Por Alejandro C. Manjarrez
“El poder es un instrumento para servir
a los que menos tienen. Somos personas ordinarias que si nos unimos podremos
hacer cosas extraordinarias”.
La frase no pertenece a Barack Obama.
No. De ninguna manera.
Es del acervo de Rafael Moreno Valle
Rosas, gobernador del estado donde —diría
uno de sus fieles subordinados e hijos putativos de Goebbels— las ondas expansivas
de las fiestas de pueblo han causado más daños cerebrales que las piedras de
grueso calibre, o las balas de goma, o los cartuchos de bombas lacrimógenas
caducas.
Aquellas palabras de Rafael, que por
cierto se las fusiló el marido de Michelle, me obligan a preguntar:
¿Y entonces qué diablos pasó?
¿Dónde quedaron los que menos tienen?
¿Se habrá referido a los granaderos que
unidos hacen cosas extraordinarias como —por
citar algo trágico—
causar lesiones de muerte a las personas ordinarias, trátese de
niños, mujeres o ancianos?
Lo único que se me ocurre para responder
a mi daimon (sin relación con el de
Aristóteles), es que algún brujo malévolo reprodujo la efigie del góber en un muñeco de trapo con la intención
de hacerle vudú político. Y que en cierta noche oscura, rodeado de hogueras, en
medio de cánticos afroamericanos y bailongos brasileños, el hechicero en
cuestión convocó al chamuco antes de encajar sus alfileres en las nalgas del
espantajo ése que es una burda reproducción de Rafael. Y que, además, el rito
de marras produjo el desbarajuste o desmadre político que vive la angelical
Puebla.
No hay de otra…
Bueno, tal vez haya de otra:
Que el fenómeno social poblano haya
producido una especie de metamorfosis kafkiana, mutación que afectó la imagen
del gobernante (antes cordial y sonriente) transformándolo —diría mi abuelita,
también inventora culinaria—
en el chamaco alebrestado que decidió poner en práctica algo parecido
a un bullying socio-político. La
intención: castigar y someter a los poblanos ordinarios para, de ciudadanos con
voz y voto, convertirlos en súbditos atolondrados, dóciles y mudos.
Este mi desvarío que atribuyo a las
ondas expansivas de los cohetones lanzados el pasado 3 de mayo durante el
festejo de los albañiles (la Santa Cruz), me obliga a reflexionar sobre los
hechos difundidos en la prensa nacional e internacional para contrastarlos con el
discurso de nuestro satanizado mandatario.
De esa llamémosle confrontación de ideas
entre mi sombra y yo (plagio a sor Juana), concluyo que Moreno Valle ha sido
víctima del cultivo yucateco a cargo
de sus colaboradores, mismo que —valga
acotar— converge con los requiebros
o galanteos que suelen formar parte del bagaje común en el zalamero huele pedos
(perdón por lo de zalamero):
“Es un complot de los periodistas, jefe.
Su atractivo despertó la envidia de la gente mediocre”. “La intención de los
cabecillas de grupos de presión sin representatividad social, es
desprestigiarlo”. “Ha incomodado a sus adversarios políticos y estos pagan para
que le peguen”. “No haga caso, son camarillas que obedecen al PRI en
decadencia”. “Se trata de marinistas que tiran la piedra y esconden la mano”. “Lo
atacan porque les cerró la llave de las arcas públicas”. “Las protestas son
producto de la manipulación de los corruptos del sexenio pasado (subrayo “pasado”). “El plan fue concebido en el PRI
nacional”. “Ignore a sus detractores; cobran por pegarle”.
En fin. El catálogo de lisonjas es tan amplio
y largo que formaría “el vértigo del etcétera” (Umberto
Eco dixit),
tanto o más que la imaginación y/o necesidad de los complacientes servidores
públicos cuya presencia en Puebla obedece a un proyecto financiero personal
que, aunque usted no lo crea, incluye (hay que cuidar el hueso, faltaba más)
los oportunos consejos sobre cómo recular para quitarle fuerza a los errores
burocráticos.
No
te arrugues cuero viejo…
Gracias, pues, al mimetismo de los
fuereños (al estado que fueres haz lo que vieres), pudo haberse escuchado en
Casa Puebla el reverberar de una voz ordinaria (por vulgar) pero de confianza:
“La cagaste mi góber. Ahora tenemos que encontrar al chivo o chivos expiatorios
cuya zalea sirva para forrar los tambores cuyo retumbo acalle las protestas
sociales.”
Y sí, cual onda expansiva, los ecos de
aquellas expresiones cortesanas impactaron el cerebro del gobernante cuya
mirada sigue fija en el águila del nopal posada sobre el trono republicano. De
ahí que Moreno Valle reculara volteando a ver a don Facundo Rosas2
(sin parentesco con él). Supo que este policía podría ser la solución al
conflicto local, a estas alturas convertido en problema nacional. Sus
antecedentes, por ejemplo, o el personal bajo su mando en la Secretaría de
Seguridad Pública, le ayudarían a poner en práctica algún sacrificio
burocrático.
Una vez tomada la decisión cuyo tufo se
parece al de los chivos de Tehuacán, Rafael sacó a relucir su convincente
histrionismo empático para mostrarse acongojado por los lamentables hechos
ocurridos en Chalchihuapan. E inició así la sesuda estrategia consistente en
combatir el efecto mediático causado por el fenómeno físico de los cohetones,
las granadas de gas lacrimógeno y los atentados a la inteligencia de la
sociedad.
Puerco,
cochino, cerdo y marrano
Seguramente el lector sabe que Puebla
fue famosa por su dehesa boyal. Abundaban los mamíferos artiodáctilos, ganado
que dio popularidad a la industria del jamón, las carnitas, el chorizo, los
cueritos, las patas en vinagre y los chicharrones. Por ello decían que los
poblanos comíamos cuatro platillos refiriéndose precisamente a los sinónimos
del porcino. A esto podría atribuírsele las pruebas científicas y/o peritajes
que tuvo a bien realizar el abogado Juan Pablo Piña Kurczyn para demostrar —legalmente
claro— el daño que produce en
la cabeza humana las ondas expansivas de los cohetes y cohetones. Si viviera,
Ripley estaría hecho bolas, igual que el naturalista Charles Darwin. O
encabritados los judíos que, para protegerse de la persecución española,
decidieron huir de la península ocultándose en Puebla donde rompieron su dieta
exenta de ese tipo de carne: había que simular y sacrificarse comiendo
cochinita pibil o en pipián, para así salvar el pellejo.
Bueno, el caso es que Piña (hoy premiado
con un hueso rafaeliano) utilizó varias cabezas del chancho chicharronero hasta
encontrar la justificación que después sirvió al procurador Víctor Carrancá. Lo
malo es que no convencieron ni siquiera al mandatario poblano que tuvo que
tragar camote antes de salir a decirnos lo que apunto líneas arriba: que su
gobierno investigará a los uniformados hasta encontrar al culpable de la
lamentable muerte del niño José Luis Tehuatlie Tamayo.
Sea lo que fuere, es obvio que a Rafael
Moreno Valle le cayó el veinte y recordó que el poder es un instrumento para
servir a los que menos tienen, y no —como lo acostumbran sus
subordinados— para vernos la cara de pendejos.
@replicaalex