Por Alejandro C. Manjarrez
No hay duda: Rafael es un
estratega político digamos que natural. Una de las pruebas: las acciones de su gobierno
como consecuencia de sus decisiones partidistas. Otra: el haber ungido
diputados a sus colaboradores de confianza. La tercera del rosario de causas: los
alcaldes que designó en los principales ayuntamientos de Puebla, capital
incluida.
A esa lista de testimonios
habría que incluir sus éxitos burocráticos previamente planeados. Es el caso de
los magistrados que funcionan en sintonía con el fiscal general que, valga la
figura, podría ser la mejor de las piezas morenovallistas, llamémosle artesanales.
Ahora bien, para alcanzar
el éxito en ése y en otros proyectos, Rafa y asesores diseñaron el marco
jurídico que le permitiría llegar al espacio donde hoy se encuentra; o sea la
antesala de la postulación para la candidatura a presidente de México. Antes, obvio,
hubo que pensar en cómo debería integrar y organizar las dos legislaturas que servirían
a su comportamiento público y privado. Así fue como se conformaron los poderes con
una gran mayoría de personajes en cuya frente aparece grabado (y en relieve) el
sello con las siglas: RMV.
Lo más sofisticado de ese
ambicioso plan lo encontramos en el rediseño del sistema financiero
gubernamental; es decir, en las leyes y reglamentos que le permitieron manejar
a su arbitrio los miles de millones de pesos que formaron el presupuesto de su
mandato. Esto fue posible gracias a sus empleados del Congreso local quienes,
echándole montón, reconfiguraron el estatuto jurídico para que el titular del Ejecutivo
no cayera en los ilícitos comunes, incluido desde luego el de peculado. La
inteligencia morenovallista adicionó la ampliación del periodo legislativo y
municipal con la intención de alargar la cubertura política para Rafael y
cubrir el periodo de ajuste, o sea los casi dos años, lapso difícil de
mantenerlo vigente y sin las molestas críticas del sucesor y los nuevos
servidores públicos. Esto fue parte del éxito del triunfador que, para colmo de
la historia, hizo gobernador a Tony Gali, su contlapache.
Por todo ello y algunas
cosillas más, Moreno Valle logró ubicarse en el alterado mundo de la política
nacional. Superó los obstáculos para formar parte del espacio público donde hoy
se encuentra. Nadie pudo frenarlo, ni siquiera los sobrevivientes de la prensa
libre cuyas denuncias ya forman parte de la hemerografía nacional y por ende de
la historia moderna. Tampoco lo pararon los líderes naturales acompañados de
las agrupaciones civiles que en otras condiciones lo hubiesen acorralado. Vaya
—si es que la tuvo— hasta el gobierno federal fracasó en esa intención.
¿Por qué el éxito? ¿Acaso
es un iluminado? ¿Será parte de otro proyecto, el de Enrique Peña Nieto? ¿Su
boyante economía le ayudó a convencer a la clase política nacional y a los
medios de comunicación que difunden sus logros y omiten tropiezos como la
persecución contra sus críticos? ¿Cuáles
son las otras condiciones que lo hubiesen acorralado?
Trato de responder con el
riesgo de ser reiterativo.
Lo que según dictan los
antecedentes, Rafael alcanzó el nivel actual gracias, valga el eufemismo, a la
heterodoxia de sus antecesores. Me refiero a Mario Marín Torres y a Melquiades
Morales Flores. Este par de políticos le allanaron
el camino porque, dicen, los agarró del cuello (los negocios documentados) para
ponerlos quietos y volverlos mudos. Tal inmovilidad y silencio permitió a
Rafael organizar un gobierno sin la molesta presencia de una oposición
llamémosle calificada. Los priistas callaron pues.
Por la circunstancia mencionada se hicieron de
lado los ex gobernadores referidos, los mismos que durante sus mandatos
presumían de su origen popular. Callaron. Voltearon hacia la virgen y así —tal
vez bien conscientes— traicionaron a su estirpe dado que con su soslayo ayudaron
a que Moreno Valle hiciera lo apuntado en párrafos anteriores. Como eran líderes
de su partido, el PRI, su actitud maniató a los dirigentes: éstos se suponían
dentro de la relación de delitos endilgados a sus paradigmas, mismos que, hay
que decirlo, del sector pobre brincaron hasta el espacio donde los millonarios
usan su dinero (bien o mal habido) para hacer negocios inmobiliarios, por
ejemplo.
Así fue como, chueco o derecho, Rafael Moreno
Valle se convirtió en un triunfador en la política nacional donde la corrupción
ajena parece servirle de escudo. Lo paradójico es que propios y extraños han
empezado a creerle. No sé si logre sus ambiciosos objetivos. De lo que estoy
seguro es que si llega a Los Pinos, lo que vimos en Puebla se repetirá en la
nación.
@replicaalex