Por
Alejandro C. Manjarrez
“Es
necesario que todo el mundo aprenda a reírse de esos monigotes ridículos y
siniestros que dirigen a la nación como si por su boca se expresara la
historia, no la viva, eso nunca, sino la que ellos han embalsamado. Cualquier
novedad los amedrenta. Cuando la gente los conciba sólo como las ratas que son,
los loros que son, y no como los soberbios leones y pavorreales que creen ser,
cuando detecten, ¡claro que eso llevará tiempo!, que son objeto de risa y no de
respeto ni temor, algo podrá comenzar a transformarse; para eso es necesario
hacerles perder base; están preparados para responder al insulto, aun al más
violento, pero no al humor.”
Lo
escribió Sergio Pitol en su libro El arte
de la fuga. En él hizo referencia a su conversación con Carlos Monsiváis,
autor de esos conceptos. Corría, dice, el año 1962.
Han
pasado cinco décadas y lo que parecía una interesante teoría resultó la
estrategia a seguir por quienes escribimos sobre política. Hay que reírnos de
los políticos, “ridiculizarlos, hacerlos sentir desamparados”. A ver si cambia
algo. “Una labor de Sísifo, sí —recuerda Pitol—, pero vale la pena emprenderla”.
No
sé si la colega Selene Ríos Andraca leyó a los escritores mencionados. Quizás
sí porque ella es una mujer inteligente e interesada en la cultura. Lo deduzco
basándome en que escribe con sentido lúdico sobre lo que escucha, observa y
puede ser que hasta padezca. De ahí que haya lidiado con personajes como Rafael
Moreno Valle, por ejemplo, paradigma por cierto de algunos “políticos”, los
contagiados con el virus llamémosle del gobernador, mal que, entre otras
reacciones o síntomas, produce soberbia, ambición, arranques de cólera, indiferencia,
menosprecio y una terrible fobia al olor que despide la pobreza.
Bueno,
pues ahora resulta que para regodeo de sus criticados y otros lectores, Selene
podría incluir en su reserva de humor inteligente y voluntario al colega
también culto pero sobre todo ávido lector, tanto como pudo haber sido el
gringo William Randolph Hearst o el azteca Carlos Denegri, el
primero hábil para hacer de la prensa un instrumento político, y el segundo
ducho en eso de convertir la pactada omisión periodística en una fuente de riqueza
mal habida. Sería algo parecido a un acto de contrición que mucho le
agradeceríamos los periodistas que no hemos sido dotados del estilo e ingenio
que, valga acotar, tuvo el humorista cervantino Pérez Salazar y Venegas cuya
sátira —nos cuenta la historia— hería como un ramo de rosas.
Sí, claro, me refiero a que Selene incluya
en su bagaje (y que nos lo comparta, obvio) el affaire político-económico entre el talentoso Arturo Rueda y el
mañoso Jorge Estefan Chidiac. Sería sensacional que comentara lo dicho por el
director de Cambio a Estefan y cómo
éste lo engatusó respondiéndole con la intención de hacerlo hablar sobre su
petición u oferta —depende de lo que digan los “agentes económicos”—, palabras
que, como vimos y escuchamos en el video, han quedado grabadas para satisfacción
de los políticos criticados por Arturo.
Trascribo pues unas líneas del video de
marras:
“Mi negocio es administrar la reputación
de los políticos. Ése es mi negocio, pero como tú eres mi amigo estoy haciendo
una excepción en esa administración de la reputación para hacer una negociación
contigo. Invierte, paga.”
¡Uf!
Si vivieran, es probable que tanto el tal Hearst
como el referido Denegri ya estarían buscando la forma de incluir en sus
respectivos decálogos las ideas contenidas en el párrafo anterior, aunque para
ello tuvieran que pagar por los derechos de autor.
En fin, hagamos votos para que el sentido
del humor baje el tono de esto que podría formar parte de las páginas negras de
la política y del periodismo poblanos, ámbitos donde Rueda se puso detrás de la
piedra de Sísifo, igual que lo han hecho los contagiados por el “virus del
gobernador”.
@replicaalex