(El cuerpo)
Como la vista es al
cuerpo,
la razón es al
espíritu.
Aristóteles
Por Alejandro C. Manjarrez
¡Es un diablo!
¡Es un ser iluminado!
¡Es uno de los descendientes del Olimpo!
¡Es el conquistador que necesitan los mexicanos!
Estas y otras exclamaciones anidan en la
mente de los hombres del gobernador
poblano. Algunos le temen. Otros necesitan su “luz”. También hay quienes lo
miran como si fuese chozno de Zeus y
por ende capaz, como aquel, de convocar las nubes y distribuir las lluvias para
que fructifiquen las milpitas de los elegidos. Ah, y no faltan los cómplices en
el gran proyecto que —dicen—
habrá de ubicarlos en Los Pinos.
¿Quiénes? ¿Cuáles? ¿Nombres? ¿Generales?
¿Currículo?
Lo anticipé y hoy inicio por el servidor
público más cercano al corazón del Gran Jefe, amigo desde los tiempos de
Timbiriche y Paulina Rubio, además de compañero en el culto al cuerpo. Me
refiero a Cabalán Macari Álvaro, descendiente de Cabalán Macari Tayún, el
hombre que llegó de Líbano para dejar huella de sus habilidades financieras que
incluyeron el patronazgo y la aplicación y/o distribución personalizada de sus
obligaciones fiscales. Lo curioso es que el gobierno de México haya hecho un
reconocimiento a Macari Tayún no obstante que éste nunca pagó impuestos porque,
dijo, prefirió usar ese dinero para ayudar a los jodidos. Y así lo hizo. Y bien
hecho. “Mejor se lo doy a los pobres que a los corruptos”, pudo haber pensado.
Cabalán —ahora
poblano y antes yucateco—,
después de muchos años de esfuerzo (tal vez diez, menos que Fox), logró su
licenciatura en administración de empresas (Ibero, Puebla). Dice la página del
Gobierno de Puebla, que también cuenta con una maestría en ingeniería de
calidad, supongo que obtenida en alguna de las sesenta universidades que hay en
Puebla o, como Tony, en el Instituto de Administración Pública del estado cuya
dirección, manejo financiero y decisiones académicas dependen de la
administración gubernamental.
Macari inició su actividad burocrática
como sub director general de Adquisiciones en el gobierno de Melquiades Morales
Flores, cuando su hoy jefe fungía como secretario de Finanzas y Desarrollo
Social. Recién llegado a Puebla inauguró el gimnasio de Acuática y tuvo la
membrecía gratuita gracias a que su físico adornaba el local. El día que le
dijeron que tenía que pagar la cuota se ofendió y decidió ausentarse de ese
espacio de culto al cuerpo, lugar en el que, hay que decirlo, también estuvo
inscrito el entonces secretario de Finanzas y hoy su paradigma (Rafa fue socio hasta
que el arquitecto terminó de construir su casa que incluyó un lujoso gimnasio
personal. Cuentan los de Acuática que ambos físicos arrancaban expresiones de
admiración).
Una vez consolidada la primera parte del
“Proyecto Los Pinos” (la gubernatura), Cabalán fue designado titular de la
Secretaría de Administración y más tarde secretario de Infraestructura. En el
segundo caso siguiendo la tradición rafaeliana consistente en omitir el
requisito de la experiencia en áreas específicas (Jorge Aguilar Chedraui es
otro ejemplo: tuvo a su cargo la Secretaría de Salud que, dicen los que sí
saben, requiere profundos conocimientos médicos. De esto escribiré en otra
entrega). Empero, la falta de experiencia se suple con la orientación de quien,
como lo digo arriba, es un ser burocráticamente iluminado.
En fin, Macari llegó a la dependencia
después de Tony Gali Fayad, otro administrador público sin conocimientos en
obras civiles de envergadura pero, eso sí, ducho en construcciones lujosas y
planes de desarrollo, incluido el personal y el familiar.
No resisto la tentación de hacer este
paréntesis para recordar (sin relacionarlo, que conste) a Makariy, el ser
iluminado que mostró el camino de la magia y la manipulación de egos al místico
Rasputín, el monje que controló la vida de Rusia hasta que el príncipe Félix
Yusúpof lo asesinó porque —él
lo escribió en su libro El esplendor
perdido— influía en la vida de
la esposa de Nicolás II, el zar preocupado por y ocupado en evitar el
crepúsculo de su imperio. Curiosidades del nombre, nada más.
Perdón por la digresión. Regreso al
tema.
La
ambrosía
Ahora ubiquémonos en Casa Puebla, o sea
algo parecido al Olimpo tanto por el estilo de su principal habitante como por
estar ubicado en la montaña más alta de la Angelópolis. E imaginemos un enorme
plato con la ambrosía que alimenta a quienes tienen el privilegio de ser
invitados a degustar esa extraordinaria comida y bebida, ingesta digna de los dioses
del Olimpo camotero.
Ahí se planea el destino de Puebla,
futuro que depende del “diablo”; es decir, del conquistador de voluntades y,
obvio, conductor del trabajo realizado por sus elegantes y eficaces ayudantes.
¿Qué obras son prioritarias? ¿Cuáles
constructores ayudan al proyecto Los Pinos? ¿Qué inversionistas dan solidez a
los PPS? ¿A quién contratar para el diseño arquitectónico, político y social
que requiere la capital del estado? ¿Cómo limpiar aquello que salga mal? (léase
Oceanografía). ¿Qué nubes convocar para que llueva en la milpa del Señor?
Pues él, Macari Álvaro Cabalán, es el
responsable directo de la estrategia. Sabe cómo y a quién contratar apegándose
a la normatividad que bien conoce, domina y hasta aprendió a utilizar en la sub
dirección general de Adquisiciones. Para ello tiene el apoyo y la confianza del
titular del poder Ejecutivo estatal y, desde luego, el respaldo del Legislativo,
donde también están los hombres del gobernador. Ya lo veremos.
*Título inspirado en la película: “Todos
los hombres del presidente”, filme que detalla el caso “Watergate”.
acmanjarrez@hotmail.com@replicaalex