martes, 14 de octubre de 2014

Moreno Valle, gobernador sui generis


Nadie es feliz sino por comparación
Thomas Shadwell

Por Alejandro C. Manjarrez
Cuando Guillermo Jiménez Morales se aventó la puntada de crear la Banda Campesina con cinco mil músicos del pueblo, me dije: este gobernador será sin duda el más rimbombante de la historia de Puebla. Pero me equivoqué porque salvó las trompetas, tubas y trombones que interpretan la música forte impulsada por los alientos el hombre vivió su sexenio entre la convenenciera discreción, el estratégico mutismo y la prudencia política.
Después llegó Mariano Piña Olaya para hacer de su gobierno una fuente de negocios inmobiliarios. Supuse que nunca más habría quien lo superara. Volví a equivocarme.
Apareció en la escena pública local Manuel Bartlett Díaz e imaginé que el tipo iba a convertirse en un dictador con características de déspota ilustrado. Caí en cuenta de que había fallado en mi apreciación cuando Manuel promovió la disolución de los negocios chuecos del gobernante anterior y atendía las quejas de los grupos sociales opuestos a, por ejemplo, el frustrado Paseo del Río de San Francisco.
A Bartlett le siguió Melquiades Morales Flores y este columnista presumió que Puebla se abriría a la justicia social con características juaristas. Melquiades era (es) un político-político de la Puebla-poblana. Por desventura salió vana la nuez y fue vencido por los intereses particulares de quienes se dijeron sus amigos sólo para usufructuar el patrimonio estatal.
Hizo acto de presencia Mario Marín Torres y, basándome en la pobreza extrema en que vivieron él y su familia, creí que el poder Ejecutivo estaría en manos de un hombre sensible, justiciero, ajeno a los negocios y políticamente capaz. Otro craso error.
Ante tantas fallas de apreciación adopte la cautela y me fui por los caminos de la suspicacia.
Así, con dudas justificadamente periodísticas, observé al gobernador Rafael Moreno Valle Rosas. Confieso que estuve a punto de escribir que existía la posibilidad de que fuera el mejor mandatario de los últimos cincuenta años. Empero, gracias precisamente a ese melindre exacerbado por la voz mi daimon (plagio a Aristóteles), preferí optar por la crítica, digamos que constructiva. Y no metí la pata.
El ejemplo arrastra
Después del arbitrario recorrido por los caminos de los hechos recientes, hurgué en la historia buscando palabras que sirvieran de parangón a lo que estamos viendo. Encontré a Juan de Palafox (fue virrey y de los buenos), el obispo y gobernante de Nueva España que en estos días bien podría decirnos a los periodistas:
Qué bueno que hacéis crítica dirigida al poder ése que, rompiendo los términos del derecho, ha asaltado las leyes, impugnado tradiciones, perseguido a los representantes del pueblo llano y combatido a quienes no piensan igual que él.
En efecto, el desentono de Rafael opacó a las armónicas estridencias de la Banda Campesina que Guillermo creó con la intención de cortejar a dos presidentes de México…
También dio nueva fuerza a la fiebre comercial inmobiliaria que tanto daño causó a los inversionistas que, creyéndole a Mariano, hicieron negocios ilícitos…
Asimismo adoptó la autocracia que estuvo a punto de seducir a Bartlett…
Igualmente indujo la frustración y el arrepentimiento de quienes bajo su consigna electoral abrieron los ojos y lo votaron…
Con todo ello más el aderezo del menosprecio y los resabios, dio a su mandato la característica que sin duda lo ubicará en el anecdotario histórico como un gobernador sui generis.
Nota bene:
En la entrega del Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo de Puebla, conversé con el decano del periodismo de Puebla, Manuel Sánchez Pontón. Le pregunté su pronóstico sobre el gobernador poblano. La respuesta del viejo pero rejuvenecido tundemáquinas fue en los siguientes términos, mismos que resumo y anticipo que habré de usar para abrir la próxima columna: “Se puso la soga en el cuello y día con día la jala. Caerá como su abuelo”.
@replicaalex