Nadie es feliz
sino por comparación
Thomas
Shadwell
Por
Alejandro C. Manjarrez
Cuando
Guillermo Jiménez Morales se aventó la puntada de crear la Banda Campesina con
cinco mil músicos del pueblo, me dije: este gobernador será sin duda el más rimbombante
de la historia de Puebla. Pero me equivoqué porque —salvó las trompetas, tubas y trombones que interpretan la
música forte impulsada por los
alientos— el hombre vivió su sexenio
entre la convenenciera discreción, el estratégico mutismo y la prudencia
política.
Después
llegó Mariano Piña Olaya para hacer de su gobierno una fuente de negocios
inmobiliarios. Supuse que nunca más habría quien lo superara. Volví a
equivocarme.
Apareció
en la escena pública local Manuel Bartlett Díaz e imaginé que el tipo iba a
convertirse en un dictador con características de déspota ilustrado. Caí en
cuenta de que había fallado en mi apreciación cuando Manuel promovió la
disolución de los negocios chuecos del gobernante anterior y atendía las quejas
de los grupos sociales opuestos a, por ejemplo, el frustrado Paseo del Río de
San Francisco.
A
Bartlett le siguió Melquiades Morales Flores y este columnista presumió que
Puebla se abriría a la justicia social con características juaristas.
Melquiades era (es) un político-político
de la Puebla-poblana. Por desventura salió
vana la nuez y fue vencido por los intereses particulares de quienes se dijeron
sus amigos sólo para usufructuar el patrimonio estatal.
Hizo
acto de presencia Mario Marín Torres y, basándome en la pobreza extrema en que
vivieron él y su familia, creí que el poder Ejecutivo estaría en manos de un
hombre sensible, justiciero, ajeno a los negocios y políticamente capaz. Otro
craso error.
Ante
tantas fallas de apreciación adopte la cautela y me fui por los caminos de la
suspicacia.
Así,
con dudas justificadamente periodísticas, observé al gobernador Rafael Moreno
Valle Rosas. Confieso que estuve a punto de escribir que existía la posibilidad
de que fuera el mejor mandatario de los últimos cincuenta años. Empero, gracias
precisamente a ese melindre exacerbado por la voz mi daimon (plagio a Aristóteles), preferí optar por la crítica, digamos
que constructiva. Y no
metí la pata.
El ejemplo arrastra
Después
del arbitrario recorrido por los caminos de los hechos recientes, hurgué en la
historia buscando palabras que sirvieran de parangón a lo que estamos viendo. Encontré
a Juan de Palafox (fue virrey y de los buenos), el obispo y gobernante de Nueva
España que en estos días bien podría decirnos a los periodistas:
Qué
bueno que hacéis crítica dirigida al poder ése que, rompiendo los términos del
derecho, ha asaltado las leyes, impugnado tradiciones, perseguido a los
representantes del pueblo llano y combatido a quienes no piensan igual que él.
En
efecto, el desentono de Rafael opacó
a las armónicas estridencias de la Banda Campesina que Guillermo creó con la
intención de cortejar a dos presidentes de México…
También
dio nueva fuerza a la fiebre comercial inmobiliaria que tanto daño causó a los
inversionistas que, creyéndole a Mariano, hicieron negocios ilícitos…
Asimismo
adoptó la autocracia que estuvo a punto de seducir a Bartlett…
Igualmente
indujo la frustración y el arrepentimiento de quienes bajo su consigna
electoral abrieron los ojos y lo
votaron…
Con
todo ello más el aderezo del menosprecio y los resabios, dio a su mandato la
característica que sin duda lo ubicará en el anecdotario histórico como un gobernador sui generis.
Nota
bene:
En
la entrega del Premio Cuauhtémoc
Moctezuma al Periodismo de Puebla, conversé con el decano del periodismo de
Puebla, Manuel Sánchez Pontón. Le pregunté su pronóstico sobre el gobernador
poblano. La respuesta del viejo pero rejuvenecido tundemáquinas fue en los siguientes términos, mismos que resumo y anticipo
que habré de usar para abrir la próxima columna: “Se puso la soga en el cuello
y día con día la jala. Caerá como su abuelo”.
@replicaalex