Ni
los negocios deben llevar a la política, ni la
política
a los negocios. La mezcolanza es hiriente.
Jesús
Reyes Heroles
Por Alejandro C. Manjarrez
El gobernador de Puebla
aprendió en Estados Unidos las estrategias para tener éxito en la vida. Le
enseñaron a venderse valiéndose de los encantos que forman parte de la
mercadotecnia política. Tomó el “brebaje“ ése que le administran a quienes
deciden pensar en inglés y manejar su vida pública dispuestos a congraciarse
con los intereses de los hombres del capital que, además, son sus intereses.
Supo cómo relacionar al gobierno con los negocios. Pudo, por qué no, haberse
convencido de que es mejor el sistema que privilegia el interés particular, al
nuestro cuya esencia se basa en beneficiar a la mayoría social.
En esto último podría
estar la falla que tantos corajes le ha hecho pasar el pueblo y viceversa. Ello
debido a que su formación es producto del sistema norteamericano cuya
Constitución protege los intereses económicos de la clase mercantil-capitalista.
Vea usted:
Los padres fundadores de
Estados Unidos pensaron en que el hombre estaba hecho a imagen y semejanza de
Dios y que por ello, como Dios, era absoluto; que no se le podían conceder
ciertos derechos ya que nació con ellos; y que esos derechos eran ilimitados,
soberanos y no enajenables.
La diferencia de la Carta
Magna de México está, como bien lo sabe el lector, en que el sentir del pueblo
fue interpretado por los constituyentes de 1917 para dar a la nación una Ley
que, al privilegiar el interés de las mayorías, conciliara su diversidad
cultural basándose en la división de poderes y la democracia. Ya habíamos
pasado por muchas arbitrariedades empezando, verbigracia, por el apartheid (los
barrios) que los españoles fundadores establecieron en Puebla al ubicar a los
indígenas fuera de la traza urbana; no querían “contaminarse“.
Gobierno a modo
Con estos antecedentes
resulta comprensible el desbarajuste social provocado por el gobierno de la entidad
cuyo gobernante supuso que el pueblo apechugaría las decisiones del poder tal y
como sucedió en la época del despotismo ilustrado. Con base en ello, supongo, el
mandatario planeó el futuro de Puebla (su
porvenir) rodeándose de los fuereños que le ayudaron a implementar las
siguientes acciones:
Escoger a quienes deberían
formar la mayoría del poder Legislativo. Una vez consolidada esta selección, acondicionó
las leyes que le facilitarían la participación en el estado de los hombres
dedicados a hacer buenos negocios.
Al mismo tiempo envió al Congreso local iniciativas que, una vez legisladas, le
permitieran asegurar la oferta que atrae
inversionistas como —por citar una de esas acciones— el pago de renta y abono
a capital por 10, 15, 20 o más años a quienes, entre otras obras, construyeran
centros de “acopio burocrático“ bajo el esquema PPS. Me refiero a las “tiendas
ancla“ diseñadas para “jalar“ todos los servicios públicos (el Registro Civil,
verbigracia). Antes había puesto su empeño en manejar directamente o a tras
mano a los dirigentes estatales de varios partidos políticos: a unos los “maiceó“
y a otros —valga la metáfora— los agarró del escroto aprovechando las
acciones que perpetraron sustentados en la corrupción, digamos que
institucional dado que ocurrió dentro de la burocracia dorada de su tiempo.
El polvorín
Como había que redondear
lo que parece un gran negocio para quien sabe quién, sus diputados aprobaron
las expropiaciones fast track bajo el
argumento de propiciar el desarrollo de Puebla al quitar de la ley las
limitantes que incomodaran a los comerciantes
del poder (y desde luego la aprobación de la “Ley Bala“). Al mismo tiempo
se llevó a cabo una multimillonaria derrama económica para convertir a Puebla
en una Disneylandia quitándole su dignidad y señorío, inversiones ofensivas
para los habitantes de las comunidades sumidas en la pobreza producto del
abandono gubernamental, principalmente. Llegaron (o fueron invitados)
personajes cuyos negocios y fortuna en algunos casos están vinculados a
gobernantes que hicieron del Estado mexicano una fuente de riqueza personal y/o
intermediaros de contratos y concesiones deshonestas.
Todo marchaba conforme a
lo planeado hasta que tronó el cohete y sus chispas incendiaron el polvorín,
circunstancia que no figuraba en el manual de operaciones de la política, en este
caso la chicharronera; a saber:
Se alebrestó el Pueblo
manifestándose en su contra. Salieron a la luz pública las persecuciones
legales contra representantes de las comunidades ofendidas, varios de ellos
líderes sociales. El gobierno perdió el control político. Algunos sectores de
la sociedad endilgaron al mandatario la fama de represor. Se privatizó el agua
con la visión empresarial de convertir el líquido en dinero. Fueron instaladas
cámaras en las principales vialidades, no para regular la circulación, sino
como redondear un buen negocio de cuates. Le quitaron el registro civil a las
juntas auxiliares, acción que produjo la protesta donde los granaderos del
gobierno mataron a un niño. La prensa critica reprodujo y analizó la chabacanería
gubernamental.
Sus colaboradores echaron
a volar la imaginación decididos a justificar lo injustificable. El balance no
le favoreció. Los dislates políticos propiciaron que se perdiera una buena
parte de sus pluses. Bajó el tono de la imagen que lo presentaba como uno de
los probables candidatos a la presidencia de México. En fin…
A pesar de todo ello y de
las notas en su contra publicadas en la prensa crítica local y nacional, el
gobernante (que por cierto ya se había librado de los nocivos efectos del “coletazo“
que produjo el encarcelamiento de Elba
Esther Gordillo, su madrina y benefactora) se mantuvo inhiesto y sin
despeinarse ni perder su cautivadora sonrisa (cuando menos en público). E hizo
lo que nunca en su vida había hecho, en este caso para recuperar su prestigio
político: acercarse a los niños.
Después de analizar estos llamémosle
contrastes así como sus efectos, llego a concluir que Rafael Moreno Valle pudo
haber “firmado“ una carta intención con
el chamuco (versión pueblerina del diablo), razón por la cual lo tendremos
en Puebla hasta el final de su mandato. Y esto, que conste, para beneplácito de
la prensa crítica y en beneficio de los periodistas orgánicos. Cosas de la
vida.
@replicaalex