Un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro.
Un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro.
Georges Clemenceau
Por Alejandro C. Manjarrez
Bien presente tengo yo las palabras de Rafael Moreno Valle. Era senador cuando me dijo:
“Lo que me molesta es la traición, el juego sucio, el incumplimiento de acuerdos. Para mí en la política los acuerdos valen todo. La palabra empeñada se tiene que cumplir. En mi caso han manipulado las cosas y han dicho verdades a medias”.
Viene a cuento la cita que retomo de la revista Replica porque, al parecer, en el amplio sentido del término traición, el hoy mandatario está rodeado de traidores. Esto porque varios de sus colaboradores traicionaron a su partido y se inscribieron en otro con la intención de usar las armas de sus otrora correligionarios para —con ellas, obvio— derrotarlos e incluso amenazarlos con aplicarles el peso de la ley. Para que la cuña apriete…
Pero no os asustéis porque al final de cuentas la política mexicana está llena de “traidores”; es decir, de individuos que validaron lo que transcribo en el epígrafe que firma Georges Clemenceau, en su época, jefe de Gobierno de la Tercera República Francesa. Algunos de esos ejemplares portadores de la fama que da el haber fundado los partidos que, paradójicamente, impulsaron la democracia mexicana.
Hasta aquí la supuesta traición sería digamos que tolerable, ya que obedece a la moda nacional cuya patente podría pertenecer a los miembros de la “Corriente Critica” priista, veta de la cual salieron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez y Hernández, impulsores los tres del Partido de la Revolución Democrática. Sin embargo, semejante actitud se transforma en inadmisible en el momento en que el pueblo resulta víctima de tal felonía a cargo de quienes medran con el poder, ya sea el delegado por su jefe o el que ostentan aquellos que, gracias al sufragio popular, forman parte de los tres niveles de gobierno.
Eres tránsfuga, luego existes
Para no caer en las verdades a medias ni manipular ésta que sin duda será una de tantas historias, invito al lector a que eche un vistazo al entorno del mandatario poblano… Verá a varios saltimbanquis, personajes ellos que siendo priistas brincaron al PAN, de ahí al Panal (o viceversa) y al PRD o, en el mejor de los casos, anduvieron de la seca a la meca hasta formar Compromiso por Puebla. Así, la ideología quedó aplastada por el pragmatismo. Y los militantes fueron utilizados como carne de cañón electoral. Los objetivos: servir al patrón y acabar con el PRI, curiosamente la organización que los orientó, capacitó, apapachó y dio alas para volar (lo absurdo está en que algunos prefieran arrastrarse). Y qué decir de los que trabajan en la quita de piedras del camino de Rafa, como lo llaman en la íntima intimidad, esperanzados en que éste llegue fuerte y firme a la meta final donde hay una banderola con la leyenda: Sucesión del 2018.
Como lo menciono líneas arriba, lo que da al traste con el proyecto rafaeliano es la actitud de sus subordinados. Unos porque aplican la fuerza del poder sin reparar en el daño que le ocasionan a la fama pública de su paradigma. Y otros porque aprueban leyes sin rechistar no obstante sus argumentos dizque sociales los que, por cierto, atentan contra la sociedad.
A la goma el prestigio
¿Recuerda el lector los compromisos de Rafael Moreno Valle? Fueron varios y muy importantes. El axial: trabajar para Puebla y los poblanos. Lo que no dijo fue con quiénes, cómo y de qué manera lo haría. Tampoco enseñó las armas con las cuales eliminaría a sus adversarios políticos y ex compañeros de partido. Menos aún mostró lo que traía entre manos, estrategia que incluyó el control de los partidos políticos, unos vía la llamémosle extorsión basada en lo que encontraron sus auditores, y otros a través de la compra de voluntades, como se dice en el argot público.
Una falla: trastocar la esencia de nuestra Constitución para despojar al pueblo de sus bienes (expropiaciones dictatoriales).
Otra: aplicar la ley modificada con el deliberado propósito de castigar los “excesos” de libertad con los excesos del poder, precisamente. La muestra: la llamada “Ley Bala”, ordenamiento atemperado con proyectiles de goma (los testimonios son espeluznantes).
Una más: privatizar bienes públicos en beneficio del capital privado (verbigracia: el agua).
La última de esta entrega: perseguir a los líderes sociales fincándoles delitos que equivalen a un fraude a la ley. Ahí tiene usted a los encarcelados perseguidos por defender los bienes del pueblo.
Lo anterior me lleva a tratar de que el lector se ubique ante la disyuntiva que me asalta, misma que explico con las siguientes preguntas:
a) ¿Moreno Valle ha traicionado la confianza de los ciudadanos que votaron por él?
b) ¿Sus colaboradores lo engañan y manipulan ocultándole la verdad o maquillándole las mentiras? Y
c) ¿Rafael es consciente de lo que ocurre en su entorno?
Sea lo que fuere, su gobierno está a punto de pasar a la historia como el que traicionó al pueblo. Y eso, respetado lector, tiene un costo. El inmediato: el desprestigio.
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@replicaalex