Por
Alejandro C. Manjarrez
Las
campañas electorales han servido para mostrar a la sociedad las vergüenzas que
habían permanecido ocultas entre las ondas hertzianas, las líneas ágata y las
imágenes de la televisión alquilada: los anuncios y convenios publicitarios del
gobierno morenovallista, dejaron su espacio para que salieran a la luz pública
las denuncias sobre la corrupción, digamos que institucionalizada.
Habría
que agradecérselo al PAN de Marcelo García Almaguer (o de Rafael Moreno Valle,
que es casi lo mismo) porque, chambonamente, los genios del marketing lanzaron
al aire una campaña de desprestigio contra Blanca Alcalá Ruiz, acción que
propició la reacción de los estrategas del PRI cuya defensa fue exhibir a José
Antonio Gali Fayad tachándolo, eufemísticamente, como un hombre de riqueza
inexplicable. Dicho de otra manera: el gobierno local atacó con todo a la carta
política del gobierno federal. Y éste ha accionado su estructura mediática y
judicial para mostrar cómo es la realidad de quien busca ocupar la titularidad
del poder Ejecutivo estatal… y en un descuido hasta la situación personal del
gobernador que, cual gorrioncillo, se ha puesto de pechito al conceder (u
ordenar) que su partido haga uso de la estructura del gobierno estatal.
Si
ello no fuera suficiente, el PAN (o Marcelo o Rafael, vaya usted a saber)
emprendió una campaña contra Ana Teresa Aranda y Roxana Luna quienes —igual que
Blanca— resultaron candidatas incómodas para esta administración cuasi
virreinal. Es obvio que el mandatario poblano no quería que fueran postuladas,
la primera debido a su obligada vocación anti morenovallista, y la segunda por haberse
tomado la libertad de alterar el proyecto aliancista (PRD-PAN), además, claro,
de arrogarse la defensa de los afectados por el gobierno de Puebla (asesinados,
perseguidos, opacidad, cerrazón y presos políticos).
A
lo anterior agregue el lector el desbarajuste que ocasionó el férreo control oficial
de los medios de comunicación alejados de la ética periodística. Por ello, por
los compromisos con el gobierno (o tal vez, según trascendió, por la extorsión de
éste), se produjo uno de los más vergonzosos pleitos entre periodistas y políticos,
caos que afecta el futuro de los hijos de quienes directamente están
involucrados en la contienda electoral.
Sin
embargo, no cabe duda que semejante barullo político-electoral tiene ya su lado
positivo: se corrió el telón para que sobre el escenario mediático aparezca de
cuerpo entero la impunidad que parecía amparada por el poder cuyo representante
—ya lo vimos— se ha dejado llevar por el entusiasmo que conlleva la candidatura
presidencial del 2018, obsesión que perjudica a los gobernados quienes, sin
distinción de credo, sexo o filiación política, han sido tratados como si
carecieran de inteligencia.
Parto de los montes
¿Quién
ganará la mini gubernatura de Puebla?
Podría
ser Tony Gali o quizá Blanca Alcalá. Dependerá, no de las encuestas ni del
proselitismo legal, sino del efecto nocivo que produzcan las campañas negras y
también de la atomización del sufragio, efecto éste propiciado por la presencia
de Ana Teresa Aranda, Roxana Luna Porquillo y Abraham Quiroz Palacios. La
primera captando a los votantes indecisos y a los panistas molestos con la
manipulación de su partido. Roxana llevándose el sufragio de los perredistas,
antes voto cautivo de la estructura electoral del gobierno. Y Quiroz validando,
obvio, el voto a favor de Morena o de Andrés Manuel López Obrador.
Según
parece, es probable que el ganador sea Tony Gali, resultado que ubicaría a
Puebla como la nueva sede de la fábula denominda “El parto de los montes”:
mucho estruendo, grandes volutas de ceniza, derrame de magma, temblores y
explosiones. Y todo para dar a luz un ratón.
@replicaalex