Por Alejandro C. Manjarrez
El PAN —ahora de Ricardo
Anaya— ha creado su propia cultura del dedazo. El PT —propiedad de Alberto
Anaya— fue concebido en las entrañas del gobierno priista, razón por la cual es
un partido de dedo. El PRD democratizó el dedazo distribuyéndolo en las falanges
que unen a sus tribus derivadas de las izquierdas que organizó Cuauhtémoc Cárdenas,
ex gobernador de Michoacán gracias, precisamente, al dedazo del presidente de
México. El Panal se creó impulsado por el dedazo magisterial de Elba Esther
Gordillo Morales, cuyas uñas largas y falta de tacto político (o exceso de
poder) labraron su propio destino. El PVE fue procreado por una familia cuya
huella digital sigue vigente: sus legisladores y gobernador son producto del
dedazo digamos que monárquico. Morena se mueve con el impulso del dedo de su
líder y creador, un hombre cuya rebeldía original nació después de que el
dedazo presidencial no lo benefició. Movimiento Ciudadano se formó en el seno
político de Date Delgado, quien por cierto resultó gobernador interino de
Veracruz debido al dedazo del entonces presidente de México.
Paradójicamente, dentro del
útero político nacional fue concebido el llamado Frente Ciudadano, entidad
electoral encabezada por tres personajes que aún no encuentran cómo diablos
diseñar un proceso democrático que disfrace el dedazo, en este caso tripartita.
Curiosamente esta maña o estrategia amohinó a Rafael Moreno Valle, el político
que en su desacreditada persona concentra varios de los influyentes dedazos,
circunstancia que le permitió mejorar el ejercicio del poder unipersonal. La
prueba de esa su potestad: el control que ejerce sobre los poderes del estado
que amalgamó para implantar su dominio.
Escuela de la democracia
No cabe duda que en la
política moderna el fondo es la
forma. Lo comprueba la actitud de los políticos que dejaron de ser priistas
dándole la vuelta a la propuesta de su ideólogo Jesús Reyes Heroles.
Independientemente de lo malo o bueno de tantos cambios, mudanzas, recules y
traiciones (el lector tendrá la mejor opinión), talante que confirma que
Plutarco Elías Calles no andaba tan errado en eso de que el PNR (antecedente del PRM y del PRI) sería la escuela
de la democracia mexicana, sui generis por cierto. Y lo fue porque de sus
entrañas salieron los hombres y las mujeres que crearon y/o fortalecieron a los
diferentes membretes políticos mencionados (Partido de la Revolución
Democrática, Partido Nueva Alianza, Partido Movimiento Ciudadano —antes
Convergencia—, Partido Verde Ecologista de México, Partido del Trabajo y
Movimiento de Regeneración Nacional.
Manuel Bartlett, Cuauhtémoc
Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Marcelo Ebrard, Andrés Manuel López Obrador,
Elba Esther Gordillo Morales, Jorge González Torres, Dante Delgado Rannauro y
Alberto Anaya Gutiérrez, mamaron de la revolucionaria ubre del tricolor, el
último de ellos a través del efecto nodriza patentado por los hermanos Salinas
de Gortari.
Hago esta llamémosle
reflexión inspirándome en lo ocurrido en las entrañas del escenario político mexicano,
espacio desde el cual varios de los hijos del dedazo han criticado la
nominación de José Antonio Meade Kuribreña. Lo curioso es que en este simpatizante del PRI, confluyen las
cualidades que han buscado para sí o para sus candidatos los dirigentes
políticos de México. Ponderan su trayectoria pero al mismo tiempo satanizan a
la persona por aliarse con el partido que fundó Plutarco Elías Calles. En las
críticas subyace la molestia que les produjo la visión política o audacia de
Enrique Peña Nieto, el priista más preocupado por su partido; es decir, por la
continuidad que le garantiza un retiro feliz.
Vivimos, pues, entre dos contrasentidos.
El primero es la necesidad de hacerse del poder, no para trabajar por el bien
de la sociedad, sino utilizándolo con el deseo de conservar el registro
partidista, seguir succionando la ubre presupuestal, ocupar las marquesinas
mediáticas del país y del mundo, construir cofradías cuasi monárquicas (como la
que tenemos en Puebla), encarcelar a sus adversarios históricos y llenar las
arcas familiares. Y el otro: el descontrol que propició la nominación priista de
José Antonio Meade, el personaje que, según el consenso nacional, por su
trayectoria, inteligencia, preparación y ausencia de negativos daría solidez
electoral a cualquiera de los membretes partidistas mencionados, excepto,
claro, el de Morena donde el posible salvador del PRI sólo es un señoritingo…
@replicaalex