Por
Alejandro C. Manjarrez
El
proceso electoral en Puebla podría resumirse en la siguiente pregunta: ¿ganará
o perderá Rafael Moreno Valle? Esto porque tanto los partidos como sus
candidatos en poco o en nada influirán para el resultado global de esta
llamémosle democracia camotera.
Dicho
con otras palabras: la lucha es entre dos poderes ya que los partidos, y por
ende la mayoría de sus candidatos, están supeditados a la directriz e
influencia de esas potestades, precisamente, la republicana y la estatal.
Lo
explico después de traer a cuento algunos antecedentes.
Rafael
Moreno Valle aprendió, valga el eufemismo, la ciencia electoral cuando
Melquiades Morales Flores era gobernador. Éste, su maestro, pudo haberle transmitido
las distintas estrategias diseñadas para ganar elecciones y también cómo evitar
impugnaciones y denuncias.
(Recordemos que Melquiades es el único
político mexicano que obtuvo una diputación con el 110% de sufragios a su
favor, votación validada por el entonces Colegio Electoral del Congreso de la
Unión.)
Entre
ésa y otras enseñanzas, ambos personajes establecieron una conveniente
sinergia. Uno como gobernante y el otro como su secretario de Finanzas. Los dos
aprendieron a manejar el presupuesto gubernamental con procesos electorales
incluidos. Su estrategia se basó en armar y fortalecer la estructura humana y
financiera que permitiera maniobrar las elecciones sin violentar el estatuto
jurídico basándose, tal vez, en el dicho aquel que establece que una vez hecha
la ley está hecha la trampa.
(Como consecuencia del aprendizaje surgió
el famoso “hoyo financiero”, déficit causado por el exceso de obras con sentido
electoral: en el quinto año del gobierno melquiadista, ya se había gastado el
presupuesto del sexto y se tuvo que pedir prestado para que la inversión de
final de sexenio beneficiara al PRI y, obvio, a sus candidatos, entre ellos
Rafael Moreno Valle.)
Así
fue como ocurrió el entrevere de la tradición, digamos que tercermundista, con
la modernidad neoyorkina. O sea la mezcla de las dos culturas que —valga el
contraste— podrían representarse con Chalchicomula de Sesma, acá en Puebla, y Boston,
Massachusetts, en Estados Unidos. La primera como ciudad sede de la
sensibilidad social y cercanía con el pueblo, y la segunda como la cuna
internacional del pragmatismo económico y político, lugar donde por cierto se
encuentra el alma mater de Rafael, un hombre poco afecto a convivir con el
pueblo que, paradójicamente, lo hizo mandatario.
Así
pues, el bagaje o praxis política de Morales Flores se combinó con la técnica morenovallista
apoyada en la ciencia demoscópica y otros métodos como la proyección electoral,
por ejemplo, mezcla que produjo expertos en la manipulación de procesos
electorales incluida la elección constitucional.
Lo
vimos en la votación que lo hizo gobernador: las huestes del SNTE combinaron su
trabajo electorero con las acciones de los traidores y tránsfugas del partido
que políticamente lo procreó a él y a Melquiades. Éste sacó las manos con el
deseo de ayudar a su alumno ya convertido en panista, mientras que Rafael puso quietos
a sus ex correligionarios priistas, empezando por Mario Marín Torres, entonces
“líder moral” del priismo poblano tradicional. Fue pues el inicio de la nueva
cultura electoral (otro eufemismo) que ubicó a Moreno Valle en el pedestal del
panismo nacional encabezado por Gustavo Madero, grupo que en aquellos días
necesitaba el apoyo de quien tuviera ambiciones políticas, el poder y el presupuesto
personal o público que le permitiera actuar como mecenas o impulsor de
proyectos personales. Y Rafael bien que cumplió el requisito.
En
cinco años y con una elección local y otra federal de por medio se
fortalecieron los cuadros electorales del gobierno de Moreno Valle. Todo ello
con la vista puesta en el 2018, razón por la cual se modificó la Constitución
local, reforma que propició al equipo tener presencia e influencia política más
allá de la terminación del mandato de su líder. Con la prolongación del lapso
de los gobiernos municipales y del poder Legislativo a cuatro años ocho meses, se
estableció lo que sin duda facilita el control político férreo e intransigente.
Todo
marchó conforme a lo planeado hasta que un aciago día la esposa de Rafael
Moreno Valle tuvo la ocurrencia de poner en entredicho la inteligencia y
capacidad para gobernar de Enrique Peña Nieto.
“En la colonia Villa las Flores, en un acto de apoyo al
candidato suplente del Distrito 12, el ex secretario de Infraestructura, José
Cabalán Macari Álvaro, la presidenta del Sistema estatal DIF reconoció que el
también ex modelo es muy bien parecido, pero dijo que eso no basta y tomó como
ejemplo al primer mandatario, a quien fustigó.
“Les voy a decir algo. Yo sé que nuestro candidato está
guapo, ¿o no? Pero, ojo, no nos podemos
dejar llevar por lo guapo. ¿Qué pasó la vez pasada? ¿Cuánta gente en la
elección presidencial dijo hay yo voy por este porque está bien guapo? Y ahí
está lo guapo, ¿y de qué nos sirve lo guapo a los mexicanos? De nada” (e-consulta,
19 de abril, 2015). https://youtu.be/IEd0M3yOc-0
Aquella
desafortunada declaración produjo un cambio de actitud en Los Pinos, talante que incluyó la respuesta silenciosa
del poder político de la República. Cambiaron las condiciones y a través de su
partido el gobierno de Peña Nieto inició la crítica a los excesos de la
administración gubernamental poblana. Como complemento a esa decisión política,
se adicionó la orden burocrática consistente en no “hacerle el caldo gordo” al
inquilino de Casa Puebla: que ninguno de los delegados federales acepte su
invitación, fue la consigna. A ello se adicionaron los señalamientos cáusticos
dedicados al gobernante poblano así como las acciones del Gobierno Federal,
actos que colocaron a Moreno Valle ante una disyuntiva complicada.
Triunfo pírrico o derrota
vergonzosa
Las
habilidades o técnicas electorales del mandatario poblano —experiencia probada
porque incluye el manejo perverso de pre campañas, candidaturas, procesos y
representantes electorales—, podrían hacerlo ganar diputaciones tanto en Puebla
como en los estados que adoptaron su estrategia con todo y operadores. La
intención: prolongar su control, primero valiéndose de los diputados a modo, y
después imponiendo a quien habrá de sucederlo. Esto propiciaría el “efecto
abeja” dado que Rafael dejaría el aguijón en el piquete. Ganaría sí, pero perdiendo
buena parte de la imagen que se ha fabricado, deterioro que iniciará en cuanto
el gobierno federal saque a la luz pública su heterodoxia en el manejo de las
finanzas estatales, comportamiento que, entre otras lindezas, incluye la
pignoración del presupuesto de las próximas administraciones gubernamentales.
La
alternativa no tiene nada positivo puesto que estaría basada en el esquema
adoptado por Mario Marín cuando éste decidió librarse de las denuncias en su
contra, factor de negociación con su sucesor. Como se ha comentado, a Mario no
le quedó de otra mas que sacar las manos del proceso electoral, acción que
incluyó el abandono financiero que —se quejaron los zavalistas— dejó colgado de
la brocha a su candidato a la gubernatura: no hubo la derrama del dinero que
suele aplicarse antes, durante y después de la elección.
En
fin, poco falta para que sepamos por cuál de las alternativas opta el gobernador
Moreno Valle: si decide que la mayoría de las curules sean para su equipo con
el costo político que esto implica, o si permite que los candidatos de Peña
Nieto resulten beneficiados de su prudencia o retiro de mano negra, lo cual le
brindaría la posibilidad de tener un retiro amable y tranquilo.
¿Peña
Nieto o Moreno Valle?, es la pregunta de la semana.
Poco
falta para que sepamos de qué lado mascó la iguana.
@replicaalex