Por Alejandro C. Manjarrez
Parecía manifestarse como
un machista en potencia cuando dijo que sentía especial atracción por las
mujeres. Me encantan, soltó mientras fijaba su mirar lujurioso en una de las
compañeras periodistas. Ella enrojeció. Y él sonrió travieso. Segundos después
completó su diablura al hacernos pensar en su antítesis, o sea en el ex
gobernador Rafael Moreno Valle a quien pretende suceder. Sí, en efecto, suceder
porque, como lo hemos visto y comprobado, aún gobierna valiéndose de la —valga
el eufemismo— bonhomía burocrática de Tony Gali Fayad, el histrión de la
empatía cuyo nombre estuvo ausente en la reunión. Miguel Barbosa Huerta lo
omitió. Igual ocurrió con los columnistas presentes, incluido el que esto
escribe.
Entre el pan de agua y la
sal del Himalaya compartida el pasado viernes, el senador de la República resumió
su propia apología. Fue digamos que el aperitivo político, entrada que —perdone
la mención particular— me recordó al personaje principal de mi novela El laberinto del poder, autobiografía de un
gobernante: “Ya había sido legislador en la Cámara de Diputados, posición
que en automático me condujo al Senado…”, dijo aquel mítico gobernador cuyo
gusto por las mujeres también encaja en el convenenciero o definido (ya lo
veremos) machismo de Miguel. La remembranza enunciada se dio debido a que parte
de la historia del hombre de Zinacatepec, distrito de Tehuacán, tiene
similitudes con la vida de mi político novelado.
Claro que Barbosa es real a
pesar de su falta de catadura y ausencia de las imágenes que podrían colorear
su vida en el poder público estatal. No obstante, ya es parte del catálogo nacional
de políticos pragmáticos, actitud que podría ayudarle a ganar la gubernatura.
Ahí está a su alcance, a tiro de piedra pues, la posibilidad de aprovechar el
desprestigio de su otrora amigo y cómplice en la gestión de recursos públicos (según
su dicho, más de 2 mil millones de pesos, mismos que se aplicaron a varias de
las obras del relumbrón morenovallista). Por ello, haciéndole al Germán List
Arzubide, dará estridencia al eslogan y/o promesa de meter a la cárcel a Rafael
Moreno Valle. Se basará en que —según nos lo confió— Rafa ha sido el más
corrupto de los últimos gobernadores poblanos, aseveración muy oportuna si consideramos
la necesidad de los ciudadanos ansiosos de vengar los agravios del poder.
¿Falta de originalidad? Sí,
a partir de que ésa ha sido la estrategia electorera de varios candidatos. No
en su caso porque Barbosa está obligado a sacar provecho a lo que han padecido,
piensan, sienten y dicen los millones de mexicanos hartos de la corrupción.
Precisamente el vocablo
corrupción forma parte del léxico político de Luis Miguel. Tanto que se le
salió al mencionar a su tocayo Osorio machacando lo que por ahí se ha
publicado. De acuerdo con ése que es un malévolo rumor hasta que no aparezcan
pruebas contundentes, el secretario de Gobernación ha sido amable y tolerante
con Rafael Moreno Valle sin importar que éste tenga en la PGR tres denuncias
por espionaje (incluida la del propio Barbosa). La razón: el gobierno de Puebla
contrató a las constructoras que operaron en el estado de Hidalgo cuando don
Miguel Ángel fungía como gobernador.
Al analizar lo dicho por
el hoy aspirante cincho que con el sello de Morena buscará la gubernatura, se
me ocurre suponer que cuando el jefe del gabinete político nacional comentó con
él la detención de Elba Esther Gordillo justo en el momento en que esta ocurría,
lo hizo para que el senador enterara de ello a Rafael. Repito de memoria lo revelado
por Miguel Barbosa: “En el momento que lo enteré de lo que estaba pasando,
Moreno Valle balbuceó asustado y nervioso” —dijo sin poder ocultar la
satisfacción que pudo haberle causado el efecto de aquella llamada telefónica.
Este notorio regodeo, que al parecer es una de sus características, muestra a
Barbosa como un político franco, seguro y confiado. Está bien si partimos de
que inspira confianza; empero, semejante actitud que seguramente le ha ganado
muchos amigos, también lo expone a la maledicencia de los políticos cabrones y
mañosos (o sea casi todos), mismos que aprovechan para joder a quienes emiten ese
tipo de señales producto de la franqueza, la ingenuidad y el descuido
precisamente. En fin…
Aparte de esa característica
propia de los franciscanos ingenuos, francos y descuidados, Miguel Barbosa
Huerta carga —lo repito por la trascendencia que ello implica— el machismo que en
estos tiempos de equidad de género afecta hasta las carreras políticas más
prístinas. Este mi aserto podría validarlo la compañera periodista que tuvo que
soportar estoica otra de las bromas sexistas barbosianas. O los colegas que por
la voz burlona del aspirante a gobernador se enteraron de las lágrimas que, ante
la impotencia de enfrentar la misoginia de Rafael Moreno Valle, derramó en la
sede senatorial la hoy embajadora Blanca Alcalá Ruiz.
Como para compensar sus
expresiones poco amables para el sector femenil que lucha porque se le respete,
Barbosa Huerta se mostró todo un caballero cuando habló de Martha Erika Alonso
de Moreno Valle. La respeta aunque sea producto político de los excesos de su
esposo, abuso que pasará a ser parte de la historia cuando resulte ungida candidata panista al gobierno del
estado. “Como ella no tiene nada que hacer en política —aseveró galante el
senador— le voy a ganar”.
Así pues, según mi
apreciación, en este primer encuentro con los columnistas, Miguel Barbosa se
mostró como un político multifacético capaz de ponerse la máscara de la
ingenuidad o del machismo e incluso del pragmatismo. Escuchándolo recordé
cuando en su campaña Gustavo Díaz Ordaz llegó a la tierra de las granadas: al
leer el enorme letrero que decía Tehuacán con Díaz Ordaz, el controvertido ex
presidente preguntó a quienes lo acompañaban: Y a qué sabrá esa chingadera…
@replicaalex