Por Manola Álvarez Sepúlveda
En el homenaje por el 61 aniversario del
otorgamiento del derecho al voto a las mujeres, mismo que el pasado 27 de
octubre llevó a cabo la Comisión de Equidad de Género del Congreso del Estado, hubo
circunstancias que hacen reflexionar.
La primera: se realizó once días después del la
fecha establecida en el acuerdo de la mencionada Comisión.
La segunda: el retraso se debió a que los
diputados morenovallistas estaban “muy ocupados” defendiendo a su gobernador de
los señalamientos sobre las violaciones a los derechos humanos en contra de los
ciudadanos de Chalchihuapan y las Cholulas.
Dudas, atraso y compromisos aparte, da tristeza
que el Congreso del Estado se haya convertido en un salón de eventos
autorizados, desde luego, por el titular del poder Ejecutivo. Por ello, por la
frivolidad del jefe de los diputados, el poder Legislativo abandonó la
solemnidad republicana.
Existe un protocolo en la Ley Orgánica que establece
cómo deben realizarse las sesiones, ya sea las ordinarias o las solemnes. En
ellas debe estar presente la Mesa Directiva y seguir los pasos para la
instalación y desarrollo de las sesiones. En el presídium, cuando hay presencia
de otros poderes, se instalan los representantes y se les menciona. Si va a
tomar la palabra cualquiera que sea ajeno a la Cámara de diputados, se debe
pedir autorización al Pleno.
En el caso del “homenaje” a las diputadas de
todas legislaturas poblanas, no se cumplió con ninguno de estos ordenamientos.
Estaban los integrantes de la Comisión de Equidad de Género y de la Junta de
Coordinación Política y empezó el acto sin ningún protocolo. Cuando llegó la
esposa del Gobernador, que no iba en su representación y la sentaron en el
lugar principal del presídium, en la sala corrió un comentario generalizado ¿Y
a cuenta de qué?
La intervención de Patricia Leal Islas produjo
un sentimiento de decepción por su actitud servil hacia quienes la han apoyado
en su carrera política. Destacó que los logros obtenidos recientemente a favor
de las mujeres (el 50 por ciento de las candidaturas federales), se debían a la
iniciativa de Rafael Moreno Valle.
Cuando Leal agradeció de manera especial la
presencia de “la Maestra” recordé a Elba Esther Gordillo, la madrina de su
jefe. Pero no, se refería a Martha Erika Alonso (por cierto la antepuso a la
representante del poder judicial). Y como para manifestar la falta de
sensibilidad política y de dignidad que debe tener cualquier representante del
pueblo, la diputada panista se desvivió por agradecerle a Jorge Aguilar (no se
qué), coordinador de su bancada y ex
secretario particular y defensor de su hacedor Moreno Valle.
Después hizo uso de la tribuna Silvia Tanús,
presidenta de la Comisión de Equidad de Género. Entre otras cosas la diputada
dejó en claro que la nueva dinámica introducida en la reforma político
electoral fue promovida por el presidente Peña Nieto y que es el logro más
importante desde la aprobación del voto femenino pues sustenta la paridad de
candidaturas entre mujeres y hombres. Ello además de poner coto a la simulación
al establecer que las suplencias también deben ser del mismo género. Sin hacer
una referencia directa, le recordó a la diputada panista que Moreno valle sólo
replicó a nivel estatal una ley que por su conocida misoginia él nunca hubiera
promovido.
Tanús también hizo alusión al significado del
emblema que el Congreso entregó a las diputadas de las diversas legislaturas:
un prendedor en forma de rama con hojas de plata cuyo simbolismo es la lucha de
las pioneras en la participación política, diputadas que fueron, valga la
expresión, el pie de cría de las siguientes generaciones de legisladoras cuyo
compromiso es que su trabajo y ejemplo motive y enorgullezca a las mujeres que
tomarán la estafeta de la dignidad.
Bonito el broche y alentadoras las palabras de
Silvia. La escuchaba cuando de pronto alguien tuvo la ocurrencia de dar un
emblema a la esposa del gobernador. Mala la idea y peor el resultado: Martha Erika
se lo colocó en su saco para causar una gran indignación a las ex diputadas
presentes. ¿Por qué dárselo a quien nunca ha sido votada y no tiene carrera
política? La respuesta obvia es que fue orden de su esposo: había que “placearla”
porque pretende hacerla diputada federal plurinominal.
En el salón se cruzaron las miradas y surgió la
intención de rebelarse, idea que explica las palabras de una compañera: “Si la
señora hace uso de la palabra nos salimos. Fuimos invitadas a un homenaje no para
hacerle el caldo de borrego a la primera dama”.
Para su ventura la esposa de Rafael no tomó el
micrófono y ambos se salvaron del rechazo que hubiese sido nota nacional. Sin
embargo, el sentimiento de desagrado prevaleció y aumentó por la omisión consistente
en no mencionar a las ex diputadas, algunas provenientes de lugares lejanos.
Sólo
se nombró a las fallecidas.
Seguramente el gobernador no asistió por su patente
rechazo a la participación política de las mujeres. Pero envió a su esposa para
que la vieran y la apoyaran las diputadas. Nuevamente se equivocó tal y como
erró Vicente Fox cuando con su esposa y terapeuta estableció un gobierno al
alimón.
Algunos diputados se veían aplastados,
menospreciados. Otros, la mayoría, parecían felices por tener el “honor” de representar
el papel de empleados del gobernador. Desde donde se encuentren Gilberto
Bosques Saldivar (su nombre figura en el muro del Congreso) y los diputados
Constituyentes de Puebla, querrán decirnos que sienten vergüenza por lo que
Rafael Moreno Valle ha hecho del alguna vez Honorable Congreso del Estado de
Puebla.
Quizá le parezca al lector que mi apreciación es
visceral. Si así fuere le aclaro que no hay otra forma para expresar la
indignación que provoca el gobernante que ha hecho del Congreso poblano un elegante
corral de borregos.