Por Alejandro C. Manjarrez
No sé si Tony Gali Fayad sea un hombre
honorable. Tal vez tenga esa cualidad. También ignoro si sus colaboradores que
le ayudarán a gobernar, cuentan con la formación y ética pública que debe
mostrar cualquiera que se precie de honesto. Solo Dios lo sabe. De lo que estoy
seguro es que hay quienes ya se frotan las manos porque, dicen, son amigos del
próximo alcalde de Puebla capital. “Tenemos cuatro años ocho meses para hacer
negocios”, escuché presumir a unos de los promotores y admiradores de Tony, el
que ayer ocupaba una de las mesas vecinas a la mía.
La “confesión” de marras que pudiera ser
intrascendente o una simple y estúpida chabacanería, me puso a pensar en lo que
a partir del próximo 15 de febrero podría ocurrir en el Palacio Municipal que
han ocupado varios ilustres corruptos y uno que otro operador del gobernador en
turno. La reflexión (obviamente periodística) me llevó a hacerme las cinco
preguntas que enseguida comparto con el amable lector:
¿Qué pasará con los giros negros y el
producto financiero que éstos generan?
¿Cuáles de los constructores que
acostumbran a “mocharse” con el diezmo (que ya subió al 15 o más por ciento) obtendrán
los jugosos contratos del Ayuntamiento poblano?
¿Qué papel jugarán en el futuro de Puebla los
hijos del alcalde electo… y sus parientes y sus socios y sus cuates?
¿Cómo manejará Gali su deseo de ocupar
el cargo desde el cual Rafa operó para hacerlo primero candidato y después
presidente municipal?
¿Aumentará el patrimonio personal y
familiar de Tony?
Las respuestas a estas dudas vendrán
dosificadas de acuerdo con el estilo que adopte el próximo munícipe. También se
irán dando conforme el gobernador lo autorice u obligue. Así será durante los
primeros tres años. Concluido este trienio otros pajaritos cantarán ya que Gali
(si sigue en el cargo) tendría la libertad de actuar ajustándose a su propio
estilo que, según hemos visto, lleva adosada la buena estrella que le ha
permitido hacer dinero en menos que canta un gallo.
Especulo:
Durante los primeros treinta y seis
meses de su gobierno, la sombra o influencia de Rafael podría obligarlo a
oficializar el ingreso de los giros negros. Incluso, por qué no, hasta animarlo
a hacer suyo (o de la Comuna) el sistema constructivo apegado a “bursatilizar”
(de alguna manera hay que definir el estilo) la obra pública cuyos contratos
tienen la particularidad de ser de largo alcance, tanto por sus cláusulas como
por el tiempo de recuperación planeado por los inversionistas privados, sobre
todo los extranjeros, circunstancia que merece algo así como un ensayo que
incluya lo político, judicial, jurídico y financiero.
Una vez cumplido el lapso fatal del
gobierno morenovallista, Tony Gali contará con 18 meses para cerrar su mandato
siempre cuando no adquiera el virus del poder, o sea esa llamémosle obsesión
por gobernar al estado de Puebla, sueño que por cierto ya forma parte de su
equipo de trabajo y desde luego de su familia, empezando por sus diligentes,
entusiastas, visionarios y hábiles vástagos. Si esto último figura entre los
planes a futuro del hoy presidente municipal electo, entonces tendría que
invitar a dos que tres ONGs para que le ayuden a impulsar y formar algo
parecido a una contraloría social vigilante de la honestidad en el ámbito de su
administración y, principalmente, de las asignaciones de la obra pública. No hay
de otra ya que durante ese tiempo será observado y fiscalizado por el gobierno
federal que, a lo peor, decide cobrarle las “facturas” políticas que le dejará
el mandatario panista.
Concluyo con otra reflexión:
Los peores aliados del poder son
aquellos que hacen negocios y además lo festinan como si el ser parte del
círculo de amigos, socios, cómplices o promotores fuese una patente de
impunidad para corromper y ser corrompidos. Por ello, creo, el gobernador
Rafael Moreno Valle se rodeó de persona que por carecer de vínculos en Puebla,
nadie les escuchaba sus deliberaciones personales. Sin embargo, lo que antes
fue ventaja para los fuereños, hoy podría ser un problema serio dado que la
sociedad poblana acabó por saber quiénes son, qué hacen, cómo viven y cuáles
son sus intereses. Por ello me atrevo a decir que Eukid Castañón fue instruido
por su jefe para que cambiara de actitud y pudiera convertirse en el “chicotito
oficial”, en el ¡ay nanita! de la administración pública, incluidos los
ayuntamientos.
@replicaalex