así como 100 mil millones de galaxias y 10 mil millones de estrellas. Vertió tal suposición cuando el planeta estaba poblado por 6 mil millones de habitantes. Hoy hay más de siete mil millones de seres humanos en la Tierra y, diría el filósofo del pueblo, la mata sigue dando.
Cada uno de esos miles de millones de seres humanos tiene en su cerebro 100 mil millones de neuronas e, igual que el Cosmos, una intensa actividad en el cuerpo, dinamismo impulsado por 37 billones de células, partículas que se renuevan constantemente para mantener vivo su hábitat. Esto además de luchar contra los 100 billones de microbios que se introducen en el cuerpo. Y aún más: mientras combaten a los agresores del organismo, nuestras células se alimentan, reproducen, comunican entre sí y obtienen la energía y los nutrientes que les permiten dotar de vida al cuerpo humano. El cerebro, las neuronas, se encargan de regular la función del organismo para que las células trabajen en sintonía y cumplan la función de mantenernos vivos.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, que conste. En el cuerpo humano ocurre lo mismo que en el Universo cuya constante es el crecimiento que suele culminar en el renuevo. La diferencia está en que, comparándola con el Cosmos, la vida de los humanos es efímera; un micro instante del tiempo concedido por —dirían los masones— el Gran Arquitecto del Universo.
Ese Gran Arquitecto o energía celestial o Dios o imaginación o fuerza espiritual o naturaleza o fe o armonía neuronal, ha hecho que los seres humanos concilien su pensamiento mágico con la realidad manifiesta en su mortalidad. Por ello, de manera consciente o casual, todos buscamos lograr la concordancia del cuerpo con el cerebro para que nuestra vida funcione como, valga la metáfora, cualquiera de los conciertos compuestos por Beethoven, el músico que a falta de oído usó la imaginación. Y como todos sabemos, la agudeza, sensibilidad y armonía cerebral de éste y otros genios fue resultado de la correlación dinámica y creativa de sus neuronas.
¿Por qué la genialidad no es tan común como la actividad y cambios del Universo?
Me atrevo a responder: porque aquel infinito está controlado por la energía de sus propias estrellas, fuerza que podría ser regulada, ordenada y distribuida conforme a los dictados de una omnipotencia cuya definición humana gira en torno a lo esotérico. En el caso de los genios la creatividad es uno de los efectos de una sinapsis neuronal cuya eficacia depende de la coincidencia del o los objetivos programados por el cerebro, unidad que, supongo, responde a los sentimientos o a la espiritualidad de cada individuo. O a las dos causas.
Retomo pues lo del genial Beethoven para la siguiente metáfora:
El cerebro humano primero compone la música que ahí está latente en las neuronas que captan los sonidos del Cosmos y la Naturaleza, energía enriquecida por la herencia genética del ADN. Después de diseñar la armonía y plasmarla en el pentagrama (mapa cerebral), el cerebro realiza los arreglos que habrán de formar la sinfonía de la vida, acordes que distribuye en las distintas particelle cuyas notas forman la música del gran concierto. Una vez consolidada la obra, su realización o interpretación dependerá de la capacidad del creador de esa maravilla constituida por los sonidos, las acciones y las imágenes que él mismo unió y dirige.
Ese extraordinario fenómeno humano ocurre dentro del organismo de hombres y mujeres. Sin embargo, a pesar de ello lo común es que formemos parte de una lamentable paradoja. Esto porque no obstante que la vida es conducida por la unión de las neuronas, muchos prefieren ignorar el hecho e incluso hasta despreciar la oportunidad de convertirse en directores de su propio concierto. Omiten que a partir de la energía que produce el cerebro podemos encontrar la armonía de nuestro organismo con el medio ambiente que nos rodea y las creencias que convoca la magia que, cual alquimia de hechicero, se compone en el cazo llamado cerebro.
La incuria mencionada tiene dos causales, mismas que atribuyo al nivel intelectual, ya sea un alto IQ o la llamémosle ignorancia supina. En el primer caso, la inteligencia combinada con el conocimiento suele derivar en soberbia, estado de ánimo que aleja al ser humano de la fe. Por otra parte está la rudeza intelectual cuya oscuridad obstruye el entendimiento científico. Ambas condiciones muestran la maravilla del poder cerebral que replica la energía del Universo. De ahí que esa luz deslumbre a los poseedores de un coeficiente intelectual elevado y asuste a quienes por convicción, intuición o imitación prefieren permanecer en la oscuridad, en el hoyo negro. Hay términos medios, claro, y ahí entran aquellos cuyo empeño se centra en eludir las tinieblas acogiéndose a la luz de la inteligencia.
Albert Einstein, el matemático excepcional, usó su genialidad para hablar del tema alejándose del escepticismo común en los hombres de ciencia. Dijo el sabio:
…Me siento satisfecho con el misterio de la eternidad de la vida y con un atisbo de la estructura maravillosa del mundo existente, junto con el resuelto afán de comprender una parte, por pequeña que sea, de la Razón que se manifiesta en la naturaleza.
En efecto, la Razón de la naturaleza se manifiesta con la contundencia que observamos en, verbigracia, la “divina proporción”, fenómeno comprobable con las matemáticas (número áureo). Y también en la perfección lograda por los constructores del Partenón, por citar uno de los edificios que observan la sucesión de Fibonacci.
Acojámonos pues a esa “divina proporción”, y a la energía de nuestro universo personal, y a nuestra fuerza interior (fe), y a las maravillas de nuestro cosmos, y a la concordancia dinámica y creativa de nuestras neuronas, y a la sorprendente música constituida por los sonidos, acciones e imágenes que forman nuestras 100 mil millones de neuronas. De lograrlo podremos convertirnos en directores de nuestro destino para, impulsados por la propia energía interna que producimos, eliminar lo que nos afecta debido al descontrol del organismo, males que la Organización Mundial de la Salud define como desviaciones del estado fisiológico, alteraciones cuyas causas en general son conocidas y por ende previsibles. Habrá que hacerlo. Lo peor que puede pasarnos es que, como energía o átomos cosmogónicos que somos, regresemos a formar parte de una de las dimensiones del Universo. Nunca se muere en el intento. Al contrario.

@replicaalex