sábado, 24 de marzo de 2018

El Tigre y la negociación política



En negocios de cochinos, todo es dinero.
En negocios de dinero, todos son cochinos.

Por Alejandro C. Manjarrez
Luis Eduardo del Sagrado Corazón de Jesús Paredes y Moctezuma se llevó la tarde durante la presentación del libro escrito por el Tigre Aguilar, oficialmente conocido como Humberto Aguilar Coronado. El arqui improvisó y a “capela” (o sea sin la música de los horrorosos ángeles que cuando alcalde de Puebla sembró en la Fuente de los Frailes) perfiló lo que —bien lo dijo mi amigo Xavier Gutiérrez Téllez— podría ser su nuevo libro, opúsculo aún en vías de redactarse. ¿Título? La grilla de los negociadores. Tal vez.
Paredes usó como ejemplo del éxito en el método de la negociación política (tema del libro en comento), la trama puesta en práctica por Ricardo Anaya Cortés para agandallarse la candidatura presidencial. En ese proceso —estableció el tribuno urbano— Rafael Moreno Valle le sacó al joven maravilla la concesión-autorización-franquicia para seguir manejando la política poblana e imponer así a su esposa como candidato a gobernadora y a sus empleados como diputados, los cuales —esto lo digo yo— salieron al escenario público adornados con el colorido de las marionetas aquellas que tanta fama diera a los hermanos Rosete Aranda, titiriteros originarios de Huamantla, Tlaxcala, por cierto.
Después de la disertación que hizo de lado el guión escrito por Paredes, omisión cuyo propósito fue —él lo dijo— para no aburrir al respetable, tomó la palabra Antonio Hernández y Génis. El priista inició su participación prometiendo no salirse del guión, frase ésta que le ganó el aplauso del centenar de asistentes que aún no asimilaban la cátedra político-turística-culinaria del ciudadano cuyo apelativo resulta altamente comprometedor para los hombres de fe. Toño redondeó lo que habían dicho Luis Antonio Godina y Fernando Manzanilla Prieto al analizar la importancia del libro: Negociación ¿es necesaria en política? Y pidió al autor del trabajo editorial que hiciera llegar su obra a los candidatos que buscan encabezar el gobierno de la República. Buena falta les hace, dijo puntilloso.
La sombra de Rafael Moreno Valle parecía deambular por el ambiente del acto político-cultural. Los afectados por su actuar pensaban en sus, valga el eufemismo, travesuras políticas en contra del autor y de algunos de los presentadores del libro. El extraño efecto prevaleció hasta que Luis Eduardo trajo a cuento su nombre al ponerlo como ejemplo de que la negociación política sí es posible a pesar de que la encabecen personajes tan heterodoxos como el susodicho Rafael.
La presentación que se llevó a cabo el 22 de marzo pasado ocurrió en la antigua factoría de tocino propiedad del periodista Jesús Manuel Hernández, inmueble construido durante la época en que Puebla fue considerada como la dehesa boyal de México (s.XVII). Valga acotar que Luis Cabrera Lobato pensó en el bum aquel con la intención de usar la referencia porcina para —en la Cámara de Diputados de entonces— revirar al obeso Aurelio Manrique: Señor diputado —soltó enfático el teziuteco—, los poblanos comemos cuatro platillos: puerco, cerdo, cochino y marrano. Manrique lo había insultado al catalogarlo como uno de los poblanos considerados “animal maldito”: no lo toques con la mano, tócalo con un palito… (así pudo habernos visto el político ése que para gobernar Puebla se rodeó de personas ajenas a la cultura local).
Como se acostumbra en las presentaciones de libros, el autor de Negociación ¿es necesaria en política? cerró el acto con las consideraciones que lo llevaron a preparase en el tema (cargos legislativos locales y federales, senador de la República, subsecretario de Gobernación, licenciado en ciencias políticas de la UPAEP y maestría en la Universidad Carlos III de España) confirmando a sus invitados lo que de él habían dicho los presentadores: la negociación es posible siempre y cuando en las partes exista la inteligencia y sensibilidad social para llegar a acuerdos en beneficio de la sociedad. Lo curioso es que esta llamémosle conclusión pudo haber hecho que el público asistente meditara sobre la antítesis de lo expuesto, o sea en la actitud de Rafael Moreno Valle, el mejor de los negociadores en temas ajenos a los asuntos de interés social…
Disculpe el lector que haya traído a cuento el nombre del ex gobernador de Puebla. Lo hago porque el sonido de tal patronímico parecía rebotar entre una y otra de las vetustas paredes antaño impregnadas con el olor del tocino. El culpable de ese efecto fue sin lugar a dudas Luis Eduardo, uno de los poblanos perseguidos por la política chicharronera hoy eficazmente representada por Rafael, precisamente. Lo mencionó con la manifiesta idea de asestar un coscorrón semántico a su malquisto Eduardo Rivera Pérez, el panista que siendo alcalde de Puebla nunca pudo negociar con el entonces mandatario cuyo actuar, hay que decirlo, causó daños irreparables a la tradición del bien común, pensamiento inspirador del Tigre Aguilar, por referir a uno del centenar de panistas perjudicados por quien usó el poder para llevar agua a su molino sin reparar en la dignidad de los gobernados.
No estaría mal que —ampliando la sugerencia de Hernández y Genis— Humberto Aguilar Coronado le hiciera llegar un ejemplar de su libro al esposo de Martha Erika Alonso. A lo mejor ocurre un milagro y su contendido endereza al árbol que creció torcido…

@replicaalex