El hombre piensa,
aun cuando no tenga conciencia de ello.
Georg Wilhelm
Friedrich Hegel
He intentado formar con
trazos, borrones y enmendaduras el perfil político de Rafael Moreno Valle Rosas, el poblano que
podría figurar en los anales de la política nacional si dan color los vuelos de
la imaginación limitada por su propia conciencia y creatividad. Así que no
sabremos si fue bueno o malo su talante hasta después de que sea analizado su
gobierno, incluido el impasse entre el fin del mandato y las elecciones del
2018. A ellas deberá llegar bien armado siempre y cuando no le falle la
estrategia que, además de la obtención del máximo poder en México, dio oxígeno
espiritual a quienes forman parte del equipo de quien piensa en Los Pinos como
la meta de su vida.
De cualquier manera, cuando
menos hasta el arranque de la lucha presidencial del 2018, persistirá la duda
sobre si Moreno Valle Rosas podrá consolidar su proyecto. A estas alturas
todavía resulta difícil hacer un pronóstico preciso. Sobre todo porque falta
que el gobierno de Enrique Peña Nieto esté políticamente estabilizado. Cuando
ello ocurra, Rafael iii y sus
adversarios quedarán expuestos a la crítica nacional, misma que mostrará lo que
los poblanos hemos observado como si fuésemos testigos de piedra, o si usted
quiere muy atentos a las reacciones del gorila referido en el contexto de este
libro.
¿Dictador, mandatario
populista, gobernante de élite, político demócrata?
No lo sabremos hasta que
ocurra (si es que pasa) lo que planearon los miembros de su equipo de cerebros
pensando en la primera etapa que incluye los seis años del gobierno de Puebla.
Permítame el lector
“adornar” y bosquejar una respuesta a las dudas enunciadas. Lo hago con el
curioso diálogo entre George Bernard Shaw y Hayden Church, periodista del New York Times, cuando la duda expuesta
por el entrevistador fue de tal simpleza que descontroló al entrevistado cuya reacción
de molestia incluyó insulto:
—Si
usted fuera dictador de Inglaterra, ¿qué haría? —preguntó Church.
—Probablemente
volverme loco, como Nerón —respondió
el controvertido y brillante escritor. ¿A qué viene una pregunta tan estúpida? —atacó.
Arrepentido por su agresiva reacción, Shaw agregó los
conceptos que resumen el objetivo de cualquier gobernante:
“Todo
estudioso serio del tema (la economía) sabe que la estabilidad de una nación
depende en última instancia de la sabiduría con la que distribuye su riqueza y
asigna la carga de trabajo, así como la veracidad de la educación que se
administra a sus niños (…) Los remedios para remediar (sic) las consecuencias
de nuestra demencia son impuestos, inflación, guerras, vivisecciones e
inoculaciones, venganzas, violencia, magia negra”.[1]
La sabiduría con la que distribuye
la riqueza y el trabajo… Ésa es la cuestión. En la primera mitad del sexenio no
hubo tal sabiduría, cuando menos para los poblanos que se quedaron al margen de
la derrama económica promovida por el gobierno. Los constructores, por ejemplo,
y todo lo que de ellos dependía. También los burócratas que fueron suplidos por
otros trabajadores ajenos a la poblanidad
que presumió el entonces candidato y después gobernador.
Eufemismo
Como lo habrá notado el
lector, he referido varias veces el vocablo “eufemismo”. La intención: resaltar
lo que en este tipo de análisis resulta complicado ajustar a lo políticamente
correcto. La verdad no peca pero incomoda, dice el refrán, lo cual sin duda es
otro de los eufemismos que sirven para atemperar los efectos de la crítica
hacia los servidores públicos que olvidan que su gestión es efímera.
También he adicionado citas
y experiencias con la intención de aportar datos que van más allá del
pragmatismo político común en los gobernantes. Es el caso de quien —quizás
sin habérselo propuesto— podría ser el impulsor del desarrollo político de
Puebla. Esto porque, insisto, a Rafael Moreno Valle le tocó en suerte vivir los
cambios sociales y políticos que mejorarán la comunicación entre los mexicanos.
Por ello, lo repito, le guste o no a sus amigos o adversarios, la gestión morenovallista es o fue,
depende la época de la lectura de este libro, el parteaguas de la política poblana del siglo xxi.
Para darnos una idea de lo
que bien o mal influyen los gobernantes en sus entidades, tomo la descripción
que hace Phillipe Brenot en su libro El
genio y la locura[2].
Lo que llamamos genio es, sin duda alguna, esa mezcla de
infinitas potencialidades y milagros del azar. Ahora ya vemos más nítidos los
perfiles del genio. Sea pintor, músico, escritor, inventor, político, místico…,
se define ante todo a través de una obra innovadora, transgresora, que rompe
con el contexto social que la ha engendrado, y de una continuidad en la obra.
El genio es reconocido de forma duradera por todos en virtud de su alcance
universal o, como mínimo, de su contribución a la herencia de la humanidad…
En los últimos renglones de
la cita podría encajar la personalidad de Rafael iii, sólo porque él ha sugerido que su labor como gobernante
habrá de ser reconocida por las generaciones por venir.
*Texto
tomado de mi libro La Puebla variopinta,
conspiración de poder, obra publicada en enero de 2015. Alejandro C. Manjarrez