En negocios de cochinos,
todo es dinero.
En negocios de dinero,
todos son cochinos.
Por Alejandro C. Manjarrez
Luis Eduardo del Sagrado
Corazón de Jesús Paredes y Moctezuma se llevó la tarde durante la presentación
del libro escrito por el Tigre Aguilar, oficialmente conocido como Humberto
Aguilar Coronado. El arqui improvisó
y a “capela” (o sea sin la música de los horrorosos ángeles que cuando alcalde
de Puebla sembró en la Fuente de los Frailes) perfiló lo que —bien lo dijo mi
amigo Xavier Gutiérrez Téllez— podría ser su nuevo libro, opúsculo aún en vías
de redactarse. ¿Título? La grilla de los negociadores.
Tal vez.
Paredes usó como ejemplo
del éxito en el método de la negociación política (tema del libro en comento),
la trama puesta en práctica por Ricardo Anaya Cortés para agandallarse la candidatura presidencial. En ese proceso —estableció
el tribuno urbano— Rafael Moreno
Valle le sacó al joven maravilla la concesión-autorización-franquicia para
seguir manejando la política poblana e imponer así a su esposa como candidato a
gobernadora y a sus empleados como diputados, los cuales —esto lo digo yo— salieron
al escenario público adornados con el colorido de las marionetas aquellas que
tanta fama diera a los hermanos Rosete Aranda, titiriteros originarios de
Huamantla, Tlaxcala, por cierto.
Después de la disertación que
hizo de lado el guión escrito por Paredes, omisión cuyo propósito fue —él lo
dijo— para no aburrir al respetable, tomó la palabra Antonio Hernández y Génis.
El priista inició su participación prometiendo no salirse del guión, frase ésta
que le ganó el aplauso del centenar de asistentes que aún no asimilaban la
cátedra político-turística-culinaria del ciudadano cuyo apelativo resulta
altamente comprometedor para los hombres de fe. Toño redondeó lo que habían
dicho Luis Antonio Godina y Fernando Manzanilla Prieto al analizar la
importancia del libro: Negociación ¿es
necesaria en política? Y pidió al autor del trabajo editorial que hiciera
llegar su obra a los candidatos que buscan encabezar el gobierno de la
República. Buena falta les hace, dijo puntilloso.
La sombra de Rafael Moreno
Valle parecía deambular por el ambiente del acto político-cultural. Los
afectados por su actuar pensaban en sus, valga el eufemismo, travesuras
políticas en contra del autor y de algunos de los presentadores del libro. El extraño
efecto prevaleció hasta que Luis Eduardo trajo a cuento su nombre al ponerlo
como ejemplo de que la negociación política sí es posible a pesar de que la encabecen
personajes tan heterodoxos como el susodicho Rafael.
La presentación que se
llevó a cabo el 22 de marzo pasado ocurrió en la antigua factoría de tocino
propiedad del periodista Jesús Manuel Hernández, inmueble construido durante la
época en que Puebla fue considerada como la dehesa boyal de México (s.XVII).
Valga acotar que Luis Cabrera Lobato pensó en el bum aquel con la intención de
usar la referencia porcina para —en la Cámara de Diputados de entonces— revirar
al obeso Aurelio Manrique: Señor diputado —soltó enfático el teziuteco—, los
poblanos comemos cuatro platillos: puerco, cerdo, cochino y marrano. Manrique
lo había insultado al catalogarlo como uno de los poblanos considerados “animal
maldito”: no lo toques con la mano, tócalo con un palito… (así pudo habernos
visto el político ése que para gobernar Puebla se rodeó de personas ajenas a la
cultura local).
Como se acostumbra en las
presentaciones de libros, el autor de Negociación
¿es necesaria en política? cerró el acto con las consideraciones que lo llevaron
a preparase en el tema (cargos legislativos locales y federales, senador de la
República, subsecretario de Gobernación, licenciado en ciencias políticas de la
UPAEP y maestría en la Universidad Carlos III de España) confirmando a sus invitados
lo que de él habían dicho los presentadores: la negociación es posible siempre
y cuando en las partes exista la inteligencia y sensibilidad social para llegar
a acuerdos en beneficio de la sociedad. Lo curioso es que esta llamémosle
conclusión pudo haber hecho que el público asistente meditara sobre la
antítesis de lo expuesto, o sea en la actitud de Rafael Moreno Valle, el mejor de
los negociadores en temas ajenos a los asuntos de interés social…
Disculpe el lector que
haya traído a cuento el nombre del ex gobernador de Puebla. Lo hago porque el sonido
de tal patronímico parecía rebotar entre una y otra de las vetustas paredes
antaño impregnadas con el olor del tocino. El culpable de ese efecto fue sin
lugar a dudas Luis Eduardo, uno de los poblanos perseguidos por la política
chicharronera hoy eficazmente representada por Rafael, precisamente. Lo
mencionó con la manifiesta idea de asestar un coscorrón semántico a su
malquisto Eduardo Rivera Pérez, el panista que siendo alcalde de Puebla nunca
pudo negociar con el entonces mandatario cuyo actuar, hay que decirlo, causó
daños irreparables a la tradición del bien común, pensamiento inspirador del
Tigre Aguilar, por referir a uno del centenar de panistas perjudicados por
quien usó el poder para llevar agua a su molino sin reparar en la dignidad de
los gobernados.
No estaría mal que —ampliando
la sugerencia de Hernández y Genis— Humberto Aguilar Coronado le hiciera llegar
un ejemplar de su libro al esposo de Martha Erika Alonso. A lo mejor ocurre un
milagro y su contendido endereza al árbol que creció torcido…
@replicaalex