Por
Alejandro C. Manjarrez
Con
excepción de los enemigos de Televisa (y algún otro periodista), los medios de
comunicación nacionales y extranjeros reconocieron el trabajo y las
aportaciones que Jacobo Zabludovky hizo al periodismo mexicano. Tal
coincidencia fue alterada por quienes consideran que Jacobo nunca señaló los
errores del gobierno, criterios respetables a pesar de que algunos lleven su etiqueta
ideológica.
Leí
y escuché casi todos los comentarios sobre la vida profesional de Zabludovsky.
En ninguno de ellos encontré algo que relacionara su origen judío con el
momento que le tocó vivir en aquel México de persecuciones contra los
“enemigos” del gobierno. Lo medité para concluir que tanto analistas como críticos
y panegiristas pasaron por alto la herencia genética de Jacobo, que es la misma
de la raza perseguida desde hace tres mil años.
Rav Yaakov Kleiman y E. Simon, escritor uno y científico
el otro, dicen que en el campo
de la genética molecular —estudio de las secuencias del ADN— encontraron “que
las poblaciones judías de las distintas comunidades de la diáspora no han
perdido su identidad genética a lo largo de todo el exilio. A pesar de las
enormes distancias geográficas entre las comunidades y el paso de miles de años…
comparten un perfil genético común”. La investigación confirma la relación
genética “y el origen geográfico común del mundo judío...”
“Sólo el pueblo judío en la historia de la humanidad
—agregan—, ha retenido su identidad genética por más de 100 generaciones
estando esparcidos alrededor del mundo…”
En
esa identidad genética —digo yo— está registrada la habilidad para sobrevivir a
las persecuciones políticas, raciales o religiosas. De ahí —supongo— la
habilidad que tuvo Jacobo para haber resistido la tentación de oponerse o
protestar contra las injustas decisiones del poder, entonces representado por
el “ogro filantrópico” vestido de priista. Sabía que hacerlo significaba dejar
trunco el proyecto que hoy se le alaba y pondera.
Imagínese
lector la reacción del presidente en turno y sus secuaces si Jacobo hubiese
tenido el arrojo de mencionar al aire alguna de las arbitrariedades del
gobierno. Primero el Tigre Azcárraga, humilde soldado del PRI, y después la
estructura oficial lo habrían hecho pedazos tal y como ocurrió con otros
comunicadores y medios de comunicación. Recordemos que en aquellos días no
existían las redes sociales y que las concesiones de radio y televisión estaban
(y siguen estando) supeditadas al buen comportamiento de los dueños y sus
trabajadores (nada en contra del gobierno ni a favor de sus detractores). Y qué
decir de la prensa escrita a cuya dependencia económica habría que agregar la
dotación del papel propiedad del Pipsa, organismo del gobierno de la República.
Contra
esas poderosas corrientes navegó Zabludovsky. Logró sobrevivir gracias a su
inteligencia y a la genética que le permitió mimetizarse para, dentro de la
bestia, poner en acción lo que sin duda vislumbró apoyándose en sus lecturas y sentido
común: el desarrollo del periodismo televisivo.
El
periódico Reforma publicó en
noviembre de 1997 una entrevista donde se le cuestionó sobre los limites que
tuvo como conductor y responsable del noticiero 24 Horas, informativo que
terminaría dos meses después de la interviú de marras. Esto fue lo que dijo:
“Nuestro
margen de maniobra era limitado. Era un problema relacionado a la situación del
país. Con un presidencialismo concentrado, con absoluta hegemonía del PRI.
Además había una identificación entre las intenciones de las empresas y las
políticas del gobierno, lo cual se reflejaba dentro de las televisoras o la
radio. Había también empresarios, como nuestro director Emilio Azcárraga, que
se declaró soldado del Presidente y priista y esto se reflejaba dentro…
“Los
noticieros de la televisión muchas veces estuvieron influenciados por las
circunstancias de la época. Si sufrimos una pérdida de credibilidad, pudo
deberse a esa influencia, aunque insisto que no quiero lavarme las manos por la
manera que nosotros asimilábamos esas presiones…”
Resistió
27 años en esas condiciones, tiempo que aprovechó para crear la escuela de
periodismo que produjo muy buenos periodistas y comunicadores, muchos de ellos
sus alumnos. ¿Qué pensaba entonces? No lo dijo, sin embargo, dada su cultura e
inteligencia, es obvio que una vez dentro del medio planeó todo lo que hizo con
la intención de resistir y mimetizarse, precisamente ayudado por sus genes que
sin duda le trasmitieron el cómo sobrevivir en un ambiente adverso a sus
principios, vocación y visión profesionales. Y lo más importante para él:
decidió abandonar Televisa en el momento preciso para emprender su proceso de
reinvención en la prensa escrita y en la radio, espacio éste al cual retornó
convirtiéndose en un referente periodístico, político, cultural y social.
Creo,
pues, que sus genes deben haber influido con el resultado que nadie contradice:
el impulso al periodismo mexicano, por cierto hoy lleno de primas donas, dos
que tres malas copias de sus maestros, entre ellos Jacobo Zabludovsky Kraveski.
@replicaalex