Por Alejandro C. Manjarrez
En
la primera parte de esta breve serie escribí sobre Tony Gali Fallad, el
candidato de Puebla Unida cuya fortuna declarada asciende a poco más de 77
millones de pesos. Sobra hablar de ello ya que Denise Maerker abundó sobre el
tema y cualquier cosa que se diga sería un “refrito”. Así que mejor abordo la
digamos que leyenda de Enrique Agüera Ibáñez, el otro candidato millonario que
también pasó por el escrutinio periodístico de Denise, asunto que (él tuvo a
bien informárnoslo) concluyó con la investigación realizada por la PGR,
dependencia federal que determinó que no había ningún delito en la forma y
fondo de la riqueza del entonces rector de la Benemérita Universidad Autónoma
de Puebla (BUAP).
Tanto
Gali como Agüera han sido mencionados en las redes sociales más por sus
antecedentes de dinero que por las trayectorias personales, mismas que al final
del día coinciden en la facilidad de ambos para construirse un estatus
millonario. La diferencia es que una y otra habilidades están en las antípodas
respecto al método y la fuente. Y que al primero le falta ingresar a la
tortuosa ruta de la denuncia e investigación ministerial, mientras que el
segundo ya pasó por ahí para, como diría Salvador Díaz Mirón, cruzar el pantano
sin mancharse el plumaje.
El chisme
Porque
me lo han dicho varias personas, sé que circula en las redes sociales un correo
cuya intención es desprestigiar al candidato del PRI-Verde Ecologista. Su
contenido fue diseñado para poner en entredicho su honestidad y por ende
restarle votos, quita que supuestamente beneficiaría a su adversario. Como la
hablilla es la misma de antaño permítame el lector recordar algunos de los antecedentes
publicados hace años (en columnas y en el libro Puebla, el rostro olvidado, segunda edición), datos que tal vez aclaren
las razones de la riqueza de Enrique y de otros poblanos que encontraron su
“mina de oro” en la educación superior privada.
Cuando
Manuel Bartlett llegó al gobierno de Puebla, lo hizo decidido a convertir a la
BUAP en la mejor universidad pública, después de la UNAM (me lo dijo en una
entrevista). Para ello contrató a varios especialistas y éstos hicieron el
diagnóstico que determinó lo que llamaron excelencia académica y
desmasificación (Proyecto Fénix). Phillip Coombs convenció a Bartlett y éste
instruyó al rector de entonces (Pepe Doger) para que se redujera la matrícula y
la Universidad pudiera adicionarse al proceso de excelencia. “Si es necesario
–dijo el gobernador– habrá que convencer a los jefes de línea dándoles las prestaciones
que nunca imaginaron”. Ocurrió e inició la mejora en el nivel profesional del
cuerpo directivo instituyéndose el Proyecto Fénix.
La
desmasificación produjo el caos en el medio estudiantil. Quedaron fuera los
aspirantes que se había propuesto ingresar a la universidad. Miles no
cumplieron con el promedio que requería el examen de admisión de la BUAP. Y esos
miles formaron la masa estudiantil que demandó más espacios en la educación
superior.
Varios
maestros percibieron el fenómeno y lo que sucedería después. Algunos se
animaron a crear la oferta, Agüera Ibáñez entre ellos. Ahí estaba la oportunidad
que sin duda aprovechó Enrique y su familia para validar lo que ha manejado en
sus entrevistas cuando cita a Ortega y Gasset: “el hombre es él y su
circunstancia”.
El negocio
Es
conocido el hecho de que con el apoyo de sus hermanos creó su propia
universidad, lo cual le permitió incorporarse al sector privado a través de uno
de los negocios más productivos de México: las universidades, precisamente. Si
la memoria no me falla, por esos años fungía como director de facultad en la
BUAP (Administración Pública). De ahí que su familia solicitara la autorización
respectiva a la Secretaría de Educación Pública.
Agüera
llegó a la rectoría y sus antagónicos decidieron denostarlo con la idea de
evitar su reelección e incluso su permanencia en la BUAP. Fracasaron para, sin
habérselo propuesto, fortalecerlo al grado de que fue rector nueve años.
En
el 2008 pregunté a Agüera Ibáñez sobre su dinero y lo que opinaba de sus
críticos (entrevista en Réplica). Me
respondió:
“Soy
un hombre de trabajo cuyos bienes están registrados en la página de
transparencia de la Contraloría. Quien quiera saber la verdad sobre mi
patrimonio, no chismes ni intrigas ni descalificaciones, que investiguen. A los
chismosos y mentirosos yo les digo: vayan e investiguen. Mi patrimonio es
resultado del trabajo y absolutamente comprobable e histórico…”
Esa
historia incluye sus servicios de consultor y desde luego su incursión en el
negocio de las universidades privadas. ¿Cuánto ganas por ello? Inquirí en
aquella entrevista y él sólo sonrió (nadie dice lo que dejan los negocios,
información reservada para el fisco). Así que tuve que usar la imaginación y
calcular las utilidades que produce el negocio: según mis números serían
alrededor de cinco a diez millones de pesos de ingresos mensuales netos
familiares, caudal que tuvo que invertirse en la ampliación y mejora del campus
así como la apertura de varias sucursales. Negocio redondo si sumamos las
colegiaturas de la matrícula que, me dicen, asciende a poco más de 10 mil
estudiantes.
Este
es pues Enrique Agüera Ibañez, ahora un político controvertido gracias a que se
habla de tú con la diosa fortuna. Igual que Tony Gali pero con una diferencia
que desde luego es peligrosa: el panista le pellizca las nalgas.
@replicaalex