(Su
primer mes)
Por Alejandro C. Manjarrez
Gilberto Bosques Saldivar
dijo que un buen legislador debe dominar el discurso parlamentario, para lo
cual requiere de cultura política y profundos conocimientos legislativos. Por
su parte, Froylán C. Manjarrez argumentó que la honestidad en el político
empieza por reconocer sus carencias.
No sobra recordar que
ambos constituyentes poblanos (el primero local y el segundo federal) dejaron
su huella en la historia de México, tanto por su cultura y capacidad discursiva
como por su ética y honestidad pública y personal, características que hoy
forman parte de la historia de México y del mundo.
Algo parecido le escuché
decir al también constituyente Ignacio Ramos Praslow, con el agregado vernáculo
que lo distinguió: “Al calor de la improvisación, nacen con extraña fecundidad
una sarta de pendejadas”. Lo dijo en el
L aniversario de la Constitución de 1917.
Traigo a cuento las
remembranzas para, permítaseme la figura retórica, ilustrar mi comentario sobre
el discurso del gobernador José Antonio Gali Fayad (antes Tony Gali) cuyas
neuronas espejo —dicho esto con todo respeto— parecen atrapadas entre el estilo
de Mauricio Garcés y César Costa, talante acompañado con algunos reflejos del
gran Joaquín Pardavé. Dicho con otras palabras: si acaso el mandatario tiene a
su ghostwriter, éste parece más
interesado en exhibir al histrión que lleva dentro en vez de mostrar al
gobernante que carga el peso y la responsabilidad que implica el ser cabeza de
uno de los poderes de nuestro sistema republicano.
Pregunté por aquí y por
allá para conocer la impresión que el gran Tony causó entre los políticos que
atestiguaron su toma de protesta como gobernador de Puebla. Me interesé en el
tema después de ver las caras difundidas en la pantalla de cristal, reacciones
unas de sorpresa y otras de diversión, sobre todo cuando cual cantante se culiempinó para agradecer los aplausos
del respetable, reverencia que por inapropiada produjo la chunga de los
invitados.
Las respuestas que obtuve
me las guardé pensando en lo que suele ocurrir a los políticos que forman parte
de la cultura del esfuerzo de sus padrinos. “Seguro va a cambiar —me dije—.
Entenderá que una cosa es la carpa electoral y otra el escenario del teatro de
la República”. Sin embargo, pasados los días, veo que su retórica sigue apegada
al perfil del hombre show que fue, actitud que le ganó simpatías durante
los procesos que lo convirtieron en munícipe primero y después en gobernador,
cargos a los que llegó —lo he dicho muchas veces— gracias a la estructura
electoral fabricada por su paradigma Rafael Moreno Valle.
Aparte de cambiar el
discurso chambón a veces recitado como podría hacerlo un distinguido alumno de
la secundaria Lázaro Cárdenas (el de la Bandera, por ejemplo), el gobernador,
por simple hecho de serlo, tiene la obligación de demostrar a los poblanos su
autonomía de criterio y desde luego su capacidad en la cosa pública. Asimismo
le urge librarse de los nocivos efectos que produce la barrera humana construida
ex profeso para que lo que haga, diga y decida vaya de acuerdo con las filias y
fobias de Rafael Moreno Valle. Él sabe que tiene poco tiempo y que éste
transcurre sin pausas. Ya gastó el primer mes de su mandato y aún no ha podido
quitarse el yugo rafaeliano. Pitágoras le diría: Oye Tony, recuerda que el
principio es la mitad de todo.
Esta frase, la de
Pitágoras, la escuchó Fausto Ortega cuando tuvo su primera entrevista con el
entonces presidente Adolfo Ruiz Cortines. El viejo zorro le dijo que tenía dos
opciones; a saber: seguir sirviendo a Rafael Ávila Camacho, su padrino, o
apegarse a la tradición republicana. En el primer caso tendría que acudir al
general para resolver sus problemas, incluidos los financieros. Pero de escoger
la segunda opción, obtendría el apoyo irrestricto y los favores del gobierno
federal. Ocurrió lo segundo, circunstancia que encabronó a Rafael al grado de
llamarlo traidor e hijo de puta pero, aparte los insultos lanzados a los cuatro
vientos, Puebla avanzó ya sin el lastre del maximato avilacamachista.
¿Qué pasará con este que
parece otro maximato?
Es probable que las cosas
sigan igual ya que José Antonio parece disfrutar el dogal burocrático fabricado
por Rafael Moreno Valle. A menos que escuche las palabras mayores después,
claro, de cambiar el discurso y presentarse ante México como un gobernante de
talento. Tendría que actuar con la verdad que —parafraseo a José Álvarez y
Álvarez de la Cadena, constituyente de 1917— sería devastadora porque de un
tajo acabaría con la manipulación del llamado titiritero poblano, cuyo interés
es hacer de Puebla su reducto de poder.
De las anécdotas que se
cuentan:
En cada uno de sus actos
públicos, Javier López Zavala era conminado a cantar. “¡Que cante! ¡Que cante!”,
le pedían. Ya siendo candidato, al escuchar la petición, Javier bromeó en serio
con uno de sus cercanos colaboradores: “Si canto,
hermano, Marín termina en la cárcel”.
Cómo ve, respetado lector,
¿le pedimos a Tony que cante?
@replicaalex