Por Alejandro C. Manjarrez
La inspiración permite al pobre superar su estatus para
adquirir el oficio y la ambición que lleva al éxito. El rico se inserta en las
corrientes del poder (que también conducen al estadio del triunfo) gracias al
apoyo de su grupo social o familiar. Son dos de las facetas de la vida que
ejemplifico con el arte valiéndome del hombre y la mujer que al unirse se engrandecieron
para enaltecer su pintura. Mario Vargas Llosa (Piedra de Toque) explica esta coincidencia donde se encontraron la
desgracia con la ventura, palabras que con mi estilo acomodo a este texto
autobiográfico:
Frida Kahlo luchó contra la torpeza de su mano y las
limitaciones que la vida puso en su camino al someterla a la polio primero, y
después al terrible accidente en el cual uno de los fierros del autobús en el
que viajaba atravesó su cuerpo destrozándole cadera y vagina. Por ese
sufrimiento, quizá, la artista adquirió la sensibilidad artística y la fuerza interna
que expresó con manos y pinceles.
Diego Rivera también es conocido pero por el oficio y la
escuela que lo hizo un creador cuya obra (murales y caballete) superó en número
a la pintura de Frida.
En el caso de la mujer, la tragedia, autocompasión e
ingenuidad triunfaron imponiéndose al destino. Y respecto al hombre, el talento
y la ambición complementaron lo que desde sus primeros murales manifestó como
la expresión artística que habría de situarlo en las mejores galerías del
mundo.
Al final de las historias, Frida y Diego se ubicaron en el
mismo nivel para establecer un fenómeno curioso: Frida dejó de ser la mujer de
Diego, y Diego pasó a ser el esposo de Frida.
De eso trata la vida del político marcado por el destino, ya
sea como un ser que logró desarrollarse a pesar de las limitaciones que la suerte
le impuso, o bien porque maduró junto a quienes generacionalmente han ejercido
el poder. Unos y otros son beneficiarios de sus eventualidades u oportunidades,
a veces con matices de intenso y vibrante colorido, y en ocasiones ocultos o
confundidos dentro de la gama de grises que disimulan las aptitudes. La
inspiración rebasa al oficio. Y el que alguna vez fue el orientado llega a
convertirse en el guía de quien lo ayudó a transitar por los atajos del poder.
Dejo mis intentos de filósofo de pueblo para retomar el hilo
de esta historia, trayecto que, como ya lo he mencionado, me convirtió en un
distinguido miembro del quehacer público, espacio donde crecí y me desarrollé
hasta llegar a ser el animal político que Aristóteles definió. Adopté la
condición de ese “animal” y el instinto me permitió responder antes de que me causaran
daño los ataques enemigos. Lo hice anticipándome a las acciones de los
depredadores políticos dotados de la extrema maldad que los induce a invocar el
nombre de Dios antes de aprovechar su poderío para joder al semejante. Supongo
que la Divina Providencia y la genética me dotaron del carácter para diseñar
objetivos y, lo más importante, para llevarlos a cabo sin dejarme atemorizar
por las circunstancias negativas; por ejemplo: el tropezón con implicaciones
mediáticas, el fracaso accidental o fomentado por los adversarios, la persecución
legal y política de alguno de mis paradigmas.
*Uno de los capítulos de mi novela El laberinto del poder, autobiografía de un gobernante