por Alejandro C. Manjarrez
"Desde el primer día de gobierno, Rafael Moreno Valle mostró interés en cambiar lo que él pudo haber visto como el estereotipo rústico de la provincia mexicana. De ahí su preocupación por maquillar a la capital y vestir al estado con una obra pública moderna, cara pero eficiente y tan digna como vanguardista. Lo malo es que semejante inversión resultara contrastante con la pobreza que mantiene a la entidad en una lamentable posición estadística (según Coneval --2012-- el cuarto estado con mayor pobreza y séptimo en marginación). Este empeño en el que incluyó la privatización de las carreteras y el usufructo de los bienes públicos, rebasó las expectativas de los sorprendidos gobernados y sacó de su modorra a los celosos vigilantes de nuestro patrimonio histórico. Unos asombrados por la rapidez y urgencia por construir lo que habría de servir como símbolo arquitectónico de los 150 años de la Batalla de Puebla. Y los otros indignados debido a que nunca fueron consultados ni tomadas en cuenta sus opiniones a priori y posteriori, dictámenes relativos a la conservación de la herencia histórica que, entre otros galardones, dio a Puebla el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad. El choque frontal del poder concentrado en un gobernante, contra la opinión pública opuesta a la manipulación mediática que acostumbra el gobierno, el que sea.
La prensa también formó parte de esos desacuerdos o contradicciones. Primero porque se la consideró pastoril, pueblerina y por ende estorbosa, rebasada e inservible: no encajó con el “alto perfil” político y social del titular del poder Ejecutivo. Y segundo porque resultó incómoda y molesta en virtud de su apertura y libertad para actuar, al principio obligada por el trato a veces ofensivo y después entusiasmada por haber "descubierto" el papel crítico que exigen los lectores. Podríamos decir que Moreno Valle se transformó en algo parecido al doctor Frankestein ya que formó la criatura que se rebeló contra él, su 'creador'.
Eso fue parte de lo que pensó la mayoría de los trabajadores de los medios de comunicación escrita y también electrónicos cuyos propietarios, según trascendió, aceptaron limitar la libertad de expresión de sus comunicadores y periodistas, condición sine qua non para firmar los llamados convenios de publicidad.
En fin.
La 'política y el periodismo', como se intitula este capítulo, es un tema amplio e interesante debido a las sombras que originan el alto contraste que da más luz a la libertad de prensa. Por ello dejan de ser anecdóticos los ataques menores o graves --depende en cuál espacio de poder se hayan concebido-- y pasan a ser parte del hito plasmado en nuestras historias. La ventaja es que al final del día los gobernantes siempre quedan expuestos, e incluso como si fuesen réplicas mal hechas o superadas del molde que troqueló la política de comunicación de, por ejemplo, Gustavo Diaz Ordaz..."
Estas son, pues, algunas de las líneas que forman el libro La Puebla variopinta, conspiración del poder. Las traigo a cuento para que el lector tome nota de que en unos días podrá adquirirlo (está en impresión), igual que la novela ya impresa intitulada El poder de la sotana.
Son trabajos que han requerido toda mi atención (soy mi propio editor), circunstancia a la cual le debo el haberme alejado un poco de la columna, ejercicio que estoy a punto de retomar. En esas andamos.
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@replicaalex