domingo, 31 de mayo de 2015

Peña Nieto o Moreno Valle


Por Alejandro C. Manjarrez
El proceso electoral en Puebla podría resumirse en la siguiente pregunta: ¿ganará o perderá Rafael Moreno Valle? Esto porque tanto los partidos como sus candidatos en poco o en nada influirán para el resultado global de esta llamémosle democracia camotera.
Dicho con otras palabras: la lucha es entre dos poderes ya que los partidos, y por ende la mayoría de sus candidatos, están supeditados a la directriz e influencia de esas potestades, precisamente, la republicana y la estatal.
Lo explico después de traer a cuento algunos antecedentes.
Rafael Moreno Valle aprendió, valga el eufemismo, la ciencia electoral cuando Melquiades Morales Flores era gobernador. Éste, su maestro, pudo haberle transmitido las distintas estrategias diseñadas para ganar elecciones y también cómo evitar impugnaciones y denuncias.
(Recordemos que Melquiades es el único político mexicano que obtuvo una diputación con el 110% de sufragios a su favor, votación validada por el entonces Colegio Electoral del Congreso de la Unión.)
Entre ésa y otras enseñanzas, ambos personajes establecieron una conveniente sinergia. Uno como gobernante y el otro como su secretario de Finanzas. Los dos aprendieron a manejar el presupuesto gubernamental con procesos electorales incluidos. Su estrategia se basó en armar y fortalecer la estructura humana y financiera que permitiera maniobrar las elecciones sin violentar el estatuto jurídico basándose, tal vez, en el dicho aquel que establece que una vez hecha la ley está hecha la trampa.
(Como consecuencia del aprendizaje surgió el famoso “hoyo financiero”, déficit causado por el exceso de obras con sentido electoral: en el quinto año del gobierno melquiadista, ya se había gastado el presupuesto del sexto y se tuvo que pedir prestado para que la inversión de final de sexenio beneficiara al PRI y, obvio, a sus candidatos, entre ellos Rafael Moreno Valle.)
Así fue como ocurrió el entrevere de la tradición, digamos que tercermundista, con la modernidad neoyorkina. O sea la mezcla de las dos culturas que —valga el contraste— podrían representarse con Chalchicomula de Sesma, acá en Puebla, y Boston, Massachusetts, en Estados Unidos. La primera como ciudad sede de la sensibilidad social y cercanía con el pueblo, y la segunda como la cuna internacional del pragmatismo económico y político, lugar donde por cierto se encuentra el alma mater de Rafael, un hombre poco afecto a convivir con el pueblo que, paradójicamente, lo hizo mandatario.
Así pues, el bagaje o praxis política de Morales Flores se combinó con la técnica morenovallista apoyada en la ciencia demoscópica y otros métodos como la proyección electoral, por ejemplo, mezcla que produjo expertos en la manipulación de procesos electorales incluida la elección constitucional.
Lo vimos en la votación que lo hizo gobernador: las huestes del SNTE combinaron su trabajo electorero con las acciones de los traidores y tránsfugas del partido que políticamente lo procreó a él y a Melquiades. Éste sacó las manos con el deseo de ayudar a su alumno ya convertido en panista, mientras que Rafael puso quietos a sus ex correligionarios priistas, empezando por Mario Marín Torres, entonces “líder moral” del priismo poblano tradicional. Fue pues el inicio de la nueva cultura electoral (otro eufemismo) que ubicó a Moreno Valle en el pedestal del panismo nacional encabezado por Gustavo Madero, grupo que en aquellos días necesitaba el apoyo de quien tuviera ambiciones políticas, el poder y el presupuesto personal o público que le permitiera actuar como mecenas o impulsor de proyectos personales. Y Rafael bien que cumplió el requisito.
En cinco años y con una elección local y otra federal de por medio se fortalecieron los cuadros electorales del gobierno de Moreno Valle. Todo ello con la vista puesta en el 2018, razón por la cual se modificó la Constitución local, reforma que propició al equipo tener presencia e influencia política más allá de la terminación del mandato de su líder. Con la prolongación del lapso de los gobiernos municipales y del poder Legislativo a cuatro años ocho meses, se estableció lo que sin duda facilita el control político férreo e intransigente.
Todo marchó conforme a lo planeado hasta que un aciago día la esposa de Rafael Moreno Valle tuvo la ocurrencia de poner en entredicho la inteligencia y capacidad para gobernar de Enrique Peña Nieto.
“En la colonia Villa las Flores, en un acto de apoyo al candidato suplente del Distrito 12, el ex secretario de Infraestructura, José Cabalán Macari Álvaro, la presidenta del Sistema estatal DIF reconoció que el también ex modelo es muy bien parecido, pero dijo que eso no basta y tomó como ejemplo al primer mandatario, a quien fustigó.
“Les voy a decir algo. Yo sé que nuestro candidato está guapo, ¿o no? Pero,  ojo, no nos podemos dejar llevar por lo guapo. ¿Qué pasó la vez pasada? ¿Cuánta gente en la elección presidencial dijo hay yo voy por este porque está bien guapo? Y ahí está lo guapo, ¿y de qué nos sirve lo guapo a los mexicanos? De nada” (e-consulta, 19 de abril, 2015). https://youtu.be/IEd0M3yOc-0
Aquella desafortunada declaración produjo un cambio de actitud en Los Pinos,  talante que incluyó la respuesta silenciosa del poder político de la República. Cambiaron las condiciones y a través de su partido el gobierno de Peña Nieto inició la crítica a los excesos de la administración gubernamental poblana. Como complemento a esa decisión política, se adicionó la orden burocrática consistente en no “hacerle el caldo gordo” al inquilino de Casa Puebla: que ninguno de los delegados federales acepte su invitación, fue la consigna. A ello se adicionaron los señalamientos cáusticos dedicados al gobernante poblano así como las acciones del Gobierno Federal, actos que colocaron a Moreno Valle ante una disyuntiva complicada.
Triunfo pírrico o derrota vergonzosa
Las habilidades o técnicas electorales del mandatario poblano —experiencia probada porque incluye el manejo perverso de pre campañas, candidaturas, procesos y representantes electorales—, podrían hacerlo ganar diputaciones tanto en Puebla como en los estados que adoptaron su estrategia con todo y operadores. La intención: prolongar su control, primero valiéndose de los diputados a modo, y después imponiendo a quien habrá de sucederlo. Esto propiciaría el “efecto abeja” dado que Rafael dejaría el aguijón en el piquete. Ganaría sí, pero perdiendo buena parte de la imagen que se ha fabricado, deterioro que iniciará en cuanto el gobierno federal saque a la luz pública su heterodoxia en el manejo de las finanzas estatales, comportamiento que, entre otras lindezas, incluye la pignoración del presupuesto de las próximas administraciones gubernamentales.
La alternativa no tiene nada positivo puesto que estaría basada en el esquema adoptado por Mario Marín cuando éste decidió librarse de las denuncias en su contra, factor de negociación con su sucesor. Como se ha comentado, a Mario no le quedó de otra mas que sacar las manos del proceso electoral, acción que incluyó el abandono financiero que —se quejaron los zavalistas— dejó colgado de la brocha a su candidato a la gubernatura: no hubo la derrama del dinero que suele aplicarse antes, durante y después de la elección.
En fin, poco falta para que sepamos por cuál de las alternativas opta el gobernador Moreno Valle: si decide que la mayoría de las curules sean para su equipo con el costo político que esto implica, o si permite que los candidatos de Peña Nieto resulten beneficiados de su prudencia o retiro de mano negra, lo cual le brindaría la posibilidad de tener un retiro amable y tranquilo.
¿Peña Nieto o Moreno Valle?, es la pregunta de la semana.
Poco falta para que sepamos de qué lado mascó la iguana.

@replicaalex