Por
Alejandro C. Manjarrez
Escuché
de uno de mis maestros de periodismo (son muchos, incluidos los lectores), que
las columnas deben seguir el esquema de la fiesta brava: divídela en tres
partes —me
dijo el Matador—, la
primera con una frase o párrafo que equivalga a esperar el toro de rodillas y a
Porta Gayola; la segunda con alguna idea y el ritmo que siga la técnica del
torero que toma las banderillas y las rompe a la mitad de la plaza con la
intención de practicar la suerte en los terrenos del toro; y la tercera con una
figura que equivalga a matar al miura recibiéndolo después de haberle hecho la
faena que arrancó el aplauso y los olé
del respetable. Así mantendrás la atención del lector proclive a cambiar de tema
o dar vuelta a la página en cuanto pierde el interés por lo que está leyendo.
¡Vaya
compromiso!
Otra de
las recomendaciones que escuché consistió en comparar a los periodistas
chambones con las orquestas o bandas de pueblo cuyos integrantes no son músicos
profesionales, razón por la cual a veces se les complica terminar la pieza. No
encuentran cómo diablos concluir los acordes y siguen y siguen esperanzados en
que alguien les cuente hasta tres para que dejen de tocar. De ahí que sus
interpretaciones suelan ser maratónicas.
La
tercera recomendación fue en el sentido de que respetara la dignidad de quienes
formen parte de mis comentarios, permitiéndoles además salvar su prestigio
pero, al mismo tiempo, por aquello de las reclamaciones o derecho de réplica, sin
soltar la carta principal que deberá conservarse bajo la manga.
El cuarto
consejo, que por cierto resultó una sentencia, fue la observación sobre el
difícil oficio de columnista: cada político que se convierta en tu amigo es una
letra menos en el teclado de tu máquina de escribir.
No sé si
he logrado poner en práctica ésas y otras recomendaciones, mismas que me
reservo para que este libro no parezca el manual de periodismo que algún día,
cuando se me ocurra sentirme calificado para semejante compromiso, me gustaría
elaborar. De lo que estoy seguro es que la política poblana parece una escuela
abierta para aquellos periodistas empeñados en seguir aprendiendo mientras el
cuerpo aguante. Esto porque siempre habrá servidores públicos empeñados en ser
clones de sus maestros con la intención —supuestamente
casual— de
formar alumnos que hereden la técnica de lo que podríamos llamar un proceso ad
infinitum. Como diría el clásico, para muestra basta un botón y concluyo con la
última acción morenovallista diseñada, digo yo, con el deliberado propósito de
recomponer su camino hacia el 2018. Debo aclarar que no se trata del cierre de
la “faena” morenovallista sino de lo que podría ser el inicio del segundo
volumen de Puebla variopinta,
conspiración del poder.
Plan C
Todo
empezó con el balazo que mató a Luis Donaldo Colosio Murrieta. De no haber
existido ese complot que muchos le atribuyen al Estado mexicano, entonces bajo
el control del salinismo, otros pajaritos hubiesen cantado en tierras poblanas.
Por ejemplo: Melquiades Morales Flores nunca habría llegado al gobierno y, por
ende, Rafael Moreno Valle Rosas seguiría en Nueva York peleándose con los
dueños del dinero, incluidos los capitalistas de origen judío.
Lo de
Melquiades se explica en las páginas anteriores; empero, valga repetir algunas
líneas:
“No les pidas nada ni les aceptes
nada (a Mariano Piña Olaya y a Alberto Jiménez Morales). El partido se hará
cargo de tus gastos y el pago de la nómina”, le dijo Luis Donaldo convencido de
que Melquiades cumpliría sus instrucciones.
… la petición advertencia fue
desdeñada y el nuevo dirigente del pri acudió
a don Alberto Jiménez para manifestar su obsecuencia al gobierno, acción que —según lo dicho por Lydia
Zarrazaga Molina (1961-1995), política cercana a Luis Donaldo— provocó que éste
lo borrara de la lista…
El caso
de Rafael iii también estuvo
vinculado al desafortunado suceso que cambió la vida de varios colosistas y
zedillistas cuyo futuro parecía escrito en sánscrito. Uno de ellos: Luis Banck
Serrato. Otro: Fernando Manzanilla Prieto. El tercero: Luis Maldonado Venegas.
Éste último, que por cierto era (y lo sigue siendo) el gurú de los entonces
jóvenes talentosos con posgrados en universidades estadounidenses, se encargó
de arroparlos valiéndose de su cercanía (era coordinador adjunto de la campaña)
con Ernesto Zedillo, otro de los beneficiados por el asesinato de Colosio.
Gracias a esos vínculos político-profesionales, años después, Manzanilla tuvo
oportunidad de integrarlos al gran “proyecto Moreno Valle” cuya incorporación
en la política poblana ya quedó explicada renglones atrás.
Fernando
llegó a Puebla como subsecretario de Egresos en la Secretaría de Finanzas y
Desarrollo Social; Banck lo acompañó haciéndose cargo de la coordinación
general de Desarrollo Social; y Maldonado se integró como asesor externo
encargándose de proyectos pensados y elaborados con la deliberada intención de
impulsar la imagen pública de Moreno Valle, a la sazón un joven profesionista
con talento y simpatía personal.
Fracasó
el primer intento gubernativo cuando Mario Marín les ganó la partida. Sin
embargo, prevaleció la idea debido a la tozudez de Rafael y al genio e ingenio
de éstos sus “cómplices”. Así llegó al gobierno después de pasar por las
diputaciones local y federal y desde luego el senado de la República, todo ello
en tan sólo cuatro años y meses. En este tráfago político Rafael se alió con
Elba Esther Gordillo hasta que ocurrió lo que fue un conflicto político-legal
de grandes proporciones, circunstancia que afectó al morenovallismo entronizado
gracias a la entonces innegable influencia de la lideresa magisterial, el hada
madrina de Felipe Calderón y de varios más, incluido el poblano.
Ante ese
evento —sorpresivo
y desafortunado para el grupo— más el retorno del pri a Los Pinos, hubo que modificar la
estrategia general así como prepararse y poner en acción el “Plan C”. Maldonado
cambió de adscripción a fin de ocupar la Secretaría General de Gobierno de
Puebla (era secretario de Educación Pública). Manzanilla dejó su lugar a Maldonado
en el gabinete para emprender su campaña a la diputación local, cargo que
ejercerá durante cuatro años ocho meses. Y finalmente Banck abandonó la
iniciativa privada donde su trabajo (relaciones institucionales con el
gobierno) estaba muy bien pagado; la razón: integrarse al gabinete
morenovallista como el sexto secretario de Desarrollo Social.
Con estos
movimientos estratégicos más el control político sobre el Congreso local a
donde llegó la mayoría impulsada y palomeada por el gobernador del estado de Puebla,
incluidos los principales ayuntamientos gobernados por su gente, se renueva y
fortalece el gran Proyecto Moreno Valle. Por eso digo que en el 2014 inicia el
nuevo tercio que incluye todo tipo de suertes apoyadas por los subalternos
referidos y la cuadrilla que, seguramente, será reforzada con uno que otro matador sin coleta, pero con cola.
Y el
pueblo (me incluyo) seguirá observándolos desde el tendido de sol.
@replicaalez
*Final
del libro en impresión: Puebla, la
conspiración del poder