Por Alejandro C. Manjarrez
Rafael Moreno Valle ha
logrado que esta época se parezca a la de su abuelo. Tal vez lo hizo impulsado
por la herencia genética sin tomar en cuenta los antecedentes que, después de
aquellos aciagos días, hicieron de Puebla un estado pacífico cuyos ciudadanos
decidieron otorgar el beneficio de la duda a los gobernadores.
Veamos pues los
antecedentes arbitrariamente resumidos, mismos que podrían servir de marco al “cuadro
surrealista“ pintado con brochazos políticos, obra que después comentaré:
Fiel a su estilo
conciliador, don Alfredo Toxqui
Fernández de Lara logró calmar al estado para dejar la mesa puesta a Guillermo Jiménez Morales, el serrano
que gobernó a los poblanos basándose en la interacción con los diversos
sectores de la sociedad: Guillermo preguntó, escuchó, cruzó la información y
actuó en consecuencia apoyándose en su equipo de políticos, asesores y
administradores, los cuales, excepto uno, eran de origen poblano.
Después llegó Mariano Piña Olaya cuyo desarraigo lo
obligó a delegar las funciones políticas en Alberto Jiménez Morales, un hombre
hábil, mañoso y útil para el objetivo económico de Mariano. Los negocios del
poder enturbiaron el panorama; la Universidad pública se alebrestó; hubo presos
políticos y ocurrieron crímenes extraños. Sin embargo, no se alteró la
tranquilidad social gracias a la mano negra y tersa del a la sazón gobernador de facto, o sea Don Alberto,
como le decían y siguen diciéndole los beneficiarios de su estilo político–comercial.
Manuel Bartlett Díaz fue declarado
gobernador. La fama de duro que le precedía puso quietos a los grupos de
presión, incluidos los empresariales que cayeron bajo el influjo de la
administración piñaolayista: perdieron el dinero pagado bajo de cuerda para
beneficiarse con los negocios inmobiliarios, transacciones que, por chuecas, al
final del día resultaron fallidas. Manuel repartió el presupuesto entre los
poblanos, decisión que le permitió enfrentar con éxito a los panistas que
entonces enarbolaban la bandera de la democracia y la honestidad política.
Obligado a borrar la mala
fama que le ocasionó la “caída del sistema“, Bartlett decidió democratizar la
sucesión, circunstancia que benefició a Melquiades
Morales Flores. Gracias a ello, el hombre de Chalchicomula ganó la elección
interna ayudado por sus miles de compadres. Cumplía así el sueño de convertirse
en candidato primero y después en gobernador
de Puebla.
Melquiades Morales
repartió el poder pero nunca perdió su control. Siempre escuchó, ponderó y tomó
decisiones buscando no alterar los equilibrios que permiten llevar la fiesta en
paz. De ello se aprovechó Mario Marín
Torres para controlar los hilos del PRI
y obtener la postulación que lo hizo gobernador.
Mario se despachó con la
cuchara grande cuidándose de no lesionar a quienes podrían ser adversarios
peligrosos. Favoreció a sus cuates sí, pero evitó trastocar los intereses de
grupos y personas ajenas a su círculo de negocios. Ejerció el poder de acuerdo
con las enseñanzas de quienes habían sido sus jefes, maestros y en algún caso
paradigma, entre ellos Alberto Jiménez,
Manuel Bartlett y Melquiades Morales. Diría el ranchero:
se llevó hasta el mecate pero los jodidos le aplaudieron.
Ahora lo actual; lo que
produjo la caída de la imagen de Rafael
Moreno Valle cuya preocupación es limpiar su prestigio con las aguas negras
enturbiadas por algunos de sus colaboradores.
El caos
Rafael le arrebató el
poder al PRI valiéndose del tejemaneje electoral que le aprendió a Melquiades.
Llegó al gobierno, desenvainó la espada y empezó a cortar cabezas. Además mutiló
miembros, cercenó cuerpos, amputó tentáculos y se alió con los enemigos del
PRI, el partido que lo había adoptado por ser él nieto e hijo de priistas de
postín y/o beneficiaros de la época dorada de la corrupción institucional.
Una vez entronizado, Rafael
utilizó a sus aliados y decidió no preguntar y menos aun escuchar o cruzar la
información. Para qué si ya tenía agarrado de las orejas al dios de Los Pinos y
asida de la cola a la diabla del SNTE: El presidente Calderón había convalidado
su proyecto. Y la maestra Elba Ester Gordillo lo arropó con su manto financiero
entretejido con el dinero producto de su poder magisterial y político.
Con esa dupla como
respaldo se animó a correr a los “marinistas“ que para él lo eran simplemente
porque trabajaban en el gobierno. De un plumazo, o sea en un minuto, determinó
el futuro de las primeras tres mil personas que sufrieron las consecuencias que
conlleva el quedarse sin empleo. No quería orejas ni ojos que oyeran u
observaran lo que ocurriría en las entrañas de su gobierno.
Los servidores públicos de
nivel medio y alto fueron suplidos por fuereños que llegaron a la entidad
decididos a resolver su futuro aprovechándose de los beneficios que ofrecía el
morenovallismo, canonjías jurídicamente diseñadas para ocultar el favoritismo y
los privilegios financieros que Dracón tacharía de corruptelas.
De otro plumazo se
eliminaron del padrón gubernamental a los constructores poblanos supliéndolos
con empresarios de la construcción ajenos al estado, pero bien motivados por los
negocios que ofrecía el gobierno de Rafael Moreno Valle.
Los partidos políticos
fueron traicionados por aquellos dirigentes que aceptaron formar parte de la
quinta columna creada por el gobierno, precisamente para eliminar la fuerza y
presencia de la oposición.
Se llevaron a cabo obras
urbanas sin tomar en cuenta a la comunidad. A nadie le preguntaron su opinión.
Cerraron calles, inventaron vías alternas sin proyecto de impacto social inmediato.
Horadaron colonias. Asimismo, después de modificar el catastro para pagar
indemnizaciones ridículas, expropiaron propiedades, alteraron el sitio y en
consecuencia el patrimonio arqueológico de Cholula. También “cercaron“ zonas
escolares, dejaron sin ingresos a cientos de comercios y, desafortunadamente, sin
chamba a los empleados de los negocios que quebraron por estar incomunicados.
El Congreso a modo
modificó las leyes para que el gobierno expropiara tierras, metiera a la cárcel
a los lideres sociales y quitara del camino cualquier tipo de oposición. Ello
además de legislar la malhadada Ley Bala cuya esencia –según trascendió– fue
redactada por quien firmó la controvertida Recomendación de la CNDH sobre el
caso Chalchihuapan. Y lo peor: trataron de engañar al pueblo con patrañas como
la de la onda explosiva, por citar un ejemplo.
El panorama
Hoy hay miles de
ciudadanos sin empleo y decenas de constructores en crisis; y cientos de
comerciantes afectados; y miles empleados que se quedaron sin trabajo; y muchos
padres de familia que sufrieron la caída de su nivel de vida; y un montón de
políticos desplazados; y cientos de miles pobres que comparten con los campesinos
el atole con el dedo; y un millar de autoridades municipales amenazadas con el garrote
de la ley. Hay que agregar la prohibición tácita a la libertad para
manifestarse, así como el control de los medios de comunicación y periodistas
que abandonaron la ética por servir o servirse del gobierno. A ello adicione el
lector el hecho de que la propaganda oficial parece diseñada por un émulo de
Walt Disney.
En estas aguas navega
Moreno Valle, el capitán del barco cuya tripulación no se atreve a decirle la
verdad. Temen enojarlo y que les quite la chamba. Bueno tal vez haya por ahí
algunos que ya hayan visto los barruntos de la tormenta que se aproxima pero,
por aquello de las dudas y represalias, prefieran quedarse callados.
¿Qué pasará?
Lo que ocurra depende,
creo, del proyecto político del “nuevo“ PRI, el partido que, paradójicamente,
por la comodina omisión de sus dirigentes, parece que navegará sobre la estela
que forma el barco rafaeliano.
@replicaalex