miércoles, 4 de abril de 2018

Moreno Valle, ¿avatar de Maximino?


La moral es un árbol que da
moras o sirve para una chingada
Gonzalo N. Santos
Por Alejandro C. Manjarrez
Al escuchar a Ricardo Anaya hablar de su lucha contra la corrupción y la antidemocracia partidista, imaginé los rostros sonrientes de los gobernadores de Morelos, Puebla y Veracruz. Y me pregunté: ¿Cómo es posible que el candidato de la Alianza que tanto critica las decisiones políticas del PRI y de Morena, persista en soslayar u olvidar lo que han hecho los personajes mencionados, gobernantes cuyas decisiones políticas los muestran como falsos demócratas? No es cosa menor el pugnar para que el hijastro de uno, la esposa del otro y el hijo del tercero consoliden lo que en los viejos tiempos se llamaba “monarquía pulquera”.
La actitud del panista-perredista-naranja evidencia lo que usted y yo sabemos: que en política el soslayo, la añagaza y la manipulación forman parte de los engaños articulados para ganar votos y así obtener cargos desde los cuales se conduzca o promueva el comercio del poder, actividad que por cierto se inserta en la corrupción que Anaya dice combatir.
Pero las omisiones de Ricardo en favor del morelense, del poblano y del veracruzano, obligan a traer a cuento el talante del general Maximino Ávila Camacho cuyo ejercicio del poder le permitió programar las tres gubernaturas que le sucedieron: una para su mozo de estoques (así le decían), otra para su hermano y la última asignada al hombre de confianza de la familia.  
Antes de entrar en materia déjeme plantearle el llamémosle marco político-económico de la Puebla gobernada por el atrabiliario Maximino, precisamente:
El benefactor de entonces era William Jenkins, el “gringo” que además de asociarse con varios políticos de la época (dos presidentes de México entre ellos), se convirtió en promotor de la educación superior en Puebla. Es obvio que quiso tamizar el “oscuro arte titiritero” que le produjo una enorme fortuna, práctica que le permitió multiplicar su riqueza además de convivir asociado con el entonces gobernador Maximino Ávila Camacho.
Ya sabe el lector que en aquellos días la vida pública de Puebla estuvo a merced de individuos sin arraigo y sin escrúpulos, todos ellos observados con recelo por los empresarios de casa, los mismos que temían a las reacciones del gobernante cuyas amenazas iban desde aplicarles la ley del hielo dejándolos fríos, secos y sin dinero o, en el mejor de los casos, hasta meterlos a la cárcel si acaso no eran sentenciados a la pena de muerte, último recurso decretado por el gobernante empeñado en desaparecer a los necios que se oponían a sus designios unilaterales. Semejante estilo personal de gobernar propició el fortalecimiento del rumor, único paliativo contra el temor producido por los diferentes tipos de persecución gubernamental. ¡Guay de aquel que se atreva a criticar abiertamente las decisiones del titular del poder Ejecutivo poblano…!, se advertían entre sí los patrones de la época, cuando el secreto era la condición para reunirse y conspirar.
La dupla Maximino-Jenkins se convirtió así en la necesaria referencia política para que historiadores locales, nacionales y extranjeros comenten cómo diablos se manejaba el poder basado en la frase que sirve de epígrafe, dicho cuya altisonancia podría ser la esencia del comportamiento de varios de los políticos vigentes.
¡Y llegó la modernidad!
Debido a los avances democráticos y a la presencia de medios de comunicación (incluidas las redes sociales) hubo quienes apostaron a que nunca más se repetirían las trapacerías políticas del vetusto cacicazgo poblano entonces apoyado por el gobierno federal, primero a cargo de Lázaro Cárdenas y después bajo el mando conciliador de Manuel Ávila Camacho. La connivencia entre el poder y los intereses personales permitió a don Max programar a sus sucesores, los tres protegidos por la sombra y la fama del militar cuya muerte ocurrió antes de comprobar que su proyecto prevalecería hasta convertirse en el hito histórico de necesaria cita recurrente.
Parecía pues que, dados los avances en la vida pública nacional y el despertar de una sociedad hoy unida por las redes sociales, ya no habría en México (y menos en Puebla) otro régimen como aquel de triste memoria. Sin embargo, no obstante los avances y el desarrollo que vivimos, se repitió el hecho que, al parecer, tiene el aval presidencial aderezado con la complicidad de las fuerzas políticas del país, ahora unidas con la malévola intención de hacerse del máximo poder de la República, o sea la alianza PAN, PRD, MC. ¿Para qué? Según parece, para que sus integrantes permanezcan asidos a la ubre presupuestal.
Se habla de que las redes sociales han sido utilizadas para manipular las reacciones de los internautas. Si así fuere deberíamos reconocer que el equipo de Andrés Manuel López Obrador resultó el mejor preparado en el arte cibernético denominado propaganda negra. Esto porque por ese manejo el gobierno del PRI cayó al estrato más bajo de su historia electoral y, según las encuestas, las demás opciones quedaron a una distancia de dos dígitos. Aseguran algunos expertos en el tema que así es la lectura demoscópica de la contienda, tendencia que podría cambiar dependiendo de las acciones que emprendan los grupos de los otros candidatos. Ya veremos, dijo el ciego.
Lo apuntado en el párrafo anterior es lo mediáticamente fácil de vender. Empero, resulta más importante observar para descubrir las razones de la complacencia mostrada por los candidatos Ricardo Anaya Cortés y José Antonio Meade Kuribreña, soslayo o actitud que favorece a los Nepotes mencionados, uno, el de Morelos, ahogándose en el mar del desprestigio político que él mismo construyó; otro, el jarocho, en pleno usufructo de sus profundos conocimientos sobre lo que podría llamarse extorsión electoral; y Rafael Moreno Valle, el de Puebla, como el avatar de Maximino, antítesis del México democrático que usted y yo anhelamos, país donde la moral pública deje de ser el fruto aquel que definió el irónico y maloso Gonzalo N. Santos, al parecer paradigma de quienes se suponen dueños de la política de sus estados.
Para concluir articulo las siguientes preguntas, digamos que obligadas:
¿Será Moreno Valle avatar de Maximino? ¿El futuro senador contará con el apoyo de algún benefactor? ¿Volverá a cambiar de camiseta? ¿Ganará su tercera gubernatura?
Bienvenidas las respuestas, sugerencias, confidencias, infidencias y revelaciones que bien podrían ser tema de otra columna.

@replicaalex